jueves, 20 de marzo de 2014

La pasión de Anais. Tercera parte, Capítulo 2.



Tercera parte
Capítulo 2

Jeremy abrió la boca sorprendido y Gabriel sonrió suavemente.
Ella se sonrojo aún más al ver la forma en que la miraban. Se removió inquieta y movió su cabello lejos de su rostro, luego de poner algunos mechones rebeldes detrás de su oreja los miró.
Gabriel y Jeremy se miraban entre ellos, como si de dijeran algo.
—Tenemos que hablar —le dijo él primero al segundo, este asintió.
—Sí —Jeremy la miró —discúlpanos un segundo.
Luego de dejarla sola ella llegó cerca del sofá para sentarse, con su confesión revoloteando a su alrededor. Volvió a pasar sus manos por su cabello y pudo contar hasta cien antes de que ellos regresaran.
Cada uno tomó asiento a su lado. Esperó.
—Cariño —dijo Jeremy, lo miró —nos alegra de que nos los dijeras.

Observó a Gabriel un segundo.
—Yo… —volvió a sentirse avergonzada.
—No te avergüenzas de algo así —continuó él —no sabes cómo nos haces sentir con esto.
Lo miró confundida. Gabriel llamó su atención y lo miró.
—Es tu primera vez, algo que decidiste compartir con nosotros —asintió —pero —él miró a Jeremy —hemos hablado y pensamos que lo mejor es que lo hagas solo con uno de nosotros.
—¿Qué? —jadeó, los miró uno a uno, de ida y vuelta.
Jeremy asintió.
—Él tiene razón, dos la primera vez no sería muy cómodo para ti.
Ella no supo que decir.
—Pero…
—Solo debes elegir con quien y estará todo bien —dijo Gabriel.
Ella lo miró enseguida, luego observó a Jeremy. Allí lo notó, ambos querían que los eligiera. Bárbara tenía razón, no podía elegir a uno sobre el otro esa primera vez.
—No puedo —dijo ella.
—No te preocupes cariño, respetaremos tu decisión —ella negó.
—No, no puedo elegir a uno sobre el otro y ni siquiera sé en qué basarme para hacer algo así —volvió a mirarlos detenidamente —y no lo voy a hacer.
—¿Qué?—preguntó Gabriel con el ceño fruncido.
—Es así de simple —dijo un poco molesta por la situación en que la estaban poniendo —o es con los dos, o es con ninguno.
—Pero…—soltó Jeremy sorprendido.
—¡No! —dijo ella con más seguridad, cruzándose de brazos —ustedes pensaron en mi al decidir esto y lo entiendo pero, ahora yo esto pensando en ustedes y en mí. Quiero que esta primera vez sea con ambos, si o si, hoy o dentro de un año, yo puedo esperar —se encogió de hombros.
Ambos la miraron con las cejas alzadas, sin saber que decir, hasta que Jeremy observó a Gabriel un segundo.
—Hombre, yo no voy a esperar un año.
Gabriel suspiró.
—Yo no quiero esperar ni un minutos más —Anais sonrió —entonces hagamos lo que la señora pide solo que en un buen lugar.
Jeremy sonrió y la miró.
—Yo conozco ese lugar.
Anais jadeó cuando Jeremy la alzó como si nada. Ella rodeo su cuello con ambos brazos y observó a Gabriel sonreír suavemente.
Jeremy la llevó al segundo piso y de allí a su habitación, ella arrugó su frente cuando continuó hasta el baño. Cuando él la puso sobre el suelo ella lo miró confundida, él sonreía.
Gabriel pasó a su lado y lo observó. Él llegó a la enorme tina y abrió las llaves, el agua caliente comenzó a salir enseguida.
—¿Se van a dar un baño? —les preguntó.
Jeremy rio tras ella.
—Más bien te lo vamos a dar —él se acercó y susurró cerca de su oído —a ti.
Se estremeció.
Gabriel se sentó en la tina y la observó esperando. Jeremy se movió y se detuvo cerca de él, también esperando.
—Desnúdate —dijo Jeremy con voz ronca, tragó tensa y cerró los ojos.
Tenía que hacerlo, se dijo, dar esa muestra de confianza. Así que sin abrir los ojos levantó las manos y abrió el broche trasero de su vestido, lo dejó caer enseguida.
Cuando ambos tomaron aire los observó. Ahora estaba solo en ropa interior y zapatos. Continuó observándolos mientras se quitaba el brasier, no se detuvo y un segundo después ya se había desnudado por completo. Solo al acabar tomó aire y volvió a observarlos.
—Ven —dijo Gabriel suavemente, extendiendo una mano hacia ella.
Anais se detuvo delante de los dos, apenas unos centímetros de ellos. Podía sentir sobre su cuerpo su escrutinio, como si la estuvieran tocando, y cuando los imaginó tocándola se sonrojó.
Una mano tocó se mejilla caliente, Jeremy le sonreía.
—¿Que pensamientos están pasando por esa cabecita loca? —le dijo con cierta ternura, sonrió un poco y se encogió de hombros.
—No temas decirnos lo que piensas —dijo Gabriel, lo miró —puedes confiar en nosotros Anais.
—¿Ustedes me dirán lo que piensan? —preguntó.
Jeremy rio suavemente.
—Si te dijera lo que pienso, en este segundo saldrías corriendo de esta habitación —lo miró y alzó una ceja —luego —le prometió —te aseguró que desde mañana sabrás todo lo que desees pero, ahora…
Él tomó su muñeca suavemente y la levantó, sin dejar de ver sus ojos depositó un beso en su palma. Ella tomó aire al sentirlo.
—Primero disfrutemos del agua caliente antes de seguir.
Ella asintió.
Ambos le ayudaron a entrar a la tina. Anais se estremeció un poco por el agua caliente pero al sentarse lejos de ambos hombres se sintió agradecida de que pudiera relajarse de esta forma. Sobre todo al ver que ambos se desnudaban.
Cuando acabaron ella los observó detenidamente.
Jeremy era un poco más alto que Gabriel, pero ambos tenían un cuerpo parecido, con músculos marcados y elegantes, largos y esbeltos. Ella observó que Gabriel tenía un poco de bellos en el pecho que bajaban suavemente hacia su vientre y más abajo. Se negó a continuar hacia ese lugar todavía así que observó a Jeremy y el tatuaje que comenzaba en su hombro y sabía que seguía por su espalda.
Observó la piel clara y levemente pálida de Gabriel y la oscura de Jeremy. Luego, se obligó a mirar más abajo y tomó aire.
En serio, pensó.
Ella no sabía de esto, no tenía experiencia para comparar, así que lo hizo entre ellos. Jeremy era más grueso que Gabriel, y este último era un poco más largo. Anais tragó al ver que ambos estaban más que excitados por esto.
—¿En qué piensas? —preguntó Gabriel con voz ronca.
—Mm —se obligó a mirar su rostro —helado —soltó al darse cuenta de que él esperaba una respuesta.
Hizo una mueca un segundo después, sobre todo al ver la cara de sorpresa en ambos. Jeremy fue el primero en reírse, Gabriel lo siguió negando con su cabeza suavemente.
—Sabes lo que yo pienso cuando dices helado —dijo Jeremy.
Lo miró.
—Lamer.
Ella se sonrojó enseguida al oírlo y observó el agua un poco avergonzada, porque a decir verdad, en eso precisamente había estado pensando. Un segundo después ambos ingresaron a la tina y se agacharon. Se acercaron a ella, uno a cada lado.
La mano de Gabriel apareció delante de ella y levantó su rostro, suspiró y lo miró. Él sonreía suavemente.
—Me encanta tu forma de pensar —murmuró él, se acercó y antes de besarla volvió a reír.
Anais gimió al sentir sus labios sobre los de ella, cálidos y suaves, y sobre todo amables. Él la besaba con cuidado, con ternura, casi como si temiera que ella pudiera salir huyendo. Volvió a gemir cuando las manos de Jeremy, las reconoció enseguida, tomaron su brazo y llegaron a sus hombros para acariciarlos, masajearlos con suavidad.
Ella abrió la boca contra Gabriel y él se atrevió a besarla con más pasión, aun así lentamente. Su lengua tentaba a la suya con pereza, se daba su tiempo el recorrer su boca y luego sus labios, una y otra vez.
—Mi turno —gruñó Jeremy y Gabriel la liberó. Ella se giró hacia él y agarró su cuello con una mano para atraerlo enseguida.
Gabriel continuó con el masaje más abajo en su espalda mientras la boca de Jeremy devoraba la suya, ella jadeo y se movió entre los dos. Queriendo profundizar el beso pero sin alejarse de Gabriel.
Unos segundos después ambos estaban tocando su cuerpo, masajeando sus brazos, sus manos, su vientre y muslos. La apoyaron contra la tina para que se acomodara mejor entre los dos y separaron sus piernas. Ella observó cómo llevaban cada uno de las sus piernas sobre las de ambos, asegurándose de que no las cerrara.
Tragó y tomó aire por su boca cuando observó y sintió las manos de ambos tomar sus pechos para acariciarlos. Suspiró y cerró los ojos unos segundos para dejarse llevar.
Las caricias eran tan diferentes entre sí, Gabriel era más amable, más lento que Jeremy, que la tocaba con más desesperación.
—Te gusta —susurró Jeremy cerca de su oído.
Asintió. Le gustaba que fueran diferentes, que la tocaran de esa forma.
—Y esto —continuó Jeremy.
Tomó aire al sentir su mano bajar por su vientre, abrió los ojos y lo observó llegar hasta su entre pierna. Él se detuvo unos segundos, Anais levantó la mirada y cuando se encontró con sus ojos él la tocó.
Anais jadeó enseguida, apenas la había tocado y fue como si su cuerpo lo hubiera estado esperando por mucho tiempo. Su cuerpo volvió a tensarse necesitándolo y solo se relajó un poco cuando el volvió a hacerlo.
Los dedos de Jeremy continuaron más abajo hasta hallar su entrada. Solo que no pensó que Gabriel también la tocaría allí, lo miró enseguida al sentir su dedo sobre su nudo. Sus ojos azules estaban más oscuros por su deseo, él también respiraba más agitadamente pero no como ella, que sentía que en cualquier momento iba a comenzar a hiperventilar.
Gabriel y Jeremy la tocaron como si fueran uno, algo que por un segundo considero divertido. Ella cerró los ojos y apoyó su cabeza en el borde de la tina. Ya no sabía quién y no le importaba. Los dedos se movían por su sexo acariciándola lento y rápido, con suavidad y a veces con más energía. Solo se tensó cuando uno de ellos comenzó a invadir su cuerpo pero, se obligó a relajarse, a disfrutar de esa lenta invasión.
Ese dedo no se detuvo hasta que no pudo avanzar más, así que salió y luego volvió a invadir su cuerpo, Anais gimió. Uno y otra vez ese dedo invadió su cuerpo y otro acaricio su nudo al mismo ritmo, luego ambos desaparecieron un segundo para volver a aparecer. Ahora era otro dedo el que tenida dentro de su cuerpo, uno un poco más largo que se detenía unos segundo dentro de su cuerpo para acariciarla, salir y volver a hacerlo. Ella comenzó a respirar rápidamente, sentía que su cuerpo estaba alcanzando ese dulce lugar. Su vientre comenzó a temblar y ella dejó de respirar sin saber qué hacer.
—Dios —gimió y empujó con su cadera cuando su cuerpo por fin estalló.
Ella se maravilló de las sensaciones, de cómo su cuerpo temblaba y su vientre se contraía. Por un segundo se había sentido como un elástico siendo estirado todo lo posible, casi como si se fuera a romper. Ahora no podía dejar de sonreír.
Mientras todavía disfrutaba de esas sensaciones sintió que dos dedos ingresaban a su cuerpo, y no de la misma persona. Siguieron acariciándola, lento y profundo, su cuerpo volvió a despertar.
Solo que esta segunda vez la sensación era más desesperante, lo quería más rápido y algo le dijo que sería más intenso, pero nunca imaginó el repentino y rápido pinchazo de dolor que apagó todos sus deseos.
Anais observó a ambos hombre enseguida.
—¿Cómo te sientes? —murmuró Jeremy tenso.
—Yo… creo… que bien —murmuró, ya no sentía nada, y ese era el problema.
Él suspiró y asintió.
—Bien —dijo Gabriel.
—Solo que ya no… —no supo cómo decirlo.
—No te preocupes —dijo Jeremy —eso lo solucionamos enseguida, y ya me cansé de estar aquí.
—Vamos a la cama —Gabriel se puso de pie y salió de la tina.
—Vamos —dijo Jeremy y la ayudó a ponerse de pie.
Ambos secaron su cuerpo y luego a sí mismos. Anais observó que aún estaban excitados y se sintió mal por un segundo, ella ya se había corrido, y ya no era virgen se dio cuenta, o por lo menos no completamente, pensó. Lo justo sería que ellos también lograran alcanzar su liberación.
—Anais —dijo Gabriel —si sigues mirándome de esa forma, te tomaré aquí mismo.
Ella levantó la cabeza enseguida y lo miró. Ni siquiera se había dado cuenta de que lo había estado viento fijamente.
—Lo siento —susurró, él negó con su cabeza y se acercó a ella.
—Puedes mirar cuando desees, solo que ahora, te deseo demasiado para no hacer nada.
Ella suspiró y asintió suavemente.
—Basta de charla —se quejó Jeremy con voz ronca.
Ella lo miró y jadeo cuando él la alzó del suelo. Anais fue depositada en la cama con cuidado.  Ella observó a Jeremy sobre ella, apoyado con sus manos y rodillas, rodeándola por completo.
Jeremy sonrió como si pensara en todo lo que quería hacerle, ella tragó y acaricio sus labios con su lengua.

—Continuemos cariño —murmuró él antes de besarla, no con tanta intensidad, pero si con una ternura que calentó su corazón.

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