Capitulo 5
Cuando la puerta fue abierta de nuevo saltó de la cama lista para cualquier cosa. Había tenido una pesadilla y hacía horas que estaba despierta, esperando a ese horrible hombre e imaginando todas las cosas más dolorosas que deseaba hacerle.
Por suerte había logrado pensar un poco, y sabía, que la único que podía hace era: primero, salir de esa habitación; segundo, buscar a sus amigas; tercero observar ese lugar; y por último, encontrar una salida. Y era exactamente eso lo que iba a hacer.
Solo que no esperó ver a una mujer un poco más alta que ella allí, ni tampoco se preparó para esa mirada vacía. Se estremeció.
—Debes venir conmigo —dijo ella suavemente, luego de eso se giró y salió de la habitación.
Jenna solo dudó un segundo y lo hizo.
Mientras la seguía, observó el pasillo sin un solo mueble o cuadro, o lo más importante, ventana. Solo había muchas puertas a su alrededor, y algo le decía que sabía muy bien quienes se quedaban allí.
Bajaron las escaleras en absoluto silencio hasta que atravesaron unas puertas y se detuvieron. Jenna observó la cocina a su alrededor. Una enorme cocina, pensó.
—Mm —murmuró la tímida mujer —fuiste relegada a este lugar por ahora.
Alzó una ceja.
—¿Y qué les hace pensar que simplemente me quedaré aquí? —la mujer solo la observó.
—Es mejor que lo hagas si no quiere tener problemas —apuntó una escoba a un lado.
Con eso comenzó a alejarse.
—Espera —le dijo e intentó llegar a ella, se congeló cuando la mujer casi salto lejos al tenerla tan cerca —lo siento —le mostró ambas manos —mira, yo solo quiero entender que pasa aquí, ¿dónde estamos? ¿dónde están mis amigas?
Ella negó enseguida.
—No estás en la tierra.
No, se quejó, otra.
—Vamos, ¿en serio? —no podía creerse esa tontería.
—No lo estas, es mejor que lo aceptes ahora, que no… luches —terminó por decir.
Luego miró alrededor y se alejó.
Jenna no supo cómo detenerla, a decir verdad ni siquiera sabía que decir. La expresión de esa mujer la dejo muda, no solo por la tristeza que cargaba, sino porque al parecer ella en verdad creía lo que le decía.
Suspiró luego de unos segundos.
Lo mejor era dejarse llevar por la marea un tiempo, solo así podría saber en verdad que pasaba en ese lugar. Por eso mismo solo se movió hacia una pared y tomó una escoba, levantó la vista y observó a la mujer a la mujer unos segundos, ella desvió su mirada y comenzó a cocinar.
Solo la observó unos segundos pensando que ella no le servía para nada, luego se puso a trabajar.
Los días pasaron iguales para Jenna.
Siempre tenía que limpiar la cocina, y además de la mujer y Matt, jamás se encontró con alguien. Como siempre, día tras día, le preguntó a la mujer por sus amigas, ella nunca le dijo nada. Esta la estaba comenzando a desesperar.
Lo único que veía de la casa era el minúsculo cuarto que era su habitación, el pasillo, el baño y esa cocina. Tenía la impresión de que intentaban romper su paciencia, alguien quería que estallara e hiciera un escándalo y casi lo hace cuando, al tercer día, se encontró con que la mujer que siempre la acompañaba, tenía un corte en el labio y otro en su mejilla.
—¿Qué? —jadeo incrédula, más que eso, harta.
La mujer solo observó el piso y se movió hacia la puerta.
—Espera —la llamó.
—Debo ir por otra mujer —Jenna se detuvo enseguida. Quizás esa otra mujer era una de sus amigas. Solo por eso la dejo atravesar esa puerta y dejarla sola.
Esa mujer ya estaba rota, ¿Por qué alguien querría hacerle más daño del que ya tenía? ¿Qué podría haber causado eso?
Minutos después la puerta se abrió y jadeó al ver a la mujer allí.
—Bárbara —prácticamente chilló. Esta miró en su dirección enseguida y se arrojó hacia ella para abrazarla.
—Jenna —jadeó la mujer sorprendida, sintió sus manos en sus hombros mientras la alejaba.
No podía creer que esto estaba pasando, de todas las personas, debía admitir que había perdido la esperanza de encontrarla, pero ahora, al verla allí, sintió que un peso había desaparecido de su pecho.
—Cómo... ¿qué haces aquí? —le preguntó ella. Jenna observó a la otra mujer.
—No lo sé, no sé dónde estamos o qué hacemos aquí.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Tres o cuatro días —Bárbara negó. —Hace meses que no sabíamos nada de ti, te buscamos y no sé cómo aparecimos aquí, un grupo de hombres nos capturó y luego… —negó —aun no logro entender. —Su amiga gimió y la observó extrañada.
Algo le decía que Bárbara si sabía lo que pasaba aquí.
—¿Las demás? —preguntó enseguida.
—Nos separaron, no las he visto —Bárbara negó y miro a la otra mujer. Jenna la observó llegar a ella y detenerse cerca.
—Tu sabes dónde estaba, no es cierto —como la mujer dio un paso hacia atrás, su amiga la siguió—dímelo, son mis amigas.
—Debemos trabajar —dijo ella muy bajito.
Jenna suspiró al oírla, ella ya lo había intentado y sabía que nada daba resultado. Se negó a seguir guardando silencio y justo cuando quiso hablar Bárbara se adelantó.
—¿Qué pero qué pasa aquí? —observó a la mujer negar —¿tú tienes asignados? —le preguntó Bárbara.
Arrugó su frente ante la pregunta y luego se sintió más confundida al ver como la mujer se estremecía viviblemente.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —como la mujer se negaba a hablar Bárbara se movió más cerca —dímelo —exigió.
Jenna observó a Bárbara unos segundos un tanto extrañada. Desde cuando ella era así, tan… segura. ¿Qué le había pasado a su amiga para que decidiera enfrentarse a otros? La conocía lo suficiente para saber que tanto ella como Anais evitaban las discusiones muy bien, y Bárbara tenía cierta facilidad para hacerlo, acostumbrada a cuidar de niños tenía un don para tranquilizar a otros.
—Dos semanas —susurró la mujer luego de unos segundos. Las observó.
—Tenemos que escapar —dijo Bárbara, eso ella ya lo había pensado —tenemos que regresar.
—No puedo, ellos me… —la mujer miró a su amiga —ellos me tocaron. —Bárbara se estremeció y Jenna comprendió que no era solamente eso, se sintió mal por ella y culpable al haber pensado que no servía para nada —ya no sirve que regrese.
¿Qué tenía eso que ver con salir de ese lugar? Se preguntó.
—No —dijo Bárbara con energía, casi con fervor —no pienses así.
—Bárbara, ¿Qué pasa? ¿Dónde estamos? —le preguntó enseguida.
Bárbara la miró tensa, asustada.
—¿Te han tocado? —le preguntó, la miró confundida —lo han hecho, ¿te han tocado? ¿han abusado de ti?
—No —susurró inquieta —solo me mandaron aquí, ¿qué pasa?
—Te lo explicaré cuando salgamos de aquí.
Casi se quejó por eso, quería saber ahora qué pasaba aquí, no luego.
—No los veras —le dijo la mujer, ambas la miraron —tú también los tienes —ella asintió —olvídate de ellos, no los volverás a ver —Bárbara volvió a estremecerse.
—Lo haré —le aseguró —los volveré a ver.
—Yo pensaba así, llevo dos semanas aquí —Jenna observó la lagrima y apretó la mandíbula.
Era horrible, lo sabía, considerando lo que estaba pasando a su alrededor. Pero siempre, desde que era una niña, que odiaba esa muestra de debilidad. Por eso mismo no lloraba, nunca, y detestaba que otros lo hicieran delante de ella. La hacían sentir incomoda y débil.
—Si me toma un maldito año, saldré de aquí, regresaré con ellos.
—No te querrán —dijo temblando —no te quieren cuando otro te ha tocado, cuando…
—No lo sabes —continuó Bárbara, la mujer la miró —no sabes si es así, ellos te tienen prisionera, no es lo mismo, no es que tú los quieras, los desees, no es lo mismo —murmuró al final, casi para sí misma. —Tenemos que salir de aquí —la observó —tenemos que buscar a las demás.
Ella asintió y tomó aire para relajarse.
—Las mataran —les dijo la mujer.
—Entonces así será —dijo Bárbara molesta, tragó —dime dónde están las otras, llévame con ellas —la mujer se alejó —por favor —le pidió su amiga —por favor ayúdame.
Jenna observó como la mujer se alejaba asustada, no quería ayudarles, no si no la obligaban de alguna manera.
—Por favor ayúdame a sacarlas de aquí —rogó Bárbara —ellas ni siquiera tienen asignados, tú sabes lo que significa tener eso, algo así —dio un paso en su dirección —no permitas que le quiten eso, o por ultimo hazlo por ti misma, si logramos irnos serás libre.
La mujer la miró unos segundos como si procesara las palabras. Jenna no entendía nada de lo que decía y prefirió no hablar, no fuera que algo que saliera de su boca terminara por convencerlas de que no les ayudara.
—Llévanos con las demás —dijo Bárbara.
—No ahora —le contestó —tenemos que cocinar, si no nos ven aquí nos buscaran, tiene que ser al medio día, cuando ellos salgan —Bárbara asintió.
—Está bien, entonces hagamos esto.
Jenna se movió por la cocina sin vigilar mucho lo que hacía. Tenía la sensación de estar en la dimensión desconocida, para ella, porque para esa mujer y Bárbara no lo era. Era como si guardaran un secreto enorme entre ellas y la dejaran fuera a propósito, como si ella no pudiera soportar ese secreto. Se sentía como una niña y eso claramente no le gustaba.
Observó a Bárbara ayudarle a la mujer a limpiar, el vestido que traía, aunque se veía arrugado, marcaba muy bien su figura delgada. Vestía igual que la mujer, elegante y sencilla, y se movía con el como si siempre se hubiera vestido así. Suspiró.
¿Qué demonios estaba pasando?
Solo después del medio día la mujer se detuvo y Bárbara se acercó a ella enseguida.
—Tenemos 30 minutos —murmuró la primera moviéndose nerviosa en su lugar, miraba alrededor como si quisiera asegurarse de que seguían estando solo ellas tres.
Bárbara asintió y la miró.
—Entonces busquemos a las demás —asintió suavemente.
Recorrieron la casa y sus pasillos rápidamente.
Primero encontraron a Leslie en una sala, limpiando el piso con una escobilla. Cuando ella levantó al oírlas Jenna hizo una mueca, Bárbara llegó a ella rápidamente. El rostro bonito y delicado de Leslie estaba marcado con un moretón y su labio partido, las observó abrazarse un segundo antes de llegar a ellas. Leslie la miró enseguida y Jenna apretó la mandíbula al ver la fragilidad en sus ojos. Ninguna dijo nada.
Jenna solo tocó su hombro unos segundos, Leslie le asintió imperceptiblemente.
Era un mensaje claro entre ellas, podían llevarse mal algunas veces y molestarse entre ellas, pero Jenna sabía lo suficiente de la vida de Leslie para saber lo que ese golpe le significaba. No quería que se rompiera delante de otras y su amiga entendió su mensaje enseguida.
—Nos vamos —dijo Bárbara, Leslie asintió y se alejó un poco —ahora, nos vamos o esto nunca se detendrá.
Anais estaba fregando un baño en el tercer piso, limpiando como ellas y complemente sucia. Al estar todas Jenna las observó acercarse y abrazarse, alguien la agarró del brazo e incluyó rápidamente entre ellas. Cerró los ojos unos segundos y suspiró.
Un segundo después se alejaron e intentaron que Bárbara respondiera sus preguntas, esta solo negó.
—¿Hay alguien más? —preguntó Bárbara, todas negaron, Jenna no había visto a nadie más y se alegró de que las demás tampoco —entonces —observaron a la mujer —¿cómo te llamas?
—Lucia.
Se tragó su mueca. Tres días con ella y ni siquiera le había preguntado su hombre, podía ser más perra, se preguntó.
—Lucia, ¿cómo salimos de aquí? —ella abrió la boca.
—No lo sé.
Se miraron entre sí.
—Tiene que haber una forma, una puerta, una ventana, algo —dijo Bárbara.
—La bodega —soltó Anais —la limpié ayer y vi que ahí hay una salida hacia una alcantarilla.
—Entonces esa es nuestra salida.
—Alcantarilla —dijo Leslie, la miraron —por salir de aquí me arrastraría por el mismo infierno.
—Vámonos.
Cuando llegaron a la bodega buscaron enseguida la entrada a las alcantarillas. Les tomó unos minutos quitar la pasada tapa, pero se sintieron como horas por su estado de ánimo. Cuando lo lograron Jenna se agachó y observó dentro del apestoso lugar, las miró a todas.
—Lucia, tu primero, yo seré la última —dijo Bárbara.
—Vamos —apresuró ella, ya quería salir de allí.
Primero ingresó Lucia, con cierta reticencia, luego lo hizo Anais y Leslie. Observó a Bárbara un segundo antes de seguir a las demás. Mierda, pensó, el lugar apestaba y ni siquiera quería pensar que era lo que había en ese lugar. Solo rogaba que la salida estuviera cerca, y de que de una vez por todas supiera qué diablos estaba pasando.
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