Capitulo 2
Un día después de que los gemelos partieran en su
viaje Jenna observaba la televisión y un libro sobre leyes que le habían
regalado. Últimamente se había interiorizado en la política de nuevo Edén.
Levantó la vista cuando Sebastián se sentó lejos de
ella, en otro sofá. Ella sabía porque lo hacía, también lo sentía cuando
estaban cerca.
Él la evitaba de esta forma porque la tensión sexual
entre ambos estaba creciendo rápidamente. Jenna no podía estar en la misma
habitación que él sin imaginar todo lo que querría hacerle. Y la mirada de
Sebastián hacia ella le decía que le pasaba lo mismo. También sabía que él no
daría el primer paso, algo le indicaba que esperaba, como esperaron los
gemelos, que ella se metiera en su habitación.
Cuando Sebastián suspiró, cerró los ojos y apoyó su
cabeza en el respaldo del sofá dejo de pensar.
Al
carajo, se dijo. Quería esto y lo quería ahora.
Jenna se puso de pie. Sebastián siguió igual. Se
acercó a él y se detuvo entre sus piernas. Sin perder de vista su rostro se
desnudó. Con él se sentía más nerviosa, más temerosa de su rechazo, poco
probable, o de que no resultara como esperaba.
Tienes
que probar, se dijo, intentarlo siquiera.
Jenna se inclinó hacia él y tomó su rostro entre sus
manos. Sebastián la miro enseguida y justo antes de que el dijera algo lo beso.
Gimió cuando él la recostó en la alfombra. Se
estremeció cuando agarró sus manos y las llevó sobre su cabeza, cuando le
ordenó dejarlas allí. Pero al ver que se arrodillaba y comenzaba a desnudarse
se levantó y le ayudo. Luego de quitarle su camiseta acarició su pecho, el
suave y oscuro bello allí. Se movió hacia los músculos en su estómago y se
detuvo sobre el pantalón. Jenna le pidió que se pusiera de pie y le ayudo a
salir de ellos.
Luego, al tenerlo frente a su boca lo acaricio con sus
manos. Sebastián era más grande que los gemelos, más ancho. Ella había
fantaseado con que sería así, algo se lo había dicho.
Recorrió con su lengua la piel caliente y suave, y lo
chupó para sentir su sabor.
Gimió, al igual que el al sentirla.
—Basta —gruñó Sebastián —no ahora —le oyó decir y se
recostó enseguida en el suelo.
Sebastián la observó unos segundos antes de acomodarse
sobre ella. Él observó sus ojos mientras ingresaba a su cuerpo lentamente.
Jenna abrió la boca al sentirlo empujar y tomó aire para relajarse. Luego gimió
cuando él la dejo y volvió a penetrarla.
Sebastián la torturó de esta, entró y salió de su
cuerpo, se restregó contra ella, y lo volvió a hacer. Cuando ella lo besó y se
movió contra sus empujes, pidiéndole silenciosamente que la tomara de una vez,
hasta que él afirmó su rostro y la alejó.
Gimió al saber y sentir que él la follaba sin dejar de
ver su rostro. Sin perderse ni una sola expresión de su cara. Él aumentó el
ritmo y lo abrazó con sus piernas.
—Sebastián —susurró.
Él empujó con más energía mandando un estremecimiento
por su espalda. Jenna se afirmó de lo que encontró, que fue el sofá, para no
alejarse de él. Y cuando se corrió, cerró los ojos con fuerza y gritó.
Sebastián no se detuvo ni un segundo. Sus empujes se volvieron más
desesperados, más erráticos entre sí, como si ya no se controlara. A veces era
rápido y otras lento, profundo y superficial.
Cuando él se corrió y gruño contra su oído, gimió. Su
cuerpo la sorprendió al imitarlo y volverse a correr, como si el solo hecho de
que el alcanzara su liberación la llevara a la suya.
Segundos después ambos jadeaban, aun unidos y sobre la
alfombra. A Jenna le dolía un poco la espalda, debido de la fricción contra la
tela de la alfombra. Se rio suavemente al imaginar que probablemente su piel
estaría roja unos días a causa del sexo.
—¿Qué? —susurró él contra su cuello.
Jenna acaricio su cabello negro y su espalda, recorrió
con sus dedos la suave capa de sudor.
—Hagamos esto de nuevo —Sebastián la miró —pero sobre
una cama —sonrió —mi espalda no resistirá otra ronda como esta.
Él se alejó un poco y arrugó su frente. Jenna siguió sonriendo
al ver su expresión. Luego jadeo cuando él se movió rápidamente y la giró
contra el suelo. Cuando observó la alfombra bajo si arrugó su frente.
—Tu piel se irritó —dijo él preocupado y sintió sus
dedos recorrer su espalda, siguiendo un patrón.
—Pasará, no es nada —murmuró.
Sebastián se recostó sobre ella sin llegar a
aplastarla y le dijo a su oído.
—Tengo algo que te ayudara —él movió su cadera contra
su trasero, Jenna gimió —así podremos hacerlo de nuevo.
Cuando él volvió a empujar Jenna lo imitó y abrió más
sus piernas.
—Y si primero lo hacemos así —jadeó.
Él gimió y la acaricio unos segundos, luego beso su
cuello y hombro mientras ingresaba a su cuerpo, con más confianza esta segunda
vez.
—Me quieres así —gruñó él.
Se movió contra ella.
Jenna gimió.
—Dímelo.
—Sí —murmuró.
—¿Te gusta?—él metió una mano bajo su vientre y la
alzó una poco. Gimió al sentirlo tan profundamente.
—Sí —susurró y cerró los ojos.
—¿Cuánto?
—Mucho.
Sebastián mordió su hombro y por una extraña razón eso
la encendió más.
—Entonces no vuelvas a hacerme esperar —ella gimió un
tanto confundida por sus palabras pero más por sus empujes, lentos y profundos
—me canse de oírte hacer el amor con uno de los gemelos sabiendo que no podía
tocarte.
—¿Qué? —preguntó, él la calló al acariciar su nudo.
—Dímelo Jenna —gruño él —dime que no volverás a
hacerme esperar.
Ella gimió e intentó concentrarse. No lograba
comprender sus palabras.
—Solo dilo.
—Nunca más —jadeó y él gimió.
Sebastián la llevó a otro orgasmo y la siguió
enseguida. Unos minutos después la cargó a su habitación y se recostó a su
lado. Jenna suspiró y se acomodó contra él.
Ahora
todo estaba en su lugar, pensó ella antes de caer dormida
bajo las caricias de Sebastián.
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