Primera Parte
Conociendo al enemigo
Capitulo 3
***
J.:
Si hubiera sabido que escuchabas… una historia romántica adolescente
C.: No hubieras hecho la apuesta.
J.:
No estoy seguro, quizás aun así, considerando todo lo que paso después.
C.: No se cómo responder a eso.
J.:
Continua.
C.: Como quieras.
***
—Y la última pareja es… —el profesor de matemáticas
observó sus apuntes aunque todos en la clases sabíamos quiénes eran —Cinderly
Berrocal y Jet Farraguel.
Me queje mentalmente por esto, ahora era la pareja de
Jet Farraguer, pareja para un trabajo de matemáticas, pareja con ese idiota,
con ese… suspiré. Maly alzó una de sus cejas como pregunta, yo solo arrugué mi
frente y negué.
Habían pasado semanas desde que escuchara al grupo de
amigos y su apuesta, no se lo había dicho a nadie, tenía la pequeña esperanza
de que él no lo hiciera.
Después de darnos 4 hojas completas de ejercicios el
profesor nos permitió irnos antes de clases luego de decirnos que el trabajo
era para mañana, todos nos quejamos.
Me despedí de mis amigas y observé a Jet guardar sus
cosas, como sea, pensé. Camine hasta él lentamente, al llegar a su pupitre
levantó la vista y me miró fijamente.
—¿Cómo vamos a hacer la tarea? —le pregunté enseguida
para salir lo más rápido de esto. Sus ojos azules me taladraron la cabeza un
segundo o eso creí yo al notar cómo me miraba, al parecer nadie le hablaba así.
—Debo regresar a mi casa ahora, podemos reunirnos
luego —dijo él, suspire y negué.
—No puedo luego, tengo cosas que hacer —como ayudar en
mi casa, él arrugo su frente.
—Lo único que se me ocurre es que vayamos a mi casa —ahora
yo arrugué mi frente.
Yo en la casa de Jet, ni muerta, pero… no me quedaba
de otra.
—Nos vamos —le dijo uno de sus amigos, lo miré, Tomas
recordé.
Jet negó.
—Vayan ustedes —el chico asintió y pasó a mi lado
sonriendo, mantuve mi expresión. Jet se puso de pie — ¿entonces?
Lo miré y me congele un segundo al notar su estatura,
yo apenas le llegaba a su hombro, tuve que mirar hacia arriba para contestar.
—Está bien —le dije irritada, él alzo una ceja —¿tu
casa está muy lejos?
Él negó y lo seguí fuera del colegio.
¿Cómo acabe aquí? me pregunté, era el karma quizás,
una vida pasada llena de maldad que venía a cobrar mis pecados.
—Solo está a 10 minutos caminando —contestó él luego
de un rato, tuve que recordar que le había preguntado, asentí.
Lo miré de reojo. Caminábamos a una distancia un poco
más de lo normal, casi tendría que estirar mi brazo para tocarlo, arrugue mi
frente ante el pensamiento. Y para que yo querría tocarlo, ese chico eran puros
problemas con P mayúscula, negué mentalmente ante la idea. Pensé en todas las
chicas de la escuela que estaban de cierta manera interesada en Jet, era Jet
Farraguer, el chico atlético, guapo y de ojos azules como el cielo. No había
nadie que no hubiera pensado aunque sea una sola vez en ser su novia, eso
incluía a mis amigas y a mí, no en lo de novia pero si él lo de salir juntos,
claro antes de saber quién era, o de oírlo mejor dicho.
—Aquí es —dijo él deteniéndose y lo imité.
Su casa estaba en una de las zonas residenciales del
pueblo, eran de esas casas de tres pisos, delgadas y altas, como si hubieran
crecido más hacia arriba que hacia los lados, esto era para que todas tuvieran un
mayor patio. La casa era bonita, de color blanco con el marco de las ventanas
azules, muy de película, incluso su jardín era muy cuidado, verde y pulcro.
—Linda casa —le dije a él cuando llegamos a su puerta,
él se encogió de hombros.
—Muy perfecta —le oí murmurar, aunque no supe si quiso
que lo oyera, no dije nada por si acaso —adelante.
Él me llevó hasta su sala, pequeña pero bien decorada,
solo había un sofá para tres personas, una mesa de centro y un televisor de
pantalla plana puesto en la pared, más una serie de adornos de figuritas y
algunas fotografías. Me acerque a una de ellas para ver a Jet con al parecer su
madre y un niño muy parecido a él, solo que con un rostro más amable, aun no
tenía esa expresión de yo soy el rey del mundo.
—Hijo —dijo una mujer con voz demasiado aguda desde
una puerta de la izquierda, me giré para ver a la misma mujer de la fotografía aparecer por ella, al
verme se detuvo.
Sus ojos se movieron de su hijo a mí una y otra vez
hasta que me sonrió.
— ¿Qué pasa? —preguntó Jet, su madre lo miró.
—Tengo una cita de trabajo, llegas temprano —ella me
miró, como su hijo no hacía nada me acerque a ella.
—Soy Cindy, compañera de la escuela de Jet —me tomó de
la mano.
—Soy Ester, la mamá de Jet, un gusto —dijo.
—Tenemos que hacer una tarea madre —dijo él secamente,
su madre lo miró y bajó los hombros.
—Pensaba salir antes ya que estabas aquí pero si vas a
estudiar no podrás cuidar de Aníbal.
—Por eso estoy aquí, no me importa —dijo él y se quitó
su mochila, la arrojó al suelo y me miró —podemos trabajar aquí —asentí.
—Pero… —dijo su madre y me miró —no quiero que él los
interrumpa.
—A mí no me molesta —le dije rápidamente.
Ella dudó un segundo y miró hacia la cocina.
—Entonces les traeré algo de comer antes de irme —con
eso desapareció por la puerta, miré a Jet antes de sentarme en el suelo al lado
de la mesa de centro, él se sentó frente a mí y saco sus cuadernos.
Lo miré un segundo y me pregunté si siempre era así,
tan…hablador o si solo se debía a que estaba conmigo. Al sentir mi mirada alzo
la vista y arrugó su frente.
—¿Qué? —preguntó secamente, alce una ceja.
—Nada, solo me preguntaba si siempre eres tan
afable—él abrió la boca para decir algo pero su madre regresó, nos puso
galletas en la mesa y dos vasos de jugo.
—Gracias —le dije y ella sonrió, un niño apareció
detrás de ella, una versión en miniatura de Jet.
—Este es Aníbal —dijo la mujer, lo miró —prometió
portarse bien y no molestarlos mientras trabajan, ¿cierto? —le pregunto a él,
el niño me miró y luego a su madre, asintió.
Su madre lo hizo sentarse al lado de Jet para que
dibujara, no debía tener más de 6 años, le sonreí y el miró su dibujo muy
interesado.
—Hagamos eso —dijo Jet y lo miré.
—Claro.
Saqué mis materiales y nos pusimos a trabajar. Luego
de una hora comprendí que él no entendía las matemáticas para nada y que yo
tendría que ayudarle. Suspiré cuando dejó caer su lápiz molesto antes de
dejarse caer al suelo, su hermano pequeño lo miró e imitó.
—No logro entender nada —se quejó él, apoye mi codo en
la mesita y negué.
Calma, dijo una parte de mí, recuerda, no sabes nada, no has oído nada, así que no
hagas una tontería. Suspiré.
—Lo que no entiendes es la base de esto —apunté la
hoja—por eso te complicas tanto —él se apoyó en sus codos y me miró.
—Entonces qué demonios hago, sería más fácil que tú lo
hicieras sola —negué y el volvió a dejarse caer.
—Ya intentaste eso y ya dije que no, se supone que es
un trabajo en pareja, no voy a hacerlo sola y luego poner tu nombre en el —soltó
un bufido.
—Sí, ya me dejaste en claro que te molesta, gracias —dijo
con ironía.
—Me molesta que te cierres tanto a esto, debes
calmarte, comencemos desde el principio —él se quejó y se sentó, tomó su lápiz.
—Odio esto, todo el mundo odia las matemáticas —me
miró —menos tú, claro.
—Que las entienda no quiere decir que me gusten —él
alzo una ceja—está bien, si me gustan. Podemos continuar —el asintió y
comenzamos desde el principio.
Me tomó tres horas completas que entendiera lo que
hacía, me encontré dividida entre explicarle a él y hacer dibujos en la hoja de
su hermano para que él luego las pintara, al acabar ambos suspiramos con
cansancio.
—No era tan difícil —dije y me apoyé en el sofá, él se
quejó y llevo una mano a su cabeza.
—Cómo es posible que sienta la cabeza saturada —dijo
él, lo miré y sonreí.
—Es tu cerebro que se llenó de nueva información, el
usarlo causa eso —me callé al oírme decir eso y él me miró, alzo una ceja, miré
hacia otro lado y me encontré con un reloj en la pared.
Oh mierda, pensé.
—No puede ser posible —me puse de pie enseguida, Jet y
su hermano me miraron. Comencé guardar mis cosas rápidamente.
—¿Qué pasa? —preguntó él.
—Es muy tarde, mi padre me va a matar —cerré la
mochila sin fijarme si había guardado todo bien y la puse en mi hombro —debo
irme.
Eran más de las 8 de la noche, como no me di cuenta de
eso.
Jet se puso de pie y miró el reloj.
—En verdad es tarde —me moví hacia la puerta.
—Bien, nos vemos —me despedí, miré al niño —adiós —le
dije moviendo mi mano, él me imitó.
—Adiós —dijo con su voz clara.
Jet lo miró sorprendido, por un segundo sentí
curiosidad de esto pero al recordar a mi padre decidí irme.
—Adiós —dijo Jet mientras salía de su casa.
Camine rápidamente por la calle y al doblar en la
esquina comencé a correr, alcance el bus justo cuando cerraban las puertas.
Luego de sentarme hice una mueca, mi padre iba a matarme, probablemente ya me
esperaba con esas tobilleras de arresto domiciliario.
Me tomo 40 minutos llegar a mi casa, entre como si
nada pero me congelé al sentir un escalofrió en mi espina, esa energía negativa
venía de la cocina, así que al agua pato, pensé y me lancé a la tormenta.
—Hola —dije al ver a mi padre sentado mirando un
cuaderno, él levanto la vista.
—Hola —dijo como si nada —la comida está ahí, sírvete.
Asentí y lo miré un segundo, luego deje mi mochila en
la silla y me serví, no perdí de vista a mi padre hasta que me senté frente a
él y comencé a comer lentamente.
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó tranquilo sin mirarme,
me limpie la garganta.
—Bien…bien —dije y me metí una cucharada de comida a
la boca.
—Bien —repitió él y dio vuelta la hoja.
Permanecimos en silencio hasta que acabe, incluso
aunque permanecí sentada frente a él más de 15 minutos sin decir nada no me
miré. Me sentí incómoda con su silencio, sabía que me merecía un castigo por
llegar tan tarde y en verdad lo prefería molestó que silencioso.
Luego de otros 10 minutos no pude soportarlo.
—Ay papá —le dije, él me miró y esperó—lo siento, sé
que llegue tarde, pero tuve que hacer un trabajo con un compañero para
matemáticas y fuimos a su casa, no creí que tardaríamos tanto, pero él no
entendía nada y tuve que explicarle algunas cosas. El tiempo se me pasó
volando, lo siento —me calle y él entrecerró los ojos.
—¿Y quién ese compañero tuyo? —preguntó.
—Jet Farraguer —dije rápidamente, asintió sacó una
caja pequeña, me la dio y arrugue mi frente —¿qué es?—pregunté y la abrí, un
teléfono celular, lo miré unos segundos. Esto no era bueno.
—Cuídalo —dijo él y lo apuntó con su mano.
—¿Por qué me estás dando esto? tú crees que estos aparatos
son máquinas controladoras que separan a las personas—él alzo una ceja y caí en
cuenta —es para controlarme a mí —asintió y sonrió.
Mis hombros cayeron con la idea de mi padre llamándome
la próxima vez que me atreviera a llegar tarde, suspiré y me puse de pie, luego
de lavar mi plato me moví hacia la puerta.
—Tienes trabajo en el establo —lo miré.
—Son más de las nueve…—me callé —claro — volví a
moverme hacia la puerta.
—Y estás castigada —me congelé —por una semana, nada
de internet, televisor, ni salidas y si vuelves a llegar tarde será por un mes.
—Sí papá —le dije y salí del lugar rápidamente, antes
de que añadiera otro castigo.
Llegué al establo y entré, miré el teléfono celular
unos segundos. Era bonito y moderno.
A mi padre no le gustaban estos aparatos y la única
vez que se lo había pedido me explicó los males de ese tipo de comunicación. No
estaba en contra de los teléfonos, si no
de los celulares y las personas que pasaban más tiempo con ellos que con las
mismas personas.
Suspiré y lo guardé en mi pantalón. Miré alrededor, mi
padre ya había trabajado allí, lo único que tenía que hacer era limpiar la
porquería de los animales, sabía que lo había hecho a propósito, otro castigo,
volví a suspirar y me puse a trabajar.
No me tomo más de dos horas limpiar todo, al acabar me
senté al lado de Nube Veloz, una de las yeguas y comencé a jugar con el
teléfono, escuché la puerta abrirse pero no miré, posiblemente uno de los
perros habían entrado.
—¿Qué hiciste? —me pregunté una voz grave cerca de mi
oído.
Salté por el susto y solté el teléfono que cayó sobre
un montón de heno, cerré los ojos cuando chocó
—Vamos, que hiciste para causar todo esto y un celular
—dijo Bastian, el chico rubio, alto, moreno y de ojos verdes intensos parado a
mi lado sosteniendo el aparato, él me miró y entrecerré los ojos.
—Idiota, me asustaste —sonrío como si le alegrara la
idea.
—Me dirás que hiciste para terminar limpiando a esta
hora y obtener un celular, y desde cuando a ti te castigan—él lo movió delante
de mí y se lo quité, Bastian se sentó a mi lado.
—A mí sí me castigan —él alzo una ceja.
—No, no lo hacen. Recuerdas las veces que íbamos al
rio, cuando niños, tu padre siempre me castigaba a mí por eso, aunque fuera
idea tuya —volteé mis ojos.
—Eran tus ideas, a mí no me gustaba.
—Ha, cierto —dijo él y sonrío —pero aun así esto es
extraño —movió su mano alrededor, suspiré y le conté lo que había hecho, él
solo negó.
Le conté lo de Jet Farraguer y volteó sus ojos.
—Lo sabía, un chico, quien más podía causar esto.
—Oye —me quejé y lo empujé, él ni siquiera se movió —yo
no digo nada de tus novias y ese chico ni siquiera es mi amigo —solté un
bufido.
—Tú siempre hablas de mis novias y…no voy a decir nada
del chico.
Sonreí antes sus palabras. Bastian era mi mejor amigo,
desde siempre, no estábamos en la misma escuela y lo agradecía, él era el chico
que causaba estragos entre las adolescentes, si hubieran estado en la misma
escuela probablemente ni siquiera me hubiera mirado, aunque hubiéramos sido
vecinos.
Me pilló mirándolo y alzó una ceja.
—¿Qué? —preguntó —por fin vamos a ir a nadar al lago y
no sabes cómo decírmelo —solté un bufido.
—A esta hora, estás loco.
—Bien tienes razón, ¿qué te parece el sábado? —lo miré
y entrecerré mis ojos.
—Nunca te rindes —negó sonriendo y asentí.
—Está bien, paso por ti a las 10, nos vemos—dijo
mientras salía.
Suspiré.
Otro asunto, desde que lo conocí siempre había
intentado hacerme a nadar, sabía hacerlo, solo que no era lo mío, no desde la
muerte de mamá.
La semana siguiente, justo cuando acabó mi castigo
observé que mi nombre estaba en una de las peticiones de ayudantía, ideas del
profesor de matemáticas. Lo sorprendente no era esto, si no el ver mi nombre al
lado del de Jet. Al parecer yo debía darle clases privadas, justamente yo.
—¿Qué ves? —me dijo alegremente Liz, observó la
lista—increíble —murmuró.
—¿Qué? —preguntó Anita, Maly apareció a su lado.
—Cindy tendrá clases particulares con Jet Farraguer —dijo
ella riendo, Anita la imito y Maly arrugó su frente.
—Yo quería tu ayuda —dijo Maly, suspiré y apunté el
papel.
—Quizás pueda cambiarlo.
—Ni lo pienses —dijo Anita.
—Te imaginas la cara de Barbie al saberlo —comentó Liz
mientras íbamos al patio, arrugué mi frente.
—¿Por qué habría de interesarle? —dije sin prestar
demasiada atención, me senté, las chicas me imitaron.
—A quién le importa Barbie o lo que le interese —dijo
Anita —Cindy va a pasar las tardes con Jet Farraguer sola, ambos —las tres me
miraron.
—¿Y?—dije molesta, Anita volteó sus ojos y negó.
—Debes aprovechar esto —dijo ella —hazte su amiga y
luego nos presentas a sus amigos —me reí.
—Haaaa —dije —ahí está el asunto, me quieres como un
enlace —apunté con mi cabeza al grupo de amigos.
Jet, Gustavo, Rodrigo y Tomas, los chicos más
llamativos de la escuela, estaban sentados al otro lado del patio.
—Pues no tengo ningún problema en conocer a Tomas —dijo
Liz sonriendo. Cuando todas la miramos se sonrojo completamente y estallamos en
risas.
Suspiré. Si supieran pensé, pero no iban a saber,
esperaba que nunca.
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