Sebastián y Hugo
—7 —dijo Hugo sonriendo.
—8 —continuó Jenna y puso la carta sobre
la mesa.
—9 —continuó él y ella lo imitó.
—10 —ella soltó un suave grito al ver
que la carta tenía el número 10.
Solo que él fue más rápido que Jenna y
la cubrió antes de que su mano llegara cerca. La miró y sonrió antes de apuntar
su sostén. Ella soltó un bufido y se lo quitó. Ahora solo tenía puesta sus
bragas, en cambio él seguía con sus pantalones y zapatos. Solo había perdido
una vez y como consecuencia ella le había pedido su camisa.
—No puedo creer que estemos jugando a
esto —se quejó ella, a pesar del tono queja supo que se estaba divirtiendo.
A él siempre se le ocurrían cosas así, cualquier
juego le servía para que ella terminara desnuda en algún momento, aunque no
necesitaba de alguna excusa para tenerla en ese estado. Simplemente le divertía
hacer esto con ella.
—Tú dijiste que estabas aburrida —le
dijo y volvió a repartir las cartas.
—Pues hubiéramos jugado al póker —arrugo
su frente.
—No se jugar a eso—confeso.
—Pero esto no es justo —se quejó ella —a
mí solo me queda una prenda, y eres más rápido que yo.
Él se encogió de hombros y la observo
unos segundos, sonrió.
—Eres una mala perdedora—le dijo
divertido.
Ella soltó un bufido y luego la vio
observar por sobre su hombro.
—En verdad no quieres jugar.
Hugo observó a Sebastián enseguida, el
hombre dejó de observar el libro que tenía en sus manos unos segundos y luego
examinó Jenna. Negó como si nada.
—No gracias —él volvió a observar el
libro.
Hugo sonrió y negó divertido, como era
posible que no le importara tener a Jenna desnuda delante de él y no hacer
nada.
—Eso es de muy mala educación—le dijo
Jenna.
—¿Qué? —preguntó Sebastián sin mirarla.
—Tener una mujer desnuda delante de ti y
no darle la atención que merece.
Hugo se rio al oírla y Sebastián la miró
alzando una ceja.
—Ya me conoces, soy muy bueno…
—Sí, sí, sí—le oyó murmurar.
Ella regresó su atención a él y lo
observó revolver las cartas. La miró cuando la oyó suspirar.
Aunque él creía que ya no estaba tan
interesada en el juego continuaron contando hasta que ella volvió a perder.
Luego de verla quitarse las bragas, Jenna se giró un poco y se las arrojó a
Sebastián. Estas cayeron sobre su libro.
Evito reírse al ver la expresión del
hombre, una que hizo desparecer enseguida.
—Continuemos —le dijo, ella lo miró.
—Ya no tengo que quitarme.
Él la observó detenidamente hasta que
sonrió. Siempre se podían hacer otras cosas.
—Y si apostamos otra cosa—alzó ambas
cejas varias veces.
—¿Qué? —dijo ella enseguida.
—Si adivinas lo que estoy pensado podrás
pedirme que haga algo que desees, y si no será al revés.
Ella volteo sus ojos.
—¿Cómo sabré que no estas mintiendo?
—Soy un político… —comenzó a decir
levemente indignado porque creyera que él le podía mentir, ella no le dejo
acabar.
—Por eso—dijo Jenna y sonrió, volteo sus
ojos —¿y cuál es la probabilidad de adivinar?
—Te daré pistas, puedes preguntar tres
veces.
Ella asintió lentamente. Él se preguntó
porque siempre le seguía los juegos. Al principio se quejaba y todo lo demás
pero al final terminaba jugando con el mismo entusiasmo que él.
—Ok —entrecerró los ojos hacia él.
Hugo pensó rápidamente en cualquier
cosa, la observo un segundo para tener una idea.
—¿Es un animal? —le preguntó.
—No —ella se quejó.
—¿Es un número?
—Sí —entrecerró los ojos y Jenna sonrió.
—Dos —dijo Sebastián y al ver que él
arrugaba su frente Jenna enseguida lo imitó.
—Dos.
—Qué, él no está jugando, eso no cuenta—se
quejó, había sido muy fácil se reprochó.
—Nadie dijo que no podía recibir ayuda.
Él soltó un bufido y observo un segundo
a Sebastián, él lo ignoró como siempre.
—Bien, ¿qué quieres? —preguntó.
—Tu ropa —ella sonrió y él alzó una ceja
—toda —agregó.
Hugo se puso de pie y se desnudó, luego
le entrego arrojo su ropa que ella agarro en el aire. Ella sonrió al verlo y
dejo todo a un lado.
—Mi turno —dijo Hugo, ella asintió.
Él entrecerró los ojos y la observo
detenidamente, observo a su alrededor para tener una idea pero nada llego a su
cabeza. Y a él se le había ocurrido el juego, se dijo irritado por sus
tonterías.
—¿Es un animal? —preguntó Hugo, ella negó
—mm, un objeto —ella asintió de mala gana.
Sonrió y volvió a mirar a su alrededor
buscando.
—Una silla —dijo Sebastián y Hugo lo
imitó.
—Pero qué —jadeo Jenna y lo miró, se
aguantó su risa al ver su expresión molesta —oye —se quejó ella —no estás
jugando.
Él solo sonrió.
—Nadie dijo que no podía recibir ayuda—dijo
Hugo, Jenna soltó un bufido y lo miró.
—¿Qué quieres?
Alzó una ceja. ¿Qué quería?, se preguntó
y lo pensó, seriamente, pero al ver a Sebastián detrás de ella aun leyendo le
pareció increíblemente ridículo. Ya era tiempo de sacarlos de esa comodidad que
aparentada estar.
—Quiero que desnudes al amigo aquí.
Apunto a Sebastián. Jenna sonrió al
oírlo y se puso de pie.
—Yo no estoy jugando —soltó Sebastián
enseguida.
Ella lo ignoro y se detuvo delante. La
observo intentar quitarle el libro sin lograrlo, apoyo ambos codos en la mesita
divertido ante la suave lucha de fuerza que tuvieron. Ella apoyó sus manos en
sus caderas unos segundos mientras lo examinaba. Un segundo después la vio arrodillarse entre las
piernas de Sebastián para quitarle los zapatos.
Jenna siguió moviéndose delante de él,
desnudándolo de la cintura para abajo sin que el soltara el libro. Hugo sonrió
al ver que ella se plantaba entre sus brazos, cubriendo el libro con su cabeza.
—Permiso —le oyó decir y la vio luchar
contra Sebastián para quitarle el resto de ropa. Unos minutos después por fin
Sebastián dejo caer el libro hacia el suelo, rendido.
Él sonrió abiertamente cuando ella lo
miro con una ceja alzada. Sebastián podía luchar contra ella cuanto quisiera,
pero tanto él como su hermano, y el mismo, siempre terminaban haciendo su
voluntad. Aunque él estaba más dispuesto
a hacer la propia.
—Mi turno —dijo Sebastián, los observó enseguida
—¿qué estoy pensando?
El volteo sus ojos y Jenna contesto.
—En sexo.
Sebastián soltó un bufido.
—No, intenta de nuevo.
—¿Es un animal? —él volteo sus ojos y
negó, suspiró al saber que perdería —¿es un objeto? —insistió Jenna sin imaginar que nunca propia
adivinarlo.
Sebastián negó otra vez.
Jenna observó a verlo, se encogió de
hombros.
—Bien, no sé, en el sol —terminó por
decir.
Sebastián se acercó y agarro su rostro.
—No, estaba pensando en un color —le
mostró un mechón de su cabello —y ya que perdiste, adivina que quiero.
Él volteo sus ojos. Iba a querer lo
mismo que él deseaba justo en ese momento.
—Pervertido —ella murmuró divertida.
Hugo la observó ponerse de rodillas
luego de besarlo. Más interesado que divertido la vio llevarlo a su boca
mientras oía a Sebastián jadear.
Voyerista, pensó él, si, se dijo, con
Jenna descubrió que lo era. Había algo muy interesante en verla hacer esto y
más con uno de ellos.
Sebastián gruñó y luego jadeo por las
caricias de Jenna. Unos segundos después sin siquiera darse cuenta ya estaba detrás de ella, tocando su cadera.
Jenna se levantó lo suficiente para verlo tras ella, acomodándose entre sus
piernas. Sin perderla de vista acaricio su sexo húmedo con la punta de sus
dedos, ella jadeo y se estremecido al sentirlo. Su trasero se movió hacia el
haciéndolo sonreír.
La penetró en el segundo exacto en que ella
volvió a tomar a Sebastián en su boca. Los tres gimieron enseguida.
Se afirmó a ella mientras se movía, Hugo
agarró sus caderas mientras ingresaba a su cuerpo lentamente. Observó como
Sebastián agarraba el cabello de Jenna haciendo una cola de caballo mientras
ella lo chupaba. Empujo con más fuerza y movió una de sus manos por su vientre
para acariciar su nudo. Quería sentirla correrse a su alrededor. Además, había
soportado toda esa tarde tenerla desnuda, o casi, delante de él sin poder
arrojarse contra ella.
Él no tenía la paciencia que Sebastián o
su hermano, si Jenna se le plantaba delante de él de cualquier forma vestida,
sentía el impulso de estar dentro de su cuerpo enseguida. Le gustaba tomarla
con energía la primera vez y darse más tiempo con las que siguen, no había nada
mejor para él.
La escuchó gemir al aumentar sus empujes
y la acaricio con más vehemencia. Jadeo cuando empujo en contra y observó cómo
se besaba con Sebastián. Un segundo después ella se estremecido y lo apretó una
decenas de veces, la siguió enseguida gimiendo.
Salió de ella simplemente porque
Sebastián la alzó para sentarla sobre su regazo. Él la abrazó y ella se acomodó
sobre él mientras lo llevaba dentro de su cuerpo. Hugo observo como empujaba
contra Sebastián fijamente, otra vez interesado.
Pudo contar mentalmente hasta veinte
antes de acercarse a ellos no dispuesto a quedar fuera. Se tragó su sonrisa al
notar que ninguno de los dos esperaba que él la empujara suavemente hacia
adelante. Jenna lo observó enseguida, le
sonrió.
Sebastián gruñó y lo miró mientras ella
tomaba aire. Jenna sabía que tenía que relajarse mientras él la tocaba de esa
manera, siempre tendía a tensar su cuerpo al sentir la invasión en su trasero
pero, luego de unos segundos, Jenna comenzaba a disfrutar de la caricia.
—Relájate Jenna —murmuró cerca de su
oído.
Siguió expandiéndola con cuidado
mientras besaba la piel de su cuello.
—Niño —gruñó Sebastián —no puedes
quedarte quieto cinco minutos.
Hugo lo ignoró y siguió acariciándola, ella
jadeo.
—Sabes que a ella le gusta—le dijo a
Sebastián luego de mirarlo, estaba molesto se dio cuenta.
Sebastián movió un brazo hacia él y se
preparó para discutir. Él tendía a creer que Jenna era más frágil de lo que
parecía, Hugo sabía que era todo lo contrario. Jenna era una mujer fuerte y
decidida, que disfrutaba de esto y no dudaba en decírselo. Porque fue ella
quien le confeso que adoraba tener a dos de ellos dentro de su cuerpo, al mismo
tiempo.
—Espera —dijo ella al ver las
intenciones de Sebastián —sí me gusta—jadeo ella.
Hugo la acaricio solo unos minutos más
antes de saber que estaba lista, acomodándose tras ella ingreso a su cuerpo
lentamente, sin detenerse ni una sola vez. Apretó la mandíbula al sentirla tan
apretada y se concentró en no correrse enseguida.
Jenna jadeo cuando dejo de empujar, él
acaricio su trasero y luego su espalda. Se movió hacia su cuello para besar su
piel y casi sonrió al ver la expresión de Sebastián. Él también lo observó
apenas un segundo antes de mirar a Jenna, al final confeso.
—Y a ti también —ella lo besó.
—Y a mí —gruñó Hugo aunque no era
necesario.
Un segundo después ambos se movían como
uno, saliendo y entrando de su cuerpo una y otra vez. Jenna apoyó ambas manos
contra el respaldo del sofá para afirmarse mientras las manos de Sebastián y
las suyas la recorrían. Empujo contra ella con un poco más de fuerza para
apresarla contra Sebastián y sonrió al oírlos jadear. Pegó su pecho a la
espalda de Jenna y jadeo contra su oído.
Estuvieron así otro minuto antes de que
Sebastián fuera el primero en dejarse ir. Jenna fue la siguiente en alcanzar su
orgasmo y Hugo la siguió unos empujes después, mientras jadeaba y acariciaba a Jenna.
Los tres tomaron aire como si fueran
uno. Él rio tras Jenna ante eso y luego suspiró.
—Sabía que lo iban a disfrutar—depositó
un beso sobre su hombro de su mujer y se alejó.
—Sabes que me gusta —dijo ella.
—Sí, lo sé —contesto Sebastián.
Hugo los observó divertido.
—Solo te gusta molestarte con Hugo —
arrugó su frente al oírla.
Que a Sebastián le gustaba molestarse,
pues si, él ya sabía eso, era un de los motivos por lo que seguía molestando al
hombre. Y esperaba que eso no cambiara, la vida era más divertida de esa forma.
—Es como una costumbre, ¿cierto?—continuó
Jenna.
—Sí —se quejó Hugo, lo miraron —le
gusta, piensa que es mi hermano mayor.
Sebastián soltó un bufido y el volteo
sus ojos.
—Y lo son —se rio Jenna —como tres
hermanos, solo que Fabián es el del centro, siempre los ignora a los dos —volvió
a reír—, y no entiendo por qué siguen tratándose así si sé que se quieren
igual.
Ambos la miraron como si estuviera loca.
Hugo la vio ponerse de pie y la afirmó de un brazo al ver que se tambaleaba
levemente.
—Sé que se quieren, no tienen que fingir
conmigo.
Ella se movió hacia la puerta y se giró
justo antes de salir. Él sabía que ambos tenían la misma expresión contrariada.
—Ni en mis pesadillas—gruñó Sebastián y
se puso de pie.
Hugo hizo una mueca tras él y le sacó la
lengua, Jenna sonrió al verla y la imito.
Que el quería a Sebastián, como un
hermano. Maldición, pensó, pues era verdad. No podía creer que ya considerara a
ese malhumorado soldado su familia.
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