martes, 10 de diciembre de 2013

El placer de Jenna, Cuarta parte, Capitulo 9.


Capitulo 9

Tres semanas después Sebastián ya estaba en su casa. Jenna lo observó divertida al ver que seguía manteniendo el ceño fruncido. Se había puesto así luego de enterarse de que tenía un mes libre.
Cuando se acomodó en la cama se sentó a su lado y sonrió. Él la observó sin cambiar de semblante.
—Que me mires así no causara que regreses antes a tu trabajo —él volteó sus ojos y negó.
—No puedo creer que me dieran un mes, que se supone que voy a hacer.
—Que más puedes hacer un mes completo en esta casa con Jenna a tu lado —dijo Hugo, estaba a los pies de la cama con los brazos cruzados.
Fabián ingresó en ese momento a la habitación.
—Yo sé lo que podría hacer —dijo este.
Jenna se rio entre dientes.
—Yo también —Sebastián siguió con el ceño fruncido.
—¿Y qué es eso? —Jenna observó a los gemelos que voltearon sus ojos—¿qué? —gruñó Sebastián.

—En serio —dijo Hugo —¿estás seguro de que no te golpearon en la cabeza?
Jenna arrugó su frente.
—Oye —le dijo —no se bromea con eso.
—Pues debería, que no se le ocurra nada deja bastante que desear —ella volteó sus ojos y observó a Sebastián.
—Solo es un mes.
Él negó irritado. Jenna se acercó a su rostro y lo besó suavemente.
Aunque Sebastián estaba bien, debía usar un cabestrillo para su brazo un par de semanas. Se lo habían roto en tres partes y aún le dolía un poco.
—Un mes para hacer lo que queramos —volvió a besarlo —todo el día solos —se movió hacia su oído con cuidado y mordió el lóbulo de su oreja. Sonrió cuando él se estremeció suavemente —adivina qué vamos a hacer.
Él gimió.
Jenna lo observó mirar a los gemelos unos segundos.
—Porque no me muestras lo que vamos a hacer —su voz estaba ronca —ha pasado mucho tiempo y no creo poder esperar.
Ella mordió su labio inferior y se levantó sobre sus rodillas.
—Pero deberás dejarme hacer todo.
Él volteó sus ojos.
—Solo es mi brazo.
—Deja a la señora hacer lo que quiera —soltó Hugo y Sebastián lo miró enseguida. Jenna igual.
Fabián estaba apoyado en un mueble, con los brazos cruzados esperando. En cambio Hugo seguía a los pies de la cama.
—Crees poder soportar esto —le dijo Sebastián —o vas a intervenir.
—No —dijo Jenna, la miró —él solo va a observar —miró a Hugo un segundo sonriendo —no puede decir nada y menos moverse de allí.
—Exhibicionista —le dijo Hugo divertido y ella sonrió.
—¿En serio? —le preguntó a Jenna.
Ella asintió y comenzó a desnudarlo. Besó su cuello y bajó por su pecho.
Sebastián jadeó suavemente cuando llegó a su pantalón y gimió al sentir como ella lo acariciaba.
—No podrá —le oyó decir.
—¿Qué? —preguntó y le quitó la ropa con cuidado.
—No podrá quedarse quieto.
Ella se sentó a horcajadas de él y se desnudó, liberó su cabello y lo dejó caer contra sus hombros.
—Te apuesto que sí.
Con eso lo guio dentro de su cuerpo. Sebastián gimió al sentirla y luego la llamó, susurró su nombre mientras se movía contra él.
Jenna lo montó lentamente al principio, como a él le gustaba. Beso su mentón y acaricio su pecho. Luego, observó a un lado y sonrió al ver el bulto entre los pantalones de Fabián. Él la miraba detenidamente.
La mano libre de Sebastián acaricio su nudo y ella jadeó. Se movió más rápido contra él, deseando correrse lo antes posible, después podían hacerlo más lento. Quería sentir y oír cómo se corría. Y ella deseaba seguirlo en ese salto, en uno que ahora solo compartía con él.
Cuando Jenna empujo con más fuerza en y lo apretó con sus músculos internos Sebastián se corrió, Jenna se movió más rápido mientras lo hacía y lo siguió. Jadeando contra él y estremeciéndose.
Cuando abrió los ojos descubrió que estaba sobre el pecho de Sebastián, y sobre su brazo herido.
—Dios, lo siento —soltó enseguida y se movió a un lado.
Sebastián se rio suavemente y lo miró. Amaba oírlo reír, lo hacía tan pocas veces que era como un tesoro.
—Estoy bien, no me duele —ella observó alrededor y arrugó su frente al no ver a nadie —salieron luego de que termináramos.
Ella alzó una ceja.
—Así que Hugo ya no se queja porque estemos juntos —Jenna negó.
—Hablamos sobre eso, ya todo está bien —él la atrajo sobre su pecho.
Sebastián acarició su rostro y arrugó su frente.
—¿Qué? —dijo Jenna.
—Ellos dijeron que tenías que decirme algo, ¿qué es?
Jenna se sonrojó enseguida y observó su pecho.
—Dímelo, no me hagas hacer uso de mis habilidades —ella volteó sus ojos.
—¿Y cuáles serían esas? —él alzó una ceja y la atrajo más cerca, luego, movió su mano por su espalda hasta su trasero.
—¿En verdad quieres conocerlas? —ella se encogió de hombros como si nada.
Sebastián abrió sus piernas con una de las suyas y luego la acaricio con su mano. Jenna jadeó contra él y abrió aún más las piernas. Solo que él la dejó enseguida.
—Mm —se quejó —Sebastián.
—Dímelo y continuaré —él volvió a tocarla. A enterrar dos dedos en ella y esparcir su humedad, solo que justo antes de que se corriera volvió a dejarla.
—Dios —se quejó ella y lo tocó. Sebastián jadeó y gimió —dos pueden jugar a eso.
Él se quejó.
—Jenna —murmuró, lo miró —¿qué deseas decirme?
Ella suspiró, luego tomó aire y se dio valor. No le costó decírselo a los gemelos, con Sebastián estaba más asustada.
Vamos, se dijo, no seas cobarde.    
—Yo… —lo miró —les dije a los gemelos que los amaba.
Sebastián se tensó bajo ella y esperó.
Jenna volvió a suspirar.
—Y ahora debo decírtelo a ti.
—¿Qué? —susurró él.
—Que te amo —susurró también —que te amo Sebastián, de la misma forma que amo a Hugo y Fabián.
Él solo la observó, fijamente y por largos segundos.
—Me gustaría tanto saber qué piensas ahora —él alzó una ceja.
—¿Por qué?
Jenna sonrió.
—Porque hay muchas cosas que no me dices.
—Hay cosas que no tienes por qué saber, solo te harían daño.
—No todo —murmuró ella —te guardas todo aquí Sebastián —ella tocó su corazón —eso no es bueno.
Sebastián acaricio su rostro y ella cerró los ojos, luego se apoyó en él.
—Sabes porque soy bueno en mi trabajo —ella negó —porque soy bueno ocultando lo que siento y pienso, cuando niño era muy fácil para mis padres saber que estaba pensando, si estaba mintiendo o no, fue ahí que decidí que no quería eso y luego de salir del ejército, me di cuenta de que me era fácil adivinar lo que los demás pensaban.
—Entiendo.
Él acaricio su espalda.
—Yo sabía que estabas enamorada de ellos —lo miró —lo supe hace tiempo.
—No me dijiste nada.
—No me correspondía decir algo.
Ella miró alrededor un segundo.
—Entonces sabias…
—Que también lo estas de mi —asintió —sí, también lo sabía.
—Y tampoco dijiste nada.
—Quería que me lo dijeras libremente.
—¿Por qué? —susurró.
—Porque también te amo—ella se congeló—sí, te amo Jenna, y desde hace un tiempo ya.
—¿Si? —preguntó confundida, feliz y ansiosa —nunca me lo demostraste, siempre…
—Trabajar en lo que yo trabajo te hace ser especial —ella esperó —yo manipulo a las personas, las hago decir lo que quiero, contestar a mis preguntas si aprieto los botones correctos. Me mantuve apartado de ti porque te deseaba libremente a mi lado.
Ella lo observó unos segundos hasta que tuvo que besarlo.
—Estoy contigo porque así lo quiero —le susurró —porque te amo, nada más.
Él asintió y la besó.
—Yo también te amo, y mucho.
Ella asintió y lo abrazo.
Sonrió suavemente y observó alrededor hasta que se acomodó mejor sobre él, sin olvidar su brazo.
Luego rio.
—¿Qué? —preguntó Sebastián.
—Sabes que Hugo me dijo que cuando me embarace me atará a su cama.
Él soltó un bufido.
—No solo él, yo me uniré a su plan —lo miró enseguida y entrecerró los ojos.
—Crees que voy a permitir algo así —él alzó una ceja.
—Somos más querida, no vas a poder decir mucho.
—A no —soltó entre irritada y divertida.
—No —contestó él sonriendo abiertamente.
—¿Y cuánto durara eso? —él lo pensó.
—Si por mí fuera permanecería en esta cama para siempre, pero algo me dice que no me dejarías hacer algo así —ella negó enseguida.
—¿Y si quiero trabajar?
Él arrugó su frente.
—Yo… —él lo pensó y luego suspiró —como con todas las mujeres podrás hacerlo, si es tu deseo, luego de nuestro primer hijo.
Jenna suspiró.
—Bien —ya sabía eso, y no le molestaba, mucho.
Ella negó divertida y volvió a recostarse sobre él.
Un bebe, pensó.
Y pensar que antes no le interesaba para nada la idea y ahora si lo quería. Un bebé. Una familia.
Jenna jadeó cuando algo calentó su pecho. Fue como si el sol se proyectara justamente allí.
Se quejó un poco, no adolorida, sino sorprendida y se sentó en la cama.
—Jenna —la llamó preocupado Sebastián y ella levantó la mano para que esperara.
Un segundo después este calor se extendió por su cuerpo y despareció. Ella esperó a que regresara y al no ser así suspiró y cerró los ojos.
¿Qué fue eso?, se preguntó.
Un segundo después arrugó su frente cuando algo se movió.
Abrió los ojos y observó a Sebastián en el mismo lugar que antes. Pero ella sabía que algo se estaba moviendo, y rápidamente, solo que ya no era uno, sino dos.
Eran como puntos dentro de ella, ella podía sentir que se acercaban.
—Algo se acerca —le dijo a Sebastián extrañada y él arrugó su frente.
—Qué…
En ese segundo la puerta fue abierta y los gemelos aparecieron allí. Con rostros preocupados.
—¿Qué fue eso? —preguntó Hugo.
—¿Qué pasa? —preguntó Sebastián y luego arrugó su frente.
Jenna lo vio cerrar los ojos y llevar una mano a su pecho.
—Sebastián —lo llamó enseguida.
—Espera —dijo él —ya paso.
—Eso fue la cosa más rara que me ha pasado —dijo Hugo.
—Fue como si algo se calentara en mi pecho —comentó Fabián, Sebastián asintió.
—Sí, sentí lo mismo —murmuró ella —pero después —la miraron —después sentí que algo de movió. Como si pudiera sentirlo.
Todos arrugaron se frente.
Jenna se puso de pie y tomó su vestido. Se movió un poco para ponérselo.
—Espera —dijo Fabián, se congeló.
—¿Qué pasa? —los miró a todos.
—Camina hacia la ventana —dijo Sebastián.
Ella lo hizo.
—¡Oh rayos! —murmuró Hugo.
—¿Qué? —preguntó asustada.
—Puedo sentir cuando te mueves —dijo Fabián.
—¿Qué? —jadeó.
—No es sentir, es como si algo se moviera dentro de mi contigo.
Fabián cerró los ojos y arrugó su frente.
—Sí —término por decir —puedo sentirte.
Él caminó hacia ella y Jenna jadeó.
—Eso es —soltó —también puedo sentirte, solo cuando te mueves.
Hugo también se movió y Sebastián.
—A ustedes igual—soltó sorprendida.
—Vaya —dijo Hugo, sonrió y se cruzó de brazos —creo que acabamos de vincularnos.
—¿Qué?—preguntó Jenna.
—Cuando te vinculas con tus asignados pasa algo así, surge algún tipo de conexión especial entre ellos y la mujer. De esa manera se asegura que el proceso está por terminar —comentó alegremente —ahora nosotros podemos saber dónde estás, y tú lo sabrás de nosotros.
—Interesante —dijo Sebastián y la miró —me alegra saber que siempre voy a saber en qué lugar vas a estar.
Ella volteó sus ojos y luego rio.

Solo en nuevo Edén pasaban estas cosas, pensó, y solo aquí podía encontrar el amor entre un trio de hombres diferentes entre sí.

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