martes, 5 de noviembre de 2013

A un paso del amor, Tercera Parte, Capitulo 2.




Tercera Parte
La triste verdad
Capitulo 2


***

J.: Sabes que dicen de los chismosos.
C.: Que nunca oyen algo bueno de sí mismos.
J.: Cierto, tú siempre estás en un mal lugar en el peor momento.
C.: Mira, yo pienso todo lo contrario.
J.: Bien, pero… yo me equivoque, lo acepto, pero tú también lo hiciste.
C.: Lo sé, siempre me arrepentiré de lo que paso después, de todos las tonterías que hice.
J.: A mí me molesta la intención, no lo que hiciste. Te lo explicare.

***

Cindy no volvió a comportarse extraño, nuestra relación siguió de lo más normal. Ahora lo único que nos mantenía un poco distraídos eran los estudios. Solo quedaban tres semanas de clases, la última era la fiesta de fin de año y después, las vacaciones, eso era lo que más me agradaba, pasar unas vacaciones con ella, y el tener todo el día libre.
Un día pasó algo increíble. Eran las 9 de la noche cuando ella bajo a la cocina por comida, habíamos acabado de estudiar, era viernes, esos días podía irse más tarde así que no me preocupaba mucho la hora.
Cuando regresó traía un plato con dos sándwiches y dos latas de refresco. Se acostó a mi lado en la cama y me entrego uno, comimos allí.
—Quiero que acabe este año, rápido —dijo.
Me acosté de lado para mirarla, acomode el cojín bajo mío.
—¿Que vamos a hacer mañana? —pregunté, se encogió de hombros.
—¿Qué quieres hacer? —me miró.
Me mordí el labio un segundo pensando, esperó.

—Estudiar no —aseguré, llevábamos toda la semana en eso —el lago quizás, una visita, solos. Ya es primavera, no has nadado conmigo.
Asintió y dejo el plato a un lado.
—No es mala idea, un fin de semana sin estudiar —sonreí y la abracé de la cintura, se movió para quedar frente a mí.
Golpearon a la puerta y ella se puso de pie, abrió, era mi madre.
—Ya está lista —le dijo.
—Gracias —contestó—sé que es raro pero así mi papá no se preocupara.
—Él lo sabe.
—Claro, le dije que hablaría con usted primero para consultar si podía, lo voy a llamar ahora.
—Bien, entonces buenas noches, si quieres comer otra cosa saca lo que quieras de la cocina, recuerda, es la última —me apoyé en mis codos para mirar mejor, de que hablaban.
Cindy se despidió de mi madre y cerró la puerta, luego se acercó a su mochila, tomó su teléfono y marcó, se acostó a mi lado.
—¿De qué iba todo eso? —pregunté curioso.
—Espera —me calló y hablo por su celular —papá—suspiro —sí, hable con ella, dijo que no había problema —me miró —no, eso ni se pregunta, tiene otra —volteo sus ojos —apenas acabemos me iré para allá —tomo mi mano y comenzó a jugar con mis dedos —lo sé, si papá, temprano, creo, iremos al lago, hemos estudiado mucho —me miró y sonrió —no, le diré que me ayude en el establo —arrugué mi frente —te molestaría mucho, me lo imaginaba, está bien —apoyo su cabeza en mi hombro —yo también —se rio —sí, papá, ya lo sé, te quiero, nos vemos mañana.
Me tense, mañana.
—Mañana —le dije luego de que colgara, me miró sonriendo.
—Sí, me voy a quedar a dormir aquí —abrí mi boca sorprendido.
—Conmigo —dije enseguida.
—No contigo, técnicamente, más bien a unos metros de distancia, tu mamá me preparo una habitación.
Esto no podía ser posible.
—Mi madre te dejo…—negué —tu padre te dejo…
—Sí —aseguró —mi papá siempre se preocupa cuando salgo tarde de tu casa, como hoy es viernes le dije que podía quedarme a dormir aquí —la miré esperando —él me dijo que hablara con tu mamá y lo hice, ella acepto porque también piensa que me voy muy tarde, y que eso no es bueno.
—Por eso lo de antes—asintió—vaya—dije—ella nunca hubiera permitido algo así— sonrió.
—Es porque sabe que vamos a estudiar y que soy una chica responsable que se irá a dormir a la otra habitación.
—Me estás diciendo que vas a dormir a metros de mi—todo los músculos de mi cuerpo se tensaron como si se prepararan para algo, yo sabía el porqué, y que pensara en eso no me ayudaba en nada, me puse de pie y la observe.
—Si—ella se acomodó en mi cama sonriendo.
Asentí y camine un poco, como es que mi madre permitía algo así, recordaba bien las veces que Barbie se había quedado más de lo permitido en mi habitación, siempre aparecía para recordarle la hora.
La miré y me detuve al ver que estaba sentada, con las piernas cruzadas y peinando su cabello con sus dedos, pocas veces la veía con el cabello suelto, trague, como esto podía ser fascinante. Ella me miró como si lo que hacía no fuera nada.
—Vamos a estudiar, cierto—dije, ella alzo una ceja.
—No quieres que me quede.
—Claro que si—casi chille, me limpie la garganta.
Pensar en otra cosa, pensar en otra cosa, todo menos en ella durmiendo a metros de mí, solo a pocos metros, diablos.
Se puso de pie y me miró.
—¿Qué pasa?
—Solo digiero la información.
Me miró fijamente unos segundos, sabía que estaba pensando en algo. Luego sonrió como si nada y comenzó a acercarse a mí. No es bueno que la chica que amas te miré de esa manera en tu habitación, pensé.
Di un paso hacia atrás y choque con la pared, ella llego frente a mí, puso una de sus manos en la pared a mi lado y la otra en mi pecho, sonrió suavemente.
—¿Te incomodo?—pregunto con inocencia, trague.
Ella sabía que sí, podía verlo, esto la divertía. Arrugue mi frente.
—Para nada—le dije, alzo una ceja y se acercó más.
—Ni un poquito—murmuro.
—No—mentí, alzo la cabeza y por un segundo pensé que algo iba a hacer, pero se encogió de hombros y se alejó.
—Entonces estudiemos.
Se sentó delante de  mi escritorio, yo solo pude quedarme ahí, como un bobo. Cuando pude recuperarme un poco camine hasta sentarme a su lado, ella comenzó a amarrar su cabello, pero esta vez solo lo afirmo con un pinche.
—Todo bien—pregunto abriendo su cuaderno, me miro.
—Todo bien—repetí.

—No está bien—murmure.
Estaba solo en mi habitación, no hacía más de 30 minutos que Cindy se había ido al otro cuarto. Habíamos estado estudiando por cerca de dos horas, mi cabeza estaba agotada pero mi cuerpo no, todo lo contrario, estaba muy despierto, más que despierto.
Suspire y me moví en la cama, me quite la sabana de encima, me estaba dando comezón. Dios, me picaba todo el cuerpo.
—Esto no es posible—me queje, me senté en la cama.
Tenía que parar esto, esta…necesidad de ella. Lo que necesitaba era una ducha de agua fría, eso por lo menos me ayudaría a dormir un poco.
Luego de ducharme regrese a mi habitación, me congele.
—¿Qué haces?—le pregunte a Cindy despacio, ella levanto la cabeza y me mostro su mano.
—Lo olvide—era su celular—golpee pero no contestaste, pensé que te habías quedado dormido.
—Necesitaba una ducha—menos mal que me puse unos pantalones, ella se acercó a mí y observo mi pecho desnudo.
—A las 12 de la noche—asentí y tire la una toalla húmeda al piso.
Al diablo, pensé.
Cuando llego cerca la atraje tomándola de una mano, ella jadeo y sonreí.
—¿Qué haces?—susurró, me miró y apoyo una mano en mi pecho, ambos miramos esa acción.
—Solo pensaba—también susurre—que tengo a mi novia a unos metros de distancia, durmiendo en otra cama, cuando podría dormir en la mía.
—Eso no es posible—murmuro.
—Lo acepto, sé que no lo es, pero  que tal una hora—alce una ceja.
—Si me quedo una hora vas a necesitar otra ducha—me reí suavemente.
—Ahora eso no me importa.
Pase mi mano por su cintura y la mantuve cerca, no me alejo. Tomó aire lentamente.
—Nerviosa—murmure cerca de su oído.
—Estoy en tu cuarto, en la noche y tú solo llevas un pantalón—su manó se movió hasta mi espaldas.
—Nunca vamos a hace algo que no quieras—levante su rostro con mis dedos—está bien—asintió y acaricie sus labios con mi pulgar—nunca te obligaría nada—murmure.
Caminamos a mi cama, pero en vez de llegar a ella me senté en una silla, ella me observó.
—Siéntate aquí—toque mis piernas, sonrió y negó un poco, pero aun así se sentó de lado.
—¿Que estas pesando?—pregunto.
—Muchas cosas—confesé—una de ellas es besarnos un rato.
—Solo un rato—asentí y la bese.
Mientras lo hacía lleve mi mano a su cabello y le quite su pinche, este calló libre sobre mi mano. Acaricie algunos mechones suavemente y seguí besándola, ella me abrazo por el cuello con una mano, sentí la otra moverse por mi cuello, mi hombro y mi brazo, la dejo ahí, acariciando, haciendo pequeños círculos.
—Debería irme—susurró mientras acariciaba su cuello.
—Solo un poco más—murmure, pero mentía, no quería solo un poco.
—Mientes—la oí murmurar, me congele y la miré, tenía los ojos cerrados, los abrió lentamente—si yo quiero más, tú también—sonrió.
—Mm—me queje—mejor vete a tu cuarto.
—Un poco más—murmuro y tomo mi rostro para besarme.
Cindy siempre me besaba de la misma forma, lento, suave, de cierta manera romántico, como si tuviera todo el tiempo del mundo para hacerlo. Ahora era físico, puramente, la forma como se movía, la energía con que lo hacía, había cambiado esa inocencia por simple deseo. El problema es que no sabía cuál me gustaba más, la chica que se tomaba su tiempo y encendía mi alma o esta, que encendía mi cuerpo en cosa de segundos, me pregunte como era posible esta diferencia.
—Cama—murmure cuando se alejó.
—Cierto—dijo y se puso de pie, me beso una última vez antes de retirarse.
Me quede sentado un rato, mirando el techo sin verlo.
—Tan diferente—murmure, cruce mis brazos pensando.
A qué se debe esto, que la hizo cambiar. Ya llevábamos unos meses de novios, quizás simplemente estaba entrando en confianza, además nunca habíamos hablado de nuestra atracción física, de los que nos pasaba, yo la deseaba, eso estaba claro, y creía que ella también me deseaba, teníamos que poner un límite, conocía el de ella, pero quería oírselo decir, saberlo a ciencia cierta.

La mañana siguiente baje a la cocina y descubrí que todos estaban ahí, hablando animadamente y desayunando.
—Buenos días—dije para que me miraran, lo hicieron.
—Buenos días dormilón—dijo Cindy, sonreí.
—Buenos días hijo, siéntate, te sirvo enseguida.
Lo hice y miré a mi hermano.
—Que hablan tan animadamente.
—Le estaba diciendo a tu mamá que quería pedirte que me ayudaras en mi casa, con mis tareas en el establo—alcé una ceja y sonrió—ya sabes, limpiar un poco, mover cosas, hacer mucho ejercicio.
Miré a mi madre y luego a ella.
—Está bien, no me molesta.
—También le decía que podía llevar a Aníbal a mi casa en la tarde, para que conozca a los caballos—mi madre me sirvió—luego de que fuéramos al lago.
—¿Puedes?—le pregunte a ella.
—Sí, tengo libre así que creo que está bien—la miró—no le molestara a tu padre.
—No, para nada.
—Entonces está bien.
—Claro—estuve de acuerdo.
Luego de desayunar nos fuimos a su casa.
—Trabajos forzados—le pregunte en broma mientras salíamos de mi casa, asintió.
—Luego vendrá la paga—sonreí.
—Cobro por hora, así que espero que me paguen de igual forma—se rio.
—Veré que puedo hacer.
Las tareas en su casa no eran muchas. Al llegar saludamos a su padre que nos miró fijamente a ambos como si buscara algo, luego comenzamos a trabajar. Limpiamos el establo, las caballerizas, alimentamos a todos los animales, incluido un pato que tendía a atacar mis zapatillas cada vez que me acercaba. Cepillamos a los animales e incluso sacamos a los caballos a caminar, Cindy me enseño a ensillar un caballo, me salve esta vez de montarlo.
Luego nos despedimos de su padre y fuimos al lago, caminando por suerte. Ahí nos divertimos nadando un poco, lo que más me impresiono fue su traje de baño, no lo olvidaría fácilmente. Este era pequeño, de un color azul claro, muy diferente al de la otra vez.
Disfrutamos del agua fría, nadando lentamente no muy lejos de la orilla. La convencí de llegar a pequeña cascada y mientras yo me acercaba lo más posible a ella, Cindy se sentó en una saliente para observarme. Eso es algo que tampoco olvidaría, ella con ese traje de baño húmedo, gotas de agua en su cuerpo tomando un poco de sol. Luego comimos bajo un árbol y regresamos a su casa. Mi madre llego media hora después de que regresáramos, ella le presento a su padre y los vi hablar mientras le mostrábamos a mi hermano los caballos.
Aníbal se emocionó completamente, se asustó al principio por su tamaño pero fueron unos minutos. Cindy dio unas vueltas con él en el corral y mi madre aprovecho de tomarle muchas fotografías, ya que también jugó con las vacas, los perros, incluso el pato que lo perseguía haciéndolo reír.
Cuando se hizo de noche nos despedimos de todos.
—Te extrañare en la noche—le susurre a ella, sonrió.
Ese día volvió a ser ella misma, tranquila, a veces mandona, pero muy dulce, descubrí que a esa chica prefería más, no a la que intento seducirme un poco en mi casa.

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