Capitulo 7
—Mis amigas —le dijo luego de unos minutos de
caminata—éramos cinco mujeres, las perdí de vista cuando corríamos y yo…
Se detuvo y negó. Cubrió su rostro con sus manos
temblorosas.
—Mierda —jadeó.
No quería esto, no quería llorar, no era una mujer
débil y sentimental. ¡Por Dios! era la dueña de una compañía de modelos, su
negocio era la belleza y para ello, no podía ser sentimental.
—Avisé que te encontré hace unos minutos —dijo él, lo
miró enseguida —envié un mensaje mientras caminábamos.
Él se detuvo a un metro de ella y arrugó su frente.
¿Qué? pensó, ahora tengo piojos, o se veía tan mal
como se sentía.
—Tienes un teléfono —terminó por decir, él asintió
—puedes prestármelo, necesito llamar a…
Él negó y se calló.
—No servirá de nada, no puedes llamar a la tierra y no
creo que conozcas a nadie de aquí —él apuntó detrás —sigamos caminando.
Con eso se giró y la dejo sola.
Lo siguió molesta.
—Entonces ¿te han dicho algo sobre mis amigas?
—Al parecer encontraron a dos mujeres hace media hora
—suspiró un poco más tranquila —allí —dijo él y se movió más rápido para ver
hacia el frente —estamos a minutos de llegar con los demás.
Ambos se detuvieron cuando alguien apareció por unos
matorrales. Jenna observó al hombre rubio y de ojos verdes unos segundos antes
de estremecerse. El hombre estaba más que triste, había cierta desesperación en
su mirada, cierto vacío.
—Medico —dijo el hombre a su lado, este la miró un
segundo antes de verlo a él.
—Soldado —respondió este y continuó su camino.
Jenna lo observó caminar en la dirección que ellos
habían venido, cuando desapareció entre la maleza observó al soldado delante de
sí. Este también miraba hacia el bosque.
—¿Qué le pasa? —preguntó suavemente.
Él la observó a los ojos.
—Su mujer está entre las desaparecidas —Jenna arrugó
su frente un segundo —vamos —dijo él y lo siguió.
Luego de unos minutos salieron del bosque y entraron
aun campo enorme y lleno de personas, hombres más bien. Apenas puso un pie en
ese lugar todos la observaron enseguida. Jenna tragó tensa ante las miradas de
todos y dio un paso hacia atrás cuando uno de ellos. Un hombre alto y de
cabello plateados se detuvo apenas la vio acercarse.
Este la miró con amabilidad.
—Hola —le dijo —yo soy el General Gutter, ahora estas
a salvo.
Ella observó al hombre a su lado un segundo antes de
asentir.
—Él es Sebastián Gyro, uno de los tenientes de estas
tierras. Es un soldado —Jenna lo observó unos segundos y luego al General,
volvió a asentir.
—Soy Jenna —murmuró, él asintió.
—Sebastián, por lo que se son cinco mujeres —él
asintió —con ella son cuatro las que han regresado, falta una.
Él arrugó su frente.
—Es la mujer de Altaír —aseguró. El General asintió y
suspiró.
—Sí, es justo ella —la miró un segundo y Jenna
aprovechó para preguntar.
—¿Quién falta?, ellas son mis amigas.
—Bárbara —Jenna cerró los ojos un segundo.
—¿Dónde están las demás?
—Fueron llevadas al hospital, la última salió de aquí
hace menos de 5 minutos —el general miró a Sebastián unos segundos —ve con los
demás y continúen la búsqueda, luego te encargaras de interrogar a los hombres
que hicieron esto.
—Claro que lo haré —murmuró Sebastián, Jenna lo miró
justo a tiempo para verlo girarse y alejarse como si nada.
Suspiró.
—Ven —le dijo amablemente el General —un médico debe
verte y luego te llevaran al hospital.
Ella asintió distraída, pero no se movió. Siguió
observando el caminar seguró de Sebastián.
—¿Es verdad que estamos en otro planeta?
—Sí —contesto el General —lo están, pero no te
preocupes por eso, la prioridad por ahora es ver que estés bien, luego tus
preguntas serán contestadas.
Ella asintió y lo siguió.
El único hombre que se le acercó fue el médico. Él la
llevó a una tienda ubicada en la zona central y luego de revisarla rápidamente
la llevó a un automóvil. Ella observó un tanto inquieta a este flotar en el
aire antes de subir. Luego se sintió sorprendida cuando se puso en movimiento
sin conductor.
Cuando se detuvo dejó de observar sus manos. Suspiró
antes de bajar de ese automóvil y mirar alrededor. Justo frente a la entrada
del hospital había una fila de cerezos en flor. Los observó largo rato hasta
que el hombre a su lado le pidió que lo siguiera.
No pasaron por una recepción al entrar, solo caminaron
en silencio hasta un ascensor. Jenna se sorprendió un poco de que el médico no
dejara subir a ninguno de los hombres que lo esperaba, y también de que ninguno
de ellos dijera algo.
Luego de unos segundos él la llevó hasta una pequeña y
blanca habitación. Ya en ella observó a su alrededor.
—Ahí hay un baño —dijo él tranquilamente —por ahora
deberá esperar aquí, por favor no deje esta habitación por nada del mundo.
Ella alzó una ceja como pregunta.
—El General vendrá dentro de unas horas a hablar con
usted, por ahora le realizaré otros exámenes para conocer su estado de salud
—ella asintió y se sentó en la cama.
Él se despidió y la dejo sola, suspiró.
Así que paso de estar encerrada en un lugar
desconocido a estarlo en un hospital. Jenna gimió y se dejó caer sobre la cama.
¿Qué había hecho para merecer esto?
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