martes, 5 de noviembre de 2013

A un Paso del Amor, Primera Parte, Capitulo 3.





Primera Parte
Conociendo al enemigo
Capitulo 3

***

J.: Si hubiera sabido que escuchabas… una historia romántica adolescente
C.: No hubieras hecho la apuesta.
J.: No estoy seguro, quizás aun así, considerando todo lo que paso después.
C.: No se cómo responder a eso.
J.: Continua.
C.: Como quieras.

***

—Y la última pareja es… —el profesor de matemáticas observó sus apuntes aunque todos en la clases sabíamos quiénes eran —Cinderly Berrocal y Jet Farraguel.
Me queje mentalmente por esto, ahora era la pareja de Jet Farraguer, pareja para un trabajo de matemáticas, pareja con ese idiota, con ese… suspiré. Maly alzó una de sus cejas como pregunta, yo solo arrugué mi frente y negué.
Habían pasado semanas desde que escuchara al grupo de amigos y su apuesta, no se lo había dicho a nadie, tenía la pequeña esperanza de que él no lo hiciera.
Después de darnos 4 hojas completas de ejercicios el profesor nos permitió irnos antes de clases luego de decirnos que el trabajo era para mañana, todos nos quejamos.
Me despedí de mis amigas y observé a Jet guardar sus cosas, como sea, pensé. Camine hasta él lentamente, al llegar a su pupitre levantó la vista y me miró fijamente.
—¿Cómo vamos a hacer la tarea? —le pregunté enseguida para salir lo más rápido de esto. Sus ojos azules me taladraron la cabeza un segundo o eso creí yo al notar cómo me miraba, al parecer nadie le hablaba así.
—Debo regresar a mi casa ahora, podemos reunirnos luego —dijo él, suspire y negué.
—No puedo luego, tengo cosas que hacer —como ayudar en mi casa, él arrugo su frente.
—Lo único que se me ocurre es que vayamos a mi casa —ahora yo arrugué mi frente.
Yo en la casa de Jet, ni muerta, pero… no me quedaba de otra.
—Nos vamos —le dijo uno de sus amigos, lo miré, Tomas recordé.

Jet negó.
—Vayan ustedes —el chico asintió y pasó a mi lado sonriendo, mantuve mi expresión. Jet se puso de pie — ¿entonces?
Lo miré y me congele un segundo al notar su estatura, yo apenas le llegaba a su hombro, tuve que mirar hacia arriba para contestar.
—Está bien —le dije irritada, él alzo una ceja —¿tu casa está muy lejos?
Él negó y lo seguí fuera del colegio.
¿Cómo acabe aquí? me pregunté, era el karma quizás, una vida pasada llena de maldad que venía a cobrar mis pecados.
—Solo está a 10 minutos caminando —contestó él luego de un rato, tuve que recordar que le había preguntado, asentí.
Lo miré de reojo. Caminábamos a una distancia un poco más de lo normal, casi tendría que estirar mi brazo para tocarlo, arrugue mi frente ante el pensamiento. Y para que yo querría tocarlo, ese chico eran puros problemas con P mayúscula, negué mentalmente ante la idea. Pensé en todas las chicas de la escuela que estaban de cierta manera interesada en Jet, era Jet Farraguer, el chico atlético, guapo y de ojos azules como el cielo. No había nadie que no hubiera pensado aunque sea una sola vez en ser su novia, eso incluía a mis amigas y a mí, no en lo de novia pero si él lo de salir juntos, claro antes de saber quién era, o de oírlo mejor dicho.
—Aquí es —dijo él deteniéndose y lo imité.
Su casa estaba en una de las zonas residenciales del pueblo, eran de esas casas de tres pisos, delgadas y altas, como si hubieran crecido más hacia arriba que hacia los lados, esto era para que todas tuvieran un mayor patio. La casa era bonita, de color blanco con el marco de las ventanas azules, muy de película, incluso su jardín era muy cuidado, verde y pulcro.
—Linda casa —le dije a él cuando llegamos a su puerta, él se encogió de hombros.
—Muy perfecta —le oí murmurar, aunque no supe si quiso que lo oyera, no dije nada por si acaso —adelante.
Él me llevó hasta su sala, pequeña pero bien decorada, solo había un sofá para tres personas, una mesa de centro y un televisor de pantalla plana puesto en la pared, más una serie de adornos de figuritas y algunas fotografías. Me acerque a una de ellas para ver a Jet con al parecer su madre y un niño muy parecido a él, solo que con un rostro más amable, aun no tenía esa expresión de yo soy el rey del mundo.
—Hijo —dijo una mujer con voz demasiado aguda desde una puerta de la izquierda, me giré para ver a la misma  mujer de la fotografía aparecer por ella, al verme se detuvo.
Sus ojos se movieron de su hijo a mí una y otra vez hasta que me sonrió.
— ¿Qué pasa? —preguntó Jet, su madre lo miró.
—Tengo una cita de trabajo, llegas temprano —ella me miró, como su hijo no hacía nada me acerque a ella.
—Soy Cindy, compañera de la escuela de Jet —me tomó de la mano.
—Soy Ester, la mamá de Jet, un gusto —dijo.
—Tenemos que hacer una tarea madre —dijo él secamente, su madre lo miró y bajó los hombros.
—Pensaba salir antes ya que estabas aquí pero si vas a estudiar no podrás cuidar de Aníbal.
—Por eso estoy aquí, no me importa —dijo él y se quitó su mochila, la arrojó al suelo y me miró —podemos trabajar aquí —asentí.
—Pero… —dijo su madre y me miró —no quiero que él los interrumpa.
—A mí no me molesta —le dije rápidamente.
Ella dudó un segundo y miró hacia la cocina.
—Entonces les traeré algo de comer antes de irme —con eso desapareció por la puerta, miré a Jet antes de sentarme en el suelo al lado de la mesa de centro, él se sentó frente a mí y saco sus cuadernos.
Lo miré un segundo y me pregunté si siempre era así, tan…hablador o si solo se debía a que estaba conmigo. Al sentir mi mirada alzo la vista y arrugó su frente.
—¿Qué? —preguntó secamente, alce una ceja.
—Nada, solo me preguntaba si siempre eres tan afable—él abrió la boca para decir algo pero su madre regresó, nos puso galletas en la mesa y dos vasos de jugo.
—Gracias —le dije y ella sonrió, un niño apareció detrás de ella, una versión en miniatura de Jet.
—Este es Aníbal —dijo la mujer, lo miró —prometió portarse bien y no molestarlos mientras trabajan, ¿cierto? —le pregunto a él, el niño me miró y luego a su madre, asintió.
Su madre lo hizo sentarse al lado de Jet para que dibujara, no debía tener más de 6 años, le sonreí y el miró su dibujo muy interesado.
—Hagamos eso —dijo Jet y lo miré.
—Claro.
Saqué mis materiales y nos pusimos a trabajar. Luego de una hora comprendí que él no entendía las matemáticas para nada y que yo tendría que ayudarle. Suspiré cuando dejó caer su lápiz molesto antes de dejarse caer al suelo, su hermano pequeño lo miró e imitó.
—No logro entender nada —se quejó él, apoye mi codo en la mesita y negué.
Calma, dijo una parte de mí, recuerda,  no sabes nada, no has oído nada, así que no hagas una tontería. Suspiré.
—Lo que no entiendes es la base de esto —apunté la hoja—por eso te complicas tanto —él se apoyó en sus codos y me miró.
—Entonces qué demonios hago, sería más fácil que tú lo hicieras sola —negué y el volvió a dejarse caer.
—Ya intentaste eso y ya dije que no, se supone que es un trabajo en pareja, no voy a hacerlo sola y luego poner tu nombre en el —soltó un bufido.
—Sí, ya me dejaste en claro que te molesta, gracias —dijo con ironía.
—Me molesta que te cierres tanto a esto, debes calmarte, comencemos desde el principio —él se quejó y se sentó, tomó su lápiz.
—Odio esto, todo el mundo odia las matemáticas —me miró —menos tú, claro.
—Que las entienda no quiere decir que me gusten —él alzo una ceja—está bien, si me gustan. Podemos continuar —el asintió y comenzamos desde el principio.
Me tomó tres horas completas que entendiera lo que hacía, me encontré dividida entre explicarle a él y hacer dibujos en la hoja de su hermano para que él luego las pintara, al acabar ambos suspiramos con cansancio.
—No era tan difícil —dije y me apoyé en el sofá, él se quejó y llevo una mano a su cabeza.
—Cómo es posible que sienta la cabeza saturada —dijo él, lo miré y sonreí.
—Es tu cerebro que se llenó de nueva información, el usarlo causa eso —me callé al oírme decir eso y él me miró, alzo una ceja, miré hacia otro lado y me encontré con un reloj en la pared.
Oh mierda, pensé.
—No puede ser posible —me puse de pie enseguida, Jet y su hermano me miraron. Comencé guardar mis cosas rápidamente.
—¿Qué pasa? —preguntó él.
—Es muy tarde, mi padre me va a matar —cerré la mochila sin fijarme si había guardado todo bien y la puse en mi hombro —debo irme.
Eran más de las 8 de la noche, como no me di cuenta de eso.
Jet se puso de pie y miró el reloj.
—En verdad es tarde —me moví hacia la puerta.
—Bien, nos vemos —me despedí, miré al niño —adiós —le dije moviendo mi mano, él me imitó.
—Adiós —dijo con su voz clara.
Jet lo miró sorprendido, por un segundo sentí curiosidad de esto pero al recordar a mi padre decidí irme.
—Adiós —dijo Jet mientras salía de su casa.
Camine rápidamente por la calle y al doblar en la esquina comencé a correr, alcance el bus justo cuando cerraban las puertas. Luego de sentarme hice una mueca, mi padre iba a matarme, probablemente ya me esperaba con esas tobilleras de arresto domiciliario.

Me tomo 40 minutos llegar a mi casa, entre como si nada pero me congelé al sentir un escalofrió en mi espina, esa energía negativa venía de la cocina, así que al agua pato, pensé y me lancé a la tormenta.
—Hola —dije al ver a mi padre sentado mirando un cuaderno, él levanto la vista.
—Hola —dijo como si nada —la comida está ahí, sírvete.
Asentí y lo miré un segundo, luego deje mi mochila en la silla y me serví, no perdí de vista a mi padre hasta que me senté frente a él y comencé a comer lentamente.
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó tranquilo sin mirarme, me limpie la garganta.
—Bien…bien —dije y me metí una cucharada de comida a la boca.
—Bien —repitió él y dio vuelta la hoja.
Permanecimos en silencio hasta que acabe, incluso aunque permanecí sentada frente a él más de 15 minutos sin decir nada no me miré. Me sentí incómoda con su silencio, sabía que me merecía un castigo por llegar tan tarde y en verdad lo prefería molestó que silencioso.
Luego de otros 10 minutos no pude soportarlo.
—Ay papá —le dije, él me miró y esperó—lo siento, sé que llegue tarde, pero tuve que hacer un trabajo con un compañero para matemáticas y fuimos a su casa, no creí que tardaríamos tanto, pero él no entendía nada y tuve que explicarle algunas cosas. El tiempo se me pasó volando, lo siento —me calle y él entrecerró los ojos.
—¿Y quién ese compañero tuyo? —preguntó.
—Jet Farraguer —dije rápidamente, asintió sacó una caja pequeña, me la dio y arrugue mi frente —¿qué es?—pregunté y la abrí, un teléfono celular, lo miré unos segundos. Esto no era bueno.
—Cuídalo —dijo él y lo apuntó con su mano.
—¿Por qué me estás dando esto? tú crees que estos aparatos son máquinas controladoras que separan a las personas—él alzo una ceja y caí en cuenta —es para controlarme a mí —asintió y sonrió.
Mis hombros cayeron con la idea de mi padre llamándome la próxima vez que me atreviera a llegar tarde, suspiré y me puse de pie, luego de lavar mi plato me moví hacia la puerta.
—Tienes trabajo en el establo —lo miré.
—Son más de las nueve…—me callé —claro — volví a moverme hacia la puerta.
—Y estás castigada —me congelé —por una semana, nada de internet, televisor, ni salidas y si vuelves a llegar tarde será por un mes.
—Sí papá —le dije y salí del lugar rápidamente, antes de que añadiera otro castigo.
Llegué al establo y entré, miré el teléfono celular unos segundos. Era bonito y moderno.
A mi padre no le gustaban estos aparatos y la única vez que se lo había pedido me explicó los males de ese tipo de comunicación. No estaba en contra  de los teléfonos, si no de los celulares y las personas que pasaban más tiempo con ellos que con las mismas personas.
Suspiré y lo guardé en mi pantalón. Miré alrededor, mi padre ya había trabajado allí, lo único que tenía que hacer era limpiar la porquería de los animales, sabía que lo había hecho a propósito, otro castigo, volví a suspirar y me puse a trabajar.
No me tomo más de dos horas limpiar todo, al acabar me senté al lado de Nube Veloz, una de las yeguas y comencé a jugar con el teléfono, escuché la puerta abrirse pero no miré, posiblemente uno de los perros habían entrado.
—¿Qué hiciste? —me pregunté una voz grave cerca de mi oído.
Salté por el susto y solté el teléfono que cayó sobre un montón de heno, cerré los ojos cuando chocó
—Vamos, que hiciste para causar todo esto y un celular —dijo Bastian, el chico rubio, alto, moreno y de ojos verdes intensos parado a mi lado sosteniendo el aparato, él me miró y entrecerré los ojos. 
—Idiota, me asustaste —sonrío como si le alegrara la idea.
—Me dirás que hiciste para terminar limpiando a esta hora y obtener un celular, y desde cuando a ti te castigan—él lo movió delante de mí y se lo quité, Bastian se sentó a mi lado.
—A mí sí me castigan —él alzo una ceja.
—No, no lo hacen. Recuerdas las veces que íbamos al rio, cuando niños, tu padre siempre me castigaba a mí por eso, aunque fuera idea tuya —volteé mis ojos.
—Eran tus ideas, a mí no me gustaba.
—Ha, cierto —dijo él y sonrío —pero aun así esto es extraño —movió su mano alrededor, suspiré y le conté lo que había hecho, él solo negó.
Le conté lo de Jet Farraguer y volteó sus ojos.
—Lo sabía, un chico, quien más podía causar esto.
—Oye —me quejé y lo empujé, él ni siquiera se movió —yo no digo nada de tus novias y ese chico ni siquiera es mi amigo —solté un bufido.
—Tú siempre hablas de mis novias y…no voy a decir nada del chico.
Sonreí antes sus palabras. Bastian era mi mejor amigo, desde siempre, no estábamos en la misma escuela y lo agradecía, él era el chico que causaba estragos entre las adolescentes, si hubieran estado en la misma escuela probablemente ni siquiera me hubiera mirado, aunque hubiéramos sido vecinos.
Me pilló mirándolo y alzó una ceja.
—¿Qué? —preguntó —por fin vamos a ir a nadar al lago y no sabes cómo decírmelo —solté un bufido.
—A esta hora, estás loco.
—Bien tienes razón, ¿qué te parece el sábado? —lo miré y entrecerré mis ojos.
—Nunca te rindes —negó sonriendo y asentí.
—Está bien, paso por ti a las 10, nos vemos—dijo mientras salía.
Suspiré.
Otro asunto, desde que lo conocí siempre había intentado hacerme a nadar, sabía hacerlo, solo que no era lo mío, no desde la muerte de mamá.

La semana siguiente, justo cuando acabó mi castigo observé que mi nombre estaba en una de las peticiones de ayudantía, ideas del profesor de matemáticas. Lo sorprendente no era esto, si no el ver mi nombre al lado del de Jet. Al parecer yo debía darle clases privadas, justamente yo.
—¿Qué ves? —me dijo alegremente Liz, observó la lista—increíble —murmuró.
—¿Qué? —preguntó Anita, Maly apareció a su lado.
—Cindy tendrá clases particulares con Jet Farraguer —dijo ella riendo, Anita la imito y Maly arrugó su frente.
—Yo quería tu ayuda —dijo Maly, suspiré y apunté el papel.
—Quizás pueda cambiarlo.
—Ni lo pienses —dijo Anita.
—Te imaginas la cara de Barbie al saberlo —comentó Liz mientras íbamos al patio, arrugué mi frente.
—¿Por qué habría de interesarle? —dije sin prestar demasiada atención, me senté, las chicas me imitaron.
—A quién le importa Barbie o lo que le interese —dijo Anita —Cindy va a pasar las tardes con Jet Farraguer sola, ambos —las tres me miraron.
—¿Y?—dije molesta, Anita volteó sus ojos y negó.
—Debes aprovechar esto —dijo ella —hazte su amiga y luego nos presentas a sus amigos —me reí.
—Haaaa —dije —ahí está el asunto, me quieres como un enlace —apunté con mi cabeza al grupo de amigos.
Jet, Gustavo, Rodrigo y Tomas, los chicos más llamativos de la escuela, estaban sentados al otro lado del patio.
—Pues no tengo ningún problema en conocer a Tomas —dijo Liz sonriendo. Cuando todas la miramos se sonrojo completamente y estallamos en risas.

Suspiré. Si supieran pensé, pero no iban a saber, esperaba que nunca.

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