Capitulo 4
Estaba cansada y decidida, nada volvería a interrumpir
sus caricias y demás con Sebastián, apenas él se recuperara visitaría su
habitación en la noche. Era un hecho.
Solo que no esperó que pasara una semana para eso, y
no por su herida, sino porque Sebastián tuvo que volver a salir. Parecía que
las cosas no mejoraban nada. Jamás.
Tampoco esperaba que mientras ella se ponía una bata
alguien ingresara a su habitación.
Se giró enseguida y abrió su boca al ver a Sebastián
allí, usando solo un pantalón negro y con el cabello húmedo.
Ambos se observaron unos segundos antes de reaccionar.
Se encontraron justo frente a la cama y se besaron como tanto querían.
Sebastián la alzó y ella rodeó su cintura con sus
piernas. Él la depositó en la cama sin dejar de besarla y se mantuvo sobre ella
largo rato. Jenna gimió cuando sintió el suave empuje de su cadera, la caricia
intima que realizaba.
Al pasar otro minuto tuvo que alejarse de su boca
demandante para jadear su nombre.
—Sebastián —susurró mientras él se movía por su
garganta.
Jadeo cuando el abrió su bata y acarició con ambas
manos sus pechos. Él masajeó suavemente y luego acaricio cada pico duro con sus
pulgares. Jenna movió su cadera contra él para llamar su atención.
Cuando él la observó a los ojos ella llevo sus manos a
sus bragas y se las quito. Él se alejó un poco para permitírselo y luego se
acomodó entre sus piernas para verla quitarse el resto de ropa. Al acabar Jenna
se acercó a él y acaricio su pecho con la punta de sus dedos, luego beso su
cuello y mentón, bajó por su pecho y llevó ambas manos al pantalón. Los empujó
hacia abajo lentamente y al verlo, gimió.
—Levántate —murmuró y él se lo hizo, acomodándose
sobre sus rodillas.
Jenna se agachó frente a él y lo llevo a su boca.
Sebastián gimió y luego jadeó.
Adoraba sentirlo contra su lengua, a él o a los
gemelos. Jenna se dio cuenta justo en ese segundo de que tenía un fetiche.
Jamás había tenido uno.
Ella lo provocó con su lengua y manos, acaricio su
largo eje de arriba a abajo varias veces y lo chupó. Jadeó cuando él la empujo
lejos de su cuerpo y la hizo recostarse en la cama. Lo observó acomodarse sobre
ella y afirmar su cintura con una mano. Ella abrió las piernas y suspiró cuando
la acaricio con sus dedos.
Sebastián la tocó unos segundos, esparció su humedad y
la penetró con dos dedos, lenta y profundamente. Luego, al sentirlo acariciarla
por dentro gimió y cerró los ojos.
Cuando la dejo lo miró enseguida.
Sebastián ingresó a su cuerpo sin dejar de ver su
rostro, ella separó los labios pero no emitió ningún sonido. No podía ni
pensar. Solo cuando Sebastián comenzó a moverse, muy lentamente, logro producir
alguno, pero era algo muy parecido a un quejido y gemido, algo que se quedaba
atorado en su garganta y no lograba salir.
Él empujo más profundamente, levantó una de sus
piernas y cambio el ángulo. Sebastián hizo círculos con su cadera y se inclinó
hacia ella para acariciar uno de sus pezones. Jenna gimió y también se movió
contra él. Acarició su pecho y brazos, levantó su otra pierna y lo abrazó de la
cintura provocando que ahora él gimiera.
Segundos después el liberó su pierna y la besó,
enterró su lengua en su boca con más fuerza y sus caderas lo imitaron,
empujando con más energía y pasión.
De repente en los giró sorprendiéndola y la guio con
sus manos, Jenna continuó con su ritmo, solo que el suyo paso luego de unos
segundos a algo más desesperado. A Sebastián pareció no importarle, lo oyó
gruñir y gemir, jadear al inclinarse hacia él. Ella lo besó y mordió sus
labios, se movió hacia su oído y susurró su nombre.
Estaba tan cerca, podía sentirlo, solo a un paso de
ese dulce lugar. Jenna aumentó su empuje y se levantó, inclinó su rostro hacia
atrás y cuando él empujo con su cadera y acarició su nudo con sus dedos se
corrió. Su cuerpo se estremeció y soltó un quejido de liberación.
Sebastián la siguió enseguida, se hundió en ella una
vez más antes de jadear y tensarse.
—Adictiva —murmuró Sebastián luego de acomodarse en la
cama.
Lo miró enseguida.
—¿Qué?
—Que eres adictiva —sonrió —tú, tu cabello rojo y tu
carácter, eres como una droga.
Se rio entre dientes al oírlo.
—Los gemelos me dijeron lo mismo.
—Al parecer tenemos los mismos gustos —él la atrajo
más hacia su cuerpo y besó su cuello.
Jenna rio al oírlo respirar con fuerza.
—Tenemos que hacer esto más seguido —él acaricio su
pecho.
Jenna se movió para acomodarse y poder dormir.
—Cuando quieras —susurró y cerró los ojos.
—Y si quiero ahora.
—Entonces, cuando quieras después de que duerma un
poco —lo escuchó reír.
—Si la señora lo quiere.
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