miércoles, 29 de enero de 2014

Isaac - Relatos cortos, Serie nuevo Edén.



Isaac

Isaac observó a su mujer largo rato. Ella llevaba cerca de 10 minutos sentada en una silla mirándolo de arriba a abajo.
—Si te quedas otro minuto allí, ya no seguiré con esto.
—Shh—lo hizo callar y alzó una ceja.
Tuvo deseos de saltar de esa cama, ponerla sobre sus rodillas y castigarla como merecía por hacerle ese sonido. Se contuvo, primero porque no podía saltar de la cama, estaba atado a ella, con ambas manos sobre su cabeza. Segundo, ahora ella tenía el mando, controlaba la situación, así que nada de quejarse.
Le gustaba controlar todo a su alrededor, o lo que más podía, vivir con 4 hombres mas no le dejaba muchas cosas que controlar, así que por lo menos siempre era quien daba las órdenes en su habitación o la de ella, cuando estaban juntos. Pero nada de eso lo hacía ser un idiota, si ella le daba ese poder no podía menos que permitirle, a veces, tenerlo, era lo justo.
Tomó aire suavemente para calmarse. Isaac sabía que ella estaba jugando con su paciencia, con su control.
Cuando pasaron otros 5 minutos cerró los ojos.
—Bárbara—murmuró—¿qué…
Abrió los ojos al sentir la cama moverse y observo a su mujer acomodare al lado de su cadera y llevar su boca a su polla ya necesitada. Jadeo al sentir su lengua contra él, al sentir su humedad y calor, esa dulce succión. Ella siguió largos minutos con eso hasta que supo que se correría pero lo libero y se quejó. No podía hacerle esto.
—¿Por qué…—ella se alejó de la cama y entró al baño—Bárbara—gimió y apoyó su cabeza en la almohada, cuando la sintió regresar la miro—¿pero qué?—preguntó al ver que traía una bata, ella se puso sus pantuflas y lo miro.
—Voy por algo para comer.
Abrió la boca sorprendido.
—No puedes…—lo ignoro y salió de la habitación, gruñó molesto.
Dioses, cuando esto acabara se iba a asegurar de que nunca más lo dejara en tal estado. Mentiroso, grito su cabeza, te gusta que haga esto, que te torture. Gimió y cerro lo ojos. Sí, le gustaba, pero no cuando su polla estaba erecta y húmeda, contra el aire frio del lugar.
Cuando escuchó risas en el pasillo presto atención. Esa era ella, obviamente, y estaba, si no se equivocaba, con Alec. Cuando las risas se fueron espero, nada. Intento prestar más atención pero no capto ningún solo ruido. Movió sus manos contra sus ataduras y otra vez tuvo deseos de terminar con esto.
Bárbara ingresó al cuarto cargando un pote de helado, al verlo con el ceño fruncido sonrió aún más y cerró la puerta.
—Lamento la tardanza, me entretuve hablando con Alec—él volteo los ojos.
—Sí, los oí a fuera—negó y miro hacia otro lado, ella lo dejo solo para ir y hablar con otro.
—¿Celoso?—susurró ella muy cerca y se giró para verla a centímetros de su cara.
—No estoy celoso—aclaro, ella alzo una ceja—si no molesto—apuntó su pene—y él lo está aún más.
Ella hizo un puchero y se acercó a su pene, lo acaricio con su mano.
—Pues él no debería molestarse cuando fui a la cocina por algo solo para satisfacerlo—Isaac alzó una ceja.
—¿Por qué trajiste…—ella lo miró y alzó una ceja.
—Acepto que puedas estar molesto, pero no se te olvide quien da las ordenes ahora—apretó la mandíbula y no dijo nada—bien, veo que lo recordaste.
Ho, si cariño, pensó, pero ya la escucharía suplicar cuando ella estuviera en su posición. Bárbara rio y la miró a la cara.
—Casi puedo saber lo que estás pensando.
Él volteo sus ojos.
Bárbara se sentó sobre su vientre y se inclinó hacia adelante.
—Siempre te libero cuando me dices que tomaras revancha en tu turno—la observo—esta vez no voy a caer.
Ella se movió más hacia atrás y observo como lo llevaba dentro de su cuerpo, apretó los dientes.
—No quiero que te corras—le advierto. Comenzó a moverse contra él, lento y profundo—no lo hagas hasta que te lo permita—continuo.
Isaac la observó moverse de arriba  a abajo, miro sus pechos balancearse por su ritmo, observo su cuello y la blanda y dulce piel que poseía, volvió a apretar la mandíbula.
No correrse cuando tenía a la mujer que amaba sobre él, perdida en su placer, con el cuerpo brillante por su sudor, cuando sentía su calor húmedo y abrazador a su alrededor, cuando sus paredes internas lo apretaba de esa manera. Era casi imposible.
Ella aumentó su ritmo, se inclinó hacia adelante llevándolo con él y fue más rápido, sabía que estaba a punto de correrse, había visto esta expresivo en su cara ciento de veces y aun le sorprendía. Se veía tan hermosa antes de tener un orgasmo, y mientras lo tenía y después. Pero adoraba más estos momentos, cuando estaba a punto de perderse contra él, cuando la leve desesperación por correrse la tocaba.
Bárbara grito y cayó sobre su pecho respirando con dificultad. El trago. No aun, se recordó. Luego ella se movió sacándolo de su cuerpo y lo tomó con una mano, jadeo. Sin dejar de acariciarlo lo beso intensamente, lo apretó y se quejó.
—Hazlo—murmuró contra sus labios—córrete—ella apretó uno de sus testículos y paso. Se corrió con fuerza, gimiendo y temblando.
Apenas recupero la compostura abrió los ojos, ella se alejó de él para llegar a su vientre. Oh no, pensó al verla lamer su esencia. Oh no, volvió a pensar. Si ella hacia esto, estaría duro en menos de lo que pensaba.
Bárbara lo beso y él se saboreó en su lengua, gimió y su polla se llenó de sangre, otra vez. ¿Por qué rayos le pasaba esto cuando ella hacia eso? No entendía a su cuerpo a veces.
Bárbara lo acaricio unos segundos y luego se alejó. Ella llego rápidamente a su velador, tomo el pote de helado y regreso a su entrepierna. No pensaba…
—Ah—jadeo al sentir el frio helado de chocolate en la cabeza de su pene, ella lo lamio enseguida y se estremeció al sentir su caliente lengua.
Ella lo torturó varias veces, hasta que de nuevo se corrió, solo que esta vez se tragó su esencia.
—Cariño—gimió—ya es tiempo de que me liberes—necesitaba estar sobre ella, enterrado en su dulce cuerpo.
Ella negó y lo miró.
—Una más—le dijo suavemente y se quejó.
Si seguía así iba a estar muy cansado para tomarla.
Ella se sentó sobre él e Isaac suspiró al sentir el calor de su sexo contra el suyo, al parecer iba a montarlo de nuevo.
Ella lo metió dentro de su cuerpo y suspiro. Se inclinó un poco hacia él.
—Voy a liberar tus manos—la miro a la cara—solo porque quiero que me  toques, pero yo sigo teniendo el control—el asintió enseguida—sin trampas.
Sonrió un poco.
—Sin trampas—prometió.
Tuvo que levantarse para liberarlo, pero al acabar rápidamente volvió a entrar a su cuerpo, Bárbara gimió y el hizo lo que quería, la toco. Su cadera, su cintura, sus pechos y cuello, regreso a sus pechos y se quedó allí.
—Isaac—gimió ella y la miró a la cara, comenzó a moverse—quiero que te corras conmigo—Él tiro de sus pezones.
—Lo haré cariño—aseguró, ella negó.
—Quiero que me des un hijo—él se congelo, en verdad le iba a permitir fecundarla—Isaac—susurro moviéndose más rápido.
Por un segundo pensó que lloraría de alegría, se contuvo.
—Lo que quieras cariño—le contesto y comenzó a moverse contra ella.
Se concretó en lo que su mujer le pedía, y como había aprendido hacia años le permitió a su cuerpo responder a un básico nivel.
—Cariño—susurro—necesito estar arriba—quería estarlo, lo necesitaba.
Ella asintió.
Los giro con cuidado y retomo el ritmo. Dentro y fuera, cada vez más rápido, hasta que se dejó llevar y solo fue consciente de que la besaba. Cuando ella se estremeció bajo él se permitió correrse, y le permitió a su cuerpo hacer lo que hacía tanto tiempo quería.
Jadeo y convulsiono al sentir como su semilla salía de su cuerpo y la llenaba, esta vez supo que echaría raíces dentro de ella y ese hecho causo que una lágrima cayera  por sus ojos. Dioses, cuanto la amaba.
Cuando se recuperó acaricio su mejilla contra la de ella y luego la beso suavemente.
Bárbara suspiró y abrió los ojos.
—Al final perdí el control—comentó sonriendo, él lo hizo de vuelta.
—¿A quién le importa ahora el control?—murmuró y volvió a besarla.
—¿Estas bien?—le preguntó.
—Mejor que bien—ella asintió y acaricio su mentón.
—Si no pasa nada lo volveremos a hacer hasta que pase—él rio suavemente y la beso.
—Gracias —ella se mordió el labio un segundo.
—¿Por qué?
—Por querer hacerme padre de nuevo—ella lo miro con ternura y amor.
Ya tenía 2 hijos, no lo eran biológicamente pero si de corazón y alma.
Ella movió sus caderas contra él y gimió.
—Ahora, asegurémonos que pase.
Sonrió y asintió.
—No puedo estar más de acuerdo.

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