martes, 22 de julio de 2014

La fantasía de Leslie. Primera parte, Capitulo 6.


Primera parte
Capitulo 6
La casa que tenía delante era relativamente pequeña en comparación con las que habían alrededor. Esta era de dos pisos con ventanas grandes y largas. Leslie observó las flores de diversos colores alrededor y el par de arboles que hacían sombra. Cuando escuchó voces miró a su lado, una mujer caminaba acompañada de dos hombres. Uno de ellos mantenía uno de sus brazos alrededor de ella mientras el otro hablaba y los hacía reír. Cuando pasaron cerca los tres la saludaron con una sonrisa y siguieron su camino.
Leslie los observó hasta que ingresaron a una casa a lo lejos.
—Esta es una de las zonas residenciales —alguien dijo detrás de ella y saltó por la impresión, se giró pare ver que ambos hombre se habían acercado—. Yo soy Yerie por cierto —él apuntó a su otro asignado—, y él es Alex.
Leslie observó a Alex.

—Ya nos habíamos visto antes —dijo.
El médico asintió y miró alrededor.
—Por qué no ingresamos —continuó Yerie y lo siguió.
Mientras atravesaban el jardín preguntó.
—¿Cuántas zonas residenciales hay?
—Varias, normalmente las mujeres que tienes dos asignados viven en zonas residenciales.
Ella asintió.
—Existen algunos casos especiales donde se les da una casa lejos de la ciudad pero son pocos.
—Por ejemplo.
Yerie abrió la puerta y la dejó pasar.
—Nos hablaron de una de tus amigas —dijo él, lo miró y se detuvo—, creo que su nombre es Anais—. Ella alzó ambas cejas, —Ella también tiene dos asignados pero por realizar experimentos el consejo prefirió que viviera fuera de la ciudad.
Leslie rió suavemente.
—Creen que puede causar algún accidente —él se encogió de hombros antes de sonreír.
—Creo que más bien no deseaban que nadie la molestara—. Él apuntó hacia un lado. —Esta es la sala.
Leslie observó a su alrededor, faltaban algunas cosas dedujo, la casa no tenía mucho de hogareña. Siguió a Yerie por el primer piso y luego al segundo, donde había cuatro habitaciones.
Cuando le indicaron cual era la suya asintió suavemente. Ella llegó a otra puerta que daba al baño.
—Por qué no descansas un minuto —dijo Yerie, ella lo miró y luego a Alex, que permanecía en la entrada con los brazos cruzados—, estaremos en la cocina preparando la cena, luego podremos hablar.
—Bien —asintió —solo me daré una ducha y bajaré.
Ambos asintieron y la dejaron sola.
Leslie se sentó en la cama y luego se dejó caer. Sabía muy bien de lo que querían hablar, y aunque también sabía que era necesario no le era agradable.
***
Cuando bajó a la cocina, ya se había duchado y puesto un nuevo vestido. Leslie descubrió en su guardarropa, la cual era tan grande como su baño, tenia de todo tipo de vestimenta, sobre todo vestidos vaporosos de diferentes colores.
Luego de arreglarse, más por costumbre que otra cosa dejó su cabello rubio y largo, libre. Sus ojos azules se veían un tanto opacos por las preocupaciones pasadas y creía que estaba un poco más delgada de lo normal. Ella sabía que como modelo debía permanecer delgada, al final de cuentas su cuerpo había sido su herramienta de trabajo, solo que nunca había exagerado. Con el paso de los años había aprendido que una buena alimentación y ejercicio regular la mantenía dentro de su peso ideal.
Mientras caminaba hacia la cocina observó por una ventana que daba al patio, arrugó su frente cuando notó que algo estaba cubierto por una gruesa lona.
Una piscina, pensó y sonrió. Adoraba nadar, sobre todo en la mañana.
Leslie se movió hacia la cocina y se detuvo un segundo al ver al par de hombre hablando en voz baja, estaban muy cerca, casi demasiado cerca.
Ella se limpio la garganta y continuó su camino, ambos la miraron enseguida. Yerie le sonrió.
—No sabíamos que te gustaba así que hicimos algunas ensaladas.
—Gracias —llegó a su lado —a decir verdad me gustan todas las comidas, sobre todo las legumbres—. Él asintió.
Los tres se quedaron en silencio unos segundos, algo incomodo a decir verdad. Leslie no era de muchos amigos y esa era una de las razones, le costaba hacerse de ellos.
—¿Quieres que te ayude a poner la mesa?
Yerie asintió enseguida.
—Claro, las cosas están allí.
Él apuntó un mueble.
—Te ayudo —dijo Alex y se le acercó.
—Claro —murmuró ella turbada por su cercanía.
El médico seguía poniéndola nerviosa cuando lo tenía cerca.

Cuando acabaron y por fin se tensaron a comer, con Alex a la cabeza, Yerie la miró. Esa era una clara señal, ya era hora de que pusieran las cartas sobre la mesa.

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