miércoles, 5 de marzo de 2014

La pasión de Anais. Primera parte, capítulo 5.


Primera Parte
Capítulo 5

Anais observó el segundo piso rápidamente. Gabriel estaba de pie delante de una puerta, esperándola. Cuando llegó a su lado él abrió la puerta y le indicó que entrara.
—Esta es tu habitación —le dijo mientras caminaba dentro del cuarto.
Había una cama enorme en el centro y un tocador. Anais se movió hacia una puerta y observo el baño, sus ojos se quedaron un segundo en la tina puesta más al rincón, una más grande de lo común. Algo le dijo que tres personas caían perfectamente allí. Luego se movió hacia la otra perta y observó su closet que ya tenía prendas colgando.
—Todo lo que está allí es tuyo, no dudes en usarlo.
—Gracias —le dijo, él solo asintió y se apoyó contra el marco de la puerta.
Anais lo miró y al ver que seguía observándola, y más, cuando él levantó una mano para acariciar su labio inferior con el pulgar como si pensara profundamente en algo, se cruzó de brazos.
—Oh —dijo él —lo siento, te esperare fuera.
Solo cuando cerró la puerta soltó un suspiró.

Negando un poco tomó la primera bolsa que había en el lugar y sacó otro vestido de su funda. Este era de un verde oscuro, con vuelos y un cinturón.
Anais se cambió rápidamente, porque sabía que la estaban esperando, llegó al baño para arreglarse un poco y regresó con Gabriel. Abrió la puerta y lo vio apoyado al otro lado, justo frente a ella.
Le sonrió.
—Bien, continuemos, aunque no hay mucho que ver.
Él apuntó hacia la derecha.
—Esa es mi habitación —asintió —y esa la de Jeremy —apuntó hacia la izquierda.
Ella caminó hacia la otra que estaba más allá y observó otras dos enfrente.
—Hay tres habitaciones vacías por ahora —lo miró enseguida—. Vamos abajo para que veas lo demás.
—Claro.
Regresaron al primer piso y él le mostró la sala, el comedor, una biblioteca que la dejó con la boca abierta por la impresión, y por último la guio hacia la cocina. Allí estaba Jeremy observando un libro fijamente.
Gabriel la miró y lo apuntó, luego lo escuchó suspirar.
—Ven —le dijo y la llevó a la puerta que daba a la playa, salieron y ella pudo ver las sillas a un lado y la mesa.
Gabriel se detuvo a su lado y lo miró.
—Mira eso —él apuntó una pequeña casita a unos 10 metros de distancia, no la había visto.
—¿Qué es? —preguntó.
—Sígueme.
Caminaron hacia ella lentamente. Anais observó alrededor, no había nada por el alrededor, al parecer eran los únicos en ese lugar.
Cuando llegaron cerca de la casita él abrió la puerta y la hizo pasar. El lugar estaba completamente vacío. Ella se detuvo en el centro y miró alrededor.
—Es tuyo —le dijo Gabriel, lo vio de pie a un metro.
—¿Mío? —preguntó confundida.
—Sí, tuyo —él sonrió.
Ella notó que a diferencia de Jeremy que sonreía abiertamente, Gabriel era más tranquilo.
—¿Por qué? —preguntó y se movió hacia una ventana, la que daba justo hacia el océano.
—Porque sabemos que te gusta hacer investigaciones y experimentos —lo miró enseguida —así que pensamos que este lugar sería perfecto para eso.
—Lo es —murmuró y volvió a mirar por la ventana.
—Solo te pido una cosa —él se acercó —déjanos acondicionar esta casita para que puedas trabajar segura.
Lo miró.
—No sería muy agradable que tuvieras un accidente o algo así.
Arrugó su frente y luego asintió.
—Entiendo —le dijo, aunque ella jamás había tenido ningún accidente, siempre era muy cuidadosa con lo que hacía.
—Regresemos a la casa, probablemente Jeremy sigue observando el libro sin saber qué hacer.
Ella sonrió y lo siguió.
—¿Por qué no se llevan bien? —le preguntó.
Él la miró y arrugó su frente.
—Es que parece que se odian.
—Yo no lo odio —aseguró él, ella alzó ambas cejas confundida —solo no me cae bien.
Se encogió de hombros.
—Él te dije niño bonito—al ver que él alzaba una ceja se sonrojo —yo…
—Sé que me llama de esa manera —la tranquilizo —y no me preocupa.
Anais entrecerró los ojos.
—Lo haces apropósito.
Él sonrió enseguida.
—Claro, y sé que lo que más le molesta es que yo no me moleste por sus tonterías.
Ella solo negó.
Cuando regresaron a la cocina ella observó a Jeremy, quien estaba sacando cosas del refrigerador. Gabriel se acercó y le dijo.
—Deja eso, si seguimos esperándote no comeremos hasta mañana —Jeremy soltó un bufido.
—Ya estoy aquí así que déjame en paz —se giró y lo apuntó con el cuchillo —vete a molestar a otro —al verla le sonrió —pero tú puedes ayudarme tanto como quieras.
Ella sonrió y se acercó.
—No hay problemas me gusta experimentar.
Anais los vio alzar a ambos una ceja como si fueran uno.
—¿Y cómo han resultado tus experimentos? —preguntó Gabriel curioso.
—La mitad terminó siendo una porquería —confesó, ambos sonrieron enseguida y se sonrojo un poco —pero lo demás quedo bien —dudó —pude que no se viera muy apetecible pero el sabor era de lo mejor.
Gabriel siguió sonriendo y Jeremy soltó una carcajada.
—Bien, puedes experimentar lo que desees aquí, no hay problemas —dijo luego de dejar de reír.
Solo asintió.
Anais los observó a ambos unos segundos antes de mirar el libro que Jeremy había estado examinando, leyó la receta de forma distraída.
Misterio de la atracción con su asignados: resuelta, pensó.
No sabía si ella les era atractiva a ambos, lo dudaba ciertamente, pero para ella, ambos le parecían muy interesantes y no solo físicamente. Si le hubieran dado la oportunidad de elegir a algún hombre habría dudado justo entre los dos. Sonrió un poco, suerte la suya que los tenía a ambos.
Luego arrugó su frente, como alguien podía saber sus gustos tan bien. Otro misterio que debía resolver.


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