viernes, 22 de noviembre de 2013

El placer de Jenna, Tercera Parte, Capitulo 2.



Capitulo 2

Jenna apretó la mandíbula al sentir el cuerpo de Sebastián detrás de ella. Él se extendió y tomó la fuente que deseaba sacar de un mueble demasiado alto. Él la dejó a su lado y dejó de aplastarla contra el mueble como si nada.
¿Por qué rayos le hacía eso?
El hombre le hacía eso cada vez que podía, era como si quisiera acostumbrarla a que invadiera su espacio personal, o a su cuerpo, porque por Dios que ya lo estaba conociendo solo por eso. El hombre era puro músculo, duro y firme.
Suspiró y cerró los ojos hasta que unos brazos que conocía muy bien la rodearon, se relajó enseguida.
—Me voy —murmuró Hugo contra su oído, sonrió.
—Ya veo —le dijo.
Él siguió abrazándola y esperó.
—Jenna —susurró, se tensó —puedo besarte.
Tomó aire al oírlo, lentamente, porque si no, comenzaría a hiperventilar.

, pensó enseguida, por favor hazlo.
Como si él oyera sus pensamientos agarró su rostro y la movió suavemente hacia un lado. La boca de Hugo devoró la suya con una intensidad suave y desesperante. Su lengua la incitó a pedir más pero al no poder hablar solo logró gemir.
Él jadeó y se alejó.
—Bien, si no me voy ahora… —ella tragó y abrió los ojos para verlo sonreír.
—No vemos más tarde.
Con eso se alejó de ella.
Jenna se giró y se congeló al ver a Fabián y Sebastián a unos metros de ella. Observándola, ambos, con intensidad.
Fabián sonrió y se acercó a ella, solo que el depositó un beso en su mejilla como despedida y salió de la cocina, dejándola completamente sola y desprotegida con Sebastián.
Tragó.
Él solo apretó la mandíbula y salió de la cocina enseguida.
Suspiró.
—No puedo seguir así —susurró, tenía que hacer esto en algún momento y se le estaban acabando las fuerzas para decir que no. Lo quería demasiado como para seguir negándose.
Solo que algo le decía que si cedía, iba a perder algo muy importante, no sabía que.
Sebastián no volvió a acercársele durante todo el resto de la semana, parecía que incluso la evitaba. Hugo continuó como siempre, solo que ahora la besaba sin pedirle permiso, simplemente se lanzaba a ello apenas la veía en la mañana y en la noche. Incluso Fabián se había alejado un poco de ella, parecía tenso y cansado. Apenas lo veía y solo era en los momentos antes de que se fuera a trabajar.
Lo echaba de menos, mucho.
Dos días después de que Sebastián regresara a su trabajo y mientras se duchaba jadeo. El hombre había entrado al baño como si nada y ahora la observaba fijamente. Jenna sintió su rostro sonrojarse antes de ponerse de todos los colores posibles.
—¿Qué haces? —gruñó molesta, él alzo una ceja.
—Llevamos un mes viviendo juntos —lo imitó y alzó una ceja, luego se movió y cerró la llave de la ducha, volvió a mirarlo y a cruzarse de brazos.
—¿Y?—pregunto.
Él miró alrededor un segundo y se acercó lentamente a ella, hasta que llegó cerca de su oído y susurró.
—No soy un hombre muy paciente y lo he sido contigo más que con cualquiera —tragó tensa.
Cálmate, se dijo. No es el primer hombre que te ve desnuda, pero si era el primero que la ponía así de nerviosa.
—¿Y? —repitió y se limpió la garganta.
Mierda, pensó, estaba más que nerviosa.
—Y —repitió él, lo sintió respirar y apretó la mandíbula —eres, como dicen ustedes, mi esposa.
Jenna se alejó de él enseguida y chocó con la pared, Sebastián la miró demasiado tranquilo para su gusto.
—¿Y? —soltó por segunda vez, era eso o maldecir en voz alta.
Él se acercó tanto a ella que pudo sentir cada parte de su cuerpo en contacto con él. Aunque sería más divertido si estuviera desnudo, pensó un segundo, luego se golpeó mentalmente.
—Y, ¿no lo adivinas? —murmuró él, levantó la cabeza y lo miro tenso. El movió las manos y las apoyo a cada lado de sus hombros —que ya es tiempo que nos comportemos como marido y mujer.
Ella tomó aire con fuerza al oírlo.
—Tú quieres follarme—él parpadeo un par de veces, como cada vez que la oía maldecir o hablar de esa manera antes de reaccionar.
Sebastián le sonrió, y ella abrió la boca sorprendida.
—Estas sonriendo —él borró su sonrisa y Jenna se arrepintió de haberlo dicho.
Sebastián se alejó enseguida, dejándola sola y fría contra la pared.
—Por cierto —dijo él, no la miro, solo salió de la ducha —una de tus amigas vendrá a verte en la tarde.
Jenna jadeó y lo vio salir del baño sorprendida.
—Una de mis amigas —susurró.
Cuando reacciono él ya se había ido a trabajar y Fabián, quien la acompañaba ese día, no sabía nada de la visita. El hombre se había sorprendido tanto como ella por eso.

Jenna suspiró y se preguntó quién podría ir a verla.

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