Primera Parte
Capítulo 5
Anais observó el
segundo piso rápidamente. Gabriel estaba de pie delante de una puerta,
esperándola. Cuando llegó a su lado él abrió la puerta y le indicó que entrara.
—Esta es tu
habitación —le dijo mientras caminaba dentro del cuarto.
Había una cama enorme
en el centro y un tocador. Anais se movió hacia una puerta y observo el baño,
sus ojos se quedaron un segundo en la tina puesta más al rincón, una más grande
de lo común. Algo le dijo que tres personas caían perfectamente allí. Luego se
movió hacia la otra perta y observó su closet que ya tenía prendas colgando.
—Todo lo que está
allí es tuyo, no dudes en usarlo.
—Gracias —le dijo, él
solo asintió y se apoyó contra el marco de la puerta.
Anais lo miró y al
ver que seguía observándola, y más, cuando él levantó una mano para acariciar
su labio inferior con el pulgar como si pensara profundamente en algo, se cruzó
de brazos.
—Oh —dijo él —lo
siento, te esperare fuera.
Solo cuando cerró la
puerta soltó un suspiró.
Negando un poco tomó
la primera bolsa que había en el lugar y sacó otro vestido de su funda. Este
era de un verde oscuro, con vuelos y un cinturón.
Anais se cambió
rápidamente, porque sabía que la estaban esperando, llegó al baño para
arreglarse un poco y regresó con Gabriel. Abrió la puerta y lo vio apoyado al
otro lado, justo frente a ella.
Le sonrió.
—Bien, continuemos,
aunque no hay mucho que ver.
Él apuntó hacia la
derecha.
—Esa es mi habitación
—asintió —y esa la de Jeremy —apuntó hacia la izquierda.
Ella caminó hacia la
otra que estaba más allá y observó otras dos enfrente.
—Hay tres
habitaciones vacías por ahora —lo miró enseguida—. Vamos abajo para que veas lo
demás.
—Claro.
Regresaron al primer
piso y él le mostró la sala, el comedor, una biblioteca que la dejó con la boca
abierta por la impresión, y por último la guio hacia la cocina. Allí estaba
Jeremy observando un libro fijamente.
Gabriel la miró y lo
apuntó, luego lo escuchó suspirar.
—Ven —le dijo y la
llevó a la puerta que daba a la playa, salieron y ella pudo ver las sillas a un
lado y la mesa.
Gabriel se detuvo a
su lado y lo miró.
—Mira eso —él apuntó
una pequeña casita a unos 10 metros de distancia, no la había visto.
—¿Qué es? —preguntó.
—Sígueme.
Caminaron hacia ella
lentamente. Anais observó alrededor, no había nada por el alrededor, al parecer
eran los únicos en ese lugar.
Cuando llegaron cerca
de la casita él abrió la puerta y la hizo pasar. El lugar estaba completamente
vacío. Ella se detuvo en el centro y miró alrededor.
—Es tuyo —le dijo
Gabriel, lo vio de pie a un metro.
—¿Mío? —preguntó
confundida.
—Sí, tuyo —él sonrió.
Ella notó que a
diferencia de Jeremy que sonreía abiertamente, Gabriel era más tranquilo.
—¿Por qué? —preguntó
y se movió hacia una ventana, la que daba justo hacia el océano.
—Porque sabemos que
te gusta hacer investigaciones y experimentos —lo miró enseguida —así que
pensamos que este lugar sería perfecto para eso.
—Lo es —murmuró y
volvió a mirar por la ventana.
—Solo te pido una
cosa —él se acercó —déjanos acondicionar esta casita para que puedas trabajar
segura.
Lo miró.
—No sería muy
agradable que tuvieras un accidente o algo así.
Arrugó su frente y
luego asintió.
—Entiendo —le dijo,
aunque ella jamás había tenido ningún accidente, siempre era muy cuidadosa con
lo que hacía.
—Regresemos a la
casa, probablemente Jeremy sigue observando el libro sin saber qué hacer.
Ella sonrió y lo
siguió.
—¿Por qué no se
llevan bien? —le preguntó.
Él la miró y arrugó
su frente.
—Es que parece que se
odian.
—Yo no lo odio —aseguró
él, ella alzó ambas cejas confundida —solo no me cae bien.
Se encogió de
hombros.
—Él te dije niño
bonito—al ver que él alzaba una ceja se sonrojo —yo…
—Sé que me llama de
esa manera —la tranquilizo —y no me preocupa.
Anais entrecerró los
ojos.
—Lo haces apropósito.
Él sonrió enseguida.
—Claro, y sé que lo
que más le molesta es que yo no me moleste por sus tonterías.
Ella solo negó.
Cuando regresaron a
la cocina ella observó a Jeremy, quien estaba sacando cosas del refrigerador.
Gabriel se acercó y le dijo.
—Deja eso, si seguimos
esperándote no comeremos hasta mañana —Jeremy soltó un bufido.
—Ya estoy aquí así
que déjame en paz —se giró y lo apuntó con el cuchillo —vete a molestar a otro —al
verla le sonrió —pero tú puedes ayudarme tanto como quieras.
Ella sonrió y se acercó.
—No hay problemas me
gusta experimentar.
Anais los vio alzar a
ambos una ceja como si fueran uno.
—¿Y cómo han
resultado tus experimentos? —preguntó Gabriel curioso.
—La mitad terminó
siendo una porquería —confesó, ambos sonrieron enseguida y se sonrojo un poco —pero
lo demás quedo bien —dudó —pude que no se viera muy apetecible pero el sabor
era de lo mejor.
Gabriel siguió
sonriendo y Jeremy soltó una carcajada.
—Bien, puedes
experimentar lo que desees aquí, no hay problemas —dijo luego de dejar de reír.
Solo asintió.
Anais los observó a
ambos unos segundos antes de mirar el libro que Jeremy había estado examinando,
leyó la receta de forma distraída.
Misterio
de la atracción con su asignados: resuelta, pensó.
No sabía si ella les
era atractiva a ambos, lo dudaba ciertamente, pero para ella, ambos le parecían
muy interesantes y no solo físicamente. Si le hubieran dado la oportunidad de
elegir a algún hombre habría dudado justo entre los dos. Sonrió un poco, suerte
la suya que los tenía a ambos.
Luego arrugó su frente, como alguien podía saber
sus gustos tan bien. Otro misterio que debía resolver.
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