domingo, 17 de noviembre de 2013

El placer de Jenna, Segunda parte, Capitulo 5.



Capitulo 5

Luego de un par de horas Jenna bajó a la cocina, como no había nadie caminó hasta el comedor y se sentó. Dejó en la mesa las revistas que ocuparía y en otro lado las que no. Comenzó a buscar los muebles que había elegido y ordenó las imágenes por el lugar. Justo cuando terminaba Fabián apareció y se le acercó.
—Ya acabé.
—¿Tan pronto? —preguntó él, observó la mesa. —¿Y qué vas a comprar?
—Ese es el problema —él arrugó su frente —yo no tengo dinero…
Él negó enseguida.
—No te preocupes por eso, nosotros lo tenemos, por ahora nos encargaremos de todos los gastos —suspiró, al notar que seguía observándola dijo.
—Está bien entonces, mira —apuntó unos sofás y comenzaron a mirar el resto de fotografías.
Cuando acabaron, Fabián había anotado en un papel el código de muchas cosas.
—Las pediré ahora y lo más probable es que mañana ya estén aquí.
—¿Crees que a los demás les gusten? —asintió enseguida.
—Sí, no te preocupes por eso, además —le sonrió —mi hermano tiene pésimo gusto y Sebastián, creo que pasa más tiempo en su trabajo que en su casa.
—Entonces ese fue el motivo por el cual me hicieron elegir a mí —alzó una ceja y se cruzó de brazos —temes que dejen horrible el lugar.
Él suspiró pesadamente y levantó ambas manos.

—Bien, me rindo, tienes toda la razón —la miró con ojos de cachorrito herido, abrió la boca sorprendida —pero no les digas a ese par, tuve que casi jurar que tú deseabas hacerlo para que no volvieran este lugar algo inhabitable.
Al ver lo que hacía se rio, con ganas. No había reído de esa forma desde hace tiempo, incluso desde antes de llegar aquí. Cuando se calmó él la observaba con una ceja alzada.
—Lo siento —jadeó, llevó una mano a su estómago —pero, eres muy malo manipulando a los demás.
Ahora arrugó su frente.
—Eso es un problema, considerando que pertenezco a la guardia de la ciudad —lo miró —debería ser bueno en eso —sonrió.
—O quizás tus engaños no tienen efecto en mi —él fingió pesadez por sus palabras.
—Eso es deprimente —le sonrió y ella le devolvió el gesto.
Jenna observó a Fabián con más intensidad. Apenas se había figado en él o su hermano en la reunión de la mañana, pero ahora, al verlo más cerca, notó que era más joven que ella, que sobrepasaba su baja estatura mínimo por 15 centímetros y, que tenía un mechón rebelde sobre su frente que rompía un poco con su apariencia ordenada.
—¡Cariño, ya estoy en casa! —gritó un hombre desde lejos.
Ella miró con los ojos bien abiertos a Fabián que solo negó un tanto molesto.
—Ese es mi hermano, un tipo de lo más interesante.
Fabián le dijo que lo siguiera y lo hizo, cuando llegaron a la sala se detuvo para observar a un hombre idéntico al que tenía al lado, misma altura, color de ojos y tono de piel, solo que su cabello estaba desordenado, como si acabara de levantarse o pasara sus manos repetidas veces por él.
Hugo los observó fijamente enseguida y entrecerró los ojos un segundo, luego, como si nada caminó hacia ella y la envolvió en un apretado abrazo.
Jenna jadeó al recibir el abrazo de Hugo. Prácticamente se congeló al sentir su cuerpo duro contra el de ella y al tener su pecho contra su rostro. Como notó que él no la soltaba, y se estaba quedando sin oxígeno pero con mucho olor a su colonia se quejó y jadeo.
—Que la ahogas —lo regañó Fabián.
Hugo la soltó enseguida pero puso ambas manos en sus hombros.
La miró a los ojos fijamente.
—Lamento no haber estado en tu llegada, te prometo que arreglaré eso de alguna manera.
Parecía muy serio.
—Con no volverme a ahogar —le dijo luego de unos segundos.
—No aseguro eso —alzó una ceja —te voy a abrazar mucho de ahora en adelante, solo tienes que acostumbrarte.
Jenna volvió a encontrarse en un abrazo apretado y esta vez reaccionó. Movió su mano y piñizcó el vientre de Hugo, quien se quejó enseguida y la soltó.
—No a la violencia —dijo él mientras se masajeaba el vientre.
Hugo miró a su hermano un segundo y arrugó su frente.
—Tengo hambre —soltó, Fabián suspiró y la miró.
—Ves, es un hombre interesante.
—¿Hombre? —ambos la miraron en seguida —parece un niño —miró a Hugo —¿Cuántos años tienes?
—22 —le sonrió alegremente y ella alzó ambas cejas.
—Pero sí son unos niños.
Hugo volteo sus ojos y Fabián arrugó su frente.
—Solo son 6 años de diferencia —arrugó su frente.
—¿Sabes cuántos años tengo? —el primero asintió.
—Vamos a comer —dijo Fabián para dar término a la conversación, lo siguieron.
Al llegar a la cocina siguió a Fabián para ayudarle, solo que justo antes de comenzar unas manos agarraron sus hombros para detener su avance. Jenna observó a Hugo a su lado y arrugó su frente.
—No te preocupes por eso, siéntate.
Él la alejó suavemente y no la soltó hasta que estuvo sentada.
—Pero yo puedo… —él negó.
—Deja que nosotros nos hagamos cargo —ella observó un segundo a Fabián, que aunque no los observaba sonreía.
—Yo puedo hacerlo —él se acercó a su rostro, se congeló enseguida.
—Déjanos a nosotros —sin más se alejó de ella y ayudó a su hermano.
Los observó cocinar unos minutos, la forma en que se movían, esa comunicación silenciosa entre gemelos. Notó divertida como se pasaban entre ellos cuchillas y fuentes sin siquiera mirarse. Luego, solo negó y observó por una de las ventanas.

Mientras comían hablaron sobre las cosas que compraría, fue allí que Jenna notó que Fabián tenía razón, Hugo quiso ayudarle, solo que cada cosa que elegía no tenía nada que ver con la decoración que ya había seleccionado.  Parecía que solo le gustaba comprar.
Jenna lo observó unos segundos y luego a su hermano, tendían a discutir entre ellos un poco, no mucho, más bien parecía que les gustaba llevarse de esa manera, muy diferente de antes.
—¿Entonces? —preguntó Hugo, lo miró —¿qué te gusta hacer para pasar el tiempo? —la miró.
—Mm —pensó un segundo.
¿Qué le gustaba hacer?, pues trabajar ¿o no?
Era buena en eso, los negocios, pero en verdad lo que le gustaba en realidad tenía razón con lo que había estudiado primero, leyes. Si no hubiera sido tan orgullosa habría seguido su carrera, pero luego de discutir con su padre por querer manejar su vida, había dado un giro de 180°.
Suspiró y notó que ambos seguían esperando una respuesta.
—¿Si saben mi edad no deberían saber eso? —Fabián se limpió la garganta.
—Sí, a decir verdad lo sabemos, pero sentimos curiosidad de ti.
Alzó ambas cejas.
—Háblenme de ustedes —miró a Fabián —¿tú estás en la guardia no es así? —él asintió —¿y tú? —miró a Hugo.
—Yo soy miembro del consejo de la ciudad —arrugó su frente.
—¿Esos hombres?, ¿los que los seleccionaron?
—No, ellos se encargan de las asignaciones y demás. Yo soy algo como un alcalde —alzó una ceja al oírlo —solo que aquí funcionamos como un consejo. Somos 5 los que formamos el consejo de esta ciudad.
—Vaya —murmuró, nunca lo hubiera creído.
Al acabar la observaron fijamente, esperando.
Suspiró.
—Bien, soy abogada —ambos arrugaron su frente —alguien que se encarga de acusar o defender a las personas cuando se trata de leyes.
—Ah, eso —dijo Hugo —un consejero civil —Jenna alzó una ceja al oírlo —así se llaman aquí. Te iría bien como consejero civil, te gustará trabajar allí.
—¿Me estas ofreciendo trabajo? —alzó ambas cejas al oírlo, entusiasmada a pesar de todo.
Él se sonrojó y miró a su hermano.
—Yo… quiero decir… no puedo… —él miró a su hermano pidiendo ayuda, Fabián suspiró.
—Lo que este torpe quiere decir es que no puedes trabajar ahora —lo miró enseguida —pero no quiere decir que más adelante no puedas —también se sonrojó y alzó una ceja —las mujeres aquí empiezan a trabajar luego de su primer hijo.
Ella miró el techo un segundo y negó.
Tan raros eran a veces, pensó.
—Entiendo —ambos se relajaron —¿y Sebastián?,  es soldado, ¿cierto?
Hugo asintió.
—Pertenece al grupo de interrogaciones —Fabián soltó un bufido.
—Pertenecer, él lo comanda, es muy bueno en eso —se estremeció y Jenna arrugó su frente.
—Por eso está afuera, ¿tiene que interrogar a alguien? —Fabián la miró un segundo y asintió suavemente.
—Es lo único que sé —aseguró.
—Olvidémonos de eso —dijo Hugo —porque no encargamos los muebles y luego nos vamos a descansar.
Jenna asintió suavemente y observó a los hermanos sacar algo de sus pantalones, cuando comenzaron a hablar supo que eran teléfonos.
Solo les tomó unos minutos pedir todo, al acabar la acompañaron y se despidieron de ella. Cuando Jenna cerró la puerta y se apoyó en ella les oyó susurrar.
—Creí que nos iba a dejar entrar —ese era Hugo, no había duda.
—Es la primera noche idiota, no la agobies —Jenna sonrió.
—No pensaba agobiarla, sino hacerle otras cosas —se escuchó un golpe y como alguien se quejaba.
—Vete a dormir —soltó molesto Fabián.
Luego escuchó los pasos y llevó sus manos a su boca para no reír.

—Niños —murmuró, estaba emparejada con un par de niños, y uno lo era más que otro.

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