Tercera parte
Capítulo 5
Una semana después, Anais
dejó sus dibujos y suspiró. Observó su laboratorio aburrida unos segundos. Ya
no sabía qué hacer, había trabajado un poco pero con el paso de los días había
comenzado a aburrirse incluso de sus experimentos.
El viaje al
laboratorio le había servido un poco. Fara le había hablado sobre como una
puerta rompía el espacio y tiempo para funcionar, que esta separaba en millones
de moléculas a quienes las traspasaban y las volvían a reunir en su destino,
por eso mismo descubrió que también había otra puerta en la tierra, oculta de
todo el mundo.
Cansada decidió mejor
ver que estaba haciendo Jeremy. Camino a la casa y cuando llego a la sala
arrugo su frente. Allí estaba él, con un plumero en su mano limpiando alrededor
mientras cantaba. Al verlo llevar un delantal soltó una carcajada que calló
enseguida. Él se giró para verla y alzó una ceja.
—Oye —le dijo y le
prestó atención a la canción —yo conozco a ese cantante, es Elvis.
Jeremy la apuntó con
el plumero.
—Tienes razón.
—Escuchan música de
la tierra —asintió.
—Sí, existen muy
pocos músicos en este lugar, por eso y porque a las mujeres les gusta los exploradores
traen cosas de la tierra, como música y películas.
Ella asintió.
—Me gusta esa canción
—dijo cuándo comenzó una nueva.
—Ven aquí —dijo él.
Jeremy dejó el
plumero y el delantal a un lado y llegó rápidamente frente a ella. La tomó de
la mano y la llevó al centro de la habitación.
—No yo se bailar —dijo
enseguida Anais al ver lo que haría.
—No te preocupes —él
agarró sus manos y sonrió.
—Sabes bailar rock
´n´ roll —lo miró sorprendida.
—Mi madre, me enseñó
muchas cosas.
Anais se rio cuando
el comenzó a bailar y la llevó por el lugar. Siguió riendo y le siguió el ritmo.
Jeremy la hizo girar y bailar como si siempre lo hubiera hecho, ella se dio
cuenta de que en verdad si sabía bailar.
Cuando acabó la
canción él la mantuvo cerca de su cuerpo, riendo porque le faltaba el aire.
—Debo hacer esto más
seguido —jadeo ella.
Él sonrió y tomó un mechón
de su cabello que llevó tras su oído. Otra canción comenzó a sonar y él alzó
una ceja. Anais gimió pero lo siguió enseguida. Jamás hubiera creído que estaba
en tal mal forma, y ya de por si Jeremy la hacía reír.
Varias canciones después
ella se sentó en el suelo e intentó tranquilizarse. Jeremy se sentó a su lado.
—¿Cómo van tus
experimentos? —preguntó él, lo miró.
—No son experimentos,
solo estudio todo lo que hay en este lugar —lo observó detenidamente —¿y cómo
te va a ti con la limpieza?
Él sonrió.
—Bien.
—¿Quieres que te
ayude?
Negó.
—No, gracias, mi
madre me contagio la manía de hacerlo solo, además me distrae —ella se acercó a
él y observó detenidamente sus ojos oscuros. Luego levantó su mano y acaricio
con la punta de su dedo la mandíbula de Jeremy.
—Debes afeitarte
—murmuró al sentir la aspereza.
—Todos los días —dijo
él y la dejó hacer.
Anais siguió tocándolo,
curiosa. Se sorprendió como la textura de su piel cambiaba dependiendo donde
tocara. Movió su dedo por su cuello y bajó hacia su pecho solo que la camiseta
la detuvo. Se sorprendió un poco cuando él se la quitó enseguida.
Lo miró unos segundos
y continuó.
Sus dedos siguieron
bajando, pasaron a través del pecho y llegaron a su vientre. Ella tocó cada
musculo en él. Cuando llegó cerca del pantalón se detuvo unos segundos.
Notó que su corazón
estaba más acelerado, al igual que su respiración. Jeremy también respiraba
como ella, como si solo sentirla tocarlo despertara su deseo. Y podía ver cuán
despierto estaba.
Dudando un poco se mordió
el labio y observó fijamente le botón del pantalón, quería abrirlo, seguir su
exploración pero sentía vergüenza.
—Hazlo —murmuró él,
lo miró —no me molesta que me toques, incluso si solo es por curiosidad, es
agradable.
Ella asintió
suavemente y se mordió el labio inferior. Volvió a mirar su entrepierna y
lentamente hizo lo que deseaba, abrió el cierre y se los quito. Tomó aire con
fuerza al notar que no llevaba ropa interior. Ahora Jeremy estaba desnudo a su
lado, quieto y en silencio.
Los dedos de Anais
tocaron su cadera con suavidad, bajaron por su muslo y llegaron a su rodilla.
Cuando volvió a subir sonrió un poco al oír a Jeremy inhalar con fuerza. Ella
se movió un poco se acomodó más cerca de él. Luego, sus dedos llegaron al sexo
de Jeremy y lo acariciaron con dos dedos.
—Eres como una caja
de sorpresas —murmuró.
—¿Por qué? —dijo él
con voz ronca.
Sonrió.
—Porque siempre me
sorprendes, como ahora —volvió a acariciarlo, él gimió.
Sonriendo lo miró y
se acercó a él. Anais lo besó suavemente en un principio, luego enterró su
lengua en él y chupó la de Jeremy. Él afirmó su rostro con una mano mientras la
besaba pero la dejó ir cuando ella bajó por su cuello, también besando y
saboreando con su lengua.
Anais siguió el mismo
recorrido sobre el cuerpo de Jeremy que hizo con sus dedos. Su lengua acarició
los músculos de su vientre y sus labios bajaron por su cadera y muslo. Ella se apoyó
sobre sus manos y rodillas mientras lo tocaba. Cuando se detuvo delante de su
sexo lo miró. Él también la observaba, esperando, tenso y callado.
Ella lo afirmó con
una mano y luego bajo su cabeza para llevarlo a su boca. Acaricio su longitud
con su lengua y lo oyó gemir.
—Dioses —jadeo él y
lo vio recostarse por completo.
Unos minutos después
ella seguía acariciándolo, probándolo con su lengua, disfrutando de su sabor.
—Anais, cariño —jadeo
él e intentó alejarla de su sexo —déjame…
—No —murmuró ella —quiero
hacer esto.
Él gimió y la dejó
continuar.
Ella se concentró en
lo que hacía, en lo que sus caricias le provocaban. Como su cuerpo se movía
bajo ella y su respiración aumentaba si cambiaba la parecían de sus manos sobre
su sexo. Experimento con él y aprendió de sus reacciones.
Cuando descubrió lo
que causaba que se revolviera más desesperado, lo que lo hacía levantar las
caderas. Así que luego de otro minuto él no pudo soportarlo más y terminó por
alcanzar su liberación.
Jeremy jadeó al acabar,
soltó un gruñido y respiró agitadamente.
Sonriendo un poco se
acostó sobre él y apoyó su rostro sobre su pecho. Él la abrazo y mantuvo allí.
—Tú eres la caja de
sorpresas —murmuró él, la miró.
Ella acaricio el
comienzo del tatuaje de Jeremy con sus dedos.
—A mí me gusta que me
dejes hacer —él sonrió.
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