Primera parte
Capitulo 6
La casa que tenía delante
era relativamente pequeña en comparación con las que habían alrededor. Esta era
de dos pisos con ventanas grandes y largas. Leslie observó las flores de
diversos colores alrededor y el par de arboles que hacían sombra. Cuando
escuchó voces miró a su lado, una mujer caminaba acompañada de dos hombres. Uno
de ellos mantenía uno de sus brazos alrededor de ella mientras el otro hablaba
y los hacía reír. Cuando pasaron cerca los tres la saludaron con una sonrisa y
siguieron su camino.
Leslie los observó hasta
que ingresaron a una casa a lo lejos.
—Esta es una de las zonas
residenciales —alguien dijo detrás de ella y saltó por la impresión, se giró
pare ver que ambos hombre se habían acercado—. Yo soy Yerie por cierto —él
apuntó a su otro asignado—, y él es Alex.
Leslie observó a Alex.
—Ya nos habíamos visto
antes —dijo.
El médico asintió y miró
alrededor.
—Por qué no ingresamos
—continuó Yerie y lo siguió.
Mientras atravesaban el
jardín preguntó.
—¿Cuántas zonas
residenciales hay?
—Varias, normalmente las
mujeres que tienes dos asignados viven en zonas residenciales.
Ella asintió.
—Existen algunos casos
especiales donde se les da una casa lejos de la ciudad pero son pocos.
—Por ejemplo.
Yerie abrió la puerta y la
dejó pasar.
—Nos hablaron de una de
tus amigas —dijo él, lo miró y se detuvo—, creo que su nombre es Anais—. Ella
alzó ambas cejas, —Ella también tiene dos asignados pero por realizar
experimentos el consejo prefirió que viviera fuera de la ciudad.
Leslie rió suavemente.
—Creen que puede causar
algún accidente —él se encogió de hombros antes de sonreír.
—Creo que más bien no
deseaban que nadie la molestara—. Él apuntó hacia un lado. —Esta es la sala.
Leslie observó a su
alrededor, faltaban algunas cosas dedujo, la casa no tenía mucho de hogareña.
Siguió a Yerie por el primer piso y luego al segundo, donde había cuatro
habitaciones.
Cuando le indicaron cual
era la suya asintió suavemente. Ella llegó a otra puerta que daba al baño.
—Por qué no descansas un
minuto —dijo Yerie, ella lo miró y luego a Alex, que permanecía en la entrada
con los brazos cruzados—, estaremos en la cocina preparando la cena, luego
podremos hablar.
—Bien —asintió —solo me
daré una ducha y bajaré.
Ambos asintieron y la
dejaron sola.
Leslie se sentó en la cama
y luego se dejó caer. Sabía muy bien de lo que querían hablar, y aunque también
sabía que era necesario no le era agradable.
***
Cuando bajó a la cocina,
ya se había duchado y puesto un nuevo vestido. Leslie descubrió en su
guardarropa, la cual era tan grande como su baño, tenia de todo tipo de
vestimenta, sobre todo vestidos vaporosos de diferentes colores.
Luego de arreglarse, más
por costumbre que otra cosa dejó su cabello rubio y largo, libre. Sus ojos
azules se veían un tanto opacos por las preocupaciones pasadas y creía que
estaba un poco más delgada de lo normal. Ella sabía que como modelo debía
permanecer delgada, al final de cuentas su cuerpo había sido su herramienta de
trabajo, solo que nunca había exagerado. Con el paso de los años había
aprendido que una buena alimentación y ejercicio regular la mantenía dentro de
su peso ideal.
Mientras caminaba hacia la
cocina observó por una ventana que daba al patio, arrugó su frente cuando notó
que algo estaba cubierto por una gruesa lona.
Una piscina, pensó y sonrió.
Adoraba nadar, sobre todo en la mañana.
Leslie se movió hacia la
cocina y se detuvo un segundo al ver al par de hombre hablando en voz baja,
estaban muy cerca, casi demasiado cerca.
Ella se limpio la garganta
y continuó su camino, ambos la miraron enseguida. Yerie le sonrió.
—No sabíamos que te
gustaba así que hicimos algunas ensaladas.
—Gracias —llegó a su lado
—a decir verdad me gustan todas las comidas, sobre todo las legumbres—. Él
asintió.
Los tres se quedaron en
silencio unos segundos, algo incomodo a decir verdad. Leslie no era de muchos
amigos y esa era una de las razones, le costaba hacerse de ellos.
—¿Quieres que te ayude a
poner la mesa?
Yerie asintió enseguida.
—Claro, las cosas están
allí.
Él apuntó un mueble.
—Te ayudo —dijo Alex y se
le acercó.
—Claro —murmuró ella
turbada por su cercanía.
El médico seguía
poniéndola nerviosa cuando lo tenía cerca.
Cuando acabaron y por fin
se tensaron a comer, con Alex a la cabeza, Yerie la miró. Esa era una clara
señal, ya era hora de que pusieran las cartas sobre la mesa.
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