Sebastián
—Seducción
queridísimo amigo —le dijo Isaac.
Sebastián
dejo de caminar al oírlo y entrecerró los ojos. Luego siguió a su supuesto
amigo hasta uno de los ring de entrenamiento y se preparó como él. Inmediatamente
después de vendar sus manos y ponerse los guantes se volteó para ver Isaac
listo.
Ambos
caminaron hacia el centro y golpearon sus puños una vez.
Sebastián
levantó los puños y se movió alrededor del lugar, igual que Isaac. Solo que
este sonreía como si nada.
—¿Qué? —le
dijo molesto —parece que te va bien.
Isaac alzó
una ceja y se lanzó contra él. Se movió a un lado para evitar su derechazo y lo
atacó, solo que él también logró esquivarlo, se alejaron enseguida.
—Ya no vas
a ir a la tierra —dijo él.
Sebastián movió
su cabeza negando y al verlo detenerse y suspirar alzó una ceja.
—¿Qué,
deseabas que te trajera otras de tus cosas? —él sonrió y negó.
Volvieron a
levantar sus puños y continuaron peleando.
Sebastián
golpeó a Isaac en la cara y recibió uno en el estómago.
—Oye —dijo
Isaac limpiándose el labio —no en la cara, mi mujer se va a preocupar.
Sebastián
volteo sus ojos.
—Oh,
perdone usted —mostró ambos puños —la próxima vez no lo olvidaré —negó y se lanzó
contra él.
Estuvieron
peleando 10 minutos antes de que volvieran a alejarse.
—Amigo —dijo
Isaac y se apoyó en las cuerdas —tienes demasiada energía contenida.
Él
entrecerró los ojos.
—Y a ti te
falta, antes podías durar más.
Isaac se
rio entre dientes.
—Ya vez —le
sonrió —eso pasa cuando encuentras a tu mujer.
Sebastián
arrugó su frente y negó, luego bajó del ring y se alejó de su amigo. Lo escuchó
seguirlo y no lo miró hasta que llegaron a las duchas.
—¿Tan mal? —soltó
Isaac.
Hizo una
mueca y observó alrededor, estaban solos.
—No mal —lo
miró y caminó hacia las duchas —y tampoco bien.
Isaac se
apoyó a un lado y se cruzó de brazos.
—¿Entonces
nada? —le preguntó, Sebastián asintió.
—La mujer
es… —no supo cómo describirla.
—Bárbara
dice que es cabeza dura, odiosa, seria y a veces amargada… —Sebastián tomó a su
amigo de la camiseta y lo estrelló contra la pared.
Se
observaron a los ojos unos segundos.
—Basta —exigió.
No le
gustaba que hablaran de Jenna de esa forma, o de cualquiera. Además, ella no
era todas esas cosas. Sí cabeza dura, y seria, y odiosa, pero amargada, no,
claro que no. Sabía que había algo allí, algo que a ella le faltaba.
—Piensas
mantenerme aquí todo el día —lo miró y liberó su camiseta lentamente.
Se alejó de
él y observó alrededor, suspiró.
—Sí, acepto
tus disculpas —lo observó enseguida.
—No me he
disculpado, y no pienso hacerlo —él volteó sus ojos.
—Nunca lo
haces, ya lo sé —lo interrumpió —pero —él se cruzó de brazos —mi mujer tenía
razón.
Volteó sus
ojos.
—Y en que tenía
razón esa…
—Cuidado —soltó
Isaac enseguida tenso y lo miró, volvió a suspirar.
—¿Qué dijo
tu mujer? —preguntó más tranquilo.
—Que si
reaccionabas de alguna forma cuando dijera todo eso iba a ayudarte —arrugó su
frente.
—¿En qué? —Isaac
sonrió suavemente.
—Seducción
—él se encogió de hombros —sus palabras, no las mías.
—Se seducir
a una mujer —Isaac alzó una ceja.
—Pero no a
tu mujer —arrugó su frente —probablemente ni siquiera lo has intentado —le dio
la espalda y se alejó —sí, que esperabas, que ella se lanzara sobre ti
simplemente por ser su asignado.
Gruñó y se quitó
la ropa, se metió a un cubículo. Soltó una grosería cuando Isaac siguió
hablando desde otro, a su lado.
Dios, pensó,
desde que se había unido a su mujer que estaba más hablador que nunca.
—Eso
esperabas tu —le reprochó irritado.
Observó a
un lado y su amigo se apoyó en la mampara con los brazos, sonreía. Otra idiotez, pensó, por qué demonios tenía
que sonreír tanto.
—Sí, lo
esperaba, pero también sabía que no iba a suceder de un día para otro.
Simplemente esperé mi oportunidad.
Soltó un
bufido.
—Tenías
que, ustedes son 5 —él volteo sus ojos y se alejó, luego regresó enseguida.
—Y ustedes
tres, y todo el mundo sabe que los gemelos comparten entre si—hizo una mueca y
lo miró —pero no con otros. Por qué crees que se sorprendieron tanto los
hombres cuando los pusieron juntos, y más contigo.
Suspiró.
—Sé muy
bien eso —murmuró.
Volvió a
suspirar y lo miró fijamente.
—¿Y qué
dijo tu mujer? —él sonrió abiertamente.
—Primero,
que eres tu quien debe acercarse a ella…
—¿Sabe lo
de los gemelos? —él negó enseguida.
—Y segundo—lo
miró a los ojos y sonrió con maldad —ira a visitar a tu mujer, pronto, así que
avísale.
Sebastián
arrugó su frente un segundo al oírlo y se preguntó que podía hacer la visita de
la mujer de Isaac que lo ayudara con Jenna. ¿Qué sabía ella que él no?
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