miércoles, 11 de diciembre de 2013

El placer de Jenna, Epilogo.



Epilogo

Años después.
Jenna terminó de leer el informe y suspiró.
Por fin lo había concluido, después de un par de años, sus compañeros y ella, habían terminado de redactar las propuestas para el cambio de algunas leyes que ya no servían en nuevo Edén. Les había tomado mucho tiempo convencer a los ancianos de que estos cambios eran necesarios pero al final, habían logrado por lo menos, que consideraran las propuestas.
—Jenna —dijo Felipe y lo observó.
—Ya acabé —le entregó el informe, él sonrió y asintió.
—Te están esperando fuera —sonrió.
—Lo sé —él volteó sus ojos.
—Siempre se me olvida eso, claro que lo sabes —sonrió al ver la expresión de su rostro.
Ella se puso de pie y terminó de guardar sus cosas.
—Es mejor que también te vayas a tu casa Felipe, tu mujer debe estar esperándote —él asintió enseguida.
—Recuerda que mañana no vendré —ella asintió.
Sabía que mañana era el turno de Felipe para acompañar a su mujer.

Ya habían pasado años desde el gran enfrentamiento entre los rebeldes y ellos, y seguían con las viejas costumbres. Jamás dejaban sola a alguna mujer.
Cuando llegó a la salida sonrió y caminó hacia Hugo. Él estaba sentado a unos metros, con un libro en las manos. Casi siempre era él quien pasaba a buscarla, sobre todo porque trabajaba más cerca, a un par de cuadras.
Jenna se sentó a su lado y besó su cuello.
Él gruñó sin dejar de ver el libro.
—Aquí no —murmuró —mi mujer trabaja cerca y está por salir en cualquier momento.
Ella se fingió molesta y le dio un codazo.
Hugo la miró enseguida.
—Ah, dulce, eres tú, no lo sabía —Jenna alzó una ceja.
Era imposible que no lo supiera. Jenna no podía ir al baño sin que ellos se enteraran.
—Aja —soltó divertida y apoyó su mentón en el hombro de Hugo, observó un segundo el libro—¿Qué lees?
—Como complacer a una mujer —ella soltó una carcajada —¿Qué? ¿No me crees?
Negó.
—No es eso, es que sí creo que tu leerías algo así —Hugo volteó sus ojos y le mostró el nombre del libro.
Nueva política, decía.
—Política, no te cansas.
Se pusieron de pie.
—Leyes, no te aburren.
—Pues no, y a ti tampoco, ¿cierto? —él negó y sonrió, paso un brazo por sobre sus hombros.
—Tenemos que pasar por el hospital —Hugo se detuvo enseguida al oírla.
—¿Por qué, estas enferma?
Negó.
—No, solo quiero estar segura de algo.
Él arrugó su frente pero no dijo nada más.
Luego de obtener los resultados en un sobre Jenna se sentó en un parque, Hugo la observó curioso mientras ella leía el papel.
—¿Qué dice? —le preguntó un segundo después.
Le sonrió.
—Adivina —él volteo sus ojos.
—No me hagas adivinar, soy malo para eso —arrugó su frente —¿y cuándo es que fuiste al médico?
—Fui a la hora de mi almuerzo.
—¿Sola? —preguntó enseguida y luego murmuró —eso fue lo que sentí.
Ella asintió suavemente. Hugo negó.
—Sabes que no…
—Lo sé —se adelantó —pero era importante.
Hugo se sentó a su lado.
—Dime qué es —la miró —tengo una idea pero quiero que me lo digas.
Jenna sonrió.
—Estoy embarazada —Hugo la observó unos segundos antes de sonreír y besarla.
—Lo sabía.
Ella rio cuando Hugo la abrazó y besó su cuello.
—¿Crees que sean gemelos? —ella volteo sus ojos.
—Quien sabe, pero no me importaría.
Sonrió ante sus palabras.
Ya eran padres de un par de gemelos, niños alegres y escandalosos, que les gusta correr por la casa en ropa interior.
—Y hablando de gemelos, debemos regresar.
Hugo asintió.
—Sí, probablemente Sebastián ya los ha malcriado de nuevo —ella se rio entre dientes.
—Malcriado. Tú eres igual que él, los gemelos hacen lo que desean con ustedes, bueno, excepto con Fabián.
Él soltó un bufido.
—Quien diría que mi hermano sería más estricto que Sebastián —Jenna se rio al oírlo y asintió de acuerdo —además, viene en los genes, la mamá también hace lo que quiere con nosotros.
Jenna se rio y lo besó. Él se quejó al sentirla.
—Vez —murmuró y la abrazó —dime qué quieres.
Se acercó a su oído y sonriendo murmuró.
—Te lo diré cuando lleguemos a casa.
Hugo se quejó y la siguió. Ambos sabían muy bien lo que le iba a pedir y Jenna conocía lo suficientemente a Hugo para saber que solo se quejaba porque tenía que esperar. Nada más.


Fin

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