miércoles, 29 de enero de 2014

Martin y Altaír - Relatos cortos, Serie nuevo Edén.



Martin y Altaír

Martin arrugó su frente al ver la escena ante él. Bárbara estaba sobre su escritorio, con Altaír entre sus piernas moviéndose fuera y dentro de su cuerpo lentamente. Ni siquiera estaban desnudos. Volteo sus ojos y se giró para salir de allí, no tenía ni el más mínimo deseo de verlos juntos, y menos de estar cerca de él. Que tuviera que soportarlo cerca, a veces, no significaba que tuviera que soportar estar a su alrededor justo en esos momentos.
Cuando abrió la puerta se congeló al oír a Bárbara llamarlo.
—Martin—insistió ella y giró su rostro para verla sentada, aun con Altaír entre sus piernas, observándolo.
Él miró a Altaír un segundo antes de arrugar su frente.
—No deseaba interrumpirlos—aseguró.
Altaír volteo sus ojos y observó a Bárbara.
—Te lo dije—murmuró. Bárbara lo miró a él y luego a Altaír un segundo.
Estiro su mano hacia él.

No pudo evitar que su cuerpo se moviera hacia ella al ver que lo quería cerca. Cuando tocó su mano ella lo atrajo más cerca, tanto, que casi choca con el hombre a su lado. Altaír no se movió ni un poco lejos de ella.
Apretó la mandíbula.
Ella acaricio su mentón con la punta de sus dedos.
—Te deseo—susurró ella, trago al oír el tono de su voz, bajo y lujurioso—ahora—le aseguró.
Martin observó a Altaír enseguida, esperando que los dejara solos. No se movió. Como ella tocó su mentón y lo hizo mirarla giró su rostro.
—A él también.
—Nos quieres a ambos—murmuró, Bárbara asintió.
Cerró los ojos y negó luego de un segundo.
—Si quieres esta con otro iré por él, pero yo…
Ella acaricio su labio inferior con su pulgar y se calló. A pesar de su deseo principal, el que sentía por ella era más fuerte que cualquier cosa, que su molesta con Altaír y su deseo de estar lejos de él. Es que simplemente no podía tenerlo cerca, no luego de que por su culpa ella fuera secuestrada y golpeada, aun podía recordar el aspecto de su rostro y cuerpo lleno de moretones, y si ella no estuviera ahora delante de él, bien, sabía que hubiera sido capaz de matar al médico de pura rabia.
Bárbara era la única mujer con la que había estado en toda su vida y no deseaba para nada estar con otra, por eso mismo, al verla herida, se había sentido tan mal por ella que aun llevaba esa sensación dentro de sí, y esa sensación tenía un culpable. Altaír.
Altaír se alejó de ella y arreglo su pantalón mientras lo observaba. Bárbara lo atrajo más cerca.
—Sí, los deseo a ambos, a Altaír y a ti, en este momento.
—Yo…—se calló, no pudo ver al hombre a su lado.
—Por favor—pidió ella—tienes que dejar de recordar lo que me paso, fue hace tiempo ya.
Él cerró los ojos y negó un poco.
—No es fácil.
—Lo sé—la observó a los ojos—pero es necesario. No puedes vivir así, molesto con algún miembros de tu familia—Martin suspiró al oírla—Martin—lo llamó—somos una familia, y la familia se perdona entre sí.
Él se tensó.
—Tienes que perdonar a Altaír
—¿Perdonarlo?—susurró un tanto molesto, ¿cómo podía pedirle eso?
Altaír suspiró al oírla, al parecer tampoco esperaba eso.
—Hazlo por mí—pidió ella y cerró los ojos un segundo—debes perdonarlo.
—No voy a olvidar lo que pasaste simplemente porque lo pidas—ella negó enseguida.
—Tú crees que yo voy a olvidarlo, o él—apuntó a Altaír, él se mantenía a un metro, con los brazos cruzados—o algún otro—Bárbara volvió a negar—no te pido que lo olvides, pero sí que lo perdones, no me gusta saber ni observar como evitas estar cerca de él, quiero que mi familia sea feliz—él suspiró al oírla y más a un al ver la expresión de su rostro.
—Yo…—observó a Altaír.
—Te he pedido disculpas por eso varias veces—le recordó, Martin asintió y observo a Bárbara un segundo—entiendo como te sentiste Martin, y como dice ella, no te pido que lo olvides, yo jamás lo voy a olvidar—lo miró enseguida—pero que me evites y sigas molesto solo va a empeorar nuestra relación.
—Somos una familia—le dijo Bárbara y tomó sus mejillas con ambas manos, la miró—y como familia a veces debes dejar ir algunas cosas, por tu paz mental, por la de él, la mía y el de los demás.
Martin sabía que tenía razón, no podía seguir así por siempre y debía olvidar el asunto ya.
Suspiró cansado y asintió. Miró a Altaír.
—Entonces voy a perdonar lo que hiciste, como lo hicieron los demás y como lo hizo ella—miró a Bárbara—si fue capaz de aceptarte quien soy yo para decir algo.
Altaír suspiró enseguida al oírlo y Bárbara sonrió y lo beso profundamente. Ambos gimieron a acabar.
—Solo por eso voy a dejar que me ates a la cama de nuevo—alzo una ceja.
Altaír se rio entre dientes.
—¿En serio?—preguntó, no lo miró—quien lo diría.
—Como si no quisieras tenerla atada y a tu merced—soltó un bufido y Altaír lo imitó.
—¿Quien dice que no?—Bárbara miró a Altaír con ambas cejas alzadas.
—¿Qué les pasa a ustedes con eso de atarme?—lo miró divertida.
—Vamos—le dijo y acaricio su cabello—todos deseamos eso de ti, por lo menos una vez, es muy entretenido.
—¿Soy entretenida?—le preguntó sonriendo.
—Mucho—aseguró.
—Tengo una idea—dijo Altaír y lo miraron.
Él se arregló la ropa y salió de la oficina. Los observó antes de cruzar la puerta.
—Regreso en un minuto.
Martin lo vio salir y observó a Bárbara. 
Ella se puso de pie y lo abrazo de sus hombros, la beso suavemente.
—Gracias—le susurró contra sus labios.
—Solo porque lo pediste tú—murmuró y recorrió su mentón hasta su oído.
—Lo sé—respondió ella suavemente y mordió con fuerza calculada su mentón. Martin se estremeció enseguida al sentir sus dientes en su piel y la beso con pasión.
—Cuidado—jadeo al alejarse—sigue haciendo eso y estarás de nuevo sobre el escritorio.
Ella gimió y mordió su mentón un segundo después. Sonrió. Solo que no alcanzo a ponerla sobre el mueble, Altaír regresó en ese segundo. Ambos lo miraron.
—Síganme—les dijo sin dejar de sonreír.
Lo hicieron.
Cuando entraron al cuarto de Isaac ambos arrugaron su frente.
—¿Qué hacemos aquí?—preguntó ella y se movió alrededor.
Martin cerró la puerta y cuando Altaír apunto algo sobre su cabeza miró. Sonrió al entender su idea.
Ambos se movieron y encerraron a Bárbara entre sus cuerpos. Ella tomó aire al sentirlos y los miró a cada uno.
—Desnúdate cariño—murmuró Altaír.
—Hazlo y ponte de rodillas sobre la cama—dijo él.
Bárbara se estremeció pero lo hizo. Él dio un paso hacia atrás y se apoyó en un mueble para verla desnudarse mientras Altaír sacaba algo de uno de los cajones de Isaac. Martin ni siquiera alcanzaba a imaginar lo que podía tener allí ese hombre, lo averiguaría otro día.
Luego de que Bárbara se arrodillara y los observara a ambos. Altaír se movió detrás de ella y agarró una de sus manos. Beso su muñeca antes de ponerle unas esposas forradas en cuero. Ella abrió los ojos al verlo pero no dijo nada, solo permitió que afirmara su otra mano y le levantara los brazos. Ambos observaron como ataba la cuerda al seguro del techo y se aseguraba de que no cayera.
—Intenta bajar tus brazos—le dijo Martin a ella. Bárbara asintió y empujo con sus brazos, no se movieron ni un poco.
—¿Estas cómoda así?—preguntó Altaír.
—Sí—aseguró.
—¿Si qué?—le dijo Altaír y agarró su cabello para empujar su cabeza hacia atrás.
Martin se tensó enseguida al verlo pero, al observar a Bárbara jadear y no de dolor lo dejo pasar.
—Sí señor—susurró ella.
Se estremeció a pesar de que no le gustaba que la trataran así.
Altaír la beso suavemente y la liberó. Se observaron a los ojos unos segundos hasta que él se alejó y apuntó a Bárbara con su mano, dándole un claro mensaje.
Martin se puso delante de ella y se desnudó con parsimonia. Sonrió un poco al ver que ella no dejaba de observarlo, y tragó tenso al notar su lengua rosada acariciar sus labios mientras observaba su polla erecta.
Se movió hacia ella y acaricio con sus dedos sus pezones tensos y erectos. Tomó cada uno con sus dedos y sonrió cuando Altaír paso una bufanda de seda sobre el rostro de Bárbara y vendo sus ojos. Él le dijo que no hablara y asintió. No tenía problema con eso.
Siguió acariciando su cuerpo hasta que se acercó lo más posible a ella y restregó su erección contra su pubis. Ella gimió e intentó levantarse para que entrara en ella, sonrió al verla separar sus piernas, solo que no podía mucho por la posición en la que estaba.
Como la cama se hundió observó a Altaír posicionarse detrás de ella ya desnudo. Él también la acaricio, observo sus manos tomar cada pecho así que se movió hacia su centro y hundió un dedo en ella profundamente. Bárbara gimió y movió sus caderas contra él. Las manos de Altaír bajaron como las de él hasta su sexo, él levanto una pierna de Bárbara y la hizo apoyarla en la cama, jadeo suavemente al ver como la acariciaba un segundo y luego la abría para su deleite. Sin perder el tiempo bajo hasta ella y la acaricio con su lengua.
Bárbara gimió y empujó contra su rosto, solo que Altaír la afirmó de los muslos y la mantuvo abierta para él mientras impedía que se moviera. Ella jadeo y arqueo su espalda, sonrió un poco al verla luchar suavemente contra sus ataduras.
Un minuto después Altaír lo alejo y apunto a los pies de la cama. Martin alzo una ceja al ver lo que había puesto allí. Negando, levemente divertido, tomó el consolador y el tubo de lubricante, le entrego este último a Altaír y se acercó con el primero a ella.
Menos mal que había visto a Isaac torturarla con ese objeto más de una vez, sino lo encontraría demasiado raro.
Mientras la acariciaba con él, Altaír comenzó a penetrar su trasero con un dedo. Y mientras él la estiraba introdujo el consolador en su cuerpo lentamente, hasta el fondo y volvió a sacarlo por completo. Bárbara jadeo y se quejó.
—Por favor—susurró. Volvió a hacerlo. Una y otra vez, hasta que lo dejo dentro de ella y la folló con eso.
Él tragó tenso al verla así hasta que llamó la atención de Altaír y apuntó el aparato, él asintió y se movió en la cama para tomarlo sin libera su trasero. Ya libre de él se puso de pie frente a ella y afirmándose de la cuerda para mantener el equilibrio tomó el rostro de Bárbara y se guió a si mismo dentro de su boca. Ella gimió al sentirlo y lo chupo enseguida. Gruño sin querer al sentirla.
Se mantuvo empujando en su boca un par de minutos hasta que no pudo más y se corrió gimiendo. Al acabar se bajó de la cama y beso a Bárbara enseguida. Ella se alejó suavemente y rogó.
—Por favor—su voz estaba ronca—los quiero a ambos dentro de mí.
Martin la beso de nuevo y unos segundos después ya estuvo duro y listo para ella. Altaír se puso detrás de ella y la inclino un poco, como supo lo que iba a hacer acaricio su nudo con dos dedos para mantenerla excitada. Ella jadeo y gimió mientras lo sentía entrar en su culo. Observó el rostro de Altaír y él le asintió cuando estuvo dentro de ella. Entendiendo el mensaje se alejó y levantó una de sus piernas con cuidado. Ambos gimieron ante el movimiento.
Martin entró a su cuerpo lentamente mientras Altaír se retiraba, luego él salió cuando ingresó.
Se movieron a este ritmo, lentamente, por algunos minutos, hasta que sintieron que podían ir más rápido. Luego, ambos habían establecido un ritmo profundo y cómodo, uno que hacía que Bárbara gimiera y jadeara abiertamente entre ellos.
Mientras Altaír acariciaba los pezones de Bárbara, Martin la besó con pasión, chupó su lengua y mordió sus labios una y otra vez.
—Me voy a correr—jadeo ella unos segundos después, su cuerpo estaba bañado en una fina capa de sudor, igual que ellos—oh Dios—susurró ella.
Martin sintió la mano de Altaír moverse por entre los dos y llegar al nudo de Bárbara para acariciarla, eso hizo que se corriera enseguida apretándolos a ambos y estremeciéndose completamente. Ambos gimieron al sentirla y la siguieron casi enseguida, solo que Altaír no dejo de acariciarla hasta que ella se quejó suavemente y le pidió que se detuviera.
Mientras Altaír iba al baño Martin liberó sus manos de la cuerda, no las esposas, y la dejo a un lado. Luego recostó a Bárbara en el medio de la cama y la acaricio y masajeo sus brazos y hombros.
Altaír llegó a su lado y lo miro fijamente. Movió su cabeza como pregunta y él negó, le sonrió un segundo y Altaír asintió.
Ya no había problemas entre ellos.
En el segundo que Altaír se metía a la cama la puerta se abrió.
—¿Qué?—preguntó Bárbara enseguida e intento quitarse la veda, la detuvo.
—Es Isaac—le dijo Altaír—a cambio de que nos prestara su habitación acepte que se uniera a nosotros luego de un rato.
—Claro que sí—dijo Isaac y cerró la puerta.
—Mmm—se quejó Bárbara y puso su rostro contra el pecho de Martin, él observó a ambos hombres y alzó una ceja.
—¿Estás bien?—le preguntó.
—Claro que lo está—dijo Isaac acercándose—con todo el ejercicio que hace diariamente, como no va a estarlo.
Bárbara soltó un bufido.
—Cuidado cariño—dijo Isaac—o quieres ganarte una zurra.
Martin arrugó su frente y observó a Altaír que sonreía.
—¿Qué?—le preguntó Isaac, lo miró—¿nunca le has dado una?
—No—arrugó su frente—creí que solo tu hacia algo así—miró a Altaír.
—Y Alec—dijo Altaír—Garrett es demasiado blando con ella.
Bárbara se rio contra él al oírlo, no dijo nada y ellos se miraron entre sí.
—Quiero quitarme esto—dijo ella e intentó quitarse la venda.
—No—soltó Isaac—no te la quites—ordenó.
—Pero quiero quitármela—se quejó ella y levantó la mano.
Martin arrugó su frente un segundo y luego actuó sin pensar. Su mano se estrelló contra la nalga desnuda de Bárbara.
—Oye—jadeo ella y se alejó enseguida, arrugó su frente—Martin, ¿por qué hiciste eso?
—¿Cómo sabes que fui yo?—miró a los otros hombres que evitaban reírse.
—Porque, auch, eso dolió—dijo ella y se acarició el trasero con dificultad, Altaír quitó su mano y les mostró a los tres el sonrojo que apareció.
—Mm—dijo Martin al verla—ahora entiendo porque hacen esto—había algo satisfactorio al ver la marca en su cuerpo, una que él había hecho.
—Vez—dijo Isaac—solo debes aprender a hacerlo bien.
—Lo haré.
—Pues practica con tu trasero—soltó ella y se movió lejos de él, Altaír la agarró y recostó sobre sus mulos como si nada.
—Piensas huir de nosotros—Altaír la afirmó—no llegarías muy lejos.
Ella fingió quejarse y Martin sonrió al verla e esa posición, parecía una niña que estaba a punto de ser castigada, solo que ella está completamente desnuda y con su trasero en su dirección.
—¿Dónde está Garrett cuando lo necesito?
Los tres se rieron al oírla y la puerta volvió a ser abierta. Esa vez el nombrado hizo acto de presencia seguido de Alec, este último sonrió enseguida al verla en esa posición, el primero arrugó su frente y los miró a los tres.
—¿Qué hacen?—preguntó Garrett sin cambiar su semblante.
—Garrett—lloriqueo ella—estos brutos me amarraron y vendaron.
Martin arrugó su frente al oírla. Altaír se rio entre dientes e Isaac volteo sus ojos.
—Brutos—repitió él y los miró, luego la observó a ella y la marca rosa en su trasero—¿y qué hiciste para ganarte eso?
Ella jadeo al oírlo e intentó de nuevo quitarse la venda, Altaír la detuvo.
—¿Quieres que Martin vuelva a nalguearte?—le recordó, se quejó quieta enseguida y todos se rieron, Martin solo arrugó su frente.
—Hey, la próxima vez lo hare bien—Bárbara gruño y se alejó de Altaír, se puso de pie con dificultad y chocó con Alec, que estaba más cerca, al tocar su rostro y cabello lo reconoció.
—Voy a estar atada y vendada todo el día.
—Sí—dijeron los cinco hombres en coro, ella soltó un suspiro y se encogió de hombros. Luego movió sus manos por el vientre de Alec hasta agarrar su polla, él gruño al sentirla y la detuvo.
—No me hagas eso, primero tu castigo—Bárbara volvió a quejarse.
—Isaac—soltó seria, todos se tensaron—a veces creo que eres una mala influencia—él aludido alzo una ceja— pero otras—ella sonrió—no.
—A la cama—soltó Alec y la empujo sorprendiéndola.
Martin la vio caer sobre ella y gritar suavemente.
—No hagas eso—lo regaño Bárbara.
—Crees que uno de nosotros te hubiera dejado caer—soltó él—para nada.
Bárbara se acomodó en la cama y apoyó sus manos en su vientre como si esperara tranquilamente.
—Entonces, ¿a qué vamos a jugar?
Se miraron entre si hasta que Isaac llevó dos dedos a sus labios para que no hablaran, luego se acercó a ella y susurró.
—Juguemos a adivina quién—ella arrugó su frente—si adivinas quien te está tocando, podrás atarlo de la misma forma en la que estas tu—los otros cuatro hombres se miraron entre sí, Bárbara sonrió enseguida.
—Acepto—soltó y sonrió—veamos cuanto tiempo van a ser capaces de estar atados sin quejarse.
—Primero tendrás que adivinar querida—dijo Alec. Martin y Altaír salieron de la cama y se alejaron de ella.
—Oh, lo haré—aseguró ella y se levantó suavemente—claro que lo hare.

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