Tercera Parte
La triste verdad
Capitulo 2
***
J.:
Sabes que dicen de los chismosos.
C.: Que nunca oyen algo bueno de sí mismos.
J.:
Cierto, tú siempre estás en un mal lugar en el peor momento.
C.: Mira, yo pienso todo lo contrario.
J.:
Bien, pero… yo me equivoque, lo acepto, pero tú también lo hiciste.
C.: Lo sé, siempre me arrepentiré de lo que paso
después, de todos las tonterías que hice.
J.:
A mí me molesta la intención, no lo que hiciste. Te lo explicare.
***
Cindy
no volvió a comportarse extraño, nuestra relación siguió de lo más normal.
Ahora lo único que nos mantenía un poco distraídos eran los estudios. Solo
quedaban tres semanas de clases, la última era la fiesta de fin de año y
después, las vacaciones, eso era lo que más me agradaba, pasar unas vacaciones
con ella, y el tener todo el día libre.
Un
día pasó algo increíble. Eran las 9 de la noche cuando ella bajo a la cocina
por comida, habíamos acabado de estudiar, era viernes, esos días podía irse más
tarde así que no me preocupaba mucho la hora.
Cuando
regresó traía un plato con dos sándwiches y dos latas de refresco. Se acostó a
mi lado en la cama y me entrego uno, comimos allí.
—Quiero
que acabe este año, rápido —dijo.
Me
acosté de lado para mirarla, acomode el cojín bajo mío.
—¿Que
vamos a hacer mañana? —pregunté, se encogió de hombros.
—¿Qué
quieres hacer? —me miró.
Me
mordí el labio un segundo pensando, esperó.
—Estudiar
no —aseguré, llevábamos toda la semana en eso —el lago quizás, una visita,
solos. Ya es primavera, no has nadado conmigo.
Asintió
y dejo el plato a un lado.
—No
es mala idea, un fin de semana sin estudiar —sonreí y la abracé de la cintura,
se movió para quedar frente a mí.
Golpearon
a la puerta y ella se puso de pie, abrió, era mi madre.
—Ya
está lista —le dijo.
—Gracias
—contestó—sé que es raro pero así mi papá no se preocupara.
—Él
lo sabe.
—Claro,
le dije que hablaría con usted primero para consultar si podía, lo voy a llamar
ahora.
—Bien,
entonces buenas noches, si quieres comer otra cosa saca lo que quieras de la
cocina, recuerda, es la última —me apoyé en mis codos para mirar mejor, de que
hablaban.
Cindy
se despidió de mi madre y cerró la puerta, luego se acercó a su mochila, tomó
su teléfono y marcó, se acostó a mi lado.
—¿De
qué iba todo eso? —pregunté curioso.
—Espera
—me calló y hablo por su celular —papá—suspiro —sí, hable con ella, dijo que no
había problema —me miró —no, eso ni se pregunta, tiene otra —volteo sus ojos —apenas
acabemos me iré para allá —tomo mi mano y comenzó a jugar con mis dedos —lo sé,
si papá, temprano, creo, iremos al lago, hemos estudiado mucho —me miró y
sonrió —no, le diré que me ayude en el establo —arrugué mi frente —te
molestaría mucho, me lo imaginaba, está bien —apoyo su cabeza en mi hombro —yo
también —se rio —sí, papá, ya lo sé, te quiero, nos vemos mañana.
Me
tense, mañana.
—Mañana
—le dije luego de que colgara, me miró sonriendo.
—Sí,
me voy a quedar a dormir aquí —abrí mi boca sorprendido.
—Conmigo
—dije enseguida.
—No
contigo, técnicamente, más bien a unos metros de distancia, tu mamá me preparo
una habitación.
Esto
no podía ser posible.
—Mi
madre te dejo…—negué —tu padre te dejo…
—Sí
—aseguró —mi papá siempre se preocupa cuando salgo tarde de tu casa, como hoy
es viernes le dije que podía quedarme a dormir aquí —la miré esperando —él me
dijo que hablara con tu mamá y lo hice, ella acepto porque también piensa que
me voy muy tarde, y que eso no es bueno.
—Por
eso lo de antes—asintió—vaya—dije—ella nunca hubiera permitido algo así—
sonrió.
—Es
porque sabe que vamos a estudiar y que soy una chica responsable que se irá a
dormir a la otra habitación.
—Me
estás diciendo que vas a dormir a metros de mi—todo los músculos de mi cuerpo
se tensaron como si se prepararan para algo, yo sabía el porqué, y que pensara
en eso no me ayudaba en nada, me puse de pie y la observe.
—Si—ella
se acomodó en mi cama sonriendo.
Asentí
y camine un poco, como es que mi madre permitía algo así, recordaba bien las
veces que Barbie se había quedado más de lo permitido en mi habitación, siempre
aparecía para recordarle la hora.
La
miré y me detuve al ver que estaba sentada, con las piernas cruzadas y peinando
su cabello con sus dedos, pocas veces la veía con el cabello suelto, trague,
como esto podía ser fascinante. Ella me miró como si lo que hacía no fuera
nada.
—Vamos
a estudiar, cierto—dije, ella alzo una ceja.
—No
quieres que me quede.
—Claro
que si—casi chille, me limpie la garganta.
Pensar
en otra cosa, pensar en otra cosa, todo menos en ella durmiendo a metros de mí,
solo a pocos metros, diablos.
Se
puso de pie y me miró.
—¿Qué
pasa?
—Solo
digiero la información.
Me
miró fijamente unos segundos, sabía que estaba pensando en algo. Luego sonrió
como si nada y comenzó a acercarse a mí. No es bueno que la chica que amas te miré
de esa manera en tu habitación, pensé.
Di
un paso hacia atrás y choque con la pared, ella llego frente a mí, puso una de
sus manos en la pared a mi lado y la otra en mi pecho, sonrió suavemente.
—¿Te
incomodo?—pregunto con inocencia, trague.
Ella
sabía que sí, podía verlo, esto la divertía. Arrugue mi frente.
—Para
nada—le dije, alzo una ceja y se acercó más.
—Ni
un poquito—murmuro.
—No—mentí,
alzo la cabeza y por un segundo pensé que algo iba a hacer, pero se encogió de
hombros y se alejó.
—Entonces
estudiemos.
Se
sentó delante de mi escritorio, yo solo
pude quedarme ahí, como un bobo. Cuando pude recuperarme un poco camine hasta
sentarme a su lado, ella comenzó a amarrar su cabello, pero esta vez solo lo
afirmo con un pinche.
—Todo
bien—pregunto abriendo su cuaderno, me miro.
—Todo
bien—repetí.
—No
está bien—murmure.
Estaba
solo en mi habitación, no hacía más de 30 minutos que Cindy se había ido al
otro cuarto. Habíamos estado estudiando por cerca de dos horas, mi cabeza
estaba agotada pero mi cuerpo no, todo lo contrario, estaba muy despierto, más
que despierto.
Suspire
y me moví en la cama, me quite la sabana de encima, me estaba dando comezón.
Dios, me picaba todo el cuerpo.
—Esto
no es posible—me queje, me senté en la cama.
Tenía
que parar esto, esta…necesidad de ella. Lo que necesitaba era una ducha de agua
fría, eso por lo menos me ayudaría a dormir un poco.
Luego
de ducharme regrese a mi habitación, me congele.
—¿Qué
haces?—le pregunte a Cindy despacio, ella levanto la cabeza y me mostro su
mano.
—Lo
olvide—era su celular—golpee pero no contestaste, pensé que te habías quedado
dormido.
—Necesitaba
una ducha—menos mal que me puse unos pantalones, ella se acercó a mí y observo
mi pecho desnudo.
—A
las 12 de la noche—asentí y tire la una toalla húmeda al piso.
Al
diablo, pensé.
Cuando
llego cerca la atraje tomándola de una mano, ella jadeo y sonreí.
—¿Qué
haces?—susurró, me miró y apoyo una mano en mi pecho, ambos miramos esa acción.
—Solo
pensaba—también susurre—que tengo a mi novia a unos metros de distancia,
durmiendo en otra cama, cuando podría dormir en la mía.
—Eso
no es posible—murmuro.
—Lo
acepto, sé que no lo es, pero que tal
una hora—alce una ceja.
—Si
me quedo una hora vas a necesitar otra ducha—me reí suavemente.
—Ahora
eso no me importa.
Pase
mi mano por su cintura y la mantuve cerca, no me alejo. Tomó aire lentamente.
—Nerviosa—murmure
cerca de su oído.
—Estoy
en tu cuarto, en la noche y tú solo llevas un pantalón—su manó se movió hasta
mi espaldas.
—Nunca
vamos a hace algo que no quieras—levante su rostro con mis dedos—está
bien—asintió y acaricie sus labios con mi pulgar—nunca te obligaría
nada—murmure.
Caminamos
a mi cama, pero en vez de llegar a ella me senté en una silla, ella me observó.
—Siéntate
aquí—toque mis piernas, sonrió y negó un poco, pero aun así se sentó de lado.
—¿Que
estas pesando?—pregunto.
—Muchas
cosas—confesé—una de ellas es besarnos un rato.
—Solo
un rato—asentí y la bese.
Mientras
lo hacía lleve mi mano a su cabello y le quite su pinche, este calló libre
sobre mi mano. Acaricie algunos mechones suavemente y seguí besándola, ella me
abrazo por el cuello con una mano, sentí la otra moverse por mi cuello, mi
hombro y mi brazo, la dejo ahí, acariciando, haciendo pequeños círculos.
—Debería
irme—susurró mientras acariciaba su cuello.
—Solo
un poco más—murmure, pero mentía, no quería solo un poco.
—Mientes—la
oí murmurar, me congele y la miré, tenía los ojos cerrados, los abrió
lentamente—si yo quiero más, tú también—sonrió.
—Mm—me
queje—mejor vete a tu cuarto.
—Un
poco más—murmuro y tomo mi rostro para besarme.
Cindy
siempre me besaba de la misma forma, lento, suave, de cierta manera romántico,
como si tuviera todo el tiempo del mundo para hacerlo. Ahora era físico,
puramente, la forma como se movía, la energía con que lo hacía, había cambiado
esa inocencia por simple deseo. El problema es que no sabía cuál me gustaba
más, la chica que se tomaba su tiempo y encendía mi alma o esta, que encendía
mi cuerpo en cosa de segundos, me pregunte como era posible esta diferencia.
—Cama—murmure
cuando se alejó.
—Cierto—dijo
y se puso de pie, me beso una última vez antes de retirarse.
Me
quede sentado un rato, mirando el techo sin verlo.
—Tan
diferente—murmure, cruce mis brazos pensando.
A
qué se debe esto, que la hizo cambiar. Ya llevábamos unos meses de novios,
quizás simplemente estaba entrando en confianza, además nunca habíamos hablado
de nuestra atracción física, de los que nos pasaba, yo la deseaba, eso estaba
claro, y creía que ella también me deseaba, teníamos que poner un límite,
conocía el de ella, pero quería oírselo decir, saberlo a ciencia cierta.
La
mañana siguiente baje a la cocina y descubrí que todos estaban ahí, hablando
animadamente y desayunando.
—Buenos
días—dije para que me miraran, lo hicieron.
—Buenos
días dormilón—dijo Cindy, sonreí.
—Buenos
días hijo, siéntate, te sirvo enseguida.
Lo
hice y miré a mi hermano.
—Que
hablan tan animadamente.
—Le
estaba diciendo a tu mamá que quería pedirte que me ayudaras en mi casa, con
mis tareas en el establo—alcé una ceja y sonrió—ya sabes, limpiar un poco,
mover cosas, hacer mucho ejercicio.
Miré
a mi madre y luego a ella.
—Está
bien, no me molesta.
—También
le decía que podía llevar a Aníbal a mi casa en la tarde, para que conozca a
los caballos—mi madre me sirvió—luego de que fuéramos al lago.
—¿Puedes?—le
pregunte a ella.
—Sí,
tengo libre así que creo que está bien—la miró—no le molestara a tu padre.
—No,
para nada.
—Entonces
está bien.
—Claro—estuve
de acuerdo.
Luego
de desayunar nos fuimos a su casa.
—Trabajos
forzados—le pregunte en broma mientras salíamos de mi casa, asintió.
—Luego
vendrá la paga—sonreí.
—Cobro
por hora, así que espero que me paguen de igual forma—se rio.
—Veré
que puedo hacer.
Las
tareas en su casa no eran muchas. Al llegar saludamos a su padre que nos miró
fijamente a ambos como si buscara algo, luego comenzamos a trabajar. Limpiamos
el establo, las caballerizas, alimentamos a todos los animales, incluido un
pato que tendía a atacar mis zapatillas cada vez que me acercaba. Cepillamos a
los animales e incluso sacamos a los caballos a caminar, Cindy me enseño a
ensillar un caballo, me salve esta vez de montarlo.
Luego
nos despedimos de su padre y fuimos al lago, caminando por suerte. Ahí nos
divertimos nadando un poco, lo que más me impresiono fue su traje de baño, no
lo olvidaría fácilmente. Este era pequeño, de un color azul claro, muy diferente
al de la otra vez.
Disfrutamos
del agua fría, nadando lentamente no muy lejos de la orilla. La convencí de
llegar a pequeña cascada y mientras yo me acercaba lo más posible a ella, Cindy
se sentó en una saliente para observarme. Eso es algo que tampoco olvidaría,
ella con ese traje de baño húmedo, gotas de agua en su cuerpo tomando un poco
de sol. Luego comimos bajo un árbol y regresamos a su casa. Mi madre llego
media hora después de que regresáramos, ella le presento a su padre y los vi
hablar mientras le mostrábamos a mi hermano los caballos.
Aníbal
se emocionó completamente, se asustó al principio por su tamaño pero fueron
unos minutos. Cindy dio unas vueltas con él en el corral y mi madre aprovecho
de tomarle muchas fotografías, ya que también jugó con las vacas, los perros,
incluso el pato que lo perseguía haciéndolo reír.
Cuando
se hizo de noche nos despedimos de todos.
—Te
extrañare en la noche—le susurre a ella, sonrió.
Ese
día volvió a ser ella misma, tranquila, a veces mandona, pero muy dulce,
descubrí que a esa chica prefería más, no a la que intento seducirme un poco en
mi casa.
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