Segunda parte
Capítulo 5
Anais tomó una pañoleta de su cajón y se lo puso sobre
su cabeza, luego observó su habitación unos segundos. Apoyó ambas manos en sus
caderas mientras hacia una nota mental de todo lo que tenía que hacer. Sabía
que era desordenada, excepto en su laboratorio, por eso mismo ese día había
decidido hacer una limpieza general.
Luego de planear todo
su trabajo bajó a la cocina y observó a Gabriel allí, bebiendo un café. Él al
verla alzó una ceja. Probablemente porque estaba acostumbrado a verla solo en
esos vaporosos vestidos. Ahora que llevaba pantalones y camiseta debía
parecerle rara.
—¿Qué haces? —preguntó
él.
—Voy a limpiar mi
habitación y luego la casa —ella se preparó un rápido desayuno y se sentó
frente a él.
—¿Quieres que te
ayude? —ella negó y tragó.
—Prefiero hacerlo
sola, me siento más cómoda.
Él sonrió suavemente.
—No quieres que vea
tu desorden.
—También —murmuró y
observó su desayuno.
—Está bien.
—Ustedes son muy
ordenados —le dijo.
—Ventajas de ser
soldado, te lo inculcan desde que ingresas al ejército.
Él la observó unos
segundos fijamente.
—Dime —le dijo —¿cómo
es que terminaste trabajando en algo así? —apuntó con su cabeza en dirección a
su laboratorio.
Anais arrugo su
frente y observo por un segundo una ventana.
—Siempre me gusto
investigar, endentar lo que pasaba a mí alrededor. Desde niña me gusto hacer
experimento y ver qué pasaba, cuál sería el resultado y saber si mis hipótesis
eran ciertas.
—Te gusta saber que
tienes la razón —se encogió de hombros.
—Es más divertido
cuando no sabes que va a pasar.
—Te gustan las
sorpresas entonces —ella sonrió suavemente.
—Un poco —confesó —claro,
depende de qué tipo de sorpresas —lo estudio —y tú, ¿por qué terminaste siendo
soldado?
—Era algo que se
repetía mucho en mi vida —esperó —mis padres son saldados y todos mis amigos se
volvieron uno.
Ella arrugó su
frente.
—¿Pero te gusta? —asintió.
—Ya dentro del
ejercito descubrí que soy bueno para esto.
Ella siguió
observándolo un tanto intrigada. Gabriel no dijo nada más, solo terminó su café
y la observó. Ella se puso de pie enseguida y tomó las cosas.
—Bien, me voy a
trabajar.
Él sonrió y apoyó un
codo sobre la mesa, como si ella lo divirtiera.
—Si quieres mi ayuda
solo pídela —ella asintió.
—Si quieres que te
ayude con el almuerzo solo pídelo.
Él sonrió y ella lo
imitó. Luego salió rápidamente del lugar y no se detuvo hasta que llegó a su
habitación.
Ya allí suspiró. Por
un tiempo esa atracción que había estado sintiendo hacia ambos hombres la había
dejado tranquila. Sus investigaciones habían sacado de su cabeza esas cosas
como siempre cuando trabajaba. Entre las cuatro paredes de un laboratorio el
mundo desaparecía a su alrededor y esta vez no había sido distinto.
Hizo una mueca por
eso. Se suponía que ellos eran algún tipo de pareja para ella, había pensado en
esto como un matrimonio pero hasta ahora, además de unas sonrisas y un par de
besos que la habían dejado sorprendida, no había sucedido nada más.
Levantó su mano y
masajeo sus hombros.
—Quizás debo hacerlo
yo —murmuró. Dar ese primer paso, ver que tan lejos llegaba esa atracción.
Comprobar a ciencia cierta si ellos eran los hombres perfectos para ella, de
una vez por todas. Solo, ¿cómo lo iba a hacer? La seducción no era lo suyo, las
relaciones menos.
Volvió a suspirar.
—Un plan —pensó.
Eso debía hacer, crear un plan que le ayude paso
a paso con lo que tiene que hacer. Primero debía hacer una investigación, y
sabía por dónde comenzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario