Primera parte
Conociendo al enemigo
Capitulo 1
***
J.:
Esto es muy extraño.
C.: Ya aceptaste.
J.:
Comienza.
C.: ¿Cómo acabe aquí?
J.:
Acabamos.
C.: No es una pregunta difícil de contestar, si
observamos mi vida desde otro punto de vista.
J.:
No solo tu vida.
C.: Esta bien, no solo la mía, pero comenzaremos con
la mía, ¿o no?
J.:
Las damas primero.
C.: Gracias. Era el primer día clases y aún no salía
de mi casa…
***
—Cinderly —llamó mi padre por centésima vez —llegaras
tarde.
¿Por qué cuando se molestaba no me llamaba como
prefería? Cindy. Miré hacia la puerta haciendo una mueca, ¿y cómo es que me
quede dormida el primer día de clases?
—Cin…
—Ya bajo —grité y me miré en el espejo por última vez,
luego solté un bufido.
Al llegar a la cocina miré a mi padre unos segundos.
Era un hombre alto y fuerte, de cabello rubio oscuro y ojos verdes, su piel
estaba morena por el sol y aunque llevaba ahora un bigote lo consideraba guapo,
sonreí un poco, lo era, aúun.
Había visto fotografías de él cuando era más joven y
me había sorprendido, mi padre había sido la sensación de su escuela en sus
años, y a veces, cuando iba con él a la ciudad aun llamaba la atención.
En cambio yo era todo lo contrario, de cabello rojizo
oscuro, largo hasta mis codos y muy liso, tenía los ojos de mi madre, castaños,
además de su delgadez y estatura, 1,65 metros. Era lo único interesante de mí,
cabello y delgadez, una saludable, claro está, todo lo demás era tan común como
aburrido.
Mi padre levantó la vista del periódico y arrugó su
frente, golpeó la mesa con él.
—Tarde —casi gruñó, volteé mis ojos y me moví hacia la
mesa, tome una tostada.
—Ya me voy —me acerqué a él y deposité un beso en su
mejilla, él aprovechó para pellizcarle el vientre —auch —solté y me aleje de
él.
—Te mereces eso, es el primer día de clases —arrugó su
frente — y estas muy delgada —negué y comencé a irme.
—También te quiero papá—le dije, el hizo ese sonido
exasperado que solo él tenía. Al llegar a la puerta lo oí gritar.
—No llegues tarde —volví a negar.
—Si padre —contesté con un grito.
Con eso salí de la casa y miré hacia el establo viejo de
color rojo oscuro, seguí por el camino de tierra hacia la calle y me apresure
para no perder el bus que me llevaría a mi penúltimo año en la escuela.
***
Observé
a la chica de curvas y cabello rubio largo a mi lado. No podía ser cierto.
—
¿Estas terminando conmigo? —le dije a Bárbara, asintió y me sonrió con dulzura,
o lo más dulce que la reina de hielo podía sonreír.
—Vamos,
Jet, cariño —dijo y acarició mi brazo con sus dedos. Evité estremecerme al
sentir sus uñas en mi piel, lo odiaba.
Continuó.
—Solo
será por un tiempo, por las competencias. Ambos necesitamos concentrarnos en
los equipos, sabes que las chicas de mi equipo de gimnasia me necesitan más que
nunca, y creo que este año quieres ganar el torneo de tenis —solté un bufido y
me alejé de ella —eso que ni siquiera he nombrado los estudios — miré alrededor
del campo de fútbol.
La
mayoría de los alumnos del colegio nos miraba, aunque cada vez que alzaba la vista
todos fingían hacer otras cosas.
Sabia
porque lo hacían, éramos o fuimos, me corregí, unas de las parejas más
llamativas del lugar. Yo, el mejor jugador de tenis y ella, pues era Bárbara o
Barbie, para sus amigos, la rubia despampánate, la estrella del lugar.
Regresé
mi mirada a ella y suspiré.
—Como
si te interesara lo que me pasa —Barbie se quejó suavemente.
—Sabes
que no es así, es lo mejor… —me sonrió mostrando todos sus perfectos dientes
blancos y siguió hablando, también odiaba eso de ella.
La
observe mejor: el maquillaje exagerado para alguien que iba a clases de
gimnasia, la ropa ajustada, no dejaba nada a la imaginación, el cabello rubio,
brillante y lacado. Todo en ella la hacia la perfecta chica de escuela, claro
excepto su carácter.
Cuando
pasó a mi lado caminando olí el aroma que desprendía, aparte del jabón, champú
y perfume, también olía a laca. Volví a suspirar y la miré cuando se paró
frente a mí, al parecer se había callado.
—Estarás
bien —dijo como yo necesitara esas palabras. Alcé una ceja irritado.
—Como
sea —le dije y me alejé de ella, Barbará me llamó pero la ignore completamente
—terminar conmigo —murmuré molesto al salir de campo —ridículo —nadie termina
con Jet Farraguer, nadie.
***
Observé a Jet Farraguer pasar a mi lado mascullando
cosas sin sentido, como siempre él ni siquiera me miró. Constantemente me
sorprendía lo fácil como algunas personas hacían sentir a los demás,
invisibles. Negando caminé hasta el patio de la escuela y me senté al lado de
mis amigas, todas me miraron.
Maly, Liz y Anita, eran mi grupo de amigas, “Las
microbios”, nos llamaban, algo que continuamente me hacía reír.
—¿Por qué esa cara? —me preguntó Maly con su tono de
voz aburrido, negué.
Si le decía a ella que había visto a Jet Farraguer
molesto comenzaría a quejarse como siempre que lo hacía, a veces ese lado
negativo de la chica era molesto.
Observé al resto de mis amigas fijamente. A diferencia
de Maly, que era delgada y de cabello castaño, Liz era bajita, de cabello rubio
muy enrulado y ojos cafés, la chef del grupo, por eso mismo era la más
rellenita. Anita era la más inteligente de las cuatro, de respuesta rápida e
irónica, igual de delgada que Maly, solo que su cabello negro era corto, sus
ojos grises y su cara pecosa, esta última levantó la vista al sentirse
observada y arrugó su frente.
—¿Qué? —preguntó —has descubierto que estás enamorada
de mi —todas se rieron, negué ante sus ocurrencias.
—De ti, jamás, quizás de Maly, con ese atractivo suyo,
quien sabe —estallaron en nuevas carcajadas, excepto la nombrada que solo
arrugó su frente.
—No sé si sentirme feliz o triste por eso —dijo ella y
suspiro.
—Tu madre volvió a cortarte el cabello —le comenté a
Liz, ella llevo su mano a él y lo acaricio.
—Tanto se nota—dijo ella antes de quejarse —no logró
convencerla de las bondades de un estilista.
—Tu madre tiene un pequeño problema con el dinero —dijo
Maly, Liz negó y sus risos se movieron alrededor de su cabeza.
—No es eso —la defendió —solo cree que ella lo hace
mejor —Anita soltó un bufido y la miramos.
—Hm, tu madre tiene toda la razón—dijo y miro su libro
fijamente, Liz arrugo su frente un segundo antes de mirarme.
—Hoy te quedaste dormida —suspiré.
—Es que esta escuela es tan aburrida como trabajar en
casa —ella volteó sus ojos.
—Lo que pasa es que nos falta, a todas, novios —Anita
cerró el libro y nos miró.
—Quizás este año pase.
Nos miramos entre nosotras y negamos riendo.
—Basta de esto y vamos a clases, me aburren —dijo
Maly, nos pusimos de pie y caminamos a clases detrás de ella, Liz nos miró
sonriendo.
—Lo que pasa es que ya se rindió —dijo antes de
reírse, Maly solo arrugó su frente.
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