Capitulo 4
Un dolor intenso despertó a Jenna. Supo enseguida que algo estaba mal cuando notó que todo a su alrededor estaba demasiado oscuro para ser de noche. A demás, ella siempre dormía con las ventanas abiertas en su departamento y eso, siempre le daba un poco de luz.
Cuando recordó que no estaba en su casa, peor, que había estado en la selva buscando a su amiga cuando un grupo de hombres las atacó, se quejó. Algo le decía que estaba en serio problemas.
Se movió suavemente y notó que estaba sobre una dura cama. Luego de sentarse y llevar sus manos a su cabeza intentó ver algo a su alrededor.
Fue imposible, estaba en la absoluta penumbra.
—Rayos —murmuró y se puso de pie, camino hasta chocar con la pared y se guió con ella para tener una idea de donde estaba.
Luego de unos minutos supo que era un cuarto pequeño, con solamente una puerta, cerrada firmemente y una cama.
No se había topado con ningún interruptor ni ventana.
Estaba encerrada en ese lugar y completamente sola. Ahora, no solo Bárbara había desaparecido, si no sus amigas, y ella.
—Quizás —murmuró.
Quizás eso le había pasado a su amiga, se había encontrado con ese grupo de hombres y la habían raptado. Pero si era así, ¿por qué nunca habían pedido rescate ni nada? Se supone que eso hacían estos hombres, no. O quizás… se estremeció.
¿Qué pasaría si ellos no eran de los que pedían rescate, o peor? Había escuchado historias lo suficientemente malas sobre trata de blancas.
Dios, esperaba que fueran de los que pedían rescate.
Jenna esperó horas a que alguien apareciera, le explicara porque estaba en ese lugar y le dijera dónde estaban sus amigas. No estaba acostumbrada a nos saber lo que pasaba alrededor. Ella era una mujer que levantaba el teléfono y se enteraba enseguida de que pasaba en el rincón más alejado de su compañía. En esa habitación se sentía inútil, y eso no le gustaba.
Cerca de una hora después, la puerta por fin fue abierta. Jenna cubrió sus ojos enseguida ante la brillante y molesta luz. Pasaron segundos antes de poder ver algo, y ese algo, era el mismo hombre de antes.
Matt.
Ella apretó la mandíbula y esperó.
—¿Espero que estés cómoda? —le preguntó él y sonrió.
—Bueno, lo estoy, aunque cabe decir que la vista deja bastante que desear, y la comida igual—lo miró y alzó una ceja —espero que eso mejore.
El hombre siguió sonriendo.
—Lo lamento pero por la vista no puedo hacer nada, pero por la comida, eso depende de ti —soltó un bufido.
—Claro, apenas salga de aquí pondré un reclamo a la administración —movió su mano como restándole importancia —y no esperen que recomiende este lugar.
El hombre entrecerró los ojos y ella solo sonrió.
Conocía a los de su calaña. Fingían ser buenos cuando eran todo lo contrario y posiblemente no les gustaba ser la burla de nadie. Ella podía sacar de sus casillas a cualquiera.
Él camino alrededor del cuarto y Jenna observó el pasillo fuera. La pared era idéntica a la de la habitación.
—Ya que estas de tan buen humor, creo que lo adecuado será mostrarte tu nuevo hogar —lo miró enseguida, tensa como un arco mientras fingía que sus palabras no significaban nada.
—Mi nuevo hogar, quien dice que me quedare.
Se miraron a los ojos.
—Bueno… yo —él sonrió —hagamos esto rápido.
Jenna se cruzó de brazos esperando, y para ocultar el hecho de que su manos temblaban.
—Tú ya no estás en la tierra, tu planeta —mierda, piensa enseguida, el hombre está loco —por eso mismo aquí no rigen ninguna de sus leyes. Ahora me perteneces, tú y tus amigas, y más les vale hacer todo lo que les diga si quieren que las cosas salgan bien.
Lo miró incrédula.
—Esto es enserio —se puso de pie —de verdad crees que voy a… hacer lo que digas simplemente porque sí.
Él suspiró como si estuviera hablando con una niña.
Fue en ese segundo que escuchó un ruido y observó enseguida a dos hombres pasar por el pasillo, abrió los ojos sorprendida al ver que uno de ellos cargaba a una mujer sobre su hombro. Luego, una puerta fuera abierta y unos segundos después cerrada.
Los hombres aparecieron al otro lado de la puerta y esperaron.
Lo miró.
—Por ahora, te quedaras aquí hasta que decida que puedes salir —con eso salió y la dejo de nuevo en la oscuridad.
Jenna llegó enseguida a la pared frente a ella y pegó su oreja a esta. Intento oír algo pero no lo logró, no había ni un simple sonido, nada.
Quejándose suavemente apoyó su frente en la pared. ¿Qué estaba pasando? Se preguntó. No eran las únicas mujeres allí, al parecer esto era algo común para ellos. Raptar mujeres no les significaba nada.
Volvió a quejarse y regresó a su cama. Suavemente se acostó en ella y abrazó sus piernas.
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