martes, 19 de noviembre de 2013

El placer de Jenna, Segunda parte, Capitulo 7.



Capitulo 7

Jenna jadeó y gimió. Lentamente abrió los ojos y observó a uno de los gemelos sobre ella, en su cama, acostado cómodamente sobre su cuerpo, besando su cuello mientras la tocaba con intensidad.
Volvió a gemir y suspiró cuando lo sintió más claramente, cuando dos dedos tocaron su centro bajo su ropa interior.
—Déjame —jadeó el hombre sobre ella y reconoció a Fabián, él aumentó su caricia y presión—necesito esto, tocarte, solo déjame hacer esto.
Ella asintió al ver la necesidad en su mirada y separó un poco sus piernas para darle un mejor acceso. Él gimió al sentirla y enterró un dedo lentamente en ella, acariciándola por dentro una y otra vez. Jenna gimió sin poder creer lo que pasaba, o sin llegar a comprender como es que él había llegado tan lejos de repente. Se olvidó de eso cuando él separó sus piernas aún más con su rodilla y dejó de tocarla. Lo miró enseguida alarmada pero al ver que se estaba preparando para penetrarla se relajó.
Jenna despertó justo antes de sentirlo dentro de su cuerpo.
—No puede ser —se quejó y miró alrededor.

Había estado soñando esta vez, con Fabián, en su cama, y despertó justo en la mejor parte. Podía tener más mala suerte.
Tres semanas, ese día cumplía tres semanas y aun no pasaba nada entre ellos. Una parte de ella quería, su cuerpo pero, la otra, su cabeza, todavía se resistía a algo así. No solo por la diferencia de edad, o porque uno de sus asignados pasara apenas un par de horas en la casa. No había sucedido nada simplemente porque ella era una cobarde, una mujer que tenía miedo de saber que se sentía estar con ellos y luego no ser capaz de olvidarlo. De seguir como si nada.
Suspiró y se sentó en la cama antes de quejarse, tenía el cuerpo húmedo y caliente.
—Estúpidos sueños inconclusos —se quejó.
¿Por qué rayos no podían llegar a su fin?, siempre se despertaba antes de la mejor parte. Ni siquiera se habían besado y estaba teniendo esta clase de sueños.
Luego de unos minutos decidió ducharse y bajar a la cocina, no le servía de nada seguir allí.
Cuando llegó a la cocina se congeló un segundo al encontrarse con Sebastián. Él estaba de espaldas a ella, esperando que su café estuviera listo.
—¿Quién eres tú? —preguntó luego de un segundo.
Él se giró enseguida con la frente fruncida.
—Sebastián —contestó confundido levemente.
Ella fingió recordar.
—Sí, eres el otro hombre que vive en esta casa, como nunca nos vemos —con eso se encogió de hombros. Claro que nunca se veían, ahora sabía por qué.
El hombre salía antes de que todos se despertaran y regresaba tarde sin ganas de comer con alguno de ellos.
Sebastián solo la observó unos segundos antes de regresar su atención a su desayuno. Ella se fijó en él antes de negar.
Como él se preparó el desayuno, en completo silencio.
Jenna no sabía que decirle, o comportarse frente a él, por un segundo echó de menos a Hugo y su personalidad. Él podía comenzar una conversación sobre cualquier cosa y hacerla interesante como nadie.
Suspiró y observó su taza de café unos segundos.
—¿Cómo ha ido tu nueva vida?—le preguntó él.
Jenna casi salto al oírlo, prácticamente se había olvidado de que lo tenía a solo unos pasos de distancia. Se giró hacia él suavemente.
—Estoy…—lo pensó unos segundos —aclimatándome.
Él alzó una ceja y se movió hacia el comedor. Jenna lo siguió luego de unos segundos y se sentó frente a él. Comieron en silencio.
—¿Cómo va el trabajo? —le preguntó como si nada.
—Ocupado —contesto él.
Ella esperó algo más y al no tener respuestas negó suavemente.
—Los gemelos me contaron lo que haces —él alzó una ceja.
—¿Sí? —preguntó él sin humor.
Se encogió de hombros y negó, esto no estaba resultando.
—Pronto me tomaré unos días libres —lo miró enseguida al oírlo.
—¿Libres? —repitió un tanto sorprendida.
—Libres —confirmo él, la miró —ya es tiempo de que nos conozcamos como se debe.
Como si eso no significara nada él se levantó y abandonó el comedor y luego la casa.
—¿Cómo se debe? —repitió Jenna —¿y eso qué significa?
—Significa —dijo Hugo —que él quiere de ti lo mismo que yo.
Ella lo miró enseguida y arrugó su frente. Estaba apoyado en la puerta con los brazos cruzados.
—¿Cuánto tiempo llevas allí?
—Lo suficiente —contestó él y se acercó, se sentó a su lado—. ¿Sabes?
—¿Qué?
—Yo soy bueno en mi trabajo por una razón —ella esperó —porque soy directo, no me ando con rodeos y esas cosas, voy directo al grano.
—¿Y? —no lograba entender sus palabras.
—Sebastián es igual, probablemente el único con más paciencia aquí es mi hermano —le sonrió —incluso tú tienes menos paciencia que él.
—¿Y eso qué significa?
Él se acercó a su rostro de repente.
—Significa, que mi paciencia dura poco, y ya llevo tres semanas queriendo hacer esto.
Como si nada él la besó, profundamente. Jenna jadeó sorprendida y él se aprovechó de eso para invadir su boca con su lengua, luego, como si nada, la levantó y sentó sobre la mesa.
—Hugo —jadeó cuando él siguió besando su cuello —¿qué… qué haces?
—Besarte —contestó él con voz ronca —y si quisieras, muchas otras cosas.
Ella gimió al oírlo y Hugo la volvió a besar, con más intensidad y deseo. Él afirmo su rostro y devoró sus labios hasta que logró reunir el suficiente valor para alejarlo.
—Basta —jadeó Jenna y tragó —muy rápido —susurró.
Él pasó su lengua por sus labios, como si quiera probar su sabor en ellos.
—No —le dijo —para mí esto es lento, y no tenemos por qué esperar. He esperado años a que esto pase y lo quiero ahora.
Él intentó besarla de nuevo. Se quejó. Como es que siempre terminaba en una extraña situación luego de otra más extraña. No hace 5 minutos estaba hablando con Sebastián y ahora Hugo la besaba.
—Detente —le dijo y él se quejó pero aceptó, dio un paso lejos de ella —apenas nos conocemos.
Él negó enseguida.
—No uses escusas como esa conmigo, tampoco lo de la edad. Aquí Jenna, no son necesarias—ella arrugó su frente—. Nos iremos conociendo a través de los años. Aquí no es como en la tierra, yo sé que pasaré el resto de mi vida contigo y lo que más quiero, es que esto suceda pronto entre nosotros —la apuntó a ella y luego a si —esperar es inútil.
Entonces así como así, pensó ella. Él simplemente quería esto porque sabía que no tenia de otra.
—Ahora tengo que ir a trabajar pero regresaré en un par de horas cuanto mucho—solo lo observó —piensa en esto, que es lo que realmente te detiene.
—Es la primera vez que uno de ustedes me besa —él se encogió de hombros.
—Fabián quería que te acostumbraras a nosotros antes, yo no tengo su paciencia, yo te quiero ahora y no después —sonrió —o sí te quiero después, lo que no deseo es seguir esperando.
Ella tragó.
Que fácil era para él decir todo esto, lanzarse a ello como si nada.
—Déjame demostrártelo —él regresó con ella y se detuvo justo en frente —déjame tocarte, solo por esta vez, te prometo que no será más que eso —él tocó sus rodillas con sus manos suavemente —déjame poner mis dedos sobre ti.
Ella se estremeció al oírlo.
—Yo…
—Sin pensar —murmuró él y abrió sus piernas —solo siente.
Jenna no pudo dudar siquiera. Un segundo después de que él terminara de hablar, Hugo ya había levantado su vestido.
Él la observó a los ojos mientras tocaba sus muslos, continuo más arriba y con la yema de sus dedos acaricio su sexo suavemente sobre la ropa interior. Jenna se estremeció un poco.
—Abre las piernas—dijo él con voz ronca y aceptó.
Hugo no tuvo tregua con ella. Jenna sintió sus dedos tocarla con suavidad un segundo y luego con energía. Él volvió a saquear su boca, a besarla con pasión, solo que esta vez sus dedos encontraron su tenso nudo y lo tocaron con un ritmo enloquecedor.
—Dios —gimió mientras él besaba su cuello y bajaba hacia sus pechos.
Hugo acarició con su lengua la piel entre ellos mientras empujaba hacia abajo su escote. Sin poder decir mucho él liberó uno de sus senos de su prisión de tela y lo acaricio con su pulgar. Luego, con energía, chupó el pico duro a la vez que piñizcaba su clítoris.
Jenna se corrió sorprendida ante la intensidad de su orgasmo, o la rapidez como llegó.
Sin poder entender nada él ya le había bajado el vestido y acomodado su escote. Cuando vio su rostro tragó tensa.
Ahora, estaba segura que lo quería, y pronto.
—Debo irme —murmuró él y acarició él contorno de su rostro.
—Yo… tú —susurró ella.
Él la beso.
—No me pidas que no vuelva hacerlo porque no será así. Solo haremos el amor el día que tú me visites en mi habitación pero, no me pidas que no te toque, recuerda, tengo poca paciencia y esto es lo único que me mantendrá un poco satisfecho. —Él volvió a besarla antes de alejarse. Jenna jadeo al ver que se metía el dedo con que la había acariciado en su boca y luego le sonreía con malicia.
Solo cuando estuvo sola en el comedor suspiró temblorosamente.

¿Y qué se supone debería hacer ahora?

No hay comentarios:

Publicar un comentario