Cuarta parte
Capítulo 1
Anais se sentó al lado de Fara y observó las
notas sobre una libreta pequeña. La mujer la observó un segundo antes de
continuar con su trabajo.
—¿Algo? —le dijo suavemente.
Negó.
Anais llevaba más de dos semanas visitando ese
lugar, solo que aun no podía averiguar por qué la puerta tras de ella se
apagaba, era extraño. Solo que sabía que tenía tiempo para arreglar ese
problema otro día, lo que ahora le preocupaba en verdad era otra cosa
—¿Qué tienes? —preguntó Fara, la miró y se
encogió de hombros.
—Hoy es mi cumpleaños —murmuró.
La mujer la miró fijamente antes de sonreír.
—Felicidades, ya sabes, si pudiera te daría un abrazo
—Anais rio y luego suspiró.
—Lo sé, ya me acostumbré a eso —miró tras de sí
a Gabriel, quien hablaba con un grupo de soldados, él se giró a verla y le
sonrió.
—Y estas tan callada porque es tu cumpleaños
—observó a Fara.
—No me gustan los cumpleaños —ella alzó una
ceja.
—¿Los tuyos o los de los demás?
—Los míos —aclaró.
Me
traen malos recuerdos, pensó.
Se giró para ver a Gabriel, quien hablaba por
teléfono justo en ese momento y la miraba con el ceño fruncido. Lo imitó y al
ver que lo observaba Gabriel solo negó.
—Bien —dijo ella y se puso de pie, tomó su libreta
y regresó cerca de la puerta —a trabajar.
***
—¿Algún avance? —le preguntó Gabriel, iban en
camino hacia la casa.
—Ninguno —murmuró desanimada, cerró los ojos.
—Sabes, hablé con una de tus amigas —lo miró
enseguida —adivina lo que me dijo.
Ella se quejó y observó fuera de la ventana.
—No quieres hablar de eso —ella negó—, ¿Por
qué?, sabes que puedes confiar en mí.
Asintió.
—Anais —la llamó él antes de suspirar —no
parece que confíes en mí.
Ella tomó aire y soltó.
—Hoy es mi cumpleaños pero no me gusta
celebrarlo porque mis padres murieron justo este día.
—Ah —soltó Gabriel incómodo.
Anais no lo miró, solo se giró hacia él cuándo
se detuvo a un lado de la calle.
—¿Qué pasa? —preguntó.
Él agarró su rostro y la besó suavemente,
cuando lo observó Gabriel despistó un beso en su mejilla y luego se movió hacia
su oído.
—Lamento lo de tus padres —se estremeció —pero
aun así te deseo un feliz cumpleaños.
La miró.
—Yo…
—¿Me dejaras darte un regalo? —lo miró a los
ojos.
Anais suspiró y se preguntó por qué no podía
decirle que no. Cuantas veces había discutido con sus amigas por darle regalos
o hacer una fiesta sin que se lo preguntaran. Claro, ahora solo la saludaban y
le daban un regalo, nada más, pero nunca había permitido que se celebrara nada
ese día.
—¿Me compraste algo? —preguntó sorprendida.
Él sonrió y negó.
—Si hubiera sabido que era tu cumpleaños lo
hubiera hecho, así que no, no he comprado anda —él acaricio su mentón —por eso
quiero saber que deseas en este día.
Sonrió a pesar de todo.
—Me darás lo que quiera.
Él sonrió y alzó una ceja.
—Si puedo, sí.
Anais rio entre dientes y observó alrededor.
Tuvo dos ideas enseguida, se sonrojo por
tenerlas pero aun así se lo dijo.
—Nunca lo he hecho en un automóvil —Gabriel
parpadeó sorprendido, luego sonrió y se mordió el labio inferior.
—Bueno, yo tampoco.
Se miraron a los ojos.
—Eso quieres de regalo —murmuró él
seductoramente.
—Quiero dos cosas.
—¿Cuáles? —él tocó su hombro.
—Sabes la primera —Gabriel alzó una ceja —y,
quiero volver a hacerlo Jeremy y contigo.
Él solo la observó. Luego de unos segundos tomó
su teléfono y llamó.
Anais lo observó confundida hasta que nombro a
Jeremy, oyó sorprendida como le decía lo que ella deseaba por su cumpleaños.
Dos segundos después él había cortado y ahora la observaba.
—Acabas de decirle a Jeremy…
Él la besó y calló sus palabras.
—Sí —le dijo, mordió su labio inferior —de esa
manera cuando regresemos él estará listo.
—Gabriel —murmuró ella avergonzada.
—Anais —susurró él antes de afirmar su cabeza
para volver a unir sus labios.
Ella no podía creer que le había confesado así
como así sus deseos a Gabriel, ni que él hubiera llamado a Jeremy para
decírselo. Lo que tampoco podía creer es que el hombre que tenía a su lado la
estuviera besando de esa forma, sin recordar que estaban en una calle
transitada. Eso ella no podía olvidarlo.
—Gabriel —jadeo cuando él se movió por su
cuello y comenzaba a desabrochar su vestido —estamos al lado de una calle
principal, aquí nos pueden ver.
Él se quejó al oírla y un segundo después se
puso en marcha.
Anais observó como la llevaba hacia una calle
más vacía y luego doblaba para perderse en un camino viejo y abandonado.
—Aquí nadie nos vera —le dijo con voz ronca.
Ella se estremeció y asintió suavemente.
—Ven aquí.
Gabriel la llevó sobre su regazo a horcajadas,
entre él y el volante. Ella se acomodó lo mejor que pudo y observó su rostro y
luego sus labios. Mientras se miraban sintió los dedos de Gabriel subir su
vestido y acariciar sus muslos con suavidad. Al mismo tiempo Anais abrió el
cierre de su chaqueta y luego levantó la camiseta que llevaba puesta. Acaricio
el pecho de Gabriel y el suave bello que tenía allí. Recorrió con la punta de
sus dedos la piel de su vientre y bajó hasta su pantalón.
Gabriel la levantó para acomodar su vestido y
ella bajó el cierre de su pentalón para liberar su sexo. Mientras el empujaba
su ropa interior a un lado ella lo guio dentro de su cuerpo, como si siempre
hicieran eso.
Ella jadeo suavemente al sentirlo y Gabriel
gimió. Luego se besaron, sin moverse, solo se acariciaron. Él masajeo su
espalda suavemente mientras ella hacia lo mismo con su cuello y hombros. Sus
bocas no se separaron en ningún momento hasta que Anais no pudo soportarlo más
y comenzó un suave vaivén, donde apenas se alejaba de su centro.
Gabriel gruñó pero la dejo hacer, soportó sus
empujes lentos lo mejor que pudo. Él jadeo y se alejó de su boca, apoyó su
cabeza en la silla y cerró los ojos. Anais observó sus labios entre abiertos y
una gota de sudor caer por su mentón. Comenzó a moverse más rápido, con más
fuerza al sentir como crecía su deseo, como su cuerpo comenzaba a tensarse,
como su respiración aumentaba.
Besó el mentón de Gabriel y él la besó y se
adueñó de su boca mientras levantaba la cadera para ahondar la penetración.
Anais gimió y él gruñó. Se llamaron entre jadeos y un segundo después ambos
alcanzaron su liberación.
Unos minutos después ya se habían recuperado.
Gabriel suspiró contra la mejilla de Anais y depositó un beso en su mejilla.
—Regresemos a casa —murmuró él contra su oído.
Ella asintió —Jeremy debe estarse preguntando que nos ha retrasado.
—Digámosle para ver que dice.
Gabriel soltó un bufido.
—Va a querer que también hagas alguna fantasía
con él.
Lo miró y sonrió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario