Cuarta parte
Capitulo 6
—Oye tu —gritó un hombre. Alguien
tocó su brazo y Leslie alzó la cabeza.
Estaba en una celda, con otras
cuatro mujeres. Habían hablado un poco y solo una de ellas ya era madre, quien
la tocó.
Está apuntó hacia el hombre que acababa
de gritar y lo miró.
—Ven aquí —le dijo este.
Leslie tragó y se puso de pie. Se
preguntó cuánto tiempo había pasado allí. Le parecían meses, pero sabía que no
debían ser más de un grupo de días. Solo las alimentaban dos veces en el día y
debían hacer sus necesidades en el agujero a un rincón.
—Sal —el hombre abrió la puerta y
esperó.
Leslie no pudo moverse, solo miró a
las demás mujeres que la observaban preocupadas. Ya se habían llevado a una de
ellas, quien no regresó.
—Para qué la quieres —preguntó una
de las mujeres —no vez lo enferma que esta.
No dudaba eso, pensó ella,
debía verse horrible si además de hambre tenía un resfrió que no quería irse.
El hombre las observó a todas y al
ver que comenzaba a sacar su arma se adelantó.
—Está bien —dijo, miró a las
mujeres —iré, no es necesario discutir por eso.
Todas la miraron con compasión.
El hombre la guio por unos largos
pasillos hasta una puerta doble. En el camino se encontró con decenas de otros
rebeldes, algunos la ignoraban abiertamente como si no fuera nada, otros la
miraban con deseo y solo unos cuando fruncían el ceño al verla por allí. Al ver
que el hombre tras ella no se movía atravesó las puertas. Unos segundos después
oyó tres diferentes gritos y que alguien chocaba con ella y le sacaba el aire
con fuerza.
—Dios —jadeo y observó que era una
mujer. Volvió a jadear cuando vio a dos de sus amigas delante, solo que más
limpias que ella.
—Leslie —jadeo Bárbara y la miró.
Ella era quien la había abrazado, observó hacia abajo, más a su vientre
hinchado y abrió la boca por la sorpresa.
—Pero… cómo… cuándo…—Bárbara la
tomó de la mano y guio hacia una mesa vieja con comida.
—Siéntate y come —le dijo esta.
Las demás se acercaron y se
sentaron alrededor. Las observó una a una. Se vean igual que antes, solo que cada
una de ellas tenía algo, algo diferente notó. Y en Bárbara era más notorio.
—Dios —volvió a decir —cuánto
tienes…—apunto s vientre.
—7 meses— murmuró ella preocupada y
tocó su vientre.
—Y embarazada te trajeron.
Ella asintió y miró a las demás.
—¿Cuánto llevan aquí?
—Come —dijo Jenna, estaba un poco
pálida. Asintió y lo hizo.
—Yo llevo cinco días —murmuró Anais
—la miró enseguida.
—Dos—dijo Jenna.
—Cuatro —murmuro Bárbara.
—Igual —dijo ella —llegaron a la
casa y… —se estremeció.
—Igual que todas —murmuró Jenna—, estaba
con Hugo cuando paso, varios vehículos aparecieron en el camino, esa estúpidas
persianas se cerrados y quedamos encerrados dentro —la miró —luego cuatro
hombres entraron y ya vez…—ella suspiró.
Miró a las demás que asintieron.
—Lo mismo —dijo Bárbara.
—Igual —dijo Anais—, en mi caso
solo aparecieron rodeando la casa.
—¿Alguno de ellos… —no puedo
terminar la pregunta.
—No —susurraron las tres.
—Al parecer solo nos querían a
nosotras —dijo Bárbara —aunque en mi caso estaba con Altaír y Alec, quienes dieron
pelea, solo que eran muchos.
Ella se estremeció. Anais se
levantó y llegó cerca de ella para abrazarla suavemente.
—Estarán bien, buscándonos
probablemente pero bien —Bárbara asintió y la miró.
—Ya te has unido a ellos —la miró
compungida —a tus hombres, te has unido ya, ¿o no?
—Eh, creo que no —miró a las demás
que suspiraron —¿usted si? —todas asintieron.
Ella hizo una mueca.
—¿Eso es un problema? —preguntó,
todas se miraron entre sí, hasta que observaron a Bárbara. Ella se encogió de
hombros.
—No lo es en verdad, no sé qué está
pasando, qué nos van a hacer.
Ella suspiró y volvió a acariciar
su vientre.
—Yo creo saber quién hico esto
—murmuró Anais, las miró una a una —¿quién más nos querría a las cuatro juntas?
Leslie arrugó su frente, luego
Jenna jadeó y Bárbara soltó una grosería.
—Por eso Isaac y Martin estaban tan
molestos el otro día —murmuró ella —no me lo quisieron decir pero sabía que era
algo malo.
—Lo sacaron de prisión hace una
semana —murmuró Anais.
Leslie las miró más confundida que antes.
—De quién…
En ese segundo la puerta fue
abierta.
El hombre que ingresó era delgado y
alto, tenía el cabello más blanco que la última vez que lo vieron y los ojos
más vacíos.
—Mat —jadearon las cuatro en
diferentes tonos de voz. Él solo sonrió.
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