martes, 5 de noviembre de 2013

A un Paso del Amor, Primera Parte, Capitulo 4.



Primera Parte
Conociendo al enemigo
Capitulo 4


***

J.: Si que debías odiarme.
C.: Odiarte no, detestarte, es diferente.
J.: Claro, muy diferente.
C.: Continuo.
J.: No, dejarme empezar a mí.

***

—Parecen que hablan de nosotros —dijo Gustavo, levante la vista del libro y seguí su mirada. Él observaba a “Las Microbios”.
—Siempre hablan de nosotros —dijo Tomas sonriendo.
—Solo a ti te gusta que hablen de ti —dije yo y regrese mi vista al libro.
—Y no de eso se trata la escuela, de llamar la atención —replicó Tomas, solté un bufido y Rodrigo suspiro.
—Todos disfrutamos el llamar la atención —noté que él miraba a una chica a lo lejos, de esas que le gustaban, alta y delgada, esta le sonreía con descaro.
Suspire y volví mi vista al libro, como detestaba literatura.
—Deja eso —dijo Gustavo molesto y me lo quito —no sirve de nada que lo leas ahora, la prueba es en 30 minutos —le quité el libro y me quejé.
—¿Por qué tan preocupado de las calificaciones? —preguntó Tomas, siempre era el más perceptivo de todos.
—El entrenador Ferralli me dijo que si no subía las notas me sacaría de club de tenis —él asintió al comprender.
—¿Cómo va lo de la chica? —preguntó Rodrigo, todos me miraron y arrugue la nariz.
—Recién empecé —se miraron entre sí.
—Qué, cuanto tiempo te puede tomar hacerlo —dijo Gustavo.
Entrecerré los ojos hacia él.

Siempre había tenido problemas con Gustavo, pero ahora se estaba volviendo más evidente. Suspiré mentalmente y conté hasta 10.
—Me niego a responder a eso —dije y guardé mi libro en mi mochila —pero con eso de las clases de matemáticas voy a tener oportunidad.
—Hasta fin de año —le recordó Gustavo.
—Tiempo suficiente.
—Ustedes son idiotas —dijo Rodrigo negando.
—Tú también apostaste —dijo Tomas —de qué te quejas.
—De las tonterías que hacemos —sonrío —pero aun así es divertido, por lo menos él tiene algo que hacer —él miró a “Las Microbios” y suspiró.
—Qué, también quieres unirte a la apuesta —dijo Gustavo, Rodrigo lo miró.
—Si siguen así los cuatro deberíamos hacerlo.
Volví a suspirar y me puse de pie.
—No, eso sería demasiado obvio, vámonos a clases —Rodrigo se quejó.
—Lo hare gratis —dijo él y se puso de pie. Todos lo miramos—qué, estoy aburrido.
—No puede ser —dijo Tomas y salimos del lugar.

—Cindy —dije parándome frente a ella. Levantó la vista de su mochila, la chica su lado nos observó a las dos y se puso de pie.
—Nos vemos —dijo y siguió a las demás.
La chica observó algo detrás de mí y giré para ver, una de sus amigas hacía señas pero al verme se despidió.
—Nos vemos mañana —dijo y se alejó con las demás.
—Simpáticas tus amigas —le dije.
—Claro, solo que a veces son un dolor en el… —se calló y miró hacia otro lado.
—Sí, entiendo, a veces mis amigos también son un dolor en el culo —arrugué mi frente —bueno, no a veces, casi siempre —sonrió y se puso de pie.
—¿Qué pasa?— me preguntó.
—Quería hablar de las clases —comenzamos a caminar hacia la salida.
—Claro, cuando tienes libre.
—Los sábados, puedes este, en la mañana —arrugó su frente.
—Este no, pero parte de la tarde la tengo libre, si quieres puedo ir a tu casa.
Miré alrededor pensando.
—Está bien —dije, nos detuvimos fuera.
—Entonces estaré en tu casa a eso de las 4 —asentí y nos despedimos, cada uno tomó caminos separados.

***

Sábado en la mañana.

No podía dejar de pensar en mi cita, perdón no, reunión con Jet.
—¿Llevas tu celular? —me preguntó mi papá mientras terminaba de desayunar, asentí.
—Ni siquiera se para que hago esto —me quejé, mi papá alzó una ceja.
—A ver si aprendes de una vez —hice una mueca.
—Recuerda que después de hacer mis tareas debo ir a la casa de Jet —mi padre se detuvo y me miró.
—Eso cuando lo hablamos.
—Ayer, te dije que tenía que ayudar a un chico para las clases de matemáticas, fue idea del profesor —él arrugó su frente.
—Es el mismo chico de la otra noche —asentí.
—Jet Farraguer.
—Aja —dijo él y lo miré.
—Es mejor que me vaya —me puse de pie.
—Cuidado con las pirañas —dijo él, solté un bufido.
—Ya no soy una niña —él sonrío —sé que no hay pirañas en el lago.
—Pero cuando niña no lo sabías.
—Sí y es muy vergonzoso que le dijeras a tu hija tal cosa.
—Te mantenía lejos del lago.
—Hasta que conocí a Bastian.
—Hasta que ese chico llegó a esta casa, como olvidarlo.
Sonreí al recordarlo.
No tenía más de 6 años cuando Bastian apareció en el establo, estaba con su padre ahí atendiendo a un caballo, él solo se había acercado a mirar sin decir nada, desde ese día éramos amigos.
Tocaron a la puerta y mi papá volteó sus ojos.
—Está abierto —gritó.
—Hola —dijo Bastian apareciendo.
—¿Desayunaste? —preguntó mi papá, él asintió y me miró, apuntó el reloj de su muñeca.
—Ya —me quejé y tomé mi plato —pudo lavar esto.
—Rápido, rápido —se quejó, se sentó en la silla que dejé libre —se supone que debo ayudar a mi padre en la granja, no tengo mucho tiempo libre.
—Por mi podemos dejarlo para otro día —él sonrío un segundo y luego se puso serio.
—No.
—Aggg —me quejé y lavé mi tazón, miré a mi padre que trataba de no reírse —sabes que tiene nueva novia —le dije a mi padre, Bastian se ahogó con un vaso de jugo.
—Hey —se quejó mirándome.
—Otra —dijo mi padre negando, sonreí —¿qué paso con la última?
—Nada —dijo él y se puso de pie, al ver que mi padre seguía esperando suspiró —solo terminamos.
Nadie podía guardar un secreto a mi padre, solo bastaba una mirada de él para hablar hasta por los codos, una vez le dije que sería buen policía.
—Adiós —le dije a mi padre. Bastian se despidió con un movimiento de cabeza.
Afuera de la casa él paso su brazo por mis hombros y me atrajo hacia él, me apretó un segundo con fuerza.
—Auch —dije y lo miré.
—Boquifloja —sonreí.
—No es culpa mía lo que haces, solo hice un comentario —él entre cerró los ojos.
—Que linda —dijo riendo falsamente mientras piñizcaba mi vientre, arrugo su frente —estas muy delgada —lo empujé quejándome.
—Que no, como saludablemente, estoy más arriba de mi peso —él sonrió.
—Hagamos esto.

***

Sábado en la tarde.

Tocaron a la puerta de  mi casa y me quité los audífonos, miré el reloj en la mesita de noche, 10 minutos para las cuatro. Suspiré al saber quién era, lo que hacía para cerrarle la boca a Gustavo y molestar a Barbie.
Me senté en la cama y observé alrededor, menos mal que se me había ocurrido limpiar un poco. A los minutos golpearon a mi puerta, mi madre entró.
—Te busca la misma chica del otro día, Cindy —asentí.
—Deja que suba, vamos a estudiar —ella arrugó su frente.
—En tu habitación —me estaba comenzando a molestar, siempre que pasaba más de 5 minutos con ella me molestaba.
—Madre —me quejé, ella levantó sus manos.
—Está bien, Dios —comenzó a salir pero se detuvo, me miro —creo que a tu hermano le agrada.
—Es un niño —dije explicándolo, cuando creciera cambiaria de opinión.
Ella volteó sus ojos y negó.
Mientras se iba recordé que mi hermano había hablado por fin, algo que nunca había hecho, jamás ningún médico o especialista había logrado que hablara. Como era posible que ella hubiera conseguido algo así. Suspiré y me sentí levemente incomodo por no habérselo dicho a mamá, la hubiera emocionado.
Escuche risas en el pasillo y la puerta fue abierta, mi madre entró seguida de mi hermano y ella, al verme me sonrío.
—Hola —dijo ella, miró a mi madre.
—Bueno los dejare solos —me miró y luego a ella —les traeré algo de beber.
—Gracias —dijo ella y mi madre nos dejó solos, cerrando la puerta tras de sí.
Nos miramos unos segundos.
—Siéntete como en tu casa —dije y apunté el escritorio —podemos trabajar ahí —ella asintió.
—Está bien —dijo y se quitó su mochila y chaleco.
Noté que llevaba una camiseta clara que se le pegaba a su cuerpo delgado.
Ella se acercó a mi escritorio y miró alrededor, los posters, las fotografías en todas partes, los aviones armables. Mientras lo hacia la examiné más minuciosamente. Obviamente no era como Barbie, su cabello era una mezcla de rojizo, castaño y algunos reflejos rubios, largo y lizo, ahora, amarrado en una trenza. Era unos cuantos centímetros más baja que yo, su piel era de color de la canela, más clara y suave, miré su rostro, tenía ojos color chocolate y unos labios pequeños. Me sentí un poco incómodo, ¿en verdad iba a llega tan lejos por una simple apuesta? arrugué mi frente.
—Te gusta la fotografía —dijo sacándome de mis pensamientos. Asentí y me senté, ella me imitó y se sentó a mi lado, sacó sus cosas.
—¿Qué se supone que vamos a hacer? —le pregunté.
—Comenzaremos desde el principio, es más fácil, si ya sabes algo lo saltaremos —asentí.
—¿Y si no? —ella sonrío.
—Pues eso significa que nos tomara más tiempo ponernos a la par con las clases — se encogió de hombros —comencemos.
Pase una hora completa escuchándola explicar formulas y demás, a diferencia de las clases yo presté atención, la idea era conocerla a ella y subir mis notas, no parecer un completo idiota. Por lo menos era buena en esto y no se me hizo difícil, solo noté algo extraño en ella, se mantenía a una distancia extraña de mí, como si no quisiera estar cerca, eso me pareció gracioso por un segundo. Cuando acabo de explicar una formula ambos nos apoyamos en nuestras sillas.
—¿Quieres que tomemos un descanso y luego continuemos o lo dejamos por hoy? —la miré. Ella observaba fijamente una fotografía que había sacado hacia unos años, dos caballos, uno blanco y otro negro aparecían en ella corriendo en un campo verde.
Pensé en su pregunta. Deseaba dejarlo pero si lo hacia ella se iría, debía hacer que se quedara más tiempo.
—Descansemos y luego continuamos —ella asintió y se puso de pie, se acercó a la imagen.
—Me gusta esta —me miró.
—Si quieres puedo darte una copia —ella sonrió.
—Eso sería agradable —asentí y busqué la imagen en mi computadora, ella se acercó y se inclinó levemente a mi lado. Sentí su aroma de nuevo, suave, agradable, olía como el campo. Dejé de pensar en eso y me concentré en imprimir la imagen en papel de fotografía y dársela.
—Gracias —ella la observó —sabes quién la tomó —me miró fijamente.
—Yo lo hice —dije sin pensarlo, luego me arrepentí. Solo mi madre y Tomas sabían de mi afición a la fotografía.
—Pues te felicito, es buena —la guardo.
—Gracias.
—¿Las demás las sacaste tú? —negué.
—Algunas, otras me gustan —ella asintió —¿te gusta la fotografía? —le pregunté, debía averiguar cosas de ella.
—Me gusta, pero no sé nada sobre el tema —ella me miró de una forma extraña, sentí la urgencia de decirle cosas, no sabía que, solo quería hablar, me contuve —y tú, debes saber, no.
—Un poco, lo que he leído en internet.
—No has tomado un curso en la escuela —negué —eso te ayudaría mucho, podrías aprender bastante.
—No es algo que quiera que los demás sepan —ella sonrió y negó.
—Claro, lo que opinen en la escuela es muy importante —asintió para enfatizar sus dichos.
—Sabes cómo molestan a los del club de fotografía —ella volteó sus ojos.
—Claro que lo sé, todos lo saben, también molestan a los de ajedrez, matemáticas, teatro, si no es un deporte, no cuenta —negó molesta.
—¿Estas en algún club? —negó —ves, no quieres que te molesten.
—Para nada, tengo que ayudar en mi casa —me miró —y si me molestan.
—¿Si? —pregunté. Nunca había visto que lo hicieran.
Se encogió de hombros.
Suaves golpes se sintieron en la puerta y miramos, supe quién era. Me puse de pie y abrí, Aníbal ingresó rápidamente con una hoja y un lápiz, se acercó a Cindy. Ella le sonrió.
—Estamos ocupados —le dije al niño, me ignoró y le entregó los materiales a Cindy.
Ella se dejó caer al suelo y se apoyó en la cama.
—¿Quieres que te haga un dibujo? —le preguntó, el solo la miro —¿qué te gustaría? —como mi hermano no dijo nada hable.
—No habla —dije, ella me miró y arrugó su frente.
—Pero la otra vez… —me encogí de hombros.
—Eso fue extraño, es la primera vez que lo escuche decir algo —me acerque a ambos.
—Le paso algo o solo no quiere.
—Creo que solo no quiere —me senté y los observé.
—¿Quieres que te dibuje en caballo? —le preguntó ella, mi hermano solo la miró, ella lo quedo mirando como si esperara algo —¿sí o no? — mi hermano asintió con la cabeza —está bien.
Justo cuando terminaba de hacer el dibujo mi madre apareció en la puerta.
—Lo siento, lo llevaré abajo —ella tomó de la mano a Aníbal. Cindy le entregó el dibujo a ella y se despidió con la mano.
—Adiós —le dijo.
—Adiós —dijo mi hermano y todos lo miramos, mi madre más sorprendida que yo.
—Oh Dios —dijo ella agachándose a su lado —hablaste, hablo —nos miró a ambos —nunca lo había hecho —lagrimas aparecieron en sus ojos.
Cindy se puso de pie y llegó a su lado.
—Trate de calmarse, si no él se asustara —ella la miró y asintió, se limpió el rostro.
—Aníbal, hijo, puedes decirle otra cosa a mami —el niño solo la miro, luego a Cindy y por último a mí, mi madre insistió —Aníbal, hijo —Cindy puso su mano en el hombro de mi madre, la miró —quizás deba llevarlo a médico.
—¿Hablo con ellos? —preguntó. Mi madre negó y la miré, paso su mano por su cabello mirando a mi hermano, le sonrió —quizás deba esperar a ver qué pasa, tomarlo como algo natural, si lo lleva al médico lo van a revisar, hacer exámenes, asustarlo, pensara que lo que hizo es malo —mi madre la miró un segundo y luego asintió, se puso de pie.
—Tienes razón, hay que ser paciente —se rio nerviosa.
Cindy asintió y ambos observamos a mi madre y hermano salir.
—¿Cómo es que sabes de esto? —le pregunté luego de un rato. Me miró.
—Veo mucha televisión, programas médicos, documentales —se encogió de hombros y se sentó a mi lado—solo se me ocurrió.
—Aja —dije yo —muchos documentales.
—Muchos —confirmó ella —continuemos— asentí.

Una chica que ve documentales, le gustan las matemáticas, que al parecer le caía bien a mi hermano y que si la mirabas bien, no estaba tan mal, quizás esto no sería tan malo.  

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