Tercera parte
Capítulo 2
Jeremy abrió la boca
sorprendido y Gabriel sonrió suavemente.
Ella se sonrojo aún más
al ver la forma en que la miraban. Se removió inquieta y movió su cabello lejos
de su rostro, luego de poner algunos mechones rebeldes detrás de su oreja los
miró.
Gabriel y Jeremy se
miraban entre ellos, como si de dijeran algo.
—Tenemos que hablar —le
dijo él primero al segundo, este asintió.
—Sí —Jeremy la miró —discúlpanos
un segundo.
Luego de dejarla sola
ella llegó cerca del sofá para sentarse, con su confesión revoloteando a su
alrededor. Volvió a pasar sus manos por su cabello y pudo contar hasta cien
antes de que ellos regresaran.
Cada uno tomó asiento
a su lado. Esperó.
—Cariño —dijo Jeremy,
lo miró —nos alegra de que nos los dijeras.
Observó a Gabriel un
segundo.
—Yo… —volvió a
sentirse avergonzada.
—No te avergüenzas de
algo así —continuó él —no sabes cómo nos haces sentir con esto.
Lo miró confundida.
Gabriel llamó su atención y lo miró.
—Es tu primera vez,
algo que decidiste compartir con nosotros —asintió —pero —él miró a Jeremy —hemos
hablado y pensamos que lo mejor es que lo hagas solo con uno de nosotros.
—¿Qué? —jadeó, los
miró uno a uno, de ida y vuelta.
Jeremy asintió.
—Él tiene razón, dos
la primera vez no sería muy cómodo para ti.
Ella no supo que
decir.
—Pero…
—Solo debes elegir
con quien y estará todo bien —dijo Gabriel.
Ella lo miró enseguida,
luego observó a Jeremy. Allí lo notó, ambos querían que los eligiera. Bárbara
tenía razón, no podía elegir a uno sobre el otro esa primera vez.
—No puedo —dijo ella.
—No te preocupes
cariño, respetaremos tu decisión —ella negó.
—No, no puedo elegir
a uno sobre el otro y ni siquiera sé en qué basarme para hacer algo así —volvió
a mirarlos detenidamente —y no lo voy a hacer.
—¿Qué?—preguntó
Gabriel con el ceño fruncido.
—Es así de simple —dijo
un poco molesta por la situación en que la estaban poniendo —o es con los dos,
o es con ninguno.
—Pero…—soltó Jeremy
sorprendido.
—¡No! —dijo ella con
más seguridad, cruzándose de brazos —ustedes pensaron en mi al decidir esto y
lo entiendo pero, ahora yo esto pensando en ustedes y en mí. Quiero que esta
primera vez sea con ambos, si o si, hoy o dentro de un año, yo puedo esperar —se
encogió de hombros.
Ambos la miraron con
las cejas alzadas, sin saber que decir, hasta que Jeremy observó a Gabriel un
segundo.
—Hombre, yo no voy a
esperar un año.
Gabriel suspiró.
—Yo no quiero esperar
ni un minutos más —Anais sonrió —entonces hagamos lo que la señora pide solo
que en un buen lugar.
Jeremy sonrió y la
miró.
—Yo conozco ese
lugar.
Anais jadeó cuando
Jeremy la alzó como si nada. Ella rodeo su cuello con ambos brazos y observó a
Gabriel sonreír suavemente.
Jeremy la llevó al
segundo piso y de allí a su habitación, ella arrugó su frente cuando continuó
hasta el baño. Cuando él la puso sobre el suelo ella lo miró confundida, él
sonreía.
Gabriel pasó a su
lado y lo observó. Él llegó a la enorme tina y abrió las llaves, el agua
caliente comenzó a salir enseguida.
—¿Se van a dar un
baño? —les preguntó.
Jeremy rio tras ella.
—Más bien te lo vamos
a dar —él se acercó y susurró cerca de su oído —a ti.
Se estremeció.
Gabriel se sentó en
la tina y la observó esperando. Jeremy se movió y se detuvo cerca de él,
también esperando.
—Desnúdate —dijo Jeremy
con voz ronca, tragó tensa y cerró los ojos.
Tenía que hacerlo, se
dijo, dar esa muestra de confianza. Así que sin abrir los ojos levantó las
manos y abrió el broche trasero de su vestido, lo dejó caer enseguida.
Cuando ambos tomaron
aire los observó. Ahora estaba solo en ropa interior y zapatos. Continuó
observándolos mientras se quitaba el brasier, no se detuvo y un segundo después
ya se había desnudado por completo. Solo al acabar tomó aire y volvió a
observarlos.
—Ven —dijo Gabriel
suavemente, extendiendo una mano hacia ella.
Anais se detuvo
delante de los dos, apenas unos centímetros de ellos. Podía sentir sobre su
cuerpo su escrutinio, como si la estuvieran tocando, y cuando los imaginó
tocándola se sonrojó.
Una mano tocó se
mejilla caliente, Jeremy le sonreía.
—¿Que pensamientos
están pasando por esa cabecita loca? —le dijo con cierta ternura, sonrió un
poco y se encogió de hombros.
—No temas decirnos lo
que piensas —dijo Gabriel, lo miró —puedes confiar en nosotros Anais.
—¿Ustedes me dirán lo
que piensan? —preguntó.
Jeremy rio
suavemente.
—Si te dijera lo que
pienso, en este segundo saldrías corriendo de esta habitación —lo miró y alzó
una ceja —luego —le prometió —te aseguró que desde mañana sabrás todo lo que
desees pero, ahora…
Él tomó su muñeca
suavemente y la levantó, sin dejar de ver sus ojos depositó un beso en su
palma. Ella tomó aire al sentirlo.
—Primero disfrutemos
del agua caliente antes de seguir.
Ella asintió.
Ambos le ayudaron a
entrar a la tina. Anais se estremeció un poco por el agua caliente pero al
sentarse lejos de ambos hombres se sintió agradecida de que pudiera relajarse
de esta forma. Sobre todo al ver que ambos se desnudaban.
Cuando acabaron ella
los observó detenidamente.
Jeremy era un poco más
alto que Gabriel, pero ambos tenían un cuerpo parecido, con músculos marcados y
elegantes, largos y esbeltos. Ella observó que Gabriel tenía un poco de bellos
en el pecho que bajaban suavemente hacia su vientre y más abajo. Se negó a
continuar hacia ese lugar todavía así que observó a Jeremy y el tatuaje que
comenzaba en su hombro y sabía que seguía por su espalda.
Observó la piel clara
y levemente pálida de Gabriel y la oscura de Jeremy. Luego, se obligó a mirar más
abajo y tomó aire.
En
serio, pensó.
Ella no sabía de
esto, no tenía experiencia para comparar, así que lo hizo entre ellos. Jeremy
era más grueso que Gabriel, y este último era un poco más largo. Anais tragó al
ver que ambos estaban más que excitados por esto.
—¿En qué piensas? —preguntó
Gabriel con voz ronca.
—Mm —se obligó a
mirar su rostro —helado —soltó al darse cuenta de que él esperaba una
respuesta.
Hizo una mueca un
segundo después, sobre todo al ver la cara de sorpresa en ambos. Jeremy fue el
primero en reírse, Gabriel lo siguió negando con su cabeza suavemente.
—Sabes lo que yo
pienso cuando dices helado —dijo Jeremy.
Lo miró.
—Lamer.
Ella se sonrojó
enseguida al oírlo y observó el agua un poco avergonzada, porque a decir
verdad, en eso precisamente había estado pensando. Un segundo después ambos
ingresaron a la tina y se agacharon. Se acercaron a ella, uno a cada lado.
La mano de Gabriel apareció
delante de ella y levantó su rostro, suspiró y lo miró. Él sonreía suavemente.
—Me encanta tu forma
de pensar —murmuró él, se acercó y antes de besarla volvió a reír.
Anais gimió al sentir
sus labios sobre los de ella, cálidos y suaves, y sobre todo amables. Él la
besaba con cuidado, con ternura, casi como si temiera que ella pudiera salir
huyendo. Volvió a gemir cuando las manos de Jeremy, las reconoció enseguida,
tomaron su brazo y llegaron a sus hombros para acariciarlos, masajearlos con
suavidad.
Ella abrió la boca contra
Gabriel y él se atrevió a besarla con más pasión, aun así lentamente. Su lengua
tentaba a la suya con pereza, se daba su tiempo el recorrer su boca y luego sus
labios, una y otra vez.
—Mi turno —gruñó
Jeremy y Gabriel la liberó. Ella se giró hacia él y agarró su cuello con una
mano para atraerlo enseguida.
Gabriel continuó con
el masaje más abajo en su espalda mientras la boca de Jeremy devoraba la suya,
ella jadeo y se movió entre los dos. Queriendo profundizar el beso pero sin
alejarse de Gabriel.
Unos segundos después
ambos estaban tocando su cuerpo, masajeando sus brazos, sus manos, su vientre y
muslos. La apoyaron contra la tina para que se acomodara mejor entre los dos y
separaron sus piernas. Ella observó cómo llevaban cada uno de las sus piernas sobre
las de ambos, asegurándose de que no las cerrara.
Tragó y tomó aire por
su boca cuando observó y sintió las manos de ambos tomar sus pechos para
acariciarlos. Suspiró y cerró los ojos unos segundos para dejarse llevar.
Las caricias eran tan
diferentes entre sí, Gabriel era más amable, más lento que Jeremy, que la
tocaba con más desesperación.
—Te gusta —susurró
Jeremy cerca de su oído.
Asintió. Le gustaba
que fueran diferentes, que la tocaran de esa forma.
—Y esto —continuó
Jeremy.
Tomó aire al sentir
su mano bajar por su vientre, abrió los ojos y lo observó llegar hasta su entre
pierna. Él se detuvo unos segundos, Anais levantó la mirada y cuando se
encontró con sus ojos él la tocó.
Anais jadeó
enseguida, apenas la había tocado y fue como si su cuerpo lo hubiera estado
esperando por mucho tiempo. Su cuerpo volvió a tensarse necesitándolo y solo se
relajó un poco cuando el volvió a hacerlo.
Los dedos de Jeremy
continuaron más abajo hasta hallar su entrada. Solo que no pensó que Gabriel
también la tocaría allí, lo miró enseguida al sentir su dedo sobre su nudo. Sus
ojos azules estaban más oscuros por su deseo, él también respiraba más
agitadamente pero no como ella, que sentía que en cualquier momento iba a
comenzar a hiperventilar.
Gabriel y Jeremy la
tocaron como si fueran uno, algo que por un segundo considero divertido. Ella
cerró los ojos y apoyó su cabeza en el borde de la tina. Ya no sabía quién y no
le importaba. Los dedos se movían por su sexo acariciándola lento y rápido, con
suavidad y a veces con más energía. Solo se tensó cuando uno de ellos comenzó a
invadir su cuerpo pero, se obligó a relajarse, a disfrutar de esa lenta invasión.
Ese dedo no se detuvo
hasta que no pudo avanzar más, así que salió y luego volvió a invadir su
cuerpo, Anais gimió. Uno y otra vez ese dedo invadió su cuerpo y otro acaricio
su nudo al mismo ritmo, luego ambos desaparecieron un segundo para volver a
aparecer. Ahora era otro dedo el que tenida dentro de su cuerpo, uno un poco más
largo que se detenía unos segundo dentro de su cuerpo para acariciarla, salir y
volver a hacerlo. Ella comenzó a respirar rápidamente, sentía que su cuerpo
estaba alcanzando ese dulce lugar. Su vientre comenzó a temblar y ella dejó de
respirar sin saber qué hacer.
—Dios —gimió y empujó
con su cadera cuando su cuerpo por fin estalló.
Ella se maravilló de
las sensaciones, de cómo su cuerpo temblaba y su vientre se contraía. Por un
segundo se había sentido como un elástico siendo estirado todo lo posible, casi
como si se fuera a romper. Ahora no podía dejar de sonreír.
Mientras todavía disfrutaba
de esas sensaciones sintió que dos dedos ingresaban a su cuerpo, y no de la
misma persona. Siguieron acariciándola, lento y profundo, su cuerpo volvió a
despertar.
Solo que esta segunda
vez la sensación era más desesperante, lo quería más rápido y algo le dijo que sería
más intenso, pero nunca imaginó el repentino y rápido pinchazo de dolor que
apagó todos sus deseos.
Anais observó a ambos
hombre enseguida.
—¿Cómo te sientes? —murmuró
Jeremy tenso.
—Yo… creo… que bien —murmuró,
ya no sentía nada, y ese era el problema.
Él suspiró y asintió.
—Bien —dijo Gabriel.
—Solo que ya no… —no
supo cómo decirlo.
—No te preocupes —dijo
Jeremy —eso lo solucionamos enseguida, y ya me cansé de estar aquí.
—Vamos a la cama —Gabriel
se puso de pie y salió de la tina.
—Vamos —dijo Jeremy y
la ayudó a ponerse de pie.
Ambos secaron su
cuerpo y luego a sí mismos. Anais observó que aún estaban excitados y se sintió
mal por un segundo, ella ya se había corrido, y ya no era virgen se dio cuenta,
o por lo menos no completamente, pensó. Lo justo sería que ellos también lograran
alcanzar su liberación.
—Anais —dijo Gabriel —si
sigues mirándome de esa forma, te tomaré aquí mismo.
Ella levantó la
cabeza enseguida y lo miró. Ni siquiera se había dado cuenta de que lo había
estado viento fijamente.
—Lo siento —susurró, él
negó con su cabeza y se acercó a ella.
—Puedes mirar cuando
desees, solo que ahora, te deseo demasiado para no hacer nada.
Ella suspiró y
asintió suavemente.
—Basta de charla —se
quejó Jeremy con voz ronca.
Ella lo miró y jadeo
cuando él la alzó del suelo. Anais fue depositada en la cama con cuidado. Ella observó a Jeremy sobre ella, apoyado con
sus manos y rodillas, rodeándola por completo.
Jeremy sonrió como si
pensara en todo lo que quería hacerle, ella tragó y acaricio sus labios con su
lengua.
—Continuemos cariño —murmuró
él antes de besarla, no con tanta intensidad, pero si con una ternura que
calentó su corazón.
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