Tercera parte
Capítulo 4
—Basta —soltó Jeremy
divertido y tocó las manos de Anais.
Ella lo observó y
sonrió.
—Estoy nerviosa —dijo.
—Lo sé pero, debes
relajarte.
Ella asintió y observó
a Gabriel que hablaba con dos personas.
Anais no podía creer
que estaba a menos de diez metros de la de las famosas puertas. Había
despertado muy temprano ese día por la emoción, y un tanto adolorida por haber
hecho el amor con los dos.
Eran las diez de la
mañana y el edificio que visitaban, una base militar y científica, estaba
repleta de gente, hombres, trabajando.
Ella observó de un
lado a otro, solo había más dos puertas allí. Una era por donde había
ingresado, la otra estaba justo enfrente y era la que quería atravesar. A un
lado había una mesa donde un hombre hacia el trabajo de guardia, nadie más.
Gabriel hablaba con él
sobre su visita, tenían que esperar que otra persona les avisara que estaban
autorizados para poder moverse de allí. Y eso la tenía nerviosa.
—Me sorprende que no
trajeras algo para tomar notas —le dijo Jeremy, estaba muy tranquilo a su lado.
Anais negó.
—Solo me quitara
tiempo, además tengo buena memoria.
Él sonrió y pasó un
brazo por sobre sus hombros para traerla a su pecho. Anais lo dejó hacer
gustosa, se había dado cuenta de que le gustaba que él le pudiera las manos
encima.
—Me gusta como hueles
—murmuró él contra su cabello, rio al escucharlo inhalar con fuerza.
—A mí también me
gusta como hueles —y era verdad, olía a madera, a algo exótico y agradable.
—Ya está —dijo
Gabriel y ambos los miraron.
Él les entregó a cada
uno un pase con una identificación. Se los pusieron.
—Alguien saldrá a
recibirnos y hará de guía.
—¿Quién? —preguntó
Anais enseguida.
Él sonrió.
—Creo que te gustara.
Los tres se movieron
hacia la puerta y esta se abrió. Anais abrió mucho los ojos al ver a una mujer
salir de allí, vistiendo un delantal blanco. Esta tenía el cabello rubio y
corto, apenas llegaba a sus hombros. La mujer de piel pálida y ojos verdes la
observó enseguida y sonrió.
—Hola, tú debes ser
Anais.
Ella se acercó y se
detuvo frente a los tres. Era más baja que Anais.
—Soy Fara.
—Hola —dijo Anais —un
gusto.
Ella les indicó que
los siguieran.
—Me sorprendió mucho
que me dijeran que tendríamos visitas, no permiten que muchas personas se
paseen por aquí.
Anais asintió distraída
y observó todo lo que pudo dentro de la enorme habitación, pero lo que llamó su
atención fue la enorme construcción a lo lejos.
Anais se detuvo para
observarla mejor.
Lo que tenía a más de
20 metros de distancia debía medir por lo menos 6 metro de alto y 3 de ancho.
Vigas gruesas hacían de marco, conteniendo la espesa capa dentro de ella. Anais
dio un paso hacia ella fascinada.
—Así que eso es lo
que en verdad quieres ver —dijo Fara a su lado.
La miró enseguida y
se sonrojó.
—Sí, yo… —observó la
puerta y luego a ella —lo siento.
Fara rio enseguida.
—No te preocupes, a mí
me pasó lo mismo cuando la vi por primera vez, vamos.
Anais observó detrás
de ella, Gabriel y Jeremy se mantenían apenas un paso lejos de ella, dándole
espacio para moverse pero no demasiado como para que otros se acercaran. Ella
miró alrededor, a la decena de hombre, tanto científicos como soldados, hombres
vestidos de lo más normal, para un terrícola, la miraban curiosos y un poco
sorprendidos. Fue uno de ellos, un anciano sentado cerca de la puerta que llamo
su atención.
—¡Usted! —jadeó Anais
y se detuvo delante de él.
El hombre viejo y
moreno levantó la cabeza al verla y sonrió enseguida.
—Usted me vendió el
mapa, ese que no servía para nada.
Muchos se detuvieron
alrededor, cuando se rieron los observó molesta.
—Cariño —dijo Jeremy,
lo miró con el ceño fruncido —el mapa si sirve, solo que no para quienes
quieran volver a algunos de los pueblos.
Ella alzó una ceja y
se cruzó de brazos.
—Me estás diciendo
que este hombre vende mapas para perderse en la selva.
El hombre siguió
riendo.
—El mapa sirve para
que nosotros las encontremos —lo miró enseguida y al comprender jadeo.
—Así que en vez de caminar
hacia algún pueblo nos dirigíamos hacia ustedes.
Él asintió
suavemente.
—Increíble —jadeó.
Estos
hombres tienen todo planeado, pensó.
—Cuidado —dijo Fara y
la miró.
Gabriel y Jeremy
tomaron sus brazos y la empujaron hacia un lado. Anais miró alrededor. Todos
observaban la puerta.
—¿Qué pasa? —preguntó
suavemente.
—Los hombres están
regresando, por eso está encendida —contestó Fara, ella asintió.
Así que cuando estaba
encendida era cuando esa capa que parecía agua aparecía. Interesante.
La puerta comenzó a temblar
suavemente como si protestara, Anais observó como una sombra se acercaba a ella
por detrás y luego un hombre, que cargaba a un mujer desmayada, la cruzaba. Dos
hombres parecieron enseguida delante de el con una camilla preparada, ellos se
llevaron a la mujer mientras la revisaban. Observó la puerta y dos hombres más
aparecieron también cargando a una mujer, por último otros dos la atravesaron
pero solos. Luego de eso la puerta dejo de temblar y la capa de agua despareció,
como si se hubiera apagado.
—Así que así lo hacen
—murmuró ella, Fara la miró.
—Casi siempre —sonrió
—pero vamos a lo que nos importa, que te trae a este lugar.
Ella abrió y cerró la
boca, Fara la guió hacia una mesa a lo lejos. Ambas se sentaron mientras Gabriel
y Jeremy esperaban a unos pasos.
—Bueno, debo decir
que sentía curiosidad sobre eso —apuntó la puerta, Fara asintió.
—No es tan complicado
como parece, el único problema que tenemos es que luego de que los hombres
traen a una mujer inconsciente, se apaga, sola. Pasaran un par de horas antes
de que se vuelva a encender.
—Lo hace sola —ella
asintió.
—No sabemos porque
pasa eso —murmuró la mujer antes de suspirar.
—Dime cómo funciona
entonces, todo lo que sepas.
Fara alzo una ceja
antes de hablar. Anais quería saber todo sobre ese lugar, se sentía como una
niña en una dulcería.
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