Isaac
Isaac observó a su mujer largo
rato. Ella llevaba cerca de 10 minutos sentada en una silla mirándolo de arriba
a abajo.
—Si te
quedas otro minuto allí, ya no seguiré con esto.
—Shh—lo
hizo callar y alzó una ceja.
Tuvo deseos
de saltar de esa cama, ponerla sobre sus rodillas y castigarla como merecía por
hacerle ese sonido. Se contuvo, primero porque no podía saltar de la cama,
estaba atado a ella, con ambas manos sobre su cabeza. Segundo, ahora ella tenía
el mando, controlaba la situación, así que nada de quejarse.
Le gustaba
controlar todo a su alrededor, o lo que más podía, vivir con 4 hombres mas no
le dejaba muchas cosas que controlar, así que por lo menos siempre era quien
daba las órdenes en su habitación o la de ella, cuando estaban juntos. Pero
nada de eso lo hacía ser un idiota, si ella le daba ese poder no podía menos
que permitirle, a veces, tenerlo, era lo justo.
Tomó aire suavemente para
calmarse. Isaac sabía que ella estaba jugando con su paciencia, con su control.
—Bárbara—murmuró—¿qué…
Abrió los
ojos al sentir la cama moverse y observo a su mujer acomodare al lado de su
cadera y llevar su boca a su polla ya necesitada. Jadeo al sentir su lengua
contra él, al sentir su humedad y calor, esa dulce succión. Ella siguió largos
minutos con eso hasta que supo que se correría pero lo libero y se quejó. No
podía hacerle esto.
—¿Por qué…—ella
se alejó de la cama y entró al baño—Bárbara—gimió y apoyó su cabeza en la
almohada, cuando la sintió regresar la miro—¿pero qué?—preguntó al ver que
traía una bata, ella se puso sus pantuflas y lo miro.
—Voy por
algo para comer.
Abrió la
boca sorprendido.
—No puedes…—lo
ignoro y salió de la habitación, gruñó molesto.
Dioses,
cuando esto acabara se iba a asegurar de que nunca más lo dejara en tal estado.
Mentiroso, grito su cabeza, te gusta que haga esto, que te torture. Gimió y
cerro lo ojos. Sí, le gustaba, pero no cuando su polla estaba erecta y húmeda,
contra el aire frio del lugar.
Cuando escuchó risas en el
pasillo presto atención. Esa era ella, obviamente, y estaba, si no se
equivocaba, con Alec. Cuando las risas se fueron espero, nada. Intento prestar
más atención pero no capto ningún solo ruido. Movió sus manos contra sus
ataduras y otra vez tuvo deseos de terminar con esto.
Bárbara ingresó al cuarto
cargando un pote de helado, al verlo con el ceño fruncido sonrió aún más y
cerró la puerta.
—Lamento la
tardanza, me entretuve hablando con Alec—él volteo los ojos.
—Sí, los oí
a fuera—negó y miro hacia otro lado, ella lo dejo solo para ir y hablar con
otro.
—¿Celoso?—susurró
ella muy cerca y se giró para verla a centímetros de su cara.
—No estoy
celoso—aclaro, ella alzo una ceja—si no molesto—apuntó su pene—y él lo está aún
más.
Ella hizo un
puchero y se acercó a su pene, lo acaricio con su mano.
—Pues él no
debería molestarse cuando fui a la cocina por algo solo para satisfacerlo—Isaac
alzó una ceja.
—¿Por qué
trajiste…—ella lo miró y alzó una ceja.
—Acepto que
puedas estar molesto, pero no se te olvide quien da las ordenes ahora—apretó la
mandíbula y no dijo nada—bien, veo que lo recordaste.
Ho, si cariño, pensó, pero ya la
escucharía suplicar cuando ella estuviera en su posición. Bárbara rio y la miró
a la cara.
—Casi puedo
saber lo que estás pensando.
Él volteo
sus ojos.
Bárbara se
sentó sobre su vientre y se inclinó hacia adelante.
—Siempre te
libero cuando me dices que tomaras revancha en tu turno—la observo—esta vez no
voy a caer.
Ella se
movió más hacia atrás y observo como lo llevaba dentro de su cuerpo, apretó los
dientes.
—No quiero
que te corras—le advierto. Comenzó a moverse contra él, lento y profundo—no lo
hagas hasta que te lo permita—continuo.
Isaac la
observó moverse de arriba a abajo, miro
sus pechos balancearse por su ritmo, observo su cuello y la blanda y dulce piel
que poseía, volvió a apretar la mandíbula.
No correrse
cuando tenía a la mujer que amaba sobre él, perdida en su placer, con el cuerpo
brillante por su sudor, cuando sentía su calor húmedo y abrazador a su alrededor,
cuando sus paredes internas lo apretaba de esa manera. Era casi imposible.
Ella aumentó
su ritmo, se inclinó hacia adelante llevándolo con él y fue más rápido, sabía
que estaba a punto de correrse, había visto esta expresivo en su cara ciento de
veces y aun le sorprendía. Se veía tan hermosa antes de tener un orgasmo, y
mientras lo tenía y después. Pero adoraba más estos momentos, cuando estaba a
punto de perderse contra él, cuando la leve desesperación por correrse la
tocaba.
Bárbara
grito y cayó sobre su pecho respirando con dificultad. El trago. No aun, se
recordó. Luego ella se movió sacándolo de su cuerpo y lo tomó con una mano,
jadeo. Sin dejar de acariciarlo lo beso intensamente, lo apretó y se quejó.
—Hazlo—murmuró
contra sus labios—córrete—ella apretó uno de sus testículos y paso. Se corrió
con fuerza, gimiendo y temblando.
Apenas
recupero la compostura abrió los ojos, ella se alejó de él para llegar a su
vientre. Oh no, pensó al verla lamer
su esencia. Oh no, volvió a pensar.
Si ella hacia esto, estaría duro en menos de lo que pensaba.
Bárbara lo
beso y él se saboreó en su lengua, gimió y su polla se llenó de sangre, otra
vez. ¿Por qué rayos le pasaba esto cuando ella hacia eso? No entendía a su
cuerpo a veces.
Bárbara lo
acaricio unos segundos y luego se alejó. Ella llego rápidamente a su velador,
tomo el pote de helado y regreso a su entrepierna. No pensaba…
—Ah—jadeo
al sentir el frio helado de chocolate en la cabeza de su pene, ella lo lamio
enseguida y se estremeció al sentir su caliente lengua.
Ella lo
torturó varias veces, hasta que de nuevo se corrió, solo que esta vez se tragó
su esencia.
—Cariño—gimió—ya
es tiempo de que me liberes—necesitaba estar sobre ella, enterrado en su dulce
cuerpo.
Ella negó y
lo miró.
—Una más—le
dijo suavemente y se quejó.
Si seguía
así iba a estar muy cansado para tomarla.
Ella se
sentó sobre él e Isaac suspiró al sentir el calor de su sexo contra el suyo, al
parecer iba a montarlo de nuevo.
Ella lo
metió dentro de su cuerpo y suspiro. Se inclinó un poco hacia él.
—Voy a
liberar tus manos—la miro a la cara—solo porque quiero que me toques, pero yo sigo teniendo el control—el
asintió enseguida—sin trampas.
Sonrió un
poco.
—Sin
trampas—prometió.
Tuvo que
levantarse para liberarlo, pero al acabar rápidamente volvió a entrar a su
cuerpo, Bárbara gimió y el hizo lo que quería, la toco. Su cadera, su cintura,
sus pechos y cuello, regreso a sus pechos y se quedó allí.
—Isaac—gimió
ella y la miró a la cara, comenzó a moverse—quiero que te corras conmigo—Él
tiro de sus pezones.
—Lo haré cariño—aseguró, ella negó.
—Quiero que
me des un hijo—él se congelo, en verdad le iba a permitir fecundarla—Isaac—susurro
moviéndose más rápido.
Por un
segundo pensó que lloraría de alegría, se contuvo.
—Lo que
quieras cariño—le contesto y comenzó a moverse contra ella.
Se concretó
en lo que su mujer le pedía, y como había aprendido hacia años le permitió a su
cuerpo responder a un básico nivel.
—Cariño—susurro—necesito
estar arriba—quería estarlo, lo necesitaba.
Ella
asintió.
Los giro
con cuidado y retomo el ritmo. Dentro y fuera, cada vez más rápido, hasta que
se dejó llevar y solo fue consciente de que la besaba. Cuando ella se
estremeció bajo él se permitió correrse, y le permitió a su cuerpo hacer lo que
hacía tanto tiempo quería.
Jadeo y
convulsiono al sentir como su semilla salía de su cuerpo y la llenaba, esta vez
supo que echaría raíces dentro de ella y ese hecho causo que una lágrima cayera por sus ojos. Dioses, cuanto la amaba.
Cuando se
recuperó acaricio su mejilla contra la de ella y luego la beso suavemente.
Bárbara
suspiró y abrió los ojos.
—Al final
perdí el control—comentó sonriendo, él lo hizo de vuelta.
—¿A quién
le importa ahora el control?—murmuró y volvió a besarla.
—¿Estas
bien?—le preguntó.
—Mejor que
bien—ella asintió y acaricio su mentón.
—Si no pasa
nada lo volveremos a hacer hasta que pase—él rio suavemente y la beso.
—Gracias —ella
se mordió el labio un segundo.
—¿Por qué?
—Por querer
hacerme padre de nuevo—ella lo miro con ternura y amor.
Ya tenía 2
hijos, no lo eran biológicamente pero si de corazón y alma.
Ella movió
sus caderas contra él y gimió.
—Ahora,
asegurémonos que pase.
Sonrió y
asintió.
—No puedo
estar más de acuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario