Segunda Parte
Capítulo 1
Anais sonrió y tocó
el microscopio en la mesa, había otro que también parecía uno a su lado pero no
estaba segura.
Ya habían pasado dos
semanas desde que se fue a vivir a esa casa y por fin su laboratorio estaba listo.
Ella observó el techo y los detectores de humo junto a algunos rociadores de
incendio. Cerca de la entraba habían cuatro extintores, todos para usos
diferentes.
Sí que se habían
asegurado de que todo estuviera en su lugar. Su nuevo laboratorio tenía una
computadora, diferentes maquinas, una librería en el otro lado junto a dos
sillas, otro mueble repleto de diferentes químicos y demás, y otro con todo el
equipamiento que pudiera necesitar.
Tocó la ropa que
colgaba a un lado, la camiseta de mangas largas y cuello alto, hecho de un
material especial y los pantalones.
—¿Y? —preguntó
Gabriel, lo vio de pie al lado de la puerta.
—Esta perfecta —le
dijo sonriendo, él le devolvió el gesto.
Gabriel se acercó y
tocó la camiseta que había estado examinando.
—Esta la conseguimos
en el cuartel, la usan los científicos de allí, para evitar quemaduras.
Anais asintió y
observó el mueble con libros y dos sillas.
—Me gusta eso —le
dijo.
—Idea de Jeremy —lo
miró al oír la molesta en su voz —no soy de pensar que sea muy correcto tener
libros en un laboratorio, pero insistió tanto en que te iba a gustar, que al
final solo acepte.
—Es agradable
—murmuró —y puedo salir a la playa para leer, mejor aún.
Él sonrió suavemente
y observó hacia un lado. Anais estudio su perfil unos segundos con ganas de
preguntarle muchas cosas, poder probar otras tantas y de averiguar sobre todo
lo que había alrededor.
Le intrigaban mucho
estos hombres, sobre todo la forma en que se llevaban. Gabriel y Jeremy solo
discutían pero, parecían que se comunicaban de esa forma. Jamás hablaban, casi
de nada excepto cuando ella estaba entre los dos. Parecía que se calmaban
cuando la veían cerca, se controlaban.
A veces entraba a
alguna habitación y ambos estaban discutiendo por cualquier tontería. Al verla
dejaban el asunto y fingían que no pasaba nada malo.
—¿Qué? —le preguntó
Gabriel y se giró hacia ella.
Anais se sonrojó
enseguida y observó el mueble a su lado, como si fuera muy interesante.
—Solo… —lo pensó —estaba
pensando.
—¿En qué? —preguntó
él, lo miró —¿quieres ir a caminar?
Anais sonrió y
asintió.
Cuando ya estaban
caminando descalzos por la arena ella suspiró. Gabriel iba a su lado, caminando
más cerca del agua, permitiendo que las pequeñas olas mojaran sus pies. Observó
su cabello rubio y como lo afirmaba en una pequeña cola de caballo. Enseguida
se lo imaginó con el cabello suelo, desnudo en la playa, con su cuerpo mojado
por el mar.
Se sonrojó a un más
de lo que creyó posible y dejó de mirarlo enseguida.
Increíble,
pensó, en su casa solo se había sentido atraída por unos pocos hombres pero
nunca había sido de esa forma. Tan rápido, o con tanta imaginación, lo común era
que le gustara alguien y luego dejara de pensar en eso, siempre tenía cosas más
importantes que hacer. Una nueva investigación, la comprobación de otras
teorías, descansar. Nada más.
Quizás
era el planeta, pensó, el agua o la comida, y los hombres,
pero algo debía haber por allí que despertaba de esa forma su deseo.
—¿En qué piensas tan
profundamente? —ella se congeló y observó a Gabriel a su lado, estaba a apenas
unos centímetros de distancia.
Y otra vez se sonrojó.
—Yo… —tomó aire y
preguntó, como toda investigadora —¿Por qué siento tan atraída por ustedes?
Gabriel solo la miró
un segundo antes de soltar una carcajada. Anais arrugó su frente, no le parecía
gracioso, era incluso preocupante.
—Es… raro —le dijo, él dejó de reír y la miró.
—¿Por qué?
—Porque jamás me
había pasado algo así.
Él la observó
curioso.
—Jamás te habías
sentido atraída por un hombre —ella negó.
—Quiero decir que jamás
me había pasado eso tan rápido, los conozco de hace dos semanas y ya ambos…
Se calló y observó
hacia el mar.
—Somos tus asignados
Anais —no lo miró —ambos, para mi desgracia, fuimos seleccionados para ti, en
base a mucha información. Desde tus gustos hasta tu genética.
Ella arrugó su
frente.
—Pero eso quiere
decir que a ustedes los eligieron para mí, no que a mí me eligieron para
ustedes.
Él negó enseguida y
se pasó a su lado, lo miró.
—Piensa, si somos
elegidos tan meticulosamente porque no nos sentiríamos atraídos hacia ti, sino
fuera así habrían problemas, no crees —ella se encogió de hombros.
—Pero, míralo de esta
forma, tú y Jeremy siempre están discutiendo, no se supone que eso es un
problema —él arrugó su frente —no deberían llevarse bien si son tan parecidos.
—Parecidos —repitió él.
Asintió.
—Ambos deben tener
muchas cosas parecidas si fueron seleccionados para mí.
—Pero fuimos
seleccionados para ti. Yo fui elegido para ti, para ser tu compañero, no para establecer una amistad con él ni nada.
Ella observó otra vez
en mar.
—Los polos opuestos
se atraen —murmuró —y cuando son iguales se repelen.
—¿Qué quieres decir?
—Que tú y yo somos
diferentes, pero que tú y Jeremy son iguales, por eso pasa esto.
Gabriel la estudió
unos segundos, luego sonrió suavemente.
—Una forma
interesante de describirlo.
Una
forma preocupante, pensó ella.
Porque tanto los
polos podían seguir siempre iguales, eso quería decir que ellos siempre se
llevarían mal, o cambiar, lo que era peor, porque daría como resultado que ya
no se sintieran atraídos hacia ella.
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