Capitulo 7
Jenna jadeó y gimió. Lentamente abrió los ojos y
observó a uno de los gemelos sobre ella, en su cama, acostado cómodamente sobre
su cuerpo, besando su cuello mientras la tocaba con intensidad.
Volvió a gemir y suspiró cuando lo sintió más
claramente, cuando dos dedos tocaron su centro bajo su ropa interior.
—Déjame —jadeó el hombre sobre ella y reconoció a
Fabián, él aumentó su caricia y presión—necesito esto, tocarte, solo déjame
hacer esto.
Ella asintió al ver la necesidad en su mirada y separó
un poco sus piernas para darle un mejor acceso. Él gimió al sentirla y enterró
un dedo lentamente en ella, acariciándola por dentro una y otra vez. Jenna
gimió sin poder creer lo que pasaba, o sin llegar a comprender como es que él
había llegado tan lejos de repente. Se olvidó de eso cuando él separó sus
piernas aún más con su rodilla y dejó de tocarla. Lo miró enseguida alarmada
pero al ver que se estaba preparando para penetrarla se relajó.
Jenna despertó justo antes de sentirlo dentro de su
cuerpo.
—No puede ser —se quejó y miró alrededor.
Había estado soñando esta vez, con Fabián, en su cama,
y despertó justo en la mejor parte. Podía tener más mala suerte.
Tres semanas, ese día cumplía tres semanas y aun no
pasaba nada entre ellos. Una parte de ella quería, su cuerpo pero, la otra, su
cabeza, todavía se resistía a algo así. No solo por la diferencia de edad, o
porque uno de sus asignados pasara apenas un par de horas en la casa. No había
sucedido nada simplemente porque ella era una cobarde, una mujer que tenía
miedo de saber que se sentía estar con ellos y luego no ser capaz de olvidarlo.
De seguir como si nada.
Suspiró y se sentó en la cama antes de quejarse, tenía
el cuerpo húmedo y caliente.
—Estúpidos sueños inconclusos —se quejó.
¿Por qué rayos no podían llegar a su fin?, siempre se
despertaba antes de la mejor parte. Ni siquiera se habían besado y estaba
teniendo esta clase de sueños.
Luego de unos minutos decidió ducharse y bajar a la
cocina, no le servía de nada seguir allí.
Cuando llegó a la cocina se congeló un segundo al
encontrarse con Sebastián. Él estaba de espaldas a ella, esperando que su café
estuviera listo.
—¿Quién eres tú? —preguntó luego de un segundo.
Él se giró enseguida con la frente fruncida.
—Sebastián —contestó confundido levemente.
Ella fingió recordar.
—Sí, eres el otro hombre que vive en esta casa, como
nunca nos vemos —con eso se encogió de hombros. Claro que nunca se veían, ahora
sabía por qué.
El hombre salía antes de que todos se despertaran y
regresaba tarde sin ganas de comer con alguno de ellos.
Sebastián solo la observó unos segundos antes de
regresar su atención a su desayuno. Ella se fijó en él antes de negar.
Como él se preparó el desayuno, en completo silencio.
Jenna no sabía que decirle, o comportarse frente a él,
por un segundo echó de menos a Hugo y su personalidad. Él podía comenzar una
conversación sobre cualquier cosa y hacerla interesante como nadie.
Suspiró y observó su taza de café unos segundos.
—¿Cómo ha ido tu nueva vida?—le preguntó él.
Jenna casi salto al oírlo, prácticamente se había
olvidado de que lo tenía a solo unos pasos de distancia. Se giró hacia él
suavemente.
—Estoy…—lo pensó unos segundos —aclimatándome.
Él alzó una ceja y se movió hacia el comedor. Jenna lo
siguió luego de unos segundos y se sentó frente a él. Comieron en silencio.
—¿Cómo va el trabajo? —le preguntó como si nada.
—Ocupado —contesto él.
Ella esperó algo más y al no tener respuestas negó
suavemente.
—Los gemelos me contaron lo que haces —él alzó una
ceja.
—¿Sí? —preguntó él sin humor.
Se encogió de hombros y negó, esto no estaba
resultando.
—Pronto me tomaré unos días libres —lo miró enseguida
al oírlo.
—¿Libres? —repitió un tanto sorprendida.
—Libres —confirmo él, la miró —ya es tiempo de que nos
conozcamos como se debe.
Como si eso no significara nada él se levantó y
abandonó el comedor y luego la casa.
—¿Cómo se debe? —repitió Jenna —¿y eso qué significa?
—Significa —dijo Hugo —que él quiere de ti lo mismo
que yo.
Ella lo miró enseguida y arrugó su frente. Estaba
apoyado en la puerta con los brazos cruzados.
—¿Cuánto tiempo llevas allí?
—Lo suficiente —contestó él y se acercó, se sentó a su
lado—. ¿Sabes?
—¿Qué?
—Yo soy bueno en mi trabajo por una razón —ella esperó
—porque soy directo, no me ando con rodeos y esas cosas, voy directo al grano.
—¿Y? —no lograba entender sus palabras.
—Sebastián es igual, probablemente el único con más
paciencia aquí es mi hermano —le sonrió —incluso tú tienes menos paciencia que
él.
—¿Y eso qué significa?
Él se acercó a su rostro de repente.
—Significa, que mi paciencia dura poco, y ya llevo
tres semanas queriendo hacer esto.
Como si nada él la besó, profundamente. Jenna jadeó
sorprendida y él se aprovechó de eso para invadir su boca con su lengua, luego,
como si nada, la levantó y sentó sobre la mesa.
—Hugo —jadeó cuando él siguió besando su cuello —¿qué…
qué haces?
—Besarte —contestó él con voz ronca —y si quisieras,
muchas otras cosas.
Ella gimió al oírlo y Hugo la volvió a besar, con más
intensidad y deseo. Él afirmo su rostro y devoró sus labios hasta que logró
reunir el suficiente valor para alejarlo.
—Basta —jadeó Jenna y tragó —muy rápido —susurró.
Él pasó su lengua por sus labios, como si quiera
probar su sabor en ellos.
—No —le dijo —para mí esto es lento, y no tenemos por
qué esperar. He esperado años a que esto pase y lo quiero ahora.
Él intentó besarla de nuevo. Se quejó. Como es que
siempre terminaba en una extraña situación luego de otra más extraña. No hace 5
minutos estaba hablando con Sebastián y ahora Hugo la besaba.
—Detente —le dijo y él se quejó pero aceptó, dio un
paso lejos de ella —apenas nos conocemos.
Él negó enseguida.
—No uses escusas como esa conmigo, tampoco lo de la
edad. Aquí Jenna, no son necesarias—ella arrugó su frente—. Nos iremos
conociendo a través de los años. Aquí no es como en la tierra, yo sé que pasaré
el resto de mi vida contigo y lo que más quiero, es que esto suceda pronto
entre nosotros —la apuntó a ella y luego a si —esperar es inútil.
Entonces así como así, pensó ella. Él simplemente
quería esto porque sabía que no tenia de otra.
—Ahora tengo que ir a trabajar pero regresaré en un
par de horas cuanto mucho—solo lo observó —piensa en esto, que es lo que
realmente te detiene.
—Es la primera vez que uno de ustedes me besa —él se
encogió de hombros.
—Fabián quería que te acostumbraras a nosotros antes,
yo no tengo su paciencia, yo te quiero ahora y no después —sonrió —o sí te
quiero después, lo que no deseo es seguir esperando.
Ella tragó.
Que fácil era para él decir todo esto, lanzarse a ello
como si nada.
—Déjame demostrártelo —él regresó con ella y se detuvo
justo en frente —déjame tocarte, solo por esta vez, te prometo que no será más
que eso —él tocó sus rodillas con sus manos suavemente —déjame poner mis dedos
sobre ti.
Ella se estremeció al oírlo.
—Yo…
—Sin pensar —murmuró él y abrió sus piernas —solo
siente.
Jenna no pudo dudar siquiera. Un segundo después de
que él terminara de hablar, Hugo ya había levantado su vestido.
Él la observó a los ojos mientras tocaba sus muslos,
continuo más arriba y con la yema de sus dedos acaricio su sexo suavemente
sobre la ropa interior. Jenna se estremeció un poco.
—Abre las piernas—dijo él con voz ronca y aceptó.
Hugo no tuvo tregua con ella. Jenna sintió sus dedos
tocarla con suavidad un segundo y luego con energía. Él volvió a saquear su
boca, a besarla con pasión, solo que esta vez sus dedos encontraron su tenso
nudo y lo tocaron con un ritmo enloquecedor.
—Dios —gimió mientras él besaba su cuello y bajaba
hacia sus pechos.
Hugo acarició con su lengua la piel entre ellos
mientras empujaba hacia abajo su escote. Sin poder decir mucho él liberó uno de
sus senos de su prisión de tela y lo acaricio con su pulgar. Luego, con
energía, chupó el pico duro a la vez que piñizcaba su clítoris.
Jenna se corrió sorprendida ante la intensidad de su
orgasmo, o la rapidez como llegó.
Sin poder entender nada él ya le había bajado el
vestido y acomodado su escote. Cuando vio su rostro tragó tensa.
Ahora, estaba segura que lo quería, y pronto.
—Debo irme —murmuró él y acarició él contorno de su
rostro.
—Yo… tú —susurró ella.
Él la beso.
—No me pidas que no vuelva hacerlo porque no será así.
Solo haremos el amor el día que tú me visites en mi habitación pero, no me
pidas que no te toque, recuerda, tengo poca paciencia y esto es lo único que me
mantendrá un poco satisfecho. —Él volvió a besarla antes de alejarse. Jenna
jadeo al ver que se metía el dedo con que la había acariciado en su boca y
luego le sonreía con malicia.
Solo cuando estuvo sola en el comedor suspiró
temblorosamente.
¿Y qué se supone debería hacer ahora?
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