Ultimo día
Relato corto +18
Jimena suspiró y abrió sus ojos.
La luz que se filtraba por la ventana le indico que era
bastante tarde. Genial. Volvía a llegar retrasada a su trabajo. Esta vez sin
darle importancia se levantó y ducho con parsimonia. La iban a despedir, lo sabía
tan bien que ni siquiera sabía por qué iba a trabajar.
—Para ver esos dulces traseros —se dijo y
sonrió.
Si, una última vez, por última vez se iba
a dar el lujo de mirar a sus jefes y sus traseros. No había nada mejor como que
admirar la belleza en un par de hombres. Gimió. Lástima que nunca logró nada
con ninguno, ganas e intentos no le faltaron, pero quemas podía hacer.
Luego de ponerse su típico y horrible
uniforme, que consistía en una blusa blanca y una falda azul, subió a su auto y
partió a su despedida.
—Estás loca —le dijo su vecina. Jimena
miró hacia arriba para verla casi encaramada sobre la débil separación de los
cubículos.
Le sonrió.
—¿Por qué?
—Llegas tarde, no trabajas y te pones a
jugar por internet —sonrió aún mas —vas a causar que te despidan.
Ella movió una mano restándole
importancia y continúo jugando. Un poco más y pasaría su record personal.
—Señorita Jimena —dijo una voz ronca y
profunda, también muy molesta. Suspiro.
Cuantas noches había imaginado a esa
misma voz llamándola con deseo.
Lentamente se giró en su silla y se
encontró de frente con Arturo, el jefe del área de finanzas de la empresa. Sonrió
descaradamente y el hombre alto y moreno arrugó su frente aún más molesto. Dios, pensó, quería levantarse y tomar con
sus manos ese cabello negro, quería tanto ver esos ojos azules perderse mientras
ella le proporcionaba placer.
—Señorita Jimena, le estoy hablando —le
dijo él con más energía.
—Que, perdón—parpadeo y miro alrededor,
todos los observaban.
—Esto es increíble —le oyó murmurar
mientras pasaba su mano por su cabello —sígame, tenemos que hablar seriamente.
Jimena ignoró a sus compañeros y siguió
al hombre, más bien a su trasero, sonrió un poco. Quizás si se le ofrecía en la
oficina lograría que él la follara como tanto quería, era su única oportunidad,
claro, luego de eso se largaría de ahí para no volver nunca, así que, qué más
da.
Cuando él doblo por un pasillo y bajo las
escaleras arrugó su frente.
— ¿Dónde vamos? —le preguntó.
—Creo que sabe muy bien donde —le
respondió con un gruñido.
Ella volteo sus ojos. Sabía dónde iban, a
la bodega del lugar. Conocía esa parte del edificio solamente porque le gustaba
escaparse de vez en cuando para ver a su otro atormentador de sueños, que
sorprendentemente era amigo de Arturo.
Cuando llegaron al último piso y
caminaron hasta el final del lugar, donde nadie iba, entraron a una oficina
enorme para su sorpresa.
—Nunca había visto esto —le dijo mirando
alrededor.
—Me lo imagino, Jack ocupa este lugar
como oficina —Jimena camino hasta el centro y observó alrededor, luego dejo de
hacerlo al ver que Arturo cerraba la puerta y la observaba intensamente, tragó.
—¿Por qué estamos aquí? —preguntó y sintió
su boca seca.
—Creo que sabes
porque —dijo él acariciándose la barbilla un segundo —pero te daré algunas
razones —caminó hasta llegar a la mesa y se apoyó allí —primero, aquí nadie va
a escuchar todo lo que tengo que decirle con respecto a tu trabajo —se
avergonzó un poco, sabía que no era la mejor contadora del mundo, pero se
esforzaba más que nadie, no era su culpa vivir a más de dos horas de distancia
de su trabajo.
Lo miró y arrugó su frente, ese día ella
iba a renunciar, no iba a permitir que la hicieran sentir mal.
—Segundo —continuo él sin darle
oportunidades a quejarse —gracias a la privacidad que entrega este lugar nadie
va a oír el castigo que pienso darte por jugar en tus horas de trabajo y por
llegar tarde, es la tercera vez en la semana —le gruñó.
Ella se tensó y trago. Castigarla. Oír. Qué
demonios pasaba aquí.
Quizás quiere acotarse contigo, le dijo
su cerebro, ella se rio internamente, si claro. Probablemente solo quería
atormentarla. A esto podían jugar dos.
—Si claro —dijo ella y se cruzó de brazos
—quiero ver como intentas castigarme —marcó
más la última palabra.
Él alzó una ceja.
—Me estas retando, soy tu jefe —ella
soltó un bufido, no por mucho tiempo, pensó —debería atarte a este escritorio y
no dejarte salir de aquí hasta que aprendieras quien es el que da la ordenes
aquí —dijo él.
Lo miró enseguida.
—Palabras, palabras —se burló.
Lo vio entrecerrar los ojos y levantarse.
—No sabes lo que estas pidiendo —ella soltó
una suave risa.
—Apuesto mi almuerzo a que no eres capaz —él
sonrió como si nada y asintió.
—Acepto la apuesta.
Jimena lo vio avanzar hacia ella rápida y
lentamente a la vez, miles de pensamientos pasaron por su cabeza.
En verdad lo está haciendo. ¿Qué hago?, le
respondo. Lo golpeo. Le dejo hacer lo que quiera conmigo. ¿Cómo es posible que
esa horrible camisa le quede bien?, ¿Cómo
lo tendrá?, ¿Será grande, largo, ancho?, ¿Me puse desodorante?, al diablo el
desodorante. Ojala me bese. Ojala me bese y me folle. Ojala mi cerebro dejara
de pensar.
Cuando él agarro sus manos y las llevo a
su espalda antes de atraerla a su cuerpo, trago.
Sí. Sí. Sí. Sí.
—No olvides que me gusta almorzar a eso
de la una de la tarde —luego sin más la beso, lentamente, como si la probara o
le diera el tiempo de alejarlo. Como no
fue así, él pasó de besarla a devorarla. Mordiéndola, chupándola, acariciándola
con su lengua.
Gimió.
Dios, que no se detenga.
Jimena sintió que la llevaba hacia un
algún lado y no le importo, siguió perdida y feliz contra su boca. Cuando choco
con algo Arturo libero sus manos y agarro su trasero, sin ni un esfuerzo la
levanto y ella se sorprendió. La deposito sobre el escritorio.
Lo vio sonreír.
—Ahora, quiero ver que tenemos aquí —le
dijo y sintió sus dedos moverse por su espalda empujando la blusa hacia arriba.
Cuando logro sacarla desabotono solo dos botones y se la sacó por la cabeza.
Jimena observó cómo miraba su sostén
blanco de encaje. Menos mal que ese día había dejado su ropa interior de
abuelita en la lavadora. Jadeó cuando él tomo cada pecho con sus manos y los
amasó suavemente.
—Nada mal —le dijo y la miró a la cara.
Se miraron a los ojos unos segundos antes
de volver a besarse, con más pasión y entrega. Jimena fue capaz de responderle
como se debía, como tanto quería, y cumplió su sueño. Levanto sus manos y metió
sus dedos por su cabello suave, agarró su cabeza y sonrió un poco. Ahora solo
faltaba la otra mitad.
Arturo le quitó el resto de la ropa
rápidamente y se alejó un paso para verla.
—Sabes lo estúpido que me he sentido por
excitarme debido a esa falda—ella se rio un poco—cada vez que la veo termino
imaginando tu trasero.
—¿Has observado mi trasero? —le preguntó
divertida.
—De la misma manera que tú el mío —él
sonrió —probablemente más veces incluso.
Eso la hizo sonrojar un poco, no sabía que había sido tan
obvia, negó un poco y se olvidó del asunto. Sonrió y se acomodó sobre el
escritorio, lentamente abrió sus piernas y lo vio tragar, alzó una ceja.
—Aun puedo ganar la apuesta —comentó como
si nada.
—¿Qué apuesta? —dijeron desde la puerta y
se tensó.
Jack entró en la oficina y alzó su ceja al verla. Se quejó
avergonzada y se puso de pie en seguida, prácticamente saltó del escritorio.
—No puedo creer esto —murmuró mientras se
agachaba para recoger su ropa. Quizás si se vestía, salí a de allí y no decía
nada, el hecho de que él la viera en esa posición pasaría al olvido.
Unas manos detuvieron su avance, alzó la
cabeza para ver a Arturo a su lado.
—No —le dijo él y sonrió, ella tragó.
La jaló hacia arriba para atraerla a su
cuerpo.
— ¿Qué haces? —susurró nerviosa —tengo
que vestirme —él movió sus manos por su espalda manteniéndola cerca de su
cuerpo, miró sobre su hombro a Jack.
El hombre era casi un espejo de su amigo,
solo que la tenía el cabello castaño y cortó, este caía sobre sus ojos, muchas
veces había visto como la quitaba con sus manos peinándolo hacia atrás, pero está
siempre regresaba a su lugar. Ella lo miró a sus ojos y tragó. Sus ojos
castaños estaban más oscuros que otros días.
—¿Qué apuesta? —preguntó él como si nada.
—Apostamos el almuerzo —dijo Arturo
regresándola al escritorio. Lo miró fijamente y él sonrió, acaricio su mentón.
—¿Y qué tienes que hacer? —Jimena se tensó
al ver que se movía por el lugar.
—Castigarla —dijo Arturo con voz ronca,
lo miro.
—¿Y qué hizo? —preguntó Jack y lo vio parado
a su lado, apoyado en el escritorio con su muslo.
—Llego tarde de nuevo y estaba jugando en
el computador —Jack asintió como si comprendiera.
—Se lo merece —Jimena entrecerró los ojos
al oírlo y lo miró.
Jack estaba sobre ella en la escala
jerárquica de la empresa, era el jefe de la bodega y ella sabía que si le pedía
algo tenía que hacerlo, pero al oírle decir que tenían que castigarla recordó
que no pensaba quedarse allí otro día, que podía hacer lo que quisiera.
—Me lo merezco—repitió, luego soltó un
bufido y lo miro alzando una ceja, intento parecer despreocupada y negó
divertida.
—Sí, te lo mereces —dijo Arturo, lo miró —y
él me ayudara a castigarte como se debe.
Tragó al oírlo y miró a Jack, él sonreía.
—No puedo creer esto —murmuró sorprendida,
sin poder evitarlo, ambos la miraron —en verdad creen que yo voy a dejar que
ambos… —los apuntó con su mano.
Jack tomo la mano y llevó uno de sus
dedos a su boca, chupo y acaricio el índice con su lengua. Casi gimió, casi.
—Nos has estado observando demasiado tiempo
—volvió a sonrojarse —te mereces un castigo por no permitirnos hacer esto.
—Permitir… qué —repitió.
—Sí, permitir, cada vez que uno de
nosotros se te acercaba huías—él negó y tomo su rostro, Arturo no se alejó,
solo se movió un poco para que él pudiera llegar más cerca de ella.
—Solo te lo preguntaremos una vez —dijo Arturo,
lo miró —quieres seguir con esto, o quieres irte.
Ambos dieron un paso hacia atrás,
dejándola fría y sola. Los observó a ambos y la confusión lleno su cabeza por
unos segundos. Que se suponía que tenía que decidir. Irse, nadie la sacaría de
allí. Decir que no, jamás en su vida.
Acostarse con los dos, dudó. Lo quería, completamente, pero la parte gallina de
ella se resistía a eso.
No quiero ser una gallina, se dijo, no el
día de hoy.
Sonriendo suavemente se apoyó en el
escritorio, llevo sus manos a su cabello y lo liberó de su moño, este cayó
sobre sus hombros en hondas, casi tocando las puntas de sus pechos.
—Aun creo que voy a ganar la apuesta —les
dijo.
Arturo sonrió un poco y Jack negó
suavemente.
—Tiene mucho que aprender —le dijo a su
amigo, alzó una ceja y su cuerpo tembló levemente al ver acercarse a Arturo.
—Ahora —dijo él muy cerca de su rostro —vamos
a divertirnos.
Ella jadeo cuando la beso enseguida, no
con amabilidad, no con ternura. La devoro, la aplasto contra su cuerpo
demostrándole quien era el más fuerte de los dos. Ella no se quedó atrás, le devolvió
el beso, lo abrazo del cuello y se restregó contra él, ambos gimieron.
Jimena escuchó cosas caer, luego supo que
habían quitado todo del escritorio para que pudiera recostarse. Observó cómo Arturo
se desnudaba y la recostaba. La acomodo en el borde y se posiciono entre sus
piernas. Ella observó su rostro, como miraba su sexo fijamente y tembló cuando
él la acaricio con sus pulgares, abriéndola y rozándola.
El uso sus dedos para acariciar sus
labios y gimió mientras cerraba los ojos. Cuando otros dedos aparecieron sobre
ella jadeo y levanto la cabeza, Jack estaba parado al lado de su amigo
mirándola igual que él, tocándola suavemente.
—Ya está húmeda—dijo y la miro a la cara,
trago. Dos dedos entraron en ella y no supo a quién pertenecían. Estos
volvieron a salir para regresar lentamente.
Gimió.
—Tengo que follarla —dijo Arturo con voz
ronca, él se movió hacia su pantalón, miró a Jack y él le sonrió.
—Veamos como sabes.
—¿Qué? —jadeó antes de que él se lanzara
a su sexo para lamerla. Gimió y se quejó —Dios… —se estremeció cuando el chupo
su clítoris.
En verdad estaba pasando esto, se preguntó,
en verdad estaba sobre un escritorio desnuda y con un hombre entre sus piernas
y otro queriendo follarla. Arturo apareció a su lado y tomo su rostro, la giro
un poco y se agacho para besarla, gimió contra sus labios al sentir como Jack
introducía un dedo dentro de ella y la acariciaba.
Arturo acaricio uno de sus pechos y jugo
con su pezón, tirándolo y girándolo con sus dedos, abrió más sus piernas para
permitir un mejor acceso a Jack y enredado sus dedos en su cabello, luego de
unos minutos se retorció sin poder evitarlo, estaba tan cerca de correrse, sabía
que necesitaba solo de un estímulo para hacerlo. Jadeo contra la boca de Arturo
y se alejó un poco, como si él supiera lo que le pasaba bajo hasta sus pechos y
chupo uno de sus pezones mientras acariciaba el otro. Jack uso ese momento para
chupar su clítoris con fuerza y se corrió, con ímpetu, se afirmó a la mesa lo
mejor que pudo y dejó de respirar.
Cuando regresó de su experiencia abrió
los ojos y noto que ahora era Arturo quien estaba entre sus piernas, mirándola
como si esperara algo, él le sonrió suavemente y empujó su trasero más cerca
del borde.
—Mi turno —le oyó decir.
—Nuestro —dijo Jack parándose a su lado.
Ella lo miró, o más bien a su pene, que
quedaba justo frente a su cara. Miró un segundo a Arturo antes de regresar su
vista a él. Jack era un poco más ancho que Arturo, pero ambos eran
increíblemente largos. Sin pensarlo abrió la boca y los escuchó a ambos reír.
—Buena chica—le dijo Jack agarrando su
cabeza para levantarla un poco y llevar su polla a sus labios. Ella lo acaricio
con su lengua antes de tomarlo. Probó su único y delicioso sabor y lo chupó, él
gruñó al sentirla y sonrió dentro de su cabeza.
Lo afirmó con una mano mientras lo
chupaba, no cabía todo dentro de su boca y eso la frustraba levemente, aun así
intento tomarlo aún más y se concentró en relajar su garganta, trago y él
gimió. Jack acaricio su rostro mientras lo follaba. Luego de unos segundos
recordó que Arturo estaba entre sus piernas, lo miro y noto que él la observaba
fijamente.
Voyerista, pensó sonriendo
en su cabeza, solo un poco ya que se dio cuenta de que él aun no la follaba. Se
alejó de Jack hasta sacarlo de su boca y miró a Arturo, él la miró a los ojos.
—Follame —le dijo.
Lo vio alzar una ceja divertido.
—No te olvides de mí —le dijo Jack y lo
miró. Regresó en seguida a su mamada.
Como Arturo no se movía decidió
satisfacerse de otro modo, movió su mano libre hacia su sexo pero solo alcanzo
a tocarse una vez antes de que alguien alejara su mano y la afirmara. Ella se quejó
entorno a la polla de Jack y él gimió.
—Deja de torturarla —dijo Jack.
Arturo se rio.
—Bien —soltó, Jimena lo sintió moverse y
luego entrar a ella de un solo movimiento,
jadeó y apretó con su mano el pene de Jack, lo escuchó gemir.
Arturo se retiró para volver a entrar con
energía y gimió.
Sí, pensó, eso era lo que siempre había
soñado, o aún mejor, nunca los había imaginado a ambos al mismo tiempo, la
realidad superaba todo lo que varias veces había fantaseado.
Arturo siguió moviéndose dentro de ella,
podía sentir como la llenaba completamente, como su gloriosa polla se retiraba
dejándola vacía y luego la llenaba dándole un golpe de placer abrumador, sentía
como las manos de él la afirmaban de su cadera, como sus dedos se clavaban en
su piel, podía escuchar sus gruñidos y gemidos. Sí, su imaginación era pobre en
comparación a esto. Más aun con Jack en su boca, eso era casi tan placentero
como lo que le hacía Arturo, había algo dentro de ella que se vanagloriaba y le
daba un sensación de poder cada vez que lo escuchaba gemir, era ella quien le
estaba dando placer, quien provocaba que ambos hicieran eso sonidos.
Arturo comenzó a moverse más rápido,
moviéndola levemente en el escritorio, Jack agarro su cabeza para afirmarla y
se movió como quería, enterrándose en su boca. Lo dejo hacer y solo se concentró
en no ahogarse.
Arturo aumentó sus embistes, goleando
algo dentro de ella que ni siquiera sabía que tenía, se iba a correr, otra vez,
podía sentirlo, este iba a ser más grande que el anterior. Y cuando paso, grito
contra la polla de Jack, convulsiono y apretó su sexo atrapando a Arturo, luego
de eso no supo de nada y se encontró en un maravilloso lugar unos segundos
antes de regresar a su cuerpo. Suspiró y abrió los ojos.
Arturo y Jack la observaban fijamente.
—¿Estas bien? —le preguntó Arturo
preocupado, sonrió como boba.
—Guau—le dijo, ambos suspiraron.
—Te desmayaste —le dijo Jack y acaricio
su rostro, siguió sonriendo.
—¿En serio? —preguntó divertida, él
asintió y también sonrió.
Arturo se paró al lado de Jack y lo miró.
—En serio estas bien —ella notó que
estaba levemente preocupado, asintió y la ayudaron a sentarse.
—Sí, estoy muy bien —dijo, tomó su cabeza
y lo acerco para besarlo, se congelo un segundo al recordar que Jack se había
corrido en su boca, arrugó su frente dentro de su cabeza y tuvo el leve
recuerdo de que había tragado, se preguntó cómo había hecho eso sin darse
cuenta.
Arturo la besó intensamente, enterrando
su lengua en boca. Suspiró, bien parecía que no le importaba en lo más mínimo.
Cuando él la dejó, la boca de Jack apareció sobre la suya, la besó con la misma
intensidad que Arturo, solo que él la dejó para llegar a su oído.
—Ahora es mi turno —murmuró él. Ella
jadeó.
—¿Qué? —preguntó enseguida, él abrió la
boca para hablar pero el teléfono los interrumpió, arrugó su frente y luego se quejó.
Ella lo vio tomarlo y hablar.
—¿Si? —preguntó serio —lo sé, aún estoy
en mi hora de almuerzo —él la miro y sonrió, luego arrugó su frente —porque
esto no me sorprende —volteó sus ojos —bien, estaré ahí en 15 minutos —colgó.
—¿Problemas? —preguntó Arturo, él se encogió
de hombros.
—Nada que no pueda arreglar.
Comenzó a vestirse, Jimena se bajó del
escritorio y se tambaleo levemente, ambos la tomaron de sus brazos para
ayudarle, les sonrió.
—Gracias —dijo.
Continuaron vistiéndose y ella los miro.
La tristeza la embargo enseguida. No iba a volver a verlos, a ninguno de los
dos.
Era una tonta, pensó, el
acostarse con ellos una vez no mejoraba nada en su vida, ahora sería más
miserable porque sabría lo buenos que son y jamás los volvería a tener, era
mejor no saber nada y vivir en base a fantasías.
Se giró para darles la espalda y se visto
rápidamente, tenía que llegar a su oficina, sin romperse, hacer una carta de
renuncia y luego irse de allí. Llevó sus manos a su cabeza para masajear sus
sienes, estaba teniendo un dolor de cabeza. Pero no iba a dar marcha atrás, tenía
que irse, o quizás no, le dijo una parte dentro de sí, esa parte que quería
volver a desnudarse y lanzarse sobre los dos como gata en celo, la pateo por no
ayudarla y luego negó. No, tenía que irse. Como los miraría mañana si se
quedaba, suspiró y maldijo.
—Estúpida carta —murmuró maldiciendo lo
que tenía que hacer.
—¿Qué carta? —le preguntó alguien.
—La de renuncia —soltó sin pensar.
Al darse cuenta de lo que había hecho se tensó
y miró a su lado.
Jack era quien le había preguntado,
estaba justo a su lado, completamente vestido. Eso no impidió que lo deseara de
nuevo. Lo miró a los ojos unos segundos antes de limpiarse la garganta y
alejarse un paso de él.
—¿Qué carta de renuncia? —le preguntaron
desde su espalda y choco contra Arturo, lo miró y se movió para que ambos
quedaran frente a ella, miró hacia la puerta de salida y luego de regresó a
ambos hombres.
Ellos esperaban su respuesta.
—Mm —se limpió la garganta de nuevo y
volvió a mirar a la puerta.
Solo tenía que irse de ahí, podía mandar
la carta de renuncia por correo, no era lo mejor pero le evitaba el tener que
hablar con alguien sobre eso.
—Jimena —dijo Arturo molesto —¿qué carta
de renuncia?
Ella suspiró y cruzó sus brazos, sin
mirar les dijo a ambos.
—Voy a renuncia al trabajo hoy —ninguno
dijo nada, luego de unos segundos levantó la vista y los miró.
Jack tenía la frente fruncida y Arturo la
boca abierta por la sorpresa.
—¿Cuándo pensabas decírmelo? —le preguntó
Arturo.
—Cuando te entregara la carta —le dijo, él
entrecerró los ojos y ella regresó su vista a la puerta. Quería irse, pero al
mismo tiempo no, era tan raro.
—¿Por qué vas a renunciar? —le preguntó
Jack más calmado, lo miro y apretó los labios —es por lo que acabamos de hacer.
—No —soltó ella enseguida, se arrepintió,
si era por eso, pero no ahora, un poco. Llevó sus manos a su cabeza, ese dolor
de cabeza no se iba —bueno, un poco —murmuró.
—¿Te molesto lo que hicimos? —le pregunto
él —te sentiste obligada a hacerlo —ella jadeó sorprendida.
—No, claro que no —negó un poco—quiero
decir que no me molestó y no me sentí obligada, para nada —él asintió un poco.
—¿Entonces? —le preguntó —debes decirnos
el motivo, más aun ahora —apretó los labios y miro a Arturo que seguía con la
frente fruncida.
—Yo —tragó —solo…ya sabía que iba a
renunciar, de antes de que pasara esto —apuntó con su mano el escritorio —solo,
creo que es mejor que renuncie —miro a Jack y Arturo —tú mismo dijiste en la
mañana que es la tercera vez que llego tarde —negó y suspiró —simplemente este
trabajo no es para mí.
Arturo apretó los labios y Jack asintió
un poco, lo miró.
—¿Qué piensas? —le preguntó su amigo.
—Que tiene razón —Jimena entrecerró los
ojos y se paró derecha —si vamos a seguir con esto no podemos seguir trabajando
todos aquí, nos daría muchos problemas —Jimena arrugó su frente y Jack asintió.
—Sí, también lo creo.
—¿Qué? —preguntó ella enseguida, de qué
demonios hablaban.
La miraron enseguida, Jack sonrió y
Arturo llego a su lado, se negó a sentirse intimidada, o excitada, o
necesitada, mejor dicho se negó a que él se diera cuenta de eso.
—¿Qué piensas de los tríos? —le preguntó él
como si nada.
—¿Qué? —él alzo una ceja y espero.
Maldita sea, pensó ella, qué demonios
quería—pues que son…divertidos —soltó.
Divertido, la regaño su cabeza, que falta
de vocabulario, pues lo son, se defendió ella.
Arturo sonrió y Jack llego a su lado, más
bien a su espalda atrapándola entre ambos hombres, ambos se movieron hasta que
se sintió como un jamón entre dos panes, tragó.
—¿Solo divertidos? —le preguntó Jack en
su oído, se estremeció.
—No sé qué quieren que diga —soltó,
Arturo levanto su rostro.
—Sí, son divertidos—dijo él—pero quiero
saber qué piensas de ellos a largo plazo.
—Un trio a largo plazo —murmuró —¿una
relación de tres? —preguntó, él asintió. Jimena abrió y cerró la boca como un
pez fuera del agua varias veces, no podía ser cierto —tú quieres decir que
nosotros… —no supo cómo decirlo.
Jack rio detrás de ella, lo miró.
—Sí —dijo él —lo que Arturo quieres decir
y saber, es si estas dispuesta a tener esa relación con nosotros.
—¿Yo? —santa Macarena, había muerto y estaba
en el cielo, el orgasmo le había provocado un paro cardiaco y no se había dado
ni cuenta.
—Te hemos estado observando por bastante
tiempo —le dijo Jack.
Tragó.
—Nos dimos cuenta de que nos gustas a
ambos de igual forma —dijo Arturo —y hemos sido amigos desde niños, siempre
compartimos todo.
—¿Quieren compartirme? —le preguntó aún más
sorprendida.
—Solo si tú quieres —dijo Jack.
Lo miró. Eso quería decir que si decía
que no tenía que elegir a uno, o quizás ninguno, pero si decía que sí los
tendría a ambos, a ambos, repitió su cabeza, guau.
—Nunca había estado con dos hombres —les
dijo —a ustedes no les molestaría —ambos negaron seguida. Arturo afirmó su
rostro y la hizo mirarlo.
—Pero solo seriamos nosotros, esto es
igual que una pareja, en todo sentido, solo que seriamos tres en vez de dos.
—Tengo que pensarlo —soltó.
Él alzo una ceja, Jack volvió a reír
detrás de ella.
—¿En serio? —le preguntó.
Al carajo, claro que no, pensó
ella. ¿Qué tenía que pensar?, que iba a tener a ambos hombres para ella solita,
a ambos dándole placer, a ambos acostándose con ella. Aunque la idea la hacía
sentir increíblemente bien, faltaba algo.
—¿Esto es solo sexo? —preguntó enseguida.
Ambos se tensaron.
—No —dijo Jack serió y lo miró.
—No —dijo Arturo y lo miró —claro que no —él
acaricio su rostro con delicadeza —sería una relación, como cualquier otra, no
solo te deseamos —le dijo el con sinceridad —también queremos estar contigo.
Ella se relajó enseguida. Pues así, era
mejor que solo sexo.
Sonrió, probablemente como una tonta, y
asintió.
—Está bien —dijo, ambos sonrieron —no sé dónde
nos lleve esto, pero quiero intentarlo.
—Eso está muy bien —dijo Jack depositando
un beso en su cuello, suspiro.
—Más que bien—dijo Arturo besándola en la
boca.
Mejor que bien, pensó ella
sonriendo dentro de sí.
Arturo se alejó y le dijo.
—Quiero mi almuerzo en mi oficina lo
antes posible —ella abrió la boca sorprendida y luego negó.
—Bien —dijo evitando reírse. Que
importaba un almuerzo, se dijo.
Unos años después.
Jack gimió y agarró la cintura de Jimena
para ayudarle a montarlo, aunque sola lo hacía increíblemente bien. Estaba muy
cerca de correrse y necesitaba que ella lo hiciera primero. Movió una de sus
manos hasta su vagina y acaricio sus labios mientras ella se movía, luego de
humedecer sus dedos se movió hacia su trasero y enterró uno de sus dedos en su
ano con cuidado, ella gimió y eso lo hizo sonreír. Luego de unos minutos de
follar su culo con delicadeza movió su otra mano hasta su clítoris y lo tocó,
ella jadeo enseguida.
—Córrete —le dijo con voz ronca.
—Aun no —dijeron desde la puerta y ambos
miraron en su dirección. Arturo estaba parado allí, apoyado en el marco de la
puerta cómodamente.
—¿Cuándo llegaste? —le preguntó Jimena.
—Hace unos minutos —Jack gruñó y Jimena
lo miró enseguida, le sonrió y se movió levemente contra él. Gimió.
Ella regreso a su ritmo anterior y él
siguió acariciándola.
—Necesito… —jadeó ella.
Él movió su cadera para hundirse más
profundamente en su cuerpo.
—No dejes que se corra —le dijo Arturo,
lo vio acercarse y desnudarse rápidamente.
—No —jadeo Jimena al oírlo —quiero
correrme.
Jack ignoro a su amigo y aumentó su
caricia hasta que ella grito y convulsiono sobre él, con un gruñido ronco la
siguió casi enseguida. Ella cayó sobre su pecho y la abrazo. Cuando se recuperó
miró a Arturo quien tenía la frente arrugada.
—Lo siento amigo —le dijo —pero la señora
manda.
Él volteó sus ojos pero sonrió un poco.
Arturo se movió hacia ellos y ambos la acostaron en su cama, ella suspiró y los
miró sonriendo.
—¿Cómo te sientes cariño? —le preguntó
Arturo enseguida tocando su vientre levemente hinchado. Jack la miro a la cara
esperando su respuesta.
—Estoy bien —dijo ella un tanto molesta,
sonrió por eso—tengo cuatro meses de embarazo, puedo seguir haciendo esto hasta
el día antes del parto.
Jack se rio y Arturo sonrió un poco.
—Bien —dijo él y se subió sobre ella —entonces
es mi turno.
Jack la vio abrir sus piernas para su
amigo y como este se enterraba en ella lentamente, suspiro. Otra vez se estaba
poniendo duro, miro hacia el rostro de su mujer y sonrió al ver su expresión.
Arturo se apoyó en sus brazos y piernas para no aplastarla pero aun así se enterró
en ella repetidas veces. Él observó la expresión de placer de ambos y cuando
ella comenzó a moverse con Arturo metió una mano entre los dos y acaricio su
clítoris, Jimena se corrió enseguida y Arturo gimió siguiéndola.
Ahora estaba acostados los tres en la
cama, él los tapo con una manta y atrajo a Jimena a su pecho, ella se acomodó
sobre él.
—Cambiaron a mi jefa —dijo ella
suavemente, Jack acaricio su cuello.
—¿Si? —preguntó Arturo.
—Sí, el tipo no está mal.
Jack se tensó al igual que su amigo, la
miraron y luego entre sí.
—No está mal —repitió tenso, ella se levantó
un poco y lo miró, luego a su amigo, la vio sonreír un poco.
—Me refiero a que sabe lo que hace —Jack
alzo una ceja —por Dios —se quejó ella sonriendo —el hombre tiene como 70 años.
Eso relajó a Jack enseguida, y luego se
sintió como un tonto. Por qué rayos pensó que a ella podía interesarle otro
hombre, era un idiota por poner en duda lo que ella sentía.
Miró a Arturo y notó que seguía con la
frente fruncida.
— ¿Qué? —le preguntó Jimena —no me digas
que piensas que yo puedo llegar a tener algo con él —Jack notó que aunque
parecía que estaba molesta no era así, esto la divertía.
Su amigo la miró y negó.
—No, a decir verdad estaba pensando que a
mí también me cambiaron de jefe —ambos la miraron —mañana llega mi nueva jefa.
—Jefa —dijo Jimena, él la observó, se
había tensado.
Arturo la miró y sonrió.
—Jamás tendría algo con otra persona.
—Lo sé —dijo ella, la miraron enseguida —si
fuera así te arrepentirías el resto de tu vida.
Jack soltó una carcajada al oírla y ella
lo miró sonriendo.
—También eso va para ti —él asintió.
—Bien, mensaje captado —ella sonrió y se acercó
para besarlo.
Arturo se movió detrás de ella y la
acomodó entre los dos, luego de unos minutos ella se rio suavemente, luego lo hacía
con ganas, Jack miró a Arturo confundido.
— ¿Que es tan gracioso? —le preguntó.
—En serio pensaron que yo podía tener
algo con mi nuevo jefe —Jack volteó sus ojos y Arturo suspiro —Dios, si el
hombre apenas se mueve, es un genio pero comparados con ustedes… —ella negó
divertida y Jack sonrió abiertamente.
Dios, como amaba a esa mujer. Cuentas
mujeres solo se reirían ante algo así, ella era la única en ese mundo. Tomó su
rostro y la besó dulcemente.
—Te amo —le dijo, ella suspiró y le
sonrió.
—Igual yo —ella miró a Arturo —a ambos.
Su amigo sonrió y la besó, ella se rio un
poco luego de unos segundos.
—Solo, no vuelvas a pensar algo así —ambos
asintieron.
No, no lo haría. Pero eso no iba a quitar
que tuviera celos al imaginar a otro hombre mirándola como ellos la habían visto.
Suspiró.
Pero solo él y Arturo la tenían, nadie más.
Fin.
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