Primera Parte
Conociendo al enemigo
Capitulo 4
***
J.:
Si que debías odiarme.
C.: Odiarte no, detestarte, es diferente.
J.:
Claro, muy diferente.
C.: Continuo.
J.:
No, dejarme empezar a mí.
***
—Parecen
que hablan de nosotros —dijo Gustavo, levante la vista del libro y seguí su
mirada. Él observaba a “Las Microbios”.
—Siempre
hablan de nosotros —dijo Tomas sonriendo.
—Solo
a ti te gusta que hablen de ti —dije yo y regrese mi vista al libro.
—Y
no de eso se trata la escuela, de llamar la atención —replicó Tomas, solté un
bufido y Rodrigo suspiro.
—Todos
disfrutamos el llamar la atención —noté que él miraba a una chica a lo lejos,
de esas que le gustaban, alta y delgada, esta le sonreía con descaro.
Suspire
y volví mi vista al libro, como detestaba literatura.
—Deja
eso —dijo Gustavo molesto y me lo quito —no sirve de nada que lo leas ahora, la
prueba es en 30 minutos —le quité el libro y me quejé.
—¿Por
qué tan preocupado de las calificaciones? —preguntó Tomas, siempre era el más
perceptivo de todos.
—El
entrenador Ferralli me dijo que si no subía las notas me sacaría de club de
tenis —él asintió al comprender.
—¿Cómo
va lo de la chica? —preguntó Rodrigo, todos me miraron y arrugue la nariz.
—Recién
empecé —se miraron entre sí.
—Qué,
cuanto tiempo te puede tomar hacerlo —dijo Gustavo.
Entrecerré
los ojos hacia él.
Siempre
había tenido problemas con Gustavo, pero ahora se estaba volviendo más
evidente. Suspiré mentalmente y conté hasta 10.
—Me
niego a responder a eso —dije y guardé mi libro en mi mochila —pero con eso de
las clases de matemáticas voy a tener oportunidad.
—Hasta
fin de año —le recordó Gustavo.
—Tiempo
suficiente.
—Ustedes
son idiotas —dijo Rodrigo negando.
—Tú
también apostaste —dijo Tomas —de qué te quejas.
—De
las tonterías que hacemos —sonrío —pero aun así es divertido, por lo menos él
tiene algo que hacer —él miró a “Las Microbios” y suspiró.
—Qué,
también quieres unirte a la apuesta —dijo Gustavo, Rodrigo lo miró.
—Si
siguen así los cuatro deberíamos hacerlo.
Volví
a suspirar y me puse de pie.
—No,
eso sería demasiado obvio, vámonos a clases —Rodrigo se quejó.
—Lo
hare gratis —dijo él y se puso de pie. Todos lo miramos—qué, estoy aburrido.
—No
puede ser —dijo Tomas y salimos del lugar.
—Cindy
—dije parándome frente a ella. Levantó la vista de su mochila, la chica su lado
nos observó a las dos y se puso de pie.
—Nos
vemos —dijo y siguió a las demás.
La
chica observó algo detrás de mí y giré para ver, una de sus amigas hacía señas
pero al verme se despidió.
—Nos
vemos mañana —dijo y se alejó con las demás.
—Simpáticas
tus amigas —le dije.
—Claro,
solo que a veces son un dolor en el… —se calló y miró hacia otro lado.
—Sí,
entiendo, a veces mis amigos también son un dolor en el culo —arrugué mi frente
—bueno, no a veces, casi siempre —sonrió y se puso de pie.
—¿Qué
pasa?— me preguntó.
—Quería
hablar de las clases —comenzamos a caminar hacia la salida.
—Claro,
cuando tienes libre.
—Los
sábados, puedes este, en la mañana —arrugó su frente.
—Este
no, pero parte de la tarde la tengo libre, si quieres puedo ir a tu casa.
Miré
alrededor pensando.
—Está
bien —dije, nos detuvimos fuera.
—Entonces
estaré en tu casa a eso de las 4 —asentí y nos despedimos, cada uno tomó
caminos separados.
***
Sábado en la mañana.
No podía dejar de pensar en mi cita, perdón no,
reunión con Jet.
—¿Llevas tu celular? —me preguntó mi papá mientras
terminaba de desayunar, asentí.
—Ni siquiera se para que hago esto —me quejé, mi papá
alzó una ceja.
—A ver si aprendes de una vez —hice una mueca.
—Recuerda que después de hacer mis tareas debo ir a la
casa de Jet —mi padre se detuvo y me miró.
—Eso cuando lo hablamos.
—Ayer, te dije que tenía que ayudar a un chico para
las clases de matemáticas, fue idea del profesor —él arrugó su frente.
—Es el mismo chico de la otra noche —asentí.
—Jet Farraguer.
—Aja —dijo él y lo miré.
—Es mejor que me vaya —me puse de pie.
—Cuidado con las pirañas —dijo él, solté un bufido.
—Ya no soy una niña —él sonrío —sé que no hay pirañas
en el lago.
—Pero cuando niña no lo sabías.
—Sí y es muy vergonzoso que le dijeras a tu hija tal
cosa.
—Te mantenía lejos del lago.
—Hasta que conocí a Bastian.
—Hasta que ese chico llegó a esta casa, como
olvidarlo.
Sonreí al recordarlo.
No tenía más de 6 años cuando Bastian apareció en el
establo, estaba con su padre ahí atendiendo a un caballo, él solo se había
acercado a mirar sin decir nada, desde ese día éramos amigos.
Tocaron a la puerta y mi papá volteó sus ojos.
—Está abierto —gritó.
—Hola —dijo Bastian apareciendo.
—¿Desayunaste? —preguntó mi papá, él asintió y me
miró, apuntó el reloj de su muñeca.
—Ya —me quejé y tomé mi plato —pudo lavar esto.
—Rápido, rápido —se quejó, se sentó en la silla que
dejé libre —se supone que debo ayudar a mi padre en la granja, no tengo mucho
tiempo libre.
—Por mi podemos dejarlo para otro día —él sonrío un
segundo y luego se puso serio.
—No.
—Aggg —me quejé y lavé mi tazón, miré a mi padre que
trataba de no reírse —sabes que tiene nueva novia —le dije a mi padre, Bastian
se ahogó con un vaso de jugo.
—Hey —se quejó mirándome.
—Otra —dijo mi padre negando, sonreí —¿qué paso con la
última?
—Nada —dijo él y se puso de pie, al ver que mi padre
seguía esperando suspiró —solo terminamos.
Nadie podía guardar un secreto a mi padre, solo
bastaba una mirada de él para hablar hasta por los codos, una vez le dije que
sería buen policía.
—Adiós —le dije a mi padre. Bastian se despidió con un
movimiento de cabeza.
Afuera de la casa él paso su brazo por mis hombros y
me atrajo hacia él, me apretó un segundo con fuerza.
—Auch —dije y lo miré.
—Boquifloja —sonreí.
—No es culpa mía lo que haces, solo hice un comentario
—él entre cerró los ojos.
—Que linda —dijo riendo falsamente mientras piñizcaba
mi vientre, arrugo su frente —estas muy delgada —lo empujé quejándome.
—Que no, como saludablemente, estoy más arriba de mi
peso —él sonrió.
—Hagamos esto.
***
Sábado
en la tarde.
Tocaron
a la puerta de mi casa y me quité los
audífonos, miré el reloj en la mesita de noche, 10 minutos para las cuatro.
Suspiré al saber quién era, lo que hacía para cerrarle la boca a Gustavo y
molestar a Barbie.
Me
senté en la cama y observé alrededor, menos mal que se me había ocurrido
limpiar un poco. A los minutos golpearon a mi puerta, mi madre entró.
—Te
busca la misma chica del otro día, Cindy —asentí.
—Deja
que suba, vamos a estudiar —ella arrugó su frente.
—En
tu habitación —me estaba comenzando a molestar, siempre que pasaba más de 5
minutos con ella me molestaba.
—Madre
—me quejé, ella levantó sus manos.
—Está
bien, Dios —comenzó a salir pero se detuvo, me miro —creo que a tu hermano le
agrada.
—Es
un niño —dije explicándolo, cuando creciera cambiaria de opinión.
Ella
volteó sus ojos y negó.
Mientras
se iba recordé que mi hermano había hablado por fin, algo que nunca había
hecho, jamás ningún médico o especialista había logrado que hablara. Como era
posible que ella hubiera conseguido algo así. Suspiré y me sentí levemente
incomodo por no habérselo dicho a mamá, la hubiera emocionado.
Escuche
risas en el pasillo y la puerta fue abierta, mi madre entró seguida de mi
hermano y ella, al verme me sonrío.
—Hola
—dijo ella, miró a mi madre.
—Bueno
los dejare solos —me miró y luego a ella —les traeré algo de beber.
—Gracias
—dijo ella y mi madre nos dejó solos, cerrando la puerta tras de sí.
Nos
miramos unos segundos.
—Siéntete
como en tu casa —dije y apunté el escritorio —podemos trabajar ahí —ella
asintió.
—Está
bien —dijo y se quitó su mochila y chaleco.
Noté
que llevaba una camiseta clara que se le pegaba a su cuerpo delgado.
Ella
se acercó a mi escritorio y miró alrededor, los posters, las fotografías en
todas partes, los aviones armables. Mientras lo hacia la examiné más
minuciosamente. Obviamente no era como Barbie, su cabello era una mezcla de
rojizo, castaño y algunos reflejos rubios, largo y lizo, ahora, amarrado en una
trenza. Era unos cuantos centímetros más baja que yo, su piel era de color de
la canela, más clara y suave, miré su rostro, tenía ojos color chocolate y unos
labios pequeños. Me sentí un poco incómodo, ¿en verdad iba a llega tan lejos
por una simple apuesta? arrugué mi frente.
—Te
gusta la fotografía —dijo sacándome de mis pensamientos. Asentí y me senté,
ella me imitó y se sentó a mi lado, sacó sus cosas.
—¿Qué
se supone que vamos a hacer? —le pregunté.
—Comenzaremos
desde el principio, es más fácil, si ya sabes algo lo saltaremos —asentí.
—¿Y
si no? —ella sonrío.
—Pues
eso significa que nos tomara más tiempo ponernos a la par con las clases — se
encogió de hombros —comencemos.
Pase
una hora completa escuchándola explicar formulas y demás, a diferencia de las
clases yo presté atención, la idea era conocerla a ella y subir mis notas, no
parecer un completo idiota. Por lo menos era buena en esto y no se me hizo
difícil, solo noté algo extraño en ella, se mantenía a una distancia extraña de
mí, como si no quisiera estar cerca, eso me pareció gracioso por un segundo.
Cuando acabo de explicar una formula ambos nos apoyamos en nuestras sillas.
—¿Quieres
que tomemos un descanso y luego continuemos o lo dejamos por hoy? —la miré. Ella
observaba fijamente una fotografía que había sacado hacia unos años, dos caballos,
uno blanco y otro negro aparecían en ella corriendo en un campo verde.
Pensé
en su pregunta. Deseaba dejarlo pero si lo hacia ella se iría, debía hacer que
se quedara más tiempo.
—Descansemos
y luego continuamos —ella asintió y se puso de pie, se acercó a la imagen.
—Me
gusta esta —me miró.
—Si
quieres puedo darte una copia —ella sonrió.
—Eso
sería agradable —asentí y busqué la imagen en mi computadora, ella se acercó y
se inclinó levemente a mi lado. Sentí su aroma de nuevo, suave, agradable, olía
como el campo. Dejé de pensar en eso y me concentré en imprimir la imagen en
papel de fotografía y dársela.
—Gracias
—ella la observó —sabes quién la tomó —me miró fijamente.
—Yo
lo hice —dije sin pensarlo, luego me arrepentí. Solo mi madre y Tomas sabían de
mi afición a la fotografía.
—Pues
te felicito, es buena —la guardo.
—Gracias.
—¿Las
demás las sacaste tú? —negué.
—Algunas,
otras me gustan —ella asintió —¿te gusta la fotografía? —le pregunté, debía
averiguar cosas de ella.
—Me
gusta, pero no sé nada sobre el tema —ella me miró de una forma extraña, sentí
la urgencia de decirle cosas, no sabía que, solo quería hablar, me contuve —y
tú, debes saber, no.
—Un
poco, lo que he leído en internet.
—No
has tomado un curso en la escuela —negué —eso te ayudaría mucho, podrías
aprender bastante.
—No
es algo que quiera que los demás sepan —ella sonrió y negó.
—Claro,
lo que opinen en la escuela es muy importante —asintió para enfatizar sus
dichos.
—Sabes
cómo molestan a los del club de fotografía —ella volteó sus ojos.
—Claro
que lo sé, todos lo saben, también molestan a los de ajedrez, matemáticas,
teatro, si no es un deporte, no cuenta —negó molesta.
—¿Estas
en algún club? —negó —ves, no quieres que te molesten.
—Para
nada, tengo que ayudar en mi casa —me miró —y si me molestan.
—¿Si?
—pregunté. Nunca había visto que lo hicieran.
Se
encogió de hombros.
Suaves
golpes se sintieron en la puerta y miramos, supe quién era. Me puse de pie y
abrí, Aníbal ingresó rápidamente con una hoja y un lápiz, se acercó a Cindy. Ella
le sonrió.
—Estamos
ocupados —le dije al niño, me ignoró y le entregó los materiales a Cindy.
Ella
se dejó caer al suelo y se apoyó en la cama.
—¿Quieres
que te haga un dibujo? —le preguntó, el solo la miro —¿qué te gustaría? —como
mi hermano no dijo nada hable.
—No
habla —dije, ella me miró y arrugó su frente.
—Pero
la otra vez… —me encogí de hombros.
—Eso
fue extraño, es la primera vez que lo escuche decir algo —me acerque a ambos.
—Le
paso algo o solo no quiere.
—Creo
que solo no quiere —me senté y los observé.
—¿Quieres
que te dibuje en caballo? —le preguntó ella, mi hermano solo la miró, ella lo
quedo mirando como si esperara algo —¿sí o no? — mi hermano asintió con la
cabeza —está bien.
Justo
cuando terminaba de hacer el dibujo mi madre apareció en la puerta.
—Lo
siento, lo llevaré abajo —ella tomó de la mano a Aníbal. Cindy le entregó el
dibujo a ella y se despidió con la mano.
—Adiós
—le dijo.
—Adiós
—dijo mi hermano y todos lo miramos, mi madre más sorprendida que yo.
—Oh
Dios —dijo ella agachándose a su lado —hablaste, hablo —nos miró a ambos —nunca
lo había hecho —lagrimas aparecieron en sus ojos.
Cindy
se puso de pie y llegó a su lado.
—Trate
de calmarse, si no él se asustara —ella la miró y asintió, se limpió el rostro.
—Aníbal,
hijo, puedes decirle otra cosa a mami —el niño solo la miro, luego a Cindy y
por último a mí, mi madre insistió —Aníbal, hijo —Cindy puso su mano en el
hombro de mi madre, la miró —quizás deba llevarlo a médico.
—¿Hablo
con ellos? —preguntó. Mi madre negó y la miré, paso su mano por su cabello
mirando a mi hermano, le sonrió —quizás deba esperar a ver qué pasa, tomarlo
como algo natural, si lo lleva al médico lo van a revisar, hacer exámenes,
asustarlo, pensara que lo que hizo es malo —mi madre la miró un segundo y luego
asintió, se puso de pie.
—Tienes
razón, hay que ser paciente —se rio nerviosa.
Cindy
asintió y ambos observamos a mi madre y hermano salir.
—¿Cómo
es que sabes de esto? —le pregunté luego de un rato. Me miró.
—Veo
mucha televisión, programas médicos, documentales —se encogió de hombros y se
sentó a mi lado—solo se me ocurrió.
—Aja
—dije yo —muchos documentales.
—Muchos
—confirmó ella —continuemos— asentí.
Una
chica que ve documentales, le gustan las matemáticas, que al parecer le caía
bien a mi hermano y que si la mirabas bien, no estaba tan mal, quizás esto no
sería tan malo.
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