lunes, 11 de noviembre de 2013

El placer de Jenna, Primera parte, Capitulo 7.




Capitulo 7

—Mis amigas —le dijo luego de unos minutos de caminata—éramos cinco mujeres, las perdí de vista cuando corríamos y yo…
Se detuvo y negó. Cubrió su rostro con sus manos temblorosas.
—Mierda —jadeó.
No quería esto, no quería llorar, no era una mujer débil y sentimental. ¡Por Dios! era la dueña de una compañía de modelos, su negocio era la belleza y para ello, no podía ser sentimental.
—Avisé que te encontré hace unos minutos —dijo él, lo miró enseguida —envié un mensaje mientras caminábamos.
Él se detuvo a un metro de ella y arrugó su frente.
¿Qué? pensó, ahora tengo piojos, o se veía tan mal como se sentía.
—Tienes un teléfono —terminó por decir, él asintió —puedes prestármelo, necesito llamar a…
Él negó y se calló.
—No servirá de nada, no puedes llamar a la tierra y no creo que conozcas a nadie de aquí —él apuntó detrás —sigamos caminando.
Con eso se giró y la dejo sola.
Lo siguió molesta.
—Entonces ¿te han dicho algo sobre mis amigas?

—Al parecer encontraron a dos mujeres hace media hora —suspiró un poco más tranquila —allí —dijo él y se movió más rápido para ver hacia el frente —estamos a minutos de llegar con los demás.
Ambos se detuvieron cuando alguien apareció por unos matorrales. Jenna observó al hombre rubio y de ojos verdes unos segundos antes de estremecerse. El hombre estaba más que triste, había cierta desesperación en su mirada, cierto vacío.
—Medico —dijo el hombre a su lado, este la miró un segundo antes de verlo a él.
—Soldado —respondió este y continuó su camino.
Jenna lo observó caminar en la dirección que ellos habían venido, cuando desapareció entre la maleza observó al soldado delante de sí. Este también miraba hacia el bosque.
—¿Qué le pasa? —preguntó suavemente.
Él la observó a los ojos.
—Su mujer está entre las desaparecidas —Jenna arrugó su frente un segundo —vamos —dijo él y lo siguió.
Luego de unos minutos salieron del bosque y entraron aun campo enorme y lleno de personas, hombres más bien. Apenas puso un pie en ese lugar todos la observaron enseguida. Jenna tragó tensa ante las miradas de todos y dio un paso hacia atrás cuando uno de ellos. Un hombre alto y de cabello plateados se detuvo apenas la vio acercarse.
Este la miró con amabilidad.
—Hola —le dijo —yo soy el General Gutter, ahora estas a salvo.
Ella observó al hombre a su lado un segundo antes de asentir.
—Él es Sebastián Gyro, uno de los tenientes de estas tierras. Es un soldado —Jenna lo observó unos segundos y luego al General, volvió a asentir.
—Soy Jenna —murmuró, él asintió.
—Sebastián, por lo que se son cinco mujeres —él asintió —con ella son cuatro las que han regresado, falta una.
Él arrugó su frente.
—Es la mujer de Altaír —aseguró. El General asintió y suspiró.
—Sí, es justo ella —la miró un segundo y Jenna aprovechó para preguntar.
—¿Quién falta?, ellas son mis amigas.
—Bárbara —Jenna cerró los ojos un segundo.
—¿Dónde están las demás?
—Fueron llevadas al hospital, la última salió de aquí hace menos de 5 minutos —el general miró a Sebastián unos segundos —ve con los demás y continúen la búsqueda, luego te encargaras de interrogar a los hombres que hicieron esto.
—Claro que lo haré —murmuró Sebastián, Jenna lo miró justo a tiempo para verlo girarse y alejarse como si nada.
Suspiró.
—Ven —le dijo amablemente el General —un médico debe verte y luego te llevaran al hospital.
Ella asintió distraída, pero no se movió. Siguió observando el caminar seguró de Sebastián.
—¿Es verdad que estamos en otro planeta?
—Sí —contesto el General —lo están, pero no te preocupes por eso, la prioridad por ahora es ver que estés bien, luego tus preguntas serán contestadas.
Ella asintió y lo siguió.

El único hombre que se le acercó fue el médico. Él la llevó a una tienda ubicada en la zona central y luego de revisarla rápidamente la llevó a un automóvil. Ella observó un tanto inquieta a este flotar en el aire antes de subir. Luego se sintió sorprendida cuando se puso en movimiento sin conductor.
Cuando se detuvo dejó de observar sus manos. Suspiró antes de bajar de ese automóvil y mirar alrededor. Justo frente a la entrada del hospital había una fila de cerezos en flor. Los observó largo rato hasta que el hombre a su lado le pidió que lo siguiera.
No pasaron por una recepción al entrar, solo caminaron en silencio hasta un ascensor. Jenna se sorprendió un poco de que el médico no dejara subir a ninguno de los hombres que lo esperaba, y también de que ninguno de ellos dijera algo.
Luego de unos segundos él la llevó hasta una pequeña y blanca habitación. Ya en ella observó a su alrededor.
—Ahí hay un baño —dijo él tranquilamente —por ahora deberá esperar aquí, por favor no deje esta habitación por nada del mundo.
Ella alzó una ceja como pregunta.
—El General vendrá dentro de unas horas a hablar con usted, por ahora le realizaré otros exámenes para conocer su estado de salud —ella asintió y se sentó en la cama.
Él se despidió y la dejo sola, suspiró.

Así que paso de estar encerrada en un lugar desconocido a estarlo en un hospital. Jenna gimió y se dejó caer sobre la cama. ¿Qué había hecho para merecer esto?

No hay comentarios:

Publicar un comentario