Capitulo 3
No hubo una tercera vez. Jenna no pudo volver a estar
con Sebastián, no porque no quisiera, o no lo intentaran, sino porque siempre
algo los interrumpía.
La mañana siguiente, mientras desayunaban, Fabián
ingresó al comedor.
Jenna llegó a él enseguida para saludarlo y abrazarlo.
—Regresaste pronto —él acaricio su cuello.
—Tuvimos un pequeño problema —observó a Sebastián
enseguida —te necesitan allá.
Jenna observó a Sebastián ponerse de pie.
—Saldré enseguida entonces —él pasó a su lado sin
mirarla y salió de la habitación.
Jenna observó a Fabián unos segundos.
—¿Qué paso?
Él suspiró y la llevó a la mesa, luego de sentarse la
miró.
—Atraparon a un par de hombres.
Asintió y observó por una ventana.
Parecía que las cosas no mejoraban.
Fabián acaricio su mejilla y lo miró.
—Todo saldré bien, lo veras —ella asintió y se apoyó
en él. Cerró los ojos al sentir sus dedos en su cuello.
Jenna deseaba tanto que las cosas se calmaran.
Días después los problemas se agravaron. En las
noticias se informó que por ley, ninguna mujer debía quedar sola y menos que se
movieran en la ciudad de noche.
Ahora no solo estaban secuestrando a mujeres de la
tierra, sino también del Nuevo Edén.
Una tarde, Sebastián llegó de su trabajo, serio y un
tanto pálido, paso al lado de ella y Fabián sin mirarlos siquiera y subió las
escaleras. Jenna arrugó su frente y lo siguió hasta su cuarto.
Ya dentro se acercó a él.
—¿Qué pasa? —susurró al ver que él hacia una mueca
cuando tocó su espalda.
—No es nada —Sebastián quiso alejarse de ella pero lo
detuvo y agarró su brazo.
—Claro que es algo, no me mientas o pensare que es
peor —él la observó a los ojos y suspirando negó.
—Solo es una herida —murmuró, Jenna arrugo su frente.
—Déjame verla —quiso sonar amable pero aun si
prácticamente fue una orden —por favor —agregó al ver que él alzaba una ceja.
—Bien —soltó un tanto molesto.
Sebastián se quitó la chaqueta.
Como él no se movió Jenna camino a su alrededor hasta
llegar a su espalda y congelarse, él tenía una parche desde su hombro izquierdo
hasta el inicio de las costillas en su lado derecho.
—¿Cómo… —negó sin poder creerlo, debía ser una gran
herida.
Él se alejó y se giró.
—Parte de mi trabajo —alzó una ceja.
—Parte de tu trabajo es salir herido —le dijo furiosa.
Él arrugó su frente al oírla.
Jenna se alejó y caminó hacia el baño.
No lo veía, se quejó, él estaba mal y no le dijo nada,
estaba claramente herido y le dolía. Y como es que no tenía cuidado con lo que
hacía, que si le pasaba algo más grave.
Se quejó al ver que estaba muy preocupada por él y
llevó ambas manos a su rostro.
—Estoy bien —murmuró él y lo miró, estaba a su lado,
observándola curioso —no es nada, he recibido peores heridas.
Ella negó ante sus palabras.
—Eso no quita que me preocupe —confesó.
Sebastián la observó unos segundos, casi como si
quisiera saber que pasaba por su cabeza.
Jenna negó y salió de su baño.
—Voy a preparar la cena —murmuró.
No alcanzó a llegar a la puerta. Sebastián agarró su
brazo y la atrajo hacia él.
Gimió cuando sus labios tocaron los suyos. Él la
acaricio con su lengua mientras afirmaba su rostro suavemente. Y cuando se
alejó, suspiró y abrió los ojos.
—Estoy bien—murmuró él antes de volver a besarla, con
más intensidad.
Jenna movió sus manos por su espalda y se congeló al
sentir el parche con la punta de sus dedos. Con reticencia se alejó de él, solo
que antes depositó un beso en su mentón.
—Por mucho que me gustaría que esto continuara mas
allá, estas herido.
Él se quejó y cerró los ojos.
—Por qué tengo la impresión de que siempre hay algo
interrumpiéndonos —Jenna sonrió al oírlo.
Volvió a besarlo y caminó hacia la puerta.
—No se será por siempre, ya lo veras.
Jenna arrugó su frente.
—¿Por qué no te curaron en el hospital?
Él se movió hacia un mueble y al miró por sobre su
hombro.
—Si lo hicieron, este es el resultado.
Jenna abrió y cerró la boca. Imaginó enseguida cuan
grave debió de haber sido la herida si ese era el resultado.
—Debes ir de nuevo al hospital—él negó y le mostró un
tuvo.
—Me dieron esto, con que me lo aplique una vez cada 8
horas está bien.
Jenna se acercó y tomó el tubo, lo leyó detenidamente
antes de asentir.
—Entonces te ayudare —Sebastián sonrió un poco al
oírla, luego la miró fijamente y comenzó a acercarse a ella.
Al imaginar lo que hacía se movió rápidamente hacia la
puerta. El arrugó su frente y se detuvo.
—Nos vemos luego—le dijo y salió de la habitación.
Ya fuera suspiró y cerró los ojos. Llevó una mano
hacia su pecho para quitarse esa extraña sensación asentada en su pecho. Jenna
tenía un mal presentimiento, y no le gustaba sentirse así.
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