Serie Nuevo Edén
Ellos
Gabriel
Gabriel observó a Anais con Jeremy al otro lado de la
cocina y se mordió el labio. Era tan pequeña que siempre se ponía un poco
nervioso cuando los veía jugar de esa manera.
Jeremy perseguía a Anais unos pasos cada vez que ella se le
acercaba para molestarlo. Parecían un par de niños jugando o molestándose entre
sí para ver quien perdía la paciencia primero.
Al ver que Jeremy terminaba por quitarse el ridículo
delantal que usaba para limpiar y salía en verdadera persecución de Anais, cerró
los ojos un segundo y se aguantó las ganas que tenía de decirle que tuviera
cuidado. A veces Jeremy era demasiado bruto con ella, o quizás él se preocupaba
mucho.
Sabía que ella era más fuerte de lo que parecía, se lo
había demostrado, pero aun así tenía la impresión de que le podía suceder
cualquier cosa.
—Déjame —escuchó gritar a Anais, y aunque sabía que también
se estaba riendo, se levantó enseguida y se movió rápidamente hacia ellos,
tenso y listo para discutir con Jeremy si de nuevo la estaba molestando mucho.
Se congeló enseguida cuando vio a Anais sobre el hombro de Jeremy,
como si fuera un saco de papas. Jeremy golpeo una vez el trasero de Anais haciéndola
soltar un grito indignado antes de girarse y verlo allí.
Él alzó una ceja.
—¿Qué haces? —le preguntó irritado.
—Enseñándole a esta brujita lo que pasa cuando me hace
perder la paciencia.
—Bruja —jadeo ella y la vio mover sus pies intentando
golpear a Jeremy, solo que este la afirmó aún más y volvió a golpearla.
—Basta o te pondré sobre mis rodillas para castigarte como
se debe.
La imagen de ella sobre sus rodillas desnuda y con el
trasero de color rosa lo abrumó enseguida. No es que fuera de esos gustos pero
la idea de hacer algo así tenía algo de atractivo, mucho, mejor dicho.
—Como si yo fuera a permitir que hicieras algo así,
pervertido —jadeo ella y dobló sus esfuerzos.
Gabriel suspiró y se giró, si seguía allí iba a terminar por
bajarla del hombro de Jeremy, y sabía que no sería bienvenido, ellos estaban
jugando como siempre.
Tenía que concentrarse en otras cosas, por mucho que le
gustaría estar con su mujer debía terminar algunos informes para mañana.
Además, él no era Jeremy, no se atrevería jamás a tratar así a Anais. Tenía la
fuerte impresión de que podría hacerle daño si siquiera lo intentaba.
Por eso las siguientes dos horas se concentró lo mejor que
pudo en su trabajo. Ignoró las risas de Anais y Jeremy, además de sus gritos y
demás. Cuando por fin terminó ya era tarde, tanto que ya nada se veía por fuera
de la ventana. En ese segundo Jeremy apareció a su lado y suspiró.
—¿Qué? —le preguntó enseguida.
—Debo irme, lo olvidaste—. Gabriel arrugó su frente hasta que
cayó en cuenta.
—Cierto —soltó, Jeremy tenía turnos de noche en el pueblo
junto con otros soldados—. Tienes razón, lo había olvidado.
Jeremy alzó una ceja y solo lo observó antes de girarse.
—Por cierto Anais está durmiendo.
—En serio —murmuró con ironía, el silencio en la casa le
dijo que eso era obvio.
—Despiértala en un rato para que coma, sino mañana
despertara con el estomago vacío y se sentirá mal de nuevo.
—Lo sé —suspiró y miró al hombre mientras se preparaba para
salir.
Antes de que se fuera Jeremy se movió a la cocina, luego de
despedirse de él con un movimiento de cabeza Gabriel subió a la habitación de Anais
para ver como estaba. La encontró sobre su cama, cubierta solo con la sabana,
estaba desnuda bajo la delgada tela. Gabriel suspiró al verla y llegó cerca
para cubrirla mejor. Anais despertó apenas tocó la sábana, ella le sonrió y se
giró antes de estirar su cuerpo como un gato. Tragó al ver sus pechos al aire.
—¿Tienes hambre? —se obligó a preguntar, la miró a la cara,
ella sonreía suavemente.
—Sí.
—Entonces hare la cena, ponte algo y baja.
—Bien —murmuró ella, él sonrió y besó su frente, salió de
la habitación antes de que terminar lanzándose sobre ella.
Ya en la cocina preparó rápidamente algo de comer para los
dos. Cuando la escuchó entrar a la cocina estaba por terminar. Anais se detuvo
a su lado y la miró. Alzó ambas cejas al ver que usaba una de sus camisetas,
una que la cubría hasta un poco más debajo de su trasero.
—La dejaste la otra noche en mi habitación —dijo ella como
explicación.
—Ya veo —murmuró y suspiró, Anais sonrió y tomó una plato
para comer. Ella no se movió hacia el comedor, solo se quedo allí comiendo
tranquilamente. En cambio él se sentó y la observó detenidamente.
—¿Sabes? —dijo ella.
—¿Qué? —observó su cabello revuelto amarrado y luego sus
piernas un poco mas morenas por el sol. La primera vez que la había visto
estaba más pálida.
—A veces no ocultas bien tus pensamientos—. Observó su
rostro enseguida, ella seguía sonriendo.
—¿Ah sí? —preguntó y arrugó su frente—, ¿qué se supone oíste?
Ella lo observó pero no se lo dijo, en vez de eso lo
bombardeo con una serie de pensamientos e imágenes eróticas. De ella sobre la
mesa con él tomándola por detrás, o aprisionándola contra la pared de la
cocina, sobre la arena blanca, la cama, incluso el piso de ese lugar.
Él se quejó un segundo y luego gimió cuando ella se imaginó
así misma sobre sus rodillas justo frente a él, tomándolo en su boca.
—Pequeña —gruñó y se estremeció.
Anais terminó de comer, dejó el plato sobre la mesa a un
lado y lo miró.
—Me gusta que sean más rudos —él apretó la mandíbula, ella
se acercó—, que me tomen con más fuerza algunas veces —ella se sentó sobre él a
horcajadas. Gabriel la agarró de la cintura enseguida.
—Yo no soy Jeremy. Él…
—No quiero a otro Jeremy, te quiero a ti—. Ella tomó una de
sus manos y la llevó hasta su trasero. —Quiero que tú me inclines contra la
mesa, como si no pudieras contenerte, quiero que lo hagas rápido y duro —ella
besó su mandíbula tensa—, me gusta que seas dulce pero también te quiero
desesperado.
Gabriel se estremeció enseguida, jadeo cuando ella lo tocó
por sobre el pantalón.
—¿Por qué?—se oyó preguntar.
—Gabriel, no es la primera vez que me imaginas sobre tus
rodillas —él tomó aire con fuerza —ya perdí la cuenta de cuentas veces te has
contenido, y no quiero eso —ella lo besó suavemente—. Sabes porque molesto
siempre a Jeremy —negó —porque es el que primero pierda la paciencia, y al cual
le gusta que lo moleste, se que le divierte portarse todo bruto conmigo y
jamás, ninguna de todas las veces en que lo he incordiado me ha hecho daño. Por
qué crees tú que podrías hacérmelo o qué no me gustaría la forma en que me
deseas.
Gabriel tragó y la atrajo más cerca de su pecho, la apretó
contra él y ocultó su rostro contra su
cabello. Suspiró al oler su aroma.
—¿Quieres que te haga perder la paciencia?
—¿Qué? —jadeo él y ella se alejó enseguida.
Antes de que pudiera decir o hacer algo Anais ya le había
bajado el cierre del pantalón con una sorprendente habilidad. Maldito Jeremy, pensó por un segundo, él
debió de haberle enseñado a hacer eso tan rápido. Luego gimió, al verla llevarlo
a su boca pero sobre todo al sentirla.
—¡Dioses! —gruñó y sus caderas se movieron por propia
voluntad hacia adelante, luego se congeló allí, mas por costumbre, ella jamás
iba a poder tomarlo completamente dentro de su boca. O eso creía, volvió a
jadear cuando ella se empujó lentamente más cerca de él.
Gabriel jadeo y agarró su cabello para detenerla, solo que
ella lucho para acercarse más. ¿Qué
demonios estoy haciendo?, se dijo, debería estar ayudándole a que lo tomara
más profundamente, no intentando alejarla.
Solo… pensó y luego soltó un juramento. Alejó a Anais
de un suave tirón y la hizo mirarlo.
—¿En verdad quieres esto? —gruñó, ella jadeo y asintió—. Jeremy
te enseñó a quitar el cierre tan rápido —sonrió y volvió a asentir—, ¿qué más te
enseñó? —ella volvió a acercarse a su
sexo.
Gabriel le permitió hacer y observó sorprendido como ella
relajaba su garganta para tomarla más todavía sin ahogarse. Por un segundo
maldijo a Jeremy, porque esto debió tomarle un tiempo, pero cuando ella logró
su objetivo y lo tuvo completamente casi le agradeció. Él se estremeció al
sentirlo acariciarlo, al verla moverse por su longitud. Gruñó su nombre y movió
sus caderas.
Ya estaba allí, se dijo, muy cerca, solo un poco mas y…
—Anais —casi lloriqueo, ella se había alejado de repente.
Ahora lo observaba fijamente sin dejar de sonreír—, ¿qué haces? —gruñó.
Ella se mordió el labio y se puso de pie, luego dio un paso
atrás y lo miró alzando una ceja.
—¡Oh no! —soltó imaginando lo que iba a hacer—. Yo no te
voy a perseguir—ella volvió a dar otro paso hacia atrás—, ¡Dioses!—dijo y justo
cuando ella saltaba para correr lejos, él se lanzó hacia ella. No alcanzó a
agarrarla.
Volviendo a soltar una grosería la persiguió fuera de la
cocina, ambos atravesaron el comedor y luego la sala. La agarró en el pasillo
que daba a la escalera. Él la apresó contra la pared y la afirmó con una mano.
Con una de sus rodillas separó las de ella mientras levantaba su camiseta.
Ella gimió al sentirlo tocarla.
—Esto es lo que quieres —le dijo al oído un tanto fuera de sí.
—Sí —susurró ella cuando la inclinó para entrar en ella.
—Pídelo —jadeo y se detuvo justo antes de hacerlo.
—No —susurró ella y apretó la mandíbula. Él rió entre
dientes.
—Entonces no lo tendrás —se restregó contra su humedad solo
para molestarla. Se alejó apenas ella empujo en contra—. Pídelo Anais, di por
favor.
—No —gimió ella e intentó moverse. La apresó con más
energía. Gabriel separó aun más sus piernas y la alzó una poco obligándola a
pararse en la punta de sus pies. Cuando volvió a tocarla oyó el sí en su
cabeza, sonrió al ver que no podía ocultar sus pensamientos debido a su
necesidad.
—No —dijo él y la alejó de la pared.
Ella se quejó y gimió, solo que Gabriel la ignoró y la llevó
de regreso al comedor.
—Me dijiste que lo quería inclinada sobre la mesa —la puso
sobre ella y la empujó hasta que su pecho quedo apoyado allí—. No quieres esto—susurró.
—No —lloriqueo ella enseguida y abrió sus piernas.
—Ni un poco —mientras la afirmaba se empujó dentro de ella
un poco, solo un poco. Se alejó apenas la sintió intentando tomar más de él.
—Gabriel —gritó Anais.
—Di por favor —gruñó.
—Eres un…—volvió a entrar a su cuerpo un poco y ella jadeo—,
está bien. Por favor.
—Por favor qué.
—Por favor deja de jugar conmigo.
Empujó otro poco y ella gimió.
—Inténtalo de nuevo.
—Por favor hazlo de una vez.
—Otra vez —gruñó él y comenzó a salir.
—Por favor fóllame —lloró ella al sentirlo. Gabriel gruñó e
ingresó dentro de ella de una sola vez, ambos gimieron, solo que él gruñó al
sentir que ella se corría en torno a él enseguida.
Gabriel juró y esperó a que se relajara antes de comenzar a
moverse. Anais jadeo y se estremeció al sentirlo. Susurró su nombre y levantó
una pierna para ponerla sobre la mesa. Le ayudó a acomodarse sin detenerse
siquiera y luego volvió a soltar un juramento. Él se desesperó al tenerla así,
perdió el poco control que le quedaba y solo la afirmo de las caderas mientras
empujaba. Podía sentir el sudor correr por su cuerpo y como la ropa que aun
llevaba puesta se humedecía. Pero ya no le importaba, lo único en lo que podía
pensar era en que ya no podía aguatar su orgasmo. Solo atinó a susurrar un córrete
a Anais y cuando ella obedeció terminó por empujar una última vez con fuerza y seguirla.
Gritó al derramarse dentro de ella, su cuerpo se estremeció
y cayó hacia adelante, sobre Anais.
Dios, mujer, pensó agotado.
Vaya, le oyó pensar de vuelta.
No puedo moverse, se quejó y la oyó reír suavemente. Cuando lo
logró, abrió los ojos y se alejo lentamente, Anais se estremeció al sentirlo.
Luego la giró y tomó en brazos para llevarla a la sala. Allí se acostaron en el
sofá frente a frente.
—Ves que no es tan difícil —murmuro Anais, sonreía más que
antes.
Él suspiró y luego sonrió como ella.
—Quien diría que una cosita tan pequeña tuviera tanta
energía—. Ella se acomodo más cerca de su cuerpo y la abrazo. —Estas bien
cierto.
—Sí —murmuró ella, luego se rió —no creo que esa mesa
vuelva a soportar tanta acción otra vez, creo que la oí crujir mientras te movías.
Gabriel la miró sorprendido enseguida y al ver que bromeaba
soltó un bufido.
—Bueno, si se rompe le diremos a Jeremy que fue tu culpa —ella
abrió la boca—. ¿Qué?—dijo inocentemente al ver su expresión—, ¿quién me llevó
a hacer algo así? Yo quería comportarme como un caballero pero tú fuiste la que
me llevó por el mal camino —sonrió y ella golpeo su estomago suavemente.
—Mal camino —murmuró y luego volteo sus ojos—quien dijo que
quiera un caballero, y si tanto te molesta no lo vuelvo a hacer.
Él gruñó y la besó.
—Ya no puedes dar marcha atrás, vas a tener que soportar
que te folle las veces que quiera y donde quiera—. Rió al verla sonrojarse.
—Grosero —le oyó murmurar y rió con más ganas.
Anais sonrió un poco depositó un beso en su mentón, Gabriel
se movió para besar sus labios, ahora con ternura.
—Pero también me gusta cuando eres dulce y amable—. Él
volvió a besarla.
—A mi igual —murmuró —eres una cosita que me gusta
acariciar.
Ella suspiró y lo abrazó del cuello, Gabriel la acomodó
sobre él.
—Descansa —le dijo—, luego lo haremos más despacio.
Anais asintió y cerró los ojos. Él suspiró.
Sí, pensó él, podía
hacer esto, algunas veces. Tomarla de esa manera sin preocuparse todo el
tiempo. Y ya que Jeremy le había enseñado algunas cosas él le ensañaría otras
tantas, como correrse apenas él se lo permitiera, aunque al parecer eso sería
lo más fácil de aprender.
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