Segunda parte
Capítulo 7
Una semana después
Anais estaba observando la televisión cuando Gabriel la llamó desde la puerta.
Hacia unos minutos habían tocado a la puerta y él había ido a ver quién era.
Cuando llegó a su
lado observó los cuatro paquetes sobre la mesa. Papel oscuro y una cuerda
delgada mantenían oculto su contenido. Observó a Gabriel sin saber que era.
—Es para ti.
—¿Para mí? —repitió y
se acercó.
—¿Qué es eso?
—preguntó Jeremy apareciendo por el pasillo.
Ambos se encogieron
de hombros.
—Es para Anais, lo
acaban de traer.
Ella tomó un paquete
y sintió su peso, con sus dedos siguió en contorno.
—Creo que son
libros—les dijo a ambos. Ella rompió un poco el papel de uno y al ver el titulo
se congeló.
Observó a ambos
hombre que la miraban esperando.
—Sí, son míos —murmuró,
hizo una torre con todos y los tomó. Pesaban un poco.
—No quieres que te
ayude —dijo Gabriel cuando comenzó a subir la escalera con ellos.
—No, estoy bien —jadeo trato de moverse más rápido.
Quería alejar el
contenido de esos libros de ambos hombres, que seguían observándola.
Cuando por fin llegó
a su habitación lanzó todo a su cama y jadeo. ¿Cuántos libros le había enviado Bárbara?,
se preguntó.
Un tanto emocionada abrió
todos los paquetes y observó ahora los 11 libros repartidos sobre su cama. Se
arrodilló sobre ella y tomó uno.
—Sexualidad humana —leyó
y arrugo su frente, observo las imágenes de este que explicaban clara y
biológicamente una relación sexual.
Tomó otro que tenía
un contenido parecido con menos dibujos. Otros libros hablaban la sexualidad desde
un punto de vista psicológico. Conto 5 libros iguales. Luego tomó otro y observó
que era una novela romántica como tres más. Se encogió de hombros sin saber
porque su amiga le había enviado algo así.
Fueron los últimos
libros que tomó los que más llenaron su atención. Se sonrojó enseguida al ver
que Bárbara si le había enviado el Kama Sutra, solo que más moderno y con
fotografías bastante esclarecedoras.
Dejándolo a un lado
como si fuera un arma peligrosa tomó el siguiente y con ese llego a jadear.
Otro Kama Sutra, solo que este era para tríos. ¿Cuándo rayos hicieron algo así?,
se preguntó sorprendida.
Se acomodó sobre la
cama y comenzó a observarlo lentamente.
Imágenes de una mujer
entre dos hombres bombardearon su imaginación con fuerza. Anais se sentía como
si estuviera descubriendo un mundo completamente diferente gracias a ese libro.
Cada imagen siguiente la hacía sonrojar a un más. Un tanto abrumada lo cerró de
golpe y dejó a un lado.
Puso ambas manos sobre
sus mejillas calientes y se quejó.
—¿Y cómo se supone
que haga esto? —se preguntó.
—¿Hacer qué? —dijeron
desde su espalda y salto del susto.
Jeremy estaba allí, a
un metro observándola curioso.
—Llame a la puerta
pero como no respondiste quise ver si estabas bien.
Ella tragó tensa y
una imagen que acababa de ver se le vino a la cabeza. Solo que no era tres desconocidos
en ella. Anais se vio a si misma de rodillas sobre una cama con Gabriel tras
ella y Jeremy adelante.
Volvió a sonrojarse
como un semáforo.
—¿Estas bien? —preguntó
Jeremy.
Él se acercó enseguida
y puso ambas manos en su rostro.
—Estas caliente.
Él arrugó su frente y
ella lo miró con los ojos muy abiertos.
—Anais —la llamó
levemente preocupado.
—Estoy bien —chilló —
solo… —se alejó de él y se hecho aire al rostro con sus manos —aquí hace calor.
Él solo alzó una
ceja.
—Si tú lo dices —murmuró
—la cena esta lista, porque no…
Ambos se congelaron.
Jeremy porque observaba los libros a un lado, ella porque lo vio observando los
libros a un lado.
—No es nada —jadeo
ella y se lanzó por ellos, no alcanzó a tomar uno de ellos. El de los tríos.
Jeremy fue más
rápido, un segundo después ya estaba observando las imágenes con ambas cejas
alzadas.
—Es… es mío —dijo
ella y estiró un mano para que se lo entregara.
Ahora no solo su
rostro estaba rojo, ella podía sentir que todo su cuerpo se había convertido en
un tomate.
—Es…—dijo él y pasó
la hoja —interesante.
Él siguió observando,
sin moverse o decir algo.
—No íbamos a ir a
cenar —le recordó.
Él la miró
enseguida y Anais se tensó. Había algo
allí, se dio cuenta, algo profundo y fuerte, algo que la hizo tragar al sentir
su garganta cerca.
—Sí, vamos a cenar —su
voz que ahora parcia más ronca mando un estremecimiento por su cuerpo.
Jeremy se giró y salió
de la habitación, ella reaccionó un segundo después.
—Jeremy —lo persiguió
por las escaleras —mi libro.
Él no le hizo caso,
solo llegó a la cocina y dejó el libro en la encimera más alta que encontró.
—Oye —se quejó y
llegó cerca enseguida —es mío.
—Sí —la miro, aún
estaba esa mirada allí —pero aun quiero verlo, luego te lo regreso.
Él le pasó una fuente
y apuntó al comedor.
Dudando unos segundos
terminó por rendirse. Caminó con pasos pesados hacia el comedor y ayudo a
ordenar todo para cenar. Al ver a Gabriel llegar allí volvió a sonrojarse y salió
disparada hacia la cocina.
Anais no prestó
atención a la conversación entre los dos, estaba era consciente de la rodilla
de Jeremy chocando con la suya cada pocos segundos, o de sus dedos que tendían
a llegar al mismo lugar como si nada cada poco tiempo.
Cuando por fin terminó
la cena fue la primera en levantarse y comenzara recoger las cosas. Regresó
rápidamente a la cocina y luego de dejar todo a un lado tomó una silla para recuperar
su libro. Jeremy llegó a ella justo a tiempo para impedir que lo tomara. La
agarró de la cintura e impidió que terminara de subir a la silla. Aunque la
alejo de ella no la soltó, solo apoyó sus pies en el suelo.
—Jeremy —susurró
tensa.
—Te dije que cuando
acabe de verlo te lo regresare —murmuró él cerca de su oído.
Anais estaba muy consiente
de él justo detrás de ella, muy cerca. Más
que cerca, pensó.
—Yo aún no lo veo —susurró.
Él tomó aire tras de
ella.
—Entonces lo veremos
juntos —se estremeció.
Jeremy agarró su mano
con firmeza y amabilidad, tomó el libro como si nada y luego la llevó hacia la
sala.
—Verlo juntos—susurró
ella.
—Sí —dijo él —Gabriel
está en la sala.
—Gabriel —chilló y
plantó sus pies sobre el suelo. No sirvió de nada, Jeremy solo la arrastró
hacia la sala.
Ya allí ella observó
a Gabriel enseguida.
—Se lo dijiste —dijo
este mientras se ponía de pie.
—No, aun no—él sonrió.
Jeremy la soltó y
ella se detuvo delante de ambos.
—¿Qué cosa? —preguntó
para evitar que cualquier de ellos observara el libro.
Gabriel siguió
sonriendo.
—Hablamos con el General
y un grupo de científicos —lo miró —recuerdas lo que nos pediste hace unas
semanas.
Arrugó su frente.
—Sobre las puertas
—soltó Jeremy.
Ella jadeo al caer en
cuenta y se olvidó de cualquier otra cosa.
—¿Qué les dijeron?
—susurró tensa y expectante.
Ambos sonrieron
enseguida, abiertamente.
—Que podrás visitar y
conocer unas de ellas dentro de unos días, estarás siempre acompañada de
nosotros pero aun así las veras —dijo Gabriel.
Anais abrió la boca
sin saber que decir, estaba más que sorprendida, se sentía emocionada, excitada,
casi eufórica.
—No puedo creerlo —jadeo
y luego chilló de alegría.
Sin pensar en nada se
arrojó hacia ambos y los abrazó por el cuello, al mismo tiempo. Riendo los
mantuvo allí unos segundos mientras sentía las más manos de ambos sosteniéndola.
En ese segundo se calmó por un poco de tiempo, porque luego su corazón comenzó
a palpitar muy rápidamente y su rostro volvió a sonrojarse.
—Ahora —dijo Jeremy.
Ella los soltó pero
ninguno de ellos la dejó alejarse. Anais sintió dos manos diferentes sobre su
espalda.
—Hablemos de otra
cosa —continuó él.
—¿Qué? —preguntó
Gabriel y los miró a ambos.
—Esto —dijo Jeremy
mostrándole el libro a su otro asignado.
Gabriel abrió mucho
los ojos a verlo y ella gimió avergonzada.
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