sábado, 30 de noviembre de 2013

Ultimo Día

Ultimo día
Relato corto +18




Jimena suspiró y abrió sus ojos.
La luz que se filtraba por la ventana le indico que era bastante tarde. Genial. Volvía a llegar retrasada a su trabajo. Esta vez sin darle importancia se levantó y ducho con parsimonia. La iban a despedir, lo sabía tan bien que ni siquiera sabía por qué iba a trabajar.
—Para ver esos dulces traseros —se dijo y sonrió.
Si, una última vez, por última vez se iba a dar el lujo de mirar a sus jefes y sus traseros. No había nada mejor como que admirar la belleza en un par de hombres. Gimió. Lástima que nunca logró nada con ninguno, ganas e intentos no le faltaron, pero quemas podía hacer.
Luego de ponerse su típico y horrible uniforme, que consistía en una blusa blanca y una falda azul, subió a su auto y partió a su despedida.
—Estás loca —le dijo su vecina. Jimena miró hacia arriba para verla casi encaramada sobre la débil separación de los cubículos.
Le sonrió.
—¿Por qué?
—Llegas tarde, no trabajas y te pones a jugar por internet —sonrió aún mas —vas a causar que te despidan.
Ella movió una mano restándole importancia y continúo jugando. Un poco más y pasaría su record personal.

—Señorita Jimena —dijo una voz ronca y profunda, también muy molesta. Suspiro.
Cuantas noches había imaginado a esa misma voz llamándola con deseo.
Lentamente se giró en su silla y se encontró de frente con Arturo, el jefe del área de finanzas de la empresa. Sonrió descaradamente y el hombre alto y moreno arrugó su frente aún más molesto. Dios, pensó, quería levantarse y tomar con sus manos ese cabello negro, quería tanto ver esos ojos azules perderse mientras ella le proporcionaba placer.
—Señorita Jimena, le estoy hablando —le dijo él con más energía.
—Que, perdón—parpadeo y miro alrededor, todos los observaban.
—Esto es increíble —le oyó murmurar mientras pasaba su mano por su cabello —sígame, tenemos que hablar seriamente.
Jimena ignoró a sus compañeros y siguió al hombre, más bien a su trasero, sonrió un poco. Quizás si se le ofrecía en la oficina lograría que él la follara como tanto quería, era su única oportunidad, claro, luego de eso se largaría de ahí para no volver nunca, así que, qué más da.
 Cuando él doblo por un pasillo y bajo las escaleras arrugó su frente.
— ¿Dónde vamos? —le preguntó.
—Creo que sabe muy bien donde —le respondió con un gruñido.
Ella volteo sus ojos. Sabía dónde iban, a la bodega del lugar. Conocía esa parte del edificio solamente porque le gustaba escaparse de vez en cuando para ver a su otro atormentador de sueños, que sorprendentemente era amigo de Arturo.
Cuando llegaron al último piso y caminaron hasta el final del lugar, donde nadie iba, entraron a una oficina enorme para su sorpresa.
—Nunca había visto esto —le dijo mirando alrededor.
—Me lo imagino, Jack ocupa este lugar como oficina —Jimena camino hasta el centro y observó alrededor, luego dejo de hacerlo al ver que Arturo cerraba la puerta y la observaba intensamente, tragó.
—¿Por qué estamos aquí? —preguntó y sintió su boca seca.
—Creo que sabes porque —dijo él acariciándose la barbilla un segundo —pero te daré algunas razones —caminó hasta llegar a la mesa y se apoyó allí —primero, aquí nadie va a escuchar todo lo que tengo que decirle con respecto a tu trabajo —se avergonzó un poco, sabía que no era la mejor contadora del mundo, pero se esforzaba más que nadie, no era su culpa vivir a más de dos horas de distancia de su trabajo.
Lo miró y arrugó su frente, ese día ella iba a renunciar, no iba a permitir que la hicieran sentir mal.
—Segundo —continuo él sin darle oportunidades a quejarse —gracias a la privacidad que entrega este lugar nadie va a oír el castigo que pienso darte por jugar en tus horas de trabajo y por llegar tarde, es la tercera vez en la semana —le gruñó.
Ella se tensó y trago. Castigarla. Oír. Qué demonios pasaba aquí.
Quizás quiere acotarse contigo, le dijo su cerebro, ella se rio internamente, si claro. Probablemente solo quería atormentarla. A esto podían jugar dos.
—Si claro —dijo ella y se cruzó de brazos —quiero ver como intentas castigarme —marcó más la última palabra.
Él alzó una ceja.
—Me estas retando, soy tu jefe —ella soltó un bufido, no por mucho tiempo, pensó —debería atarte a este escritorio y no dejarte salir de aquí hasta que aprendieras quien es el que da la ordenes aquí —dijo él.
Lo miró enseguida.
—Palabras, palabras —se burló.
Lo vio entrecerrar los ojos y levantarse.
—No sabes lo que estas pidiendo —ella soltó una suave risa.
—Apuesto mi almuerzo a que no eres capaz —él sonrió como si nada y asintió.
—Acepto la apuesta.
Jimena lo vio avanzar hacia ella rápida y lentamente a la vez, miles de pensamientos pasaron por su cabeza.
En verdad lo está haciendo. ¿Qué hago?, le respondo. Lo golpeo. Le dejo hacer lo que quiera conmigo. ¿Cómo es posible que esa horrible camisa le quede bien?,  ¿Cómo lo tendrá?, ¿Será grande, largo, ancho?, ¿Me puse desodorante?, al diablo el desodorante. Ojala me bese. Ojala me bese y me folle. Ojala mi cerebro dejara de pensar.
Cuando él agarro sus manos y las llevo a su espalda antes de atraerla a su cuerpo, trago.
Sí. Sí. Sí. Sí.
—No olvides que me gusta almorzar a eso de la una de la tarde —luego sin más la beso, lentamente, como si la probara o le diera el tiempo de alejarlo.  Como no fue así, él pasó de besarla a devorarla. Mordiéndola, chupándola, acariciándola con su lengua.
Gimió.
Dios, que no se detenga.
Jimena sintió que la llevaba hacia un algún lado y no le importo, siguió perdida y feliz contra su boca. Cuando choco con algo Arturo libero sus manos y agarro su trasero, sin ni un esfuerzo la levanto y ella se sorprendió. La deposito sobre el escritorio.
Lo vio sonreír.
—Ahora, quiero ver que tenemos aquí —le dijo y sintió sus dedos moverse por su espalda empujando la blusa hacia arriba. Cuando logro sacarla desabotono solo dos botones y se la sacó por la cabeza.
Jimena observó cómo miraba su sostén blanco de encaje. Menos mal que ese día había dejado su ropa interior de abuelita en la lavadora. Jadeó cuando él tomo cada pecho con sus manos y los amasó suavemente.
—Nada mal —le dijo y la miró a la cara.
Se miraron a los ojos unos segundos antes de volver a besarse, con más pasión y entrega. Jimena fue capaz de responderle como se debía, como tanto quería, y cumplió su sueño. Levanto sus manos y metió sus dedos por su cabello suave, agarró su cabeza y sonrió un poco. Ahora solo faltaba la otra mitad.
Arturo le quitó el resto de la ropa rápidamente y se alejó un paso para verla.
—Sabes lo estúpido que me he sentido por excitarme debido a esa falda—ella se rio un poco—cada vez que la veo termino imaginando tu trasero.
—¿Has observado mi trasero? —le preguntó divertida.
—De la misma manera que tú el mío —él sonrió —probablemente más veces incluso.
Eso la hizo sonrojar un poco, no sabía que había sido tan obvia, negó un poco y se olvidó del asunto. Sonrió y se acomodó sobre el escritorio, lentamente abrió sus piernas y lo vio tragar, alzó una ceja.
—Aun puedo ganar la apuesta —comentó como si nada.
—¿Qué apuesta? —dijeron desde la puerta y se tensó.
Jack entró en la oficina y alzó su ceja al verla. Se quejó avergonzada y se puso de pie en seguida, prácticamente saltó del escritorio.
—No puedo creer esto —murmuró mientras se agachaba para recoger su ropa. Quizás si se vestía, salí a de allí y no decía nada, el hecho de que él la viera en esa posición pasaría al olvido.
Unas manos detuvieron su avance, alzó la cabeza para ver a Arturo a su lado.
—No —le dijo él y sonrió, ella tragó.
La jaló hacia arriba para atraerla a su cuerpo.
— ¿Qué haces? —susurró nerviosa —tengo que vestirme —él movió sus manos por su espalda manteniéndola cerca de su cuerpo, miró sobre su hombro a Jack.
El hombre era casi un espejo de su amigo, solo que la tenía el cabello castaño y cortó, este caía sobre sus ojos, muchas veces había visto como la quitaba con sus manos peinándolo hacia atrás, pero está siempre regresaba a su lugar. Ella lo miró a sus ojos y tragó. Sus ojos castaños estaban más oscuros que otros días.
—¿Qué apuesta? —preguntó él como si nada.
—Apostamos el almuerzo —dijo Arturo regresándola al escritorio. Lo miró fijamente y él sonrió, acaricio su mentón.
—¿Y qué tienes que hacer? —Jimena se tensó al ver que se movía por el lugar.
—Castigarla —dijo Arturo con voz ronca, lo miro.
—¿Y qué hizo? —preguntó Jack y lo vio parado a su lado, apoyado en el escritorio con su muslo.
—Llego tarde de nuevo y estaba jugando en el computador —Jack asintió como si comprendiera.
—Se lo merece —Jimena entrecerró los ojos al oírlo y lo miró.
Jack estaba sobre ella en la escala jerárquica de la empresa, era el jefe de la bodega y ella sabía que si le pedía algo tenía que hacerlo, pero al oírle decir que tenían que castigarla recordó que no pensaba quedarse allí otro día, que podía hacer lo que quisiera.
—Me lo merezco—repitió, luego soltó un bufido y lo miro alzando una ceja, intento parecer despreocupada y negó divertida.
—Sí, te lo mereces —dijo Arturo, lo miró —y él me ayudara a castigarte como se debe.
Tragó al oírlo y miró a Jack, él sonreía.
—No puedo creer esto —murmuró sorprendida, sin poder evitarlo, ambos la miraron —en verdad creen que yo voy a dejar que ambos… —los apuntó con su mano.
Jack tomo la mano y llevó uno de sus dedos a su boca, chupo y acaricio el índice con su lengua. Casi gimió, casi.
—Nos has estado observando demasiado tiempo —volvió a sonrojarse —te mereces un castigo por no permitirnos hacer esto.
—Permitir…  qué —repitió.
—Sí, permitir, cada vez que uno de nosotros se te acercaba huías—él negó y tomo su rostro, Arturo no se alejó, solo se movió un poco para que él pudiera llegar más cerca de ella.
—Solo te lo preguntaremos una vez —dijo Arturo, lo miró —quieres seguir con esto, o quieres irte.
Ambos dieron un paso hacia atrás, dejándola fría y sola. Los observó a ambos y la confusión lleno su cabeza por unos segundos. Que se suponía que tenía que decidir. Irse, nadie la sacaría de allí. Decir que  no, jamás en su vida. Acostarse con los dos, dudó. Lo quería, completamente, pero la parte gallina de ella se resistía a eso.
No quiero ser una gallina, se dijo, no el día de hoy.
Sonriendo suavemente se apoyó en el escritorio, llevo sus manos a su cabello y lo liberó de su moño, este cayó sobre sus hombros en hondas, casi tocando las puntas de sus pechos.
—Aun creo que voy a ganar la apuesta —les dijo.
Arturo sonrió un poco y Jack negó suavemente.
—Tiene mucho que aprender —le dijo a su amigo, alzó una ceja y su cuerpo tembló levemente al ver acercarse a Arturo.
—Ahora —dijo él muy cerca de su rostro —vamos a divertirnos.
Ella jadeo cuando la beso enseguida, no con amabilidad, no con ternura. La devoro, la aplasto contra su cuerpo demostrándole quien era el más fuerte de los dos. Ella no se quedó atrás, le devolvió el beso, lo abrazo del cuello y se restregó contra él, ambos gimieron.
Jimena escuchó cosas caer, luego supo que habían quitado todo del escritorio para que pudiera recostarse. Observó cómo Arturo se desnudaba y la recostaba. La acomodo en el borde y se posiciono entre sus piernas. Ella observó su rostro, como miraba su sexo fijamente y tembló cuando él la acaricio con sus pulgares, abriéndola y rozándola.
El uso sus dedos para acariciar sus labios y gimió mientras cerraba los ojos. Cuando otros dedos aparecieron sobre ella jadeo y levanto la cabeza, Jack estaba parado al lado de su amigo mirándola igual que él, tocándola suavemente.
—Ya está húmeda—dijo y la miro a la cara, trago. Dos dedos entraron en ella y no supo a quién pertenecían. Estos volvieron a salir para regresar lentamente.
Gimió.
—Tengo que follarla —dijo Arturo con voz ronca, él se movió hacia su pantalón, miró a Jack y él le sonrió.
—Veamos como sabes.
—¿Qué? —jadeó antes de que él se lanzara a su sexo para lamerla. Gimió y se quejó —Dios… —se estremeció cuando el chupo su clítoris.
En verdad estaba pasando esto, se preguntó, en verdad estaba sobre un escritorio desnuda y con un hombre entre sus piernas y otro queriendo follarla. Arturo apareció a su lado y tomo su rostro, la giro un poco y se agacho para besarla, gimió contra sus labios al sentir como Jack introducía un dedo dentro de ella y la acariciaba.
Arturo acaricio uno de sus pechos y jugo con su pezón, tirándolo y girándolo con sus dedos, abrió más sus piernas para permitir un mejor acceso a Jack y enredado sus dedos en su cabello, luego de unos minutos se retorció sin poder evitarlo, estaba tan cerca de correrse, sabía que necesitaba solo de un estímulo para hacerlo. Jadeo contra la boca de Arturo y se alejó un poco, como si él supiera lo que le pasaba bajo hasta sus pechos y chupo uno de sus pezones mientras acariciaba el otro. Jack uso ese momento para chupar su clítoris con fuerza y se corrió, con ímpetu, se afirmó a la mesa lo mejor que pudo y dejó de respirar.
Cuando regresó de su experiencia abrió los ojos y noto que ahora era Arturo quien estaba entre sus piernas, mirándola como si esperara algo, él le sonrió suavemente y empujó su trasero más cerca del borde.
—Mi turno —le oyó decir.
—Nuestro —dijo Jack parándose a su lado.
Ella lo miró, o más bien a su pene, que quedaba justo frente a su cara. Miró un segundo a Arturo antes de regresar su vista a él. Jack era un poco más ancho que Arturo, pero ambos eran increíblemente largos. Sin pensarlo abrió la boca y los escuchó a ambos reír.
—Buena chica—le dijo Jack agarrando su cabeza para levantarla un poco y llevar su polla a sus labios. Ella lo acaricio con su lengua antes de tomarlo. Probó su único y delicioso sabor y lo chupó, él gruñó al sentirla y sonrió dentro de su cabeza.
Lo afirmó con una mano mientras lo chupaba, no cabía todo dentro de su boca y eso la frustraba levemente, aun así intento tomarlo aún más y se concentró en relajar su garganta, trago y él gimió. Jack acaricio su rostro mientras lo follaba. Luego de unos segundos recordó que Arturo estaba entre sus piernas, lo miro y noto que él la observaba fijamente.
Voyerista, pensó sonriendo en su cabeza, solo un poco ya que se dio cuenta de que él aun no la follaba. Se alejó de Jack hasta sacarlo de su boca y miró a Arturo, él la miró a los ojos.
—Follame —le dijo.
Lo vio alzar una ceja divertido.
—No te olvides de mí —le dijo Jack y lo miró. Regresó en seguida a su mamada.
Como Arturo no se movía decidió satisfacerse de otro modo, movió su mano libre hacia su sexo pero solo alcanzo a tocarse una vez antes de que alguien alejara su mano y la afirmara. Ella se quejó entorno a la polla de Jack y él gimió.
—Deja de torturarla —dijo Jack.
Arturo se rio.
—Bien —soltó, Jimena lo sintió moverse y luego entrar  a ella de un solo movimiento, jadeó y apretó con su mano el pene de Jack, lo escuchó gemir.
Arturo se retiró para volver a entrar con energía y gimió.
, pensó, eso era lo que siempre había soñado, o aún mejor, nunca los había imaginado a ambos al mismo tiempo, la realidad superaba todo lo que varias veces había fantaseado.
Arturo siguió moviéndose dentro de ella, podía sentir como la llenaba completamente, como su gloriosa polla se retiraba dejándola vacía y luego la llenaba dándole un golpe de placer abrumador, sentía como las manos de él la afirmaban de su cadera, como sus dedos se clavaban en su piel, podía escuchar sus gruñidos y gemidos. Sí, su imaginación era pobre en comparación a esto. Más aun con Jack en su boca, eso era casi tan placentero como lo que le hacía Arturo, había algo dentro de ella que se vanagloriaba y le daba un sensación de poder cada vez que lo escuchaba gemir, era ella quien le estaba dando placer, quien provocaba que ambos hicieran eso sonidos.
Arturo comenzó a moverse más rápido, moviéndola levemente en el escritorio, Jack agarro su cabeza para afirmarla y se movió como quería, enterrándose en su boca. Lo dejo hacer y solo se concentró en no ahogarse.
Arturo aumentó sus embistes, goleando algo dentro de ella que ni siquiera sabía que tenía, se iba a correr, otra vez, podía sentirlo, este iba a ser más grande que el anterior. Y cuando paso, grito contra la polla de Jack, convulsiono y apretó su sexo atrapando a Arturo, luego de eso no supo de nada y se encontró en un maravilloso lugar unos segundos antes de regresar a su cuerpo. Suspiró y abrió los ojos.
Arturo y Jack la observaban fijamente.
—¿Estas bien? —le preguntó Arturo preocupado, sonrió como boba.
—Guau—le dijo, ambos suspiraron.
—Te desmayaste —le dijo Jack y acaricio su rostro, siguió sonriendo.
—¿En serio? —preguntó divertida, él asintió y también sonrió.
Arturo se paró al lado de Jack y lo miró.
—En serio estas bien —ella notó que estaba levemente preocupado, asintió y la ayudaron a sentarse.
—Sí, estoy muy bien —dijo, tomó su cabeza y lo acerco para besarlo, se congelo un segundo al recordar que Jack se había corrido en su boca, arrugó su frente dentro de su cabeza y tuvo el leve recuerdo de que había tragado, se preguntó cómo había hecho eso sin darse cuenta.
Arturo la besó intensamente, enterrando su lengua en boca. Suspiró, bien parecía que no le importaba en lo más mínimo. Cuando él la dejó, la boca de Jack apareció sobre la suya, la besó con la misma intensidad que Arturo, solo que él la dejó para llegar a su oído.
—Ahora es mi turno —murmuró él. Ella jadeó.
—¿Qué? —preguntó enseguida, él abrió la boca para hablar pero el teléfono los interrumpió, arrugó su frente y luego se quejó.
Ella lo vio tomarlo y hablar.
—¿Si? —preguntó serio —lo sé, aún estoy en mi hora de almuerzo —él la miro y sonrió, luego arrugó su frente —porque esto no me sorprende —volteó sus ojos —bien, estaré ahí en 15 minutos —colgó.
—¿Problemas? —preguntó Arturo, él se encogió de hombros.
—Nada que no pueda arreglar.
Comenzó a vestirse, Jimena se bajó del escritorio y se tambaleo levemente, ambos la tomaron de sus brazos para ayudarle, les sonrió.
—Gracias —dijo.
Continuaron vistiéndose y ella los miro. La tristeza la embargo enseguida. No iba a volver a verlos, a ninguno de los dos.
Era una tonta, pensó, el acostarse con ellos una vez no mejoraba nada en su vida, ahora sería más miserable porque sabría lo buenos que son y jamás los volvería a tener, era mejor no saber nada y vivir en base a fantasías.
Se giró para darles la espalda y se visto rápidamente, tenía que llegar a su oficina, sin romperse, hacer una carta de renuncia y luego irse de allí. Llevó sus manos a su cabeza para masajear sus sienes, estaba teniendo un dolor de cabeza. Pero no iba a dar marcha atrás, tenía que irse, o quizás no, le dijo una parte dentro de sí, esa parte que quería volver a desnudarse y lanzarse sobre los dos como gata en celo, la pateo por no ayudarla y luego negó. No, tenía que irse. Como los miraría mañana si se quedaba, suspiró y maldijo.
—Estúpida carta —murmuró maldiciendo lo que tenía que hacer.
—¿Qué carta? —le preguntó alguien.
—La de renuncia —soltó sin pensar.
Al darse cuenta de lo que había hecho se tensó y miró a su lado.
Jack era quien le había preguntado, estaba justo a su lado, completamente vestido. Eso no impidió que lo deseara de nuevo. Lo miró a los ojos unos segundos antes de limpiarse la garganta y alejarse un paso de él.
—¿Qué carta de renuncia? —le preguntaron desde su espalda y choco contra Arturo, lo miró y se movió para que ambos quedaran frente a ella, miró hacia la puerta de salida y luego de regresó a ambos hombres.
Ellos esperaban su respuesta.
—Mm —se limpió la garganta de nuevo y volvió a mirar a la puerta.
Solo tenía que irse de ahí, podía mandar la carta de renuncia por correo, no era lo mejor pero le evitaba el tener que hablar con alguien sobre eso.
—Jimena —dijo Arturo molesto —¿qué carta de renuncia?
Ella suspiró y cruzó sus brazos, sin mirar les dijo a ambos.
—Voy a renuncia al trabajo hoy —ninguno dijo nada, luego de unos segundos levantó la vista y los miró.
Jack tenía la frente fruncida y Arturo la boca abierta por la sorpresa.
—¿Cuándo pensabas decírmelo? —le preguntó Arturo.
—Cuando te entregara la carta —le dijo, él entrecerró los ojos y ella regresó su vista a la puerta. Quería irse, pero al mismo tiempo no, era tan raro.
—¿Por qué vas a renunciar? —le preguntó Jack más calmado, lo miro y apretó los labios —es por lo que acabamos de hacer.
—No —soltó ella enseguida, se arrepintió, si era por eso, pero no ahora, un poco. Llevó sus manos a su cabeza, ese dolor de cabeza no se iba —bueno, un poco —murmuró.
—¿Te molesto lo que hicimos? —le pregunto él —te sentiste obligada a hacerlo —ella jadeó sorprendida.
—No, claro que no —negó un poco—quiero decir que no me molestó y no me sentí obligada, para nada —él asintió un poco.
—¿Entonces? —le preguntó —debes decirnos el motivo, más aun ahora —apretó los labios y miro a Arturo que seguía con la frente fruncida.
—Yo —tragó —solo…ya sabía que iba a renunciar, de antes de que pasara esto —apuntó con su mano el escritorio —solo, creo que es mejor que renuncie —miro a Jack y Arturo —tú mismo dijiste en la mañana que es la tercera vez que llego tarde —negó y suspiró —simplemente este trabajo no es para mí.
Arturo apretó los labios y Jack asintió un poco, lo miró.
—¿Qué piensas? —le preguntó su amigo.
—Que tiene razón —Jimena entrecerró los ojos y se paró derecha —si vamos a seguir con esto no podemos seguir trabajando todos aquí, nos daría muchos problemas —Jimena arrugó su frente y Jack asintió.
—Sí, también lo creo.
—¿Qué? —preguntó ella enseguida, de qué demonios hablaban.
La miraron enseguida, Jack sonrió y Arturo llego a su lado, se negó a sentirse intimidada, o excitada, o necesitada, mejor dicho se negó a que él se diera cuenta de eso.
—¿Qué piensas de los tríos? —le preguntó él como si nada.
—¿Qué? —él alzo una ceja y espero. Maldita sea, pensó ella,  qué demonios quería—pues que son…divertidos —soltó.
Divertido, la regaño su cabeza, que falta de vocabulario, pues lo son, se defendió ella.
Arturo sonrió y Jack llego a su lado, más bien a su espalda atrapándola entre ambos hombres, ambos se movieron hasta que se sintió como un jamón entre dos panes, tragó.
—¿Solo divertidos? —le preguntó Jack en su oído, se estremeció.
—No sé qué quieren que diga —soltó, Arturo levanto su rostro.
—Sí, son divertidos—dijo él—pero quiero saber qué piensas de ellos a largo plazo.
—Un trio a largo plazo —murmuró —¿una relación de tres? —preguntó, él asintió. Jimena abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua varias veces, no podía ser cierto —tú quieres decir que nosotros… —no supo cómo decirlo.
Jack rio detrás de ella, lo miró.
—Sí —dijo él —lo que Arturo quieres decir y saber, es si estas dispuesta a tener esa relación con nosotros.
—¿Yo? —santa Macarena, había muerto y estaba en el cielo, el orgasmo le había provocado un paro cardiaco y no se había dado ni cuenta.
—Te hemos estado observando por bastante tiempo —le dijo Jack.
Tragó.
—Nos dimos cuenta de que nos gustas a ambos de igual forma —dijo Arturo —y hemos sido amigos desde niños, siempre compartimos todo.
—¿Quieren compartirme? —le preguntó aún más sorprendida.
—Solo si tú quieres —dijo Jack.
Lo miró. Eso quería decir que si decía que no tenía que elegir a uno, o quizás ninguno, pero si decía que sí los tendría a ambos, a ambos, repitió su cabeza, guau.
—Nunca había estado con dos hombres —les dijo —a ustedes no les molestaría —ambos negaron seguida. Arturo afirmó su rostro y la hizo mirarlo.
—Pero solo seriamos nosotros, esto es igual que una pareja, en todo sentido, solo que seriamos tres en vez de dos.
—Tengo que pensarlo —soltó.
Él alzo una ceja, Jack volvió a reír detrás de ella.
—¿En serio? —le preguntó.
Al carajo, claro que no, pensó ella. ¿Qué tenía que pensar?, que iba a tener a ambos hombres para ella solita, a ambos dándole placer, a ambos acostándose con ella. Aunque la idea la hacía sentir increíblemente bien, faltaba algo.
—¿Esto es solo sexo? —preguntó enseguida.
Ambos se tensaron.
—No —dijo Jack serió y lo miró.
—No —dijo Arturo y lo miró —claro que no —él acaricio su rostro con delicadeza —sería una relación, como cualquier otra, no solo te deseamos —le dijo el con sinceridad —también queremos estar contigo.
Ella se relajó enseguida. Pues así, era mejor que solo sexo.
Sonrió, probablemente como una tonta, y asintió.
—Está bien —dijo, ambos sonrieron —no sé dónde nos lleve esto, pero quiero intentarlo.
—Eso está muy bien —dijo Jack depositando un beso en su cuello, suspiro.
—Más que bien—dijo Arturo besándola en la boca.
Mejor que bien, pensó ella sonriendo dentro de sí.
Arturo se alejó y le dijo.
—Quiero mi almuerzo en mi oficina lo antes posible —ella abrió la boca sorprendida y luego negó.
—Bien —dijo evitando reírse. Que importaba un almuerzo, se dijo.
Unos años después.
Jack gimió y agarró la cintura de Jimena para ayudarle a montarlo, aunque sola lo hacía increíblemente bien. Estaba muy cerca de correrse y necesitaba que ella lo hiciera primero. Movió una de sus manos hasta su vagina y acaricio sus labios mientras ella se movía, luego de humedecer sus dedos se movió hacia su trasero y enterró uno de sus dedos en su ano con cuidado, ella gimió y eso lo hizo sonreír. Luego de unos minutos de follar su culo con delicadeza movió su otra mano hasta su clítoris y lo tocó, ella jadeo enseguida.
—Córrete —le dijo con voz ronca.
—Aun no —dijeron desde la puerta y ambos miraron en su dirección. Arturo estaba parado allí, apoyado en el marco de la puerta cómodamente.
—¿Cuándo llegaste? —le preguntó Jimena.
—Hace unos minutos —Jack gruñó y Jimena lo miró enseguida, le sonrió y se movió levemente contra él. Gimió.
Ella regreso a su ritmo anterior y él siguió acariciándola.
—Necesito… —jadeó ella.
Él movió su cadera para hundirse más profundamente en su cuerpo.
—No dejes que se corra —le dijo Arturo, lo vio acercarse y desnudarse rápidamente.
—No —jadeo Jimena al oírlo —quiero correrme.
Jack ignoro a su amigo y aumentó su caricia hasta que ella grito y convulsiono sobre él, con un gruñido ronco la siguió casi enseguida. Ella cayó sobre su pecho y la abrazo. Cuando se recuperó miró a Arturo quien tenía la frente arrugada.
—Lo siento amigo —le dijo —pero la señora manda.
Él volteó sus ojos pero sonrió un poco. Arturo se movió hacia ellos y ambos la acostaron en su cama, ella suspiró y los miró sonriendo.
—¿Cómo te sientes cariño? —le preguntó Arturo enseguida tocando su vientre levemente hinchado. Jack la miro a la cara esperando su respuesta.
—Estoy bien —dijo ella un tanto molesta, sonrió por eso—tengo cuatro meses de embarazo, puedo seguir haciendo esto hasta el día antes del parto.
Jack se rio y Arturo sonrió un poco.
—Bien —dijo él y se subió sobre ella —entonces es mi turno.
Jack la vio abrir sus piernas para su amigo y como este se enterraba en ella lentamente, suspiro. Otra vez se estaba poniendo duro, miro hacia el rostro de su mujer y sonrió al ver su expresión. Arturo se apoyó en sus brazos y piernas para no aplastarla pero aun así se enterró en ella repetidas veces. Él observó la expresión de placer de ambos y cuando ella comenzó a moverse con Arturo metió una mano entre los dos y acaricio su clítoris, Jimena se corrió enseguida y Arturo gimió siguiéndola.
Ahora estaba acostados los tres en la cama, él los tapo con una manta y atrajo a Jimena a su pecho, ella se acomodó sobre él.
—Cambiaron a mi jefa —dijo ella suavemente, Jack acaricio su cuello.
—¿Si? —preguntó Arturo.
—Sí, el tipo no está mal.
Jack se tensó al igual que su amigo, la miraron y luego entre sí.
—No está mal —repitió tenso, ella se levantó un poco y lo miró, luego a su amigo, la vio sonreír un poco.
—Me refiero a que sabe lo que hace —Jack alzo una ceja —por Dios —se quejó ella sonriendo —el hombre tiene como 70 años.
Eso relajó a Jack enseguida, y luego se sintió como un tonto. Por qué rayos pensó que a ella podía interesarle otro hombre, era un idiota por poner en duda lo que ella sentía.
Miró a Arturo y notó que seguía con la frente fruncida.
— ¿Qué? —le preguntó Jimena —no me digas que piensas que yo puedo llegar a tener algo con él —Jack notó que aunque parecía que estaba molesta no era así, esto la divertía.
Su amigo la miró y negó.
—No, a decir verdad estaba pensando que a mí también me cambiaron de jefe —ambos la miraron —mañana llega mi nueva jefa.
—Jefa —dijo Jimena, él la observó, se había tensado.
Arturo la miró y sonrió.
—Jamás tendría algo con otra persona.
—Lo sé —dijo ella, la miraron enseguida —si fuera así te arrepentirías el resto de tu vida.
Jack soltó una carcajada al oírla y ella lo miró sonriendo.
—También eso va para ti —él asintió.
—Bien, mensaje captado —ella sonrió y se acercó para besarlo.
Arturo se movió detrás de ella y la acomodó entre los dos, luego de unos minutos ella se rio suavemente, luego lo hacía con ganas, Jack miró a Arturo confundido.
— ¿Que es tan gracioso? —le preguntó.
—En serio pensaron que yo podía tener algo con mi nuevo jefe —Jack volteó sus ojos y Arturo suspiro —Dios, si el hombre apenas se mueve, es un genio pero comparados con ustedes… —ella negó divertida y Jack sonrió abiertamente.
Dios, como amaba a esa mujer. Cuentas mujeres solo se reirían ante algo así, ella era la única en ese mundo. Tomó su rostro y la besó dulcemente.
—Te amo —le dijo, ella suspiró y le sonrió.
—Igual yo —ella miró a Arturo —a ambos.
Su amigo sonrió y la besó, ella se rio un poco luego de unos segundos.
—Solo, no vuelvas a pensar algo así —ambos asintieron.
No, no lo haría. Pero eso no iba a quitar que tuviera celos al imaginar a otro hombre mirándola como ellos la habían visto. Suspiró.
Pero solo él y Arturo la tenían, nadie más.


Fin.

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