lunes, 5 de mayo de 2014

Jeremy - Relatos cortos, Serie nuevo Edén.


Serie Nuevo Edén
Ellos 
Jeremy 


Jeremy observó la espalda de su mujer unos segundos. Siguió la línea de su columna con la punta de sus dedos y sonrió al verla estremecer.
Estaban desnudos en la habitación de Anais, acababa de amanecer y aunque sabía que ese día tenía que ir a trabajar no tenía ni el más mínimo deseo de moverse de allí.
—Podrías hacerte un tatuaje —le dijo, ella soltó un bufido haciéndolo reír entre dientes —me dijiste que te gustaban los míos.
Anaïs giró un poco su rostro y lo observó detenidamente.
—No me gustan las agujas—. Él sonrió y siguió acariciando.
—Tu piel se vería muy bien con algún dibujo —movió la punta de sus dedos por su cadera, creando patrones.
—Los de tu espalda, ¿los creaste tú? —le dijo ella, la miró.

—Yo los diseñé pero un hombre en la tierra los tatuó. Allí aprendí sobre ellos.
—Así que también te dedicas a hacer tatuajes—. Él asintió.
—Solo a hombres, pero muy pocos los quieren y la mayoría son hombres que desean algo especial.
—¿Como qué?
Él se acercó y besó su mejilla.
—El nombre de su mujer en un intricado dibujo.
Ella sonrió y lo empujó hasta ponerse sobre él, la observó detenidamente y sonrió antes de pasar sus manos por su cabello desordenado.
—Así que quieres poner tu nombre en mi espalda —le ayudo mientras sonreía.
—Y no solo en ella, también aquí —tocó su trasero haciéndola reír—, y aquí —la abrió de piernas y acaricio sus muslos y más arriba. Al oírla tomar aire sonrió—. Ya sabes, en cualquier parte.
Anais volteo sus ojos.
—También tendrías que poner el de Gabriel—. Jeremy  gruñó.
Si, si, pensó, también tendría que poner el del niño bonito.
—Cómo es que te gusta ese hombre, eh, a veces tus gustos dejan mucho que desear—. Anais se rió con ganas al oírlo y sonrió.
—Si —lo miró y golpeo su pecho suavemente. —Mírame, aquí enamorada de un hombre que es del doble de mi tamaño, en qué estaba pensando.
—Eso es fácil de explicar, soy irresistible.
Ella volvió a reír y se sentó a horcajadas sobre él.
—Sí, eres irresistible, como el chocolate—. Jeremy alzó una ceja.
—Adoras el chocolate —ella asintió—, sobre todo te gusta chupar el chocolate.
Anais se sonrojó enseguida y soltó una carcajada. Seguía pareciéndole increíblemente dulce que siempre se sonrojara por algo así.
—Bien, entonces puedo hacerte un tatuaje.
—No —le dijo enseguida —pero puedes usar un bolígrafo, eso no me molestaría.
Jeremy consideró sus palabras hasta que sonrió.
—Perfecto —soltó antes de arrojarla contra la cama y moverse.
—Ey —se quejó Anais y solo se giro a verla luego de tomar un bolígrafo de su mesita de noche. Se lo mostro—si, te alegra mucho, ya me di cuenta.
Ella se recostó boca arriba y lo estudio.
Jeremy sonrió mientras se acercaba, sin borrar la expresión de su rostro. Observó su vientre y subió hasta su cuello. Al tener una idea se acercó  y tomó sus brazos para alzarlos.
—No los bajes —pidió y comenzó a dibujar.
Primero se movió por el centro de sus pechos, creo un patrón que bajaba a su cadera, llegó a su ombligo y solo se detuvo justo sobre su sexo. Lo observó un segundo antes de continuar. Sus dedos acariciaron su piel mientras la marcaba de esa manera. Minutos después, se dedicó a retocar las líneas que adornaban su vientre y cadera, y al acabar se alejó un poco para observar su obra.
Escuchó suspirar a Anais un segundo después y observó su rostro.
—Vaya —dijo ella, observaba el dibujo—. Si no detestara las agujas  te permitiría hacerme algo así.
Él rió y se acercó a su rostro para besarlo.
—Prefiero hacerlo de esta forma —acaricio el contorno del dibujo—, este se puede borrar y así podre hacer uno nuevo. Cada vez que lo desee.
Ella sonrió.
—Cada vez que lo desees —repitió ella.
—Si—. La besó suavemente y tocó sus pechos, los acaricio lentamente unos segundos antes de bajar y llevar un pico duro a su boca. Sonrió al oírla jadear.
—No se supone —susurró ella mientras afirmaba su cabeza para que no se alejara—, que deberías prepararte para ir a trabajar.
Jeremy se alejó y se movió sobre ella.
—Aun me quedan 10 minutos—. Anais sonrió.
—Aprovechémoslos entonces.
Él gimió y volvió a adueñarse de su boca, una que adoraba con intensidad. Le encantaba sentir el pequeño cuerpo de su mujer bajo el o encima, pero ahora quería verla llegar a un rápido y demoledor orgasmo.
En menos de un segundo se había alejado de ella y arrodillado al lado de la cama. Anais lo observó enseguida confundida pero al ver que la arrastraba hasta el borde y abría sus piernas tomó aire. Ella gimió y se arqueo cuando Jeremy la probó con su boca. La escuchó llamarlo como si no supiera que pedir, si que la dejara o continuara.
Aun así solo se dedicó a torturar su sexo y cuando la tuvo lista para él se alejó y acomodó entre sus piernas. Llevó ambos tobillos de Anais sobre sus hombres y la afirmó de la cintura, jadeo cuando ingresó a su cuerpo y luego comenzó a moverse.
—Jeremy —gimió ella y la observó, Anais también lo miraba.
Su boca estaba levemente abierta, su pecho subía y bajaba cada vez más rápido, como si se adecuara a los empujes. Él afirmó sus piernas para aumentar el empuje hasta que apenas se alejaba de ella. Quería hacerla llegar rápido porque él ya no podía soportarlo. Separó sus piernas y movió sus dedos hasta su nudo para acariciarlo con energía. Anais jadeo y se estremeció, volvió a gemir y acaricio sus pechos.
—¡Dios! —jadeo ella y la sintió convulsionar a su alrededor. La siguió enseguida, enterrándose en ella un par de veces antes de quejarse.
Al acabar cayó sobre su cuerpo, agotado y satisfecho. Anais suspiró cerca de su oído y lo abrazó, unos minutos después se movió y se recostó a su lado.
—Jeremy —murmuró ella y la miró. Anais se apoyó en un brazo. —Debes levantarte.
Él se quejó y la atrajo hacia él.
—Sí, lo sé—. La miró y sonrió con malicia —y si le decimos a Gabriel que vaya.
Ella rió y se alejó de él, se levantó de la cama y apoyó ambas manso en sus caderas.
—No, ya hiciste eso una vez —lo apuntó con su dedo con si fuera a regañarlo, sonrió—, no seas malo.
—Eso sería más efectivo su no estuvieras desnuda.
—Entonces me vestiré y volveré a decirlo—. Soltó una carcajada y se sentó en la cama.
—Bien —gruñó, la observó caminar hacia el baño—. Espera —le dijo y ella lo miró—, no te muevas.
Jeremy salió de la habitación, camino desnudo a la suya y regresó a la de Anais. Al verlo con una cámara fotográfica en sus manos alzó una ceja.
—Para el recuerdo —dijo y se acercó a ella, tomó una fotografía solo de su dibujo y se alejó.
—Ahora puedo bañarme —él asintió—, gracias.
Jeremy sonrió y regresó a su habitación, a medio camino se encontró con Gabriel. Él arrugó su frente al verlo aun allí.
—No debías ir a trabajar —dijo con el ceño fruncido.
Alzó ambas manos.
—Ya, ya voy, dios, que desesperante.

Gabriel volteo sus ojos y se alejó, lo vio ingresar al cuarto de Anais. Negando un poco se apresuró hacia su habitación, en verdad estaba atrasado pero había valido la pena cada minuto, solo que lo más probable es que el General volviera a regañarlo.

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